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Andrés de Aguirre

Biografía

Aguirre, Andrés de. Vizcaya, 1527 – Manila (Filipinas), 8.IX.1593. Misionero agustino (OSA) en Filipinas.

En la Información de limpieza del padre Francisco Manrique hecha el 28 de febrero de 1583 ante los inquisidores de México declaró ser “de cincuenta y seis años de edad” y natural de Vizcaya, lo cual lleva a concluir que nació en 1527. Tal como se desprende de la patente del general de la Orden (Roma, 20 de agosto de 1585) en la que se dice que “ha servido a nuestra sagrada Religión por espacio y tiempo de cuarenta y tres años que ha que tiene el hábito de ella”, se deduce que profesó hacia 1542 en el convento de Salamanca, y no en 1530 como afirman muchos historiadores de la Orden y algunos extraños a ella.

Pasó a México en la nao Los Tres Reyes, llevada por el maestre Gregorio Ugarte. El 8 de mayo de 1563 fue nombrado predicador y confesor del convento de Totolapa, y a principios de 1564 aparece ya como prior del citado claustro. Poco tiempo pudo disfrutar de tan delicada comisión pues el 9 de febrero del mismo año el vicario general fray Pedro de Herrera lo escogió para la misión primera de Filipinas. En el viaje desde el Puerto de la Navidad hasta Filipinas viajó en la nao capitana San Pedro en compañía de los agustinos Andrés de Urdaneta y Martín de Rada.

Ya en el archipiélago, estando en Tandaya la armada, mal abastecida y muy descontenta, el general Miguel López de Legazpi determinó salir a tomar posesión de dicha isla. Después de haber oído misa en tierra, celebrada por el padre Andrés de Aguirre, el general tomó posesión con toda solemnidad, siendo los primeros testigos los padres Aguirre y Rada. Dispuesto todo para emprender el viaje desde Cebú a México, presidiendo el padre Andrés de Urdaneta tal como lo determinaba la instrucción de la audiencia de México, la diminuta comunidad agustiniana de Cebú, reunida en Capítulo, eligió como compañero al padre Andrés de Aguirre. El 1 de junio de 1565 zarparon del puerto de Cebú y, después de un largo y penoso viaje, llegaron al puerto de La Navidad el 1 de octubre del mismo año, recalando posteriormente en Acapulco una semana más tarde. Después de un descanso prudencial en la ciudad de México, siguió acompañando a Urdaneta hasta España y, ventilados los asuntos que los habían traído a la Península, regresó a México, de donde no quiso salir, parte por encontrarse muy quebrantada su salud por causa de los viajes y parte, sin duda, por la pena que le produjo la temprana muerte de fray Andrés de Urdaneta en 1568.

En esta segunda etapa mexicana sufrió denuncias ante el tribunal de la Inquisición, pero no fue esto, sino su celo misionero lo que le empujó a volver a Oriente, hacia donde viajó presidiendo una misión de nueve religiosos que llegaron a Manila en junio de 1580. Apenas llegado fue nombrado prior del convento de San Agustín de Manila (Tondo, 11 de junio de 1580). Al año siguiente en Capítulo (Manila, 22 de abril de 1581) fue elegido provincial, demostrando tener un espíritu justiciero y humanitario, como refleja la “Determinación tercera”, según la cual los priores, llegando a sus respectivos conventos, darían libertad a todos los esclavos y esclavas que la casa tuviere, “excepto que si algunos fueren tan chiquitos y que fuesen huérfanos y de tierras lejanas, en cuyo caso se les daría cédula de libertad firmada, entregándosela al Principal del pueblo para que, llegado el muchacho a la edad de discreción, se la diese y él pudiese hacer según su voluntad”. Su espíritu emprendedor y expansionista quedó patente en la aceptación de los pueblos de Lingayén (Pangasinán), Bantayán (Panay), Carcar (Cebú), Antique y Aclán (Panay), Batangas, Malolos, Hagonoy y Nuevo México (Luzón), favoreciendo esta realidad misional la presencia en las islas de treinta y dos religiosos agustinos. Terca y desinteresada fue su gallarda defensa de los filipinos ante los vejámenes de los conquistadores, como lo reflejan sus cartas (Manila, 20 de julio de 1581): “Estos naturales tienen extrema neçessidad que V. Majestad los provea de un Protector que los ampare de los continuos agravios y molestias que padecen, que son grandes, y comúnmente los padeçen maiores y más ordinarios de los que los avían de defender y amparar, que son los Alcaldes Maiores que el Gobernador á puesto por toda la tierra.” Fuente de conflicto con el obispo Domingo de Salazar fue el tema de la exención de los regulares, lo que motivó su viaje a España el 29 de junio de 1582, informando a Felipe II de los problemas candentes de aquellas islas: administración espiritual de los naturales, esclavitud, impuestos y relaciones con las autoridades civiles. Gestionó también en la Corte otros asuntos como limosna regia para las enfermerías agustinianas de Manila y Oton y también la innovadora petición de solicitar la ayuda real para la construcción de conventos e iglesias de materiales fuertes de piedra y ladrillo. Tanto en Filipinas como en España el padre Aguirre tomó a pecho la defensa de los soldados. Pues una de las principales causas que originaban los agravios que se hacían a los filipinos era el ser los soldados tan pobres al no dárseles socorro alguno para su sustento. De ahí que anduvieran desmandados buscando qué comer y cometieran los abusos más desorbitados. En Madrid pidió al Rey se diese a la tropa de Filipinas algún entretenimiento y socorro para remediar sus necesidades ordinarias, lo que redundaría en beneficio para el trato con los naturales de las islas. Por eso la última intervención del padre Aguirre ante Felipe II y el Consejo de Indias giró en torno al asunto de las encomiendas, para cuya atribución contaba tan sólo el amiguismo, denunciando el compadreo de los gobernadores.

En 1584 emprendió el camino de vuelta, con el título generalicio de maestro de la Orden. Los padres de la Provincia mexicana le hicieron definidor provincial en el capítulo que celebraron el 25 de abril de 1587, por creer que, dada su avanzada edad y achaques, no podría ni desearía continuar viaje a Filipinas. Presidió, además, el capítulo provincial del año 1591 y, contra toda previsión, emprendió la tercera jornada para las islas en 1593 con una lucida misión de doce religiosos que quisieron seguirle.

Llegado a Manila intentaron elegirle provincial (Manila, 8 de agosto de 1593), pero se excusó en razón de sus muchos años, si bien no pudo renunciar a los cargos de primer definidor y prior del convento de San Agustín de Manila, oficios desde los que suavizó las tensiones existentes y con su moderación pidió que no se tomaran medidas drásticas contra los religiosos que en el trienio antecedente habían intentado deponer al provincial.

Unos meses apenas pudo saborear las últimas estimas de los hermanos de hábito, pues la antorcha de su vida se extinguió el 8 de septiembre de 1593, habiendo cruzado el Pacífico cinco veces, con más de treinta mil leguas de recorrido, sólo por cumplir el mandato de predicar y llevar el evangelio a México y Filipinas.

 

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Isacio Rodríguez Rodríguez, OSA