Albotodo, Juan. Granada, 1529 – Sevilla, 14.V.1578. Jesuita (SI), morisco, predicador y catequista.
“Era él de los naturales del reino de Granada”, como explican sus biógrafos, “hijo de moriscos y descendiente de moros”, hijo de Alonso e Isabel; no ocultaba su origen; alguna vez se increpó para humillarse: “Morisquillo, / y vos habéis de entonaros? / No sabéis la bajeza de vuestro linaje? / No os acordáis que fueron vuestros padres unos pobres herreros?”.
Ingresó joven en el seminario de San Miguel, fundado por los Reyes Católicos para “criar en virtud y letras los hijos de los naturales” del reino de Granada; allí estudió gramática, artes y teología con “tan buena cuenta y tanta satisfacción de su virtud, que le mejoró de colegio el arzobispo y honró con beca de colegial en el de Santa Catalina”; aquí obtuvo el grado de maestro; Pedro Guerrero, su arzobispo, le confirió el sacerdocio.
Era asiduo oyente de la predicación del padre Alonso de Ávila, el padre Basilio; quiso entrar en la Compañía de Jesús, pero “a sus deseos hallaba cerrada la puerta por hallarse hijo de moriscos y descendiente de moros”; superadas, sin embargo, las dificultades fue recibido en ella en 1557.
Prosiguió su actividad apostólica; “predicaba en arábigo a sus naturales”, los llevaba los domingos a la iglesia, diciendo la doctrina cristiana por las calles. En 1559 se fundó un colegio para niños moriscos en el Albaicín, al que se incorporó Albotodo; los resultados de su actividad se notaron en la práctica sacramental de los padres y madres de los niños de la escuela; el inquisidor más antiguo de la ciudad afirmó que en seis años la reforma de los moriscos había sido máxima.
“El Arzobispo, el Tribunal de la santa Inquisición, el Presidente de la Chancillería consultaban con su santo celo y rara prudencia las resoluciones más importantes, o para la reducción de los apóstatas o para la prevención de mayores daños. Era ordinario mandarle el Santo Tribunal que predicase en presencia de la nación los edictos de la fe”.
Procuró que “en el Albaicín se erigiese un hospital, visitándolo él muy a menudo, atento a la cura de las enfermedades y mucho más al remedio de las almas; los que estaban presos en las cárceles eran muchos y casi a todos los sustentaba su caridad y proveía su solicitud.
Los lugares de moriscos del Valle de Lecrín, de la Vega, Sierra y de la Alpujarra pasaban de ciento; hacía por estos lugares sus correrías a sembrar la fe de que los más estaban necesitados, a confirmar en ella los menos pervertidos”.
Cuando se cerró la residencia del Albaicín, a causa de la rebelión de los moriscos, a fines de 1569, fue enviado a Córdoba, donde prosiguió su predicación.
Fue destinado después a Sevilla; allí tuvo ocasión de seguir trabajando con los moriscos, porque “habiendo mandado el prudente [Rey] Filipo que se sacasen de Granada los moriscos y se repartiesen por otros reinos de Andalucía y Castilla, los que cupieron de este repartimiento a Sevilla, llegados ella, tan gravemente enfermaron y el contagio era tan pestilente que enfermaron los más; murieron muchos, y muchos más murieran, si no tuvieran en su socorro la caridad grande de este su apóstol el padre Albotodo. Hizo finezas en la ocasión acudiendo días y noches a la curación de sus enfermos; les procuraba medicinas, regalos, ropa, dinero, y más que todo, que ninguno muriese sin sacramentos”.
Tomó también Albotodo “como principal y propio sobre sus hombros el ministerio de acudir a los pobres de las cárceles; son cinco las principales en Sevilla y encerraban entonces poco menos de dos mil personas”. “Tenían en él los presos un solicitador perpetuo para el buen despacho de sus causas. El componía sus negocios, satisfacía por sus deudas, acababa sus pleitos y diferencias, vestía los desnudos, los confesaba y enseñaba el camino de su salvación”.
En 1578 enfermó gravemente; “el más tiempo de su enfermedad pasó en pie trabajando como sano por morir como buen soldado, hasta que le rindió casi a un tiempo las fuerzas y la vida una calentura entrapada en los huesos. Murió como santo entre júbilos de su alma y lágrimas de toda la ciudad a los 14 de mayo del año de 1578”.
Bibl.: J. de Santibáñez, Historia de la provincia de Andalucía de la Compañía de Jesús, Libro 1, parte 20, cap. 21-24 (fols. 72-84); F. de B. Medina, “La Compañía de Jesús y la minoría morisca”, en Archivo Histórico de la Compañía de Jesús (AHSI), 57 (1988), págs. 1-136 [30, 63-114]; J. de Béthencourt y E. Olivares, Historia del colegio de San Pablo. Granada 1553-1765, Granada, Universidad, Facultad de Teología, 1991 (col. Biblioteca Teológica Granadina, 25); F. de B. Medina, Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús. Biográfico. Temático, vol. I., Roma-Madrid, 2001, págs. 38 y ss.; M. de Roa, Historia de la Provincia de Andalucía de la Compañía de Jesús (1553-1662), Écija, Asociación de Amigos de Écija, 2005, págs. 142-145.
Estanislao Olivares D’Angelo