Medrano, Francisco de. Sevilla, c. 1570 – c. 1607. Poeta, jesuita (SI).
Aunque no se ha encontrado la partida de bautismo, cabe afirmar que Francisco de Medrano nació a finales de 1569 o, más probablemente, en 1570.
Procede de una familia burguesa, rica y acomodada, sin ejecutoria de hidalguía ni título nobiliario. Por parte de madre, estaba emparentado con los Herber, banqueros sevillanos. El padre del poeta, oriundo de la provincia de Toledo, emigró a las Indias, donde se enriqueció con tratos y negocios. Al regresar a la Península, contrajo matrimonio con María de Villa y adquirió, gracias a su dinero, reputación de noble para sí y sus descendientes.
El poeta debió de cursar estudios con los jesuitas sevillanos en el Colegio de San Hermenegildo. Allí le inculcaron una vocación que el tiempo se encargaría de desmentir. A los catorce años fue recibido en la Compañía de Jesús y se le envió al noviciado de Montilla. De allí pasó al Colegio de Córdoba (1587) y más tarde a Salamanca (posiblemente en 1590).
Entre 1592 y 1594 recibió las órdenes sagradas. Por esas fechas pasó unos meses en Villagarcía de Campos (Valladolid), donde la Compañía tenía un noviciado.
En 1597 estaba en el Colegio de Monterrey en Galicia.
Quizá este traslado fue un destierro, más o menos encubierto, que aspiraba a castigar y corregir a este joven sacerdote que empezaba a disentir de la línea seguida por la jerarquía de su Orden.
Volvió a Salamanca en 1600 y dos años después abandonó la Compañía de Jesús. Es casi seguro que en estos dos años se produjo el viaje a Roma al que alude en varios de sus poemas. Se desconocen las causas reales de su exclaustración. Es más que probable que se viera envuelto en las disensiones y conflictos que sacudieron la vida de la Congregación en los últimos años del siglo XVI. Se sabe que mantuvo estrecha amistad con varios jesuitas rebeldes: José Acosta, Pedro Maldonado y Alonso de Santillán (Santiso en los versos del poeta), a los que cita en sus obras.
Desde 1602 hasta el final de sus días, Medrano trasladó su residencia a Sevilla y convivió con la flor y nata de la intelectualidad. Sus amigos pertenecían al círculo que se reunía en torno al poeta y mecenas Juan de Arguijo (Argío): Francisco Pacheco, Luciano Negrón, Francisco de Rioja (Leucido), Hernando de Soria Galvarro (Sorino), Juan Antonio del Alcázar (Flavio), Pedro Venegas de Saavedra, Juan de la Sal, Álvaro de Guzmán, etc. No era ajeno a este cenáculo el propio cardenal-arzobispo Fernando Niño de Guevara.
Medrano, aunque libre de la disciplina jesuítica, vivió como sacerdote ejemplar, “con buen nombre de virtuoso”, en casa de su madre, ocupado en la administración de unas tierras y algún ganado que había comprado con la legítima que le devolvió la Compañía cuando se exclaustró. Las poesías que parecen aludir a su vida durante esos años lo muestran feliz y contento, levemente melancólico unas veces, otras enamorado al modo petrarquista y neoplatónico.
La descripción de su temprana muerte ha llegado puntual y precisa a través del padre Rodrigo de Figueroa (Algunos casos desastrados sucedidos a personas que han salido de la Compañía en esta provincia de Andalucía).
Un achaque, al parecer ligero y sin importancia, lo postró en cama. Al día siguiente, se hallaba alegre con unos amigos que habían ido a visitarlo, cantó un romance, pidió agua, bebió, le pareció perder la vista, “acostó la cabeza sobre la almohada y con un ronquido, sin otra palabra ni obra, despidió su alma”. El tránsito se produjo entre el 1 de diciembre de 1606 y el 6 de abril de 1607. El poeta tenía apenas treinta y siete años.
Al morir, sus versos permanecían manuscritos. La Biblioteca Nacional de España conserva un texto autógrafo (mss./3783) que contiene toda la obra en metros italianos. Las composiciones octosilábicas, de carácter religioso y apologético, pertenecientes a la etapa jesuítica, se conservan en otro manuscrito que fue propiedad de Antonio Rodríguez-Moñino y hoy conserva la Real Academia Española. La primera edición de las Rimas, que contiene su obra culta de imitación horaciana y petrarquista, vio la luz en Palermo (1617).
Por la índole de esta poesía, Menéndez Pelayo vinculó la creación de Medrano con la imaginaria escuela salmantina que encabezaría Fray Luis de León.
Sin embargo, todo indica que estos versos de acendrado horacianismo nacieron en Sevilla, al calor de los círculos humanistas a que antes se ha hecho referencia.
Medrano quiso imitar de cerca los buenos modelos clásicos y crear una poesía sobria, extremadamente culta, que no renuncia al uso de latinismos y de ciertas voces arcaicas e italianas. A veces hay una forzada economía en sus versos y algunos hipérbatos y otras libertades sintácticas. Todos estos rasgos de estilo sirven a una expresión cincelada y precisa, con la que recrea algunos de los temas morales estoicos y epicúreos preferidos por su maestro Horacio: la búsqueda del sosiego (otium), la reflexión sobre la imparable huida del tiempo, la dorada medianía, la constancia e imperturbabilidad ante las contrariedades, los placeres de la vida sencilla, la admirada contemplación de la naturaleza...
La poesía amorosa, dirigida a las damas que se ocultan bajo los nombres poéticos de Flora, Amarilis, María, Amaranta, etc., es la quintaesencia de los ritmos y motivos del neoplatonismo petrarquista. La dulzura de los endecasílabos canta la inefabilidad del amor y los gozosos sufrimientos que impone a los amantes.
Obras de ~: Rimas, Palermo, 1617 (ed. facs., Aranjuez, Ara Iovis, 1985); Poesías, ed. de D. Alonso en D. alonso y S. Reckert, Vida y obra de Medrano, t. I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1948; Poesía, ed. de D. Alonso, Madrid, Cátedra, 1988; Poesías, ed. de M. J. Zamora, Dueñas (Palencia), Simancas, 2002.
Bibl.: F. Rodríguez Marín, Nuevos datos para la biografía de cien escritores de los siglos XVI y XVII, Madrid, Tipografía de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1923, págs. 340-349; D. Alonso y S. Reckert, Vida y obra de Medrano, Madrid, CSIC, 1948-1958, 2 vols.; A. Rodríguez-Moñino, “Los romances de don Francisco de Medrano”, en Boletín de la Real Academia Española, XLIX (1969), págs. 495-550; G. Cabello Porras, “Sobre la configuración del cancionero petrarquista en el Siglo de Oro (la serie de Amarilis en Medrano y la serie de Lisis en Quevedo)”, en Analecta Malacitana (AM), IV (1981), págs. 15-34; G. Cabello Porras, “Francisco de Medrano como modelo de imitación poética en la obra de Soto de Rojas”, en AM, V (1982), págs. 33-47; C. M. Kihyet, A stylistic analysis of the meditative sonnets of Francisco de Medrano, Ann Arbor (Michigan), University Microfilms International, 1985.
Felipe B. Pedraza Jiménez