Quiñones de Benavente, Luis. Toledo, 3.IX.1581 baut. – Madrid, 25.VIII.1651. Poeta y dramaturgo.
Luis de Benavente fue hijo de Cristóbal de Benavente y de Luisa Ana, sobrino de Pedro de Benavente y del licenciado Francisco de Benavente, los cuales pertenecían a un nivel medio en la sociedad toledana, pues eran funcionarios del Santo Oficio, rectores y capellanes de hospital, mercaderes o representantes de la política municipal. Fue bautizado el 3 de septiembre de 1581.
Es posible, aunque no hay pruebas documentales, que Benavente estudiara en la Universidad de Santa Catalina, pero todavía más probable parece que fuese alumno de los jesuitas y que allí aprendiera la importancia que el entremés tenía en las representaciones que se efectuaban en los colegios de la Compañía. No en vano, la primera composición poética que se conoce de él se dedica justamente a san Ignacio en 1610 en un certamen poético dedicado al fundador de los jesuitas, cuando Benavente (que no se dedicaba a la creación lírica) había rehusado participar en los certámenes toledanos de 1605, 1608 y seguiría negándose a hacerlo en los de 1616 y 1622.
Benavente fue clérigo presbítero desde muy joven y parece que tal fue su profesión, pues bien sabido es que del teatro no se podía vivir, aunque de vez en cuando sus méritos dramáticos le granjearan alguna recompensa, tal y como se sabe que ocurrió por documentos ya publicados en 1631 o 1637. La fecha de la ordenación de menores de Luis es conocida: marzo de 1598.
Puede conjeturarse que en ese año o en 1610 Benavente empezó a escribir también para el teatro, no porque tal fecha se pudiera deducir de la composición del entremés de Las civilidades, que, como demostró Bergman, es bastante posterior, sino porque en sus poesías líricas aparece una mención bastante clara en un romance escrito en diciembre de 1640 donde le dice a su pariente Diego de Contreras que lleva treinta años escribiendo. Puede pensarse que Benavente se estaba refiriendo aquí a sus obras dramáticas (que también resultan aludidas un poco más adelante en el mismo romance) y no sólo a las líricas, porque sólo una poesía se conoce de esos años, la dedicada a la justa de san Ignacio. A este inicio temprano de su obra dramática ayudaría la mención que Tirso hace de su amigo entremesista en Tanto es lo de más como lo de menos, probablemente representada en 1621, cuando indica que ese amigo “mozo, cuerdo y cortesano” había escrito al pie de trescientas obritas en los nueve o diez años que llevaba escribiendo para el teatro.
Si esta hipótesis es correcta, Benavente habría empezado a componer melodías y bailes para representar en Toledo acompañando las comedias del Mesón de la Fruta y los autos de la Catedral toledana. Alternaría tal dedicación con su oficio de paje del arcediano de Toledo; por lo menos, el capellán mozárabe, y también escritor, Eugenio Robles encargó a Juan Vázquez, cura de Santa Justa, que le cobrase lo que le adeudaban varias personas, y entre ellas, Luis de Benavente. El caso es que en 1610, Pedro de Benavente, como albacea con Juan Bautista de Madrid y patrón de una capellanía instituida por Alejo Pérez por su testamento en 1580 en la toledana parroquia de San Juan Bautista y ante la muerte del licenciado Francisco de Benavente, el cual era rector del Hospital del Rey y capellán de la citada capellanía, nombró, a Luis de Benavente, clérigo de una capellanía y se obligaba a velar por el alma de Alejo Pérez y a dedicarle dos misas semanales. En efecto, en 1611, Luis de Benavente, clérigo de grados de Toledo, decidió ordenarse de epístola.
Así pues, se ordenó de epístola y evangelio, y en 1612 decidió ordenarse de misa, lo cual llevó a cabo a primeros de septiembre de ese año. Muy poco después, el 27 de septiembre de ese año, ya como licenciado, se le nombró capellán de la capellanía fundada por Ana de San Juan, por ser su pariente más próximo que tuviera el grado de clérigo que ella pretendía. Ahora se hacía llamar Luis de Benavente y Quiñones y antecedía su título de licenciado, nunca usado anteriormente, La situación de cierta tranquilidad y bonanza económica en el medio toledano parece que duró poco.
No se sabe por qué, pero el caso es que en 1617 compareció Quiñones de Benavente ante su amigo Juan Ruiz de Santa María y declaró que dejaba su cargo en Toledo. Aparte de posibles razones personales, hubo otros hechos que debieron de influirle para tomar esta decisión. Los autos sacramentales, que se venían representando desde mucho tiempo atrás en la Catedral toledana, estaban trayendo problemas a los clérigos durante esos años y en los libros de actas se habla de los “daños e indecencias de las dichas representaciones” de 1615, un motivo para que se intentaran suprimir las de 1616, aunque sin éxito. Puede que Benavente buscara otro lugar para que sus bailes se siguieran poniendo en escena, y ese lugar tuvo que ser necesariamente la Corte, acaso sugerido por uno de sus más constantes amigos, el mercedario y dramaturgo Tirso de Molina.
Benavente llegó a Madrid ese año 1617, e inmediatamente ingresó en la Academia de Medrano. Todas las referencias que se tienen a su persona hasta ese momento le relacionan con los bailes, nunca con los entremeses, género que empezaría a cultivar justo desde ese momento y ya viviendo en Madrid. Hasta entonces, Benavente era conocido como músico de guitarra (lo cita Suárez de Figueroa en su Plaza universal de 1615, y también otros textos poco conocidos, como la Sátira segunda contra Rámila, de Lope, fechada entre 1617 y 1618). Benavente parece que componía los tonos de los bailes que acompañaban los entremeses, pero poco después decidió intentar escribirlos él mismo, actividad que debió de empezar en la década de 1620. Benavente se hizo cortesano, incluso llegó a gustar al mismo Rey, y en la década de 1630, coincidiendo con la inauguración del Buen Retiro, compuso sus entremeses y bailes para representar en el Real Sitio.
Fue el momento de máximo esplendor del entremesista.
Por eso mismo se encuentran sus versos otra vez en la Academia burlesca celebrada en Buen Retiro en 1637 y compuso el poema que le mereció un primer premio por delante de otro al mismo asunto, de Juan Navarro de Espinosa. También colaboró Benavente en el certamen celebrado un año después, en 1638, en el mismo sitio. Muy poco después de la citada fecha, si no el mismo año, Benavente tiene que retirarse del teatro, debido a sus enfermedades, como recordaba su amigo Vargas. Poco menos que mendigando debió de sobrevivir el gran entremesista y gracias a la generosidad de Felipe IV, que es de suponer estuviera agradecido a sus burlas-veras, pues le siguió otorgando estas limosnas hasta su muerte. Como también se las otorgaba al gran Juan Rana, sin duda porque ambos le hicieron pasar muy buenos ratos a él y a sus allegados.
Da la impresión de que el clérigo Benavente se dejaba ganar por la frivolidad, pero no hay que olvidar que Luis de Benavente era tenido entre sus contemporáneos por hombre cuerdo, que no se metía jamás con sus compañeros de profesión y que no rebasaba nunca los límites de la decencia ni de la moral en sus obras.
Queda muy claro en una cita de otro escritor amigo, como fue Salas Barbadillo, en sus Coronas del Parnaso y platos de las musas. A pesar de todo, Benavente tuvo que sufrir la maledicencia de algún contemporáneo envidioso, que en otro lugar hemos sugerido pudo ser Quevedo. La Jocoseria sería un intento de sus amigos de salir al paso de calumnias y chismorreos en un momento en que Benavente ya no se acordaba casi de su labor como entremesista. Curiosamente, los amigos que le dedican versos en los preliminares son hoy escritores poco conocidos (excepto Luis Vélez de Guevara), relacionados con Quiñones de Benavente a través de la Congregación del Santísimo Sacramento.
Benavente debía de ser una especie de capellán de don Diego Contreras, pues parece que se ocupaba de algunas de las capellanías de este personaje, el cual debía formar parte de alguna academia con él. Participa, además, en varias reuniones de ingenios, por eso aparece en el Vejamen que dio D. Juan de Orozco en casa del contador Agustín de Galarza, que ha sido fechado hacia principios de 1650. Evidentemente en esta academia ocasional participaba nuestro poeta, al menos dos años, en 1640 y 1641. Pero donde Benavente colaboró con más asiduidad fue en la Congregación de Esclavos del Santísimo Sacramento del Convento de Santa María Magdalena. Se encuentran varias de estas composiciones en Ramillete de las flores (Madrid, 1650) que recoge poesías de varios ingenios de esta congregación que se cantaron en las celebraciones que se hicieron ese año en el Convento de Santa María Magdalena.
Los datos que se tienen de él después ya no se refieren al teatro. En el año de 1648 solicitó su ingreso en una Cofradía, la de la Santa Fe, ubicada en la madrileña parroquia de San Sebastián, acaso presintiendo ya la llegada de la muerte y con el fin de dejar resuelto todo lo que tuviera que ver con el descanso de su cuerpo y de su alma. Y en 1651, cuando parece que estaba totalmente alejado del mundillo dramático, olvidado quizá de cómicos y comediógrafos, murió en la miseria más absoluta. Hombre modesto hasta el extremo, huyó de las posibles honras mundanas y no se acordó para nada de sus parientes toledanos, quizá con la excepción de su heredera, la abnegada María Turienzo, que le había atendido desde mucho tiempo atrás, cuidándole en las enfermedades que lo alejaron del teatro. Murió el 25 de agosto de 1651 y fue enterrado en la iglesia de San Sebastián, muy cerca de donde vivía, en el barrio de los cómicos.
Benavente es el entremesista más importante de su tiempo y cierra con Lope de Rueda y Cervantes el gran trío de los autores que componen entremeses en los siglos xvi y xvii. Si a ellos se añadiera el nombre de Quevedo estaría delineado el elenco de los nombres más importantes de un género al que también se asomarían Calderón, Moreto o Cáncer, entre otros.
Benavente es el monarca del género breve desde principios de siglo hasta 1640 aproximadamente, a él se le debe la gran creación cómica de Juan Rana y también el inicio de un tipo de piezas híbrido en el que se mezclaba la música, el canto y el baile con la acción dramática. Benavente estiliza la pieza breve, la dota de agilidad y musicalidad, sustituye el final en palos del entremés primitivo por otro final bailado, más del gusto de sus espectadores y, sobre todo, utiliza con tal maestría el lenguaje que algunos críticos han dicho que rivaliza con Quevedo en el manejo del mismo.
Con sus obritas el éxito de las comedias estaba asegurado, como confiesas sus contemporáneos y quizá por eso, con razón, se le ha denominado el “Lope de Vega del género chico”.
Obras de ~: Jocoseria, Madrid, Francisco García, 1645. Sus obras aparecen también en buena parte de las antologías de entremeses que se publicaron en la época: Tirso de Molina, Segunda parte de comedias, Madrid, 1635 [que también contiene comedias del mercedario]; Entremeses nuevos, Zaragoza, 1640; Donaires del gusto, ¿Madrid, 1642?; Ramillete gracioso, Valencia, Silvestre Esparsa, 1643; Entremeses nuevos 1643; Fiestas del Santísimo Sacramento 1644; Flor de entremeses, Madrid, 1657; Teatro poético, 1658; Laurel de entremeses, Zaragoza, Juan de Ibar, 1660; Rasgos del ocio, Madrid, José Fernández de Buendía, 1661; Navidad y Corpus Christi festejados, Madrid, 1664; Ociosidad entretenida, Madrid, Andrés García de la Iglesia, 1668; Parnaso nuevo, Madrid, Andrés García de la Iglesia, 1670; Flor de entremeses, Zaragoza, Diego Dormer, 1676; La mejor flor de entremeses, Zaragoza, Herederos de Diego Dormer, 1679; Verdores del Parnaso, Pamplona, Juan Micón, 1697. Muchos otros se conservan manuscritos en diferentes bibliotecas (eds.: Colección de piezas dramáticas, entremeses, loas y jácaras escritas por el licenciado ~ y sacadas de varias publicaciones o de manuscritos recientemente allegados por C. Rosell, Madrid, Librería de Alfonso Durán, 1872-1874, 2 vols.; Entremeses, ed. de Ch. Andrés, Madrid, Cátedra, 1991; Nuevos entremeses atribuidos a Luis Quiñones de Benavente, ed. crítica, intr. y notas de A. Madroñal Durán, Kassel Reichenberger, 1996; Entremeses completos, ed. de I Arellano, J. M. Escudero y A. Madroñal, Madrid Iberoamericana-Vervuert, 2001).
Bibl.: E. Cotarelo, Colección de entremeses, loas, bailes, jácaras y mojigangas, Madrid, Baillo Baillière, 1911; E. Asensio, Itinerario del entremés, Madrid, Rivadeneira, 1965; H. Bergman, Luis Quiñones de Benavente y sus entremeses, Madrid, Castalia, 1965; Ch. Andrès, “Introducción”, en L. Quiñones de Benavente, Entremeses, op. cit., 1991; M.ª L. Lobato, “Tres calas en la métrica del teatro breve español del Siglo de Oro: Quiñones de Benavente, Calderón y Moreto”, en Homenaje a Hans Flasche, Madrid, 1991, págs. 113-154; A. Madroñal, “Vida y versos de Luis Quiñones de Benavente”, en Revista de Filología Española, LXXXI (1993), págs. 345-367; M.ª I. Martín Fernández, “La innovación lingüística en Luis Quiñones de Benavente”, en Anuario de Estudios Filológicos, n.º 22 (1999), págs. 265-286, n.º 23 (2000), págs. 307-327, y n.º 24 (2001), págs. 343-353; J. Huerta, El teatro breve de la Edad de Oro, Madrid, Ediciones del Laberinto, 2001; H. Urzáiz Tortajada, Catálogo de autores teatrales del siglo xvii, Madrid, Fundación Universitaria Española, 2002; A. Madroñal, “Luis Quiñones de Benavente y el teatro breve”, en J. Huerta (dir.), Historia del teatro español, Madrid, Gredos, 2003, págs. 1025-1068.
Abraham Madroñal