Ayuda

Martín de Rada Cruzat

Biografía

Rada Cruzat, Martín de. Pamplona (Navarra), 20.VII.1533 – Filipinas, 8-15.VI.1578. Misionero agustino (OSA), embajador, tratadista.

Nació en Pamplona el 20 de julio de 1533, de nobles padres, León de Rada y Margarita de Cruzat, y fue bautizado en la parroquia de San Juan Bautista. A la edad de doce años fue enviado por sus padres a la Universidad de París, juntamente con su hermano mayor, Juan de Rada, a estudiar griego, ciencias exactas, físicas y naturales, y fue aventajado alumno en las ciencias matemáticas, geografía y astronomía. Tuvo que regresar de París a su tierra a causa de las guerras, pero pronto salió para la Universidad de Salamanca a proseguir sus estudios. Cuando se encontraba en la ciudad del Tormes le concedió el Rey el priorato de Ujué y la abadía de la Oliva en reconocimiento a los servicios que sus padres y abuelos habían prestado a la Corona.

Todas estas premisas le auguraban un brillante porvenir, pero pronto se dio cuenta de que no era éste su camino y, despreciando tan halagadores principios, vistió el hábito agustiniano en el Convento de San Agustín de Salamanca, donde emitió sus votos el 21 de noviembre de 1554. Inició sus estudios teológicos en la universidad salmantina, pasando de aquí al convento de Toledo. En el año 1560 se alistó para las misiones y salió en la nao Trinidad, en mayo de 1561, desde Sanlúcar de Barrameda, y llegó en agosto a México. Su nombre, desde el primer momento, mereció el elogio del padre Alonso de la Veracruz, quien aseveró “también vino Fr. Martín de Rada, hombre de raro ingenio, buen teólogo y eminentísimo en Matemáticas y Astrología, que parece cosa monstruosa”.

Pronto figuró en la lista de confesores en lengua otomí, incluso corrió el infundado rumor de que renunció al obispado de Jalisco. Sin embargo, es cierto que, apenas conocido su saber en México, el común sentir de los agustinos lo recomendaba como uno de los más egregios. Por eso, al querer acertar en la selección de los candidatos que acompañarían la expedición que se aprestaba para las Islas del Poniente, no vacilaron en su designación, a pesar de la oposición del provincial de Castilla. A pesar de este monitorio, se embarcó en la capitana San Pedro y salió del Puerto de la Navidad el 21 de noviembre de 1564, y llegó a la isla de Tandaya (Filipinas) el 13 de febrero de 1565.

Pionero en la evangelización de Filipinas, se empeñó en enseñar a los nativos los rudimentos de la fe católica, para lo cual se aplicó con esmero en aprender la lengua cebuana, de la que posiblemente escribió un vocabulario rico por la abundancia de vocablos. Durante su estancia en la villa de Cebú hasta 1572 fue el verdadero apóstol y más dedicado y perseverante predicador, a pesar de las muchas estrecheces por las que tuvieron que pasar y socorrer, pues “estando en Cebú en 1565 fue tal el hambre y necesidad y la desnudez de los soldados que los Padres Fray Diego de Herrera y Fray Martín de Arrada deshicieron los hábitos para cubrir la desnudez de los soldados, y destruieron dos cálices de plata para con ellos comprarles arroz”.

El padre Rada jugó otros papeles mientras se hallaba en el Convento del Santo Niño de Cebú. El 10 de julio de 1567 llegaron dos navíos portugueses reclamando la jurisdicción sobre el archipiélago filipino por estar las islas en la demarcación del rey de Portugal. Vista tal pretensión, el adelantado Miguel López de Legazpi celebró Junta. Los historiadores de la Orden de San Agustín coinciden en escribir que, en esta ocasión, el padre Rada hizo legítimo alarde de sus conocimientos geográficos y astronómicos demostrando al capitán luso Gonzalo Pereyra que Cebú pertenecía a la Corona de Castilla. Martín de Rada defendió, al menos al principio, que debían ser respetadas las cláusulas del empeño firmado entre Carlos V y el rey de Portugal, si bien demostraba con argumentos válidos que era fácil rescindir el contrato, probando que el Japón, Filipinas y las Molucas caían dentro de la demarcación española.

La cuestión quedó definitivamente zanjada en 1611 con la intervención de Andrés García Céspedes, cosmógrafo mayor de Castilla, apoyándose en las tesis y razonamientos del fraile agustino. Sus facultades de geógrafo y matemático quedan reflejadas una vez más en una descripción de las islas en 1569, siendo el primer escritor que habla del “pueblo rico de Manila”, que podía estar “unas setenta leguas de aquí [Cebu]”, ponderando la abundancia de bastimentos de arroz, cabras, puercos, búfalos y oro en la isla de Luzón.

Al fundar Miguel López de Legazpi la villa de Cebú le acompañó el padre Rada, quien compareció ante el escribano de la villa para pedir testimonio de la toma de posesión del solar que para casa e iglesia de la Orden se le había concedido, y en señal de verdadera posesión cortó ramas de árboles y arrancó hierbas.

Aumentado el personal, pasó a Manila, donde se celebró el capítulo el 3 de mayo de 1572, siendo elegido prior provincial. En este capítulo, primero del que se conservan las Actas originales, se discutieron y definieron los primeros rudimentos del abecé agustiniano en Filipinas: vida de oración, evangelización, esclavitud, albaceas, vida común y administración.

Igualmente, se aceptaron como primeros conventos los de Manila, Cebu, Oton, Tondo, Betis, Lubao, Calumpit, Taal, Lubao y Pasig. El capítulo de 1572 fue, sin duda, la puesta en marcha de un proyecto como la reducción a pueblos de las gentes desparramadas por los montes. Esta tarea fue, ciertamente, obra de los religiosos, ayudados por los encomenderos y por los soldados, tal como lo confiesa la Relación de Juan Pobre: “De aquí se sigue que, como no había ciudades ni pueblos formados, ni gobiernos ni justicia, sino que cada uno vivía dónde y como más se le antojaba, ha sido muy trabajoso a los Justicias, y mucho más a los Ministros [misioneros], el ordenar los pueblos y traellos y ponellos en concierto”.

Muerto el gobernador Miguel López de Legazpi el 21 de agosto de 1572, predicó en sus honras fúnebres, no excediéndose en elogios, pues el respeto a la circunstancia echaría un velo sobre las quejas que tan insistentemente le había elevado. Denuncias que siguió haciendo ante el sucesor Guido de Lavezares por los agravios que recibían los nativos de los soldados.

No guardaba buenas relaciones Guido de Lavezares con los agustinos, y en concreto con el padre Rada.

Sin duda que el motivo de la fricción fue que el padre Rada se hizo eco de las quejas, protestas y murmuraciones, defendiendo con valentía que para conquistar Filipinas no eran necesarios los soldados, ya que éstos, mal pagados, no miraban por el bien de la tierra sino cómo llenar los bolsillos pronto para regresar a España o México. Se quejaba también de la mala distribución de encomiendas y tributos. Por este rigor y sentido de la justicia el historiador jesuita Pablo Pastells ha acuñado para Martín de Rada el título de “Bartolomé de las Casas” en lo referente a Filipinas. A pesar de lo dicho, no todo era negativo en este momento crucial de la historia de Filipinas. La espontaneidad de Lavezares y la diligencia de Rada no dejan de constituir un gesto noble de querer acertar con la solución a aquellos asuntos que estaban enturbiando las buenas relaciones entre la autoridad civil y eclesiástica.

Era aún provincial cuando el corsario chino Limahón llegó a la isla de Mariveles el 29 de noviembre de 1574 y al día siguiente a Manila. En calidad y oficio de superior mayor distribuyó los pocos religiosos que había en el Convento de San Agustín de Manila para que de una manera u otra cooperasen con los soldados en la defensa de la ciudad. Concluido su mandato como provincial, convocó los segundos Comicios (Tondo, 30 de abril de 1575), en los que fue elegido definidor y prior de Oton. Estando en Pangasinán Limahón y las tropas españolas que le habían cercado, llegó el capitán chino Wang Wang-kao con la misión de recoger noticias del corsario que tantos daños había causado a su nación y ofreciéndose también a llevar algunos religiosos a China. Se escogió para esta misión a los agustinos Martín de Rada y Jerónimo Marín, a los que acompañaron, entre otros, los encomenderos Miguel de Loarca y Pedro Sarmiento. La intención del gobernador Guido de Lavezares y del provincial de los agustinos fray Alonso de Alvarado era que, si los chinos permitían a los religiosos quedarse en su tierra, pudieran volver los soldados con la respuesta. Una de las instrucciones más apremiantes del gobernador era que dijesen a las autoridades de aquel Imperio, “por la vía que más convenga y según sintieren ellos [...] persuadirle a que quieran dar entrada a los Ministros de el Santo Evangelio y Predicadores de la Ley de Dios, si fuere posible”. El domingo 12 de junio de 1575 partieron de Manila en un navío de remos, avistando Catay el 3 de julio y desembarcando dos días más tarde en el puerto de Tiong-tso-so, donde fueron recibidos con todos los honores. Visitaron y fueron agasajados en las ciudades de Ton-Goa, Chin-cheu y Oc-kiu, durando su periplo 35 días. Después las autoridades chinas organizaron con toda presteza el retorno a Filipinas.

Zarparon de Pehou en la medianoche del 11 de octubre y atracaron en Manila el 28 del mismo mes.

Ha sido Charles R. Boxer quien ha reclamado para el padre Martín de Rada el honor, que se venía adjudicando al jesuita padre Mateo Ricci, de haber sido el primer europeo que identificó China con el Catay de que hablaba Marco Polo.

Los frutos logrados por el padre Rada en China los resume Juan de Medina así: “Entre las cosas más ricas que trajeron, la mayor fue la que trajo el padre Fr. Martín de Rada, y que en aquellos tiempos fue de gran importancia y estimación, que fue una descripción del gran Reino de la China, de sus provincias, de sus términos, de su religión, de sus riquezas, policía y entretenimientos, y de todo aquello que la humana curiosidad desea saber, de lo cual hasta entonces no se tenía noticia”. Para esta Relación aprovechó la experiencia del viaje, describiendo lo que había visto, pero la gran mayoría de los datos los sacó de libros impresos en China, en muchos de los cuales estaban descritas particularmente todas las provincias, ciudades, villas, guarniciones, familias... “De estos libros —confiesa Rada— vinieron a mi poder siete diferentes impresiones de diferentes autores y años, para que, cotejados los unos con los otros, se pudiese mejor conocer la verdad”. Esta Relación fue impresa en Europa por los agustinos Jerónimo Román y Juan González de Mendoza, consiguiendo este último hacer de su Historia de las cosas más notables, ritos y costumbres del gran Reyno de la China (1586) una obra de gran difusión.

El padre Rada intentó un segundo viaje a China, que no alcanzó el éxito deseado. El gobernador de Filipinas, Francisco de Sande, no hizo mucha cuenta de la nueva embajada de Wang Wang-chao, ni quiso corresponder a quien trajo a Manila a los religiosos, juntamente con el regalo que en China se les había hecho, ni apreció los presentes hechos. Descontento por todo esto, el capitán chino partió sin querer recibir nada de lo que le daban y embarcó consigo a los padres Martín de Rada y Agustín Alburquerque el 7 de mayo de 1576. Llegados a Bolinao, “cortaron las cabeças a los criados, sin reparar en que eran sangleyes y de su nación. Al intérprete açotaron cruelmente, que lo dejaron allí por muerto. A los religiosos desnudaron hasta dejarlos en carnes. Y, fingiendo piedad, no les quitaron la vida. Pero tuvieron por cierto que los zambales, isleños de aquella isla, bárbaros y declarados enemigos de los Castilas, se la quitarían con mayor fiereza. De modo que en la piedad estava embuelta la mayor crueldad que con ellos se podía hazer”. De vuelta de su encomienda de Ilocos y de camino para Manila, Juan de Morones halló a los frailes y, recogiéndoles, les condujo a la metrópoli. El padre Rada informó de este segundo viaje al Monarca por carta de 1 de mayo de 1576, a la cual contestó el Rey por cédula de 28 de abril de 1578 agradeciéndole sus trabajos a favor de la propagación de la fe católica en Filipinas y animándole a proseguir en la laudable tarea “que, demás que en ello será servido [Dios] y recibiréis contentamiento, mandaré tener en cuenta para que se os haga merced en lo que oviere lugar”.

Fracasada la segunda embajada a China del padre Martín de Rada, el capítulo provincial (Manila, 16 de julio de 1576) le nombró prior del convento de Oton. Es muy posible que renunciase a este nombramiento, ya que en un definitorio particular (Manila, 31 de diciembre de 1576) se le encomendaba el priorato de San Juan Bautista de Calumpit, en la provincia de la Pampanga. En los siguientes Comicios (Manila, 30 de abril de 1578) fue nominado prior del Convento del Santo Niño de Cebú.

Muy contra su voluntad, por sentirse cansado de tantos trabajos y viajes, el padre Rada salió de Manila el 3 de marzo de 1578 en la expedición que el gobernador Francisco de Sande reclutó para Borneo con el deseo de ayudar al rey de aquella isla a recuperar el Trono que le había usurpado un hermano. Cuarenta y dos días duró la travesía de las doscientas leguas por ser tiempo de bonanzas. El 13 de abril arribaron a la isla. Conseguido aparentemente el objetivo, el gobernador tuvo que regresar cuanto antes a Manila por haberse declarado una epidemia. El padre Martín de Rada le acompañó, siendo éste el último viaje, pues murió, posiblemente entre el 8 y el 15 de junio de 1578. Su cuerpo fue confiado a los brazos del pacífico Poseidón. Ningún historiador contemporáneo aduce testimonio alguno sobre el lugar y fecha del óbito. Por ignorar los agustinos de las islas la muerte del padre Rada, el definitorio provincial (Manila, 8 de junio de 1578) le nombró prior del Convento de San Agustín de Manila por renuncia del titular padre Francisco Ortega, que debía embarcarse para España con el cargo de comisario-procurador. Más tarde, en otro definitorio privado (Manila, 6 de agosto de 1578) ya se hace memoria de su muerte, pero sin concretar fecha.

Al llegar el día 14 de julio de 1578 a Manila la expedición y enterarse los españoles de lo ocurrido con el cadáver del padre Rada fue muy mal visto de todos, y especialmente de los agustinos, los cuales hubieran deseado que fuese enterrado en alguna playa a fin de ir después a recogerlo y trasladarlo a Manila. Ese mismo día, el doctor Francisco de Sande mandó que “dentro de diez o doze días” se hicieran honras fúnebres en la iglesia de San Agustín, pero guardó absoluto silencio sobre los méritos y muerte de fray Martín de Rada.

Otros se encargaron de ellos, como se puede deducir de las palabras del padre Alonso de Castro escritas a los agustinos de México, en las que queda patente el sentimiento que dejó su muerte: “Ha sido el sentimiento tan grande de toda la tierra [Filipinas], que no se puede encarecer, y con mucha razón, porque verdaderamente era Padre de todos y amparo de los miserables; y si tanto sentimiento tienen los seglares, ¿qué tal le tendremos nosotros?”.

Se le atribuyen un Arte y Vocabulario de la lengua cebuana y otro de la china, así como otra obra titulada De latitudine et longitudine locorum invenienda.

Importante también es la Relaçion del viage que se hizo a la tierra de la China, de 1575 años, que ha sido reproducida en diversas obras. Hay noticias, asimismo, de una veintena de cartas y memoriales.

 

Obras de ~: Relaçion verdadera de las cosas del reyno de Taibin por otro nombre China y del viaje que a el hizo el muy reverendo padre fray Martín de Rada, provinçial que fue de la orden [...], s. l., 1575 (en Bibliothèque Nationale de Paris, Fonds Espagnol, ms. 325.9 [MF 13184], fols. 15-30; La China en España. Elaboración de un corpus digitalizado de documentos españoles sobre China de 1555 a 1900. Documentos manuscritos del siglo XVI [cartas] (http://www.upf.edu/asia/).

 

Bibl.: J. González de Mendoza, Historia de las cosas más notables, ritos y costumbres del gran Reyno de la China, Madrid, 1586 (ed., pról. y notas de P. F. García, Madrid, M. Aguilar, 1944); T. de Herrera, Alphabetum Augustinianum, t. II, Madrid, Gregorio Rodríguez, 1644, págs. 63-64; G. de San Agustín, Conquistas de las Islas Philipinas, vol. I, Madrid, Manvel Rviz de Mvrga, 1698, págs. 57-382; E. Jorge, Catálogo bio-bibliográfico de los religiosos agustinos de la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús de las Islas Filipinas desde su fundación hasta nuestros días, Manila, Colegio de Santo Tomás, 1901, págs. 4-5; B. Martínez Noval, Apuntes históricos de la Provincia Agustiniana del Santísimo Nombre de Jesús de Filipinas: Filipinas, Madrid, Hijos de Gómez Fuentenebro, 1909, págs. 15-18, 35-62; G. de Santiago Vela, Ensayo de una biblioteca Ibero-Americana de la Orden de San Agustín, vol. VI, Madrid, Impr. Asilo de Huérfanos S. C. de Jesús, 1922, págs. 444-448; P. Martínez Vélez, “El Agustino Fr. Martín de Rada, insigne misionero moderno”, en Semana de Misionología de Barcelona, Barcelona, 1930, págs. 279-299 [en Archivo Agustiniano (AA), 38 (1932) págs. 340-363]; A. M.ª de Castro, Misioneros agustinos del Extremo Oriente, 1565-1780 (Osario Venerable), ed. de M. Merino, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1954, págs. 221- 239; M. Rodríguez Díez, “El padre Martín de Rada y la Abadía de la Oliva. Corrigiendo la historia”, en AA, 53/1 (1959), págs. 43-55; M. Merino, Agustinos evangelizadores de Filipinas (1565-1965), Madrid, Archivo Agustiniano, 1965, pág. 258; A. Espada, “Rada, Martín de”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. III, Madrid, CSIC, Instituto Enrique Flórez, 1973, pág. 2044; P. G. Galende, Martín de Rada, O.S.A. (1533-1578). Abad frustrado, misionero y embajador real, Manila, 1980; M. García Sesma, Navarros en México, Logroño, Ochoa, 1990, págs. 227-229; I. Rodríguez y J. Álvarez, Diccionario biográfico agustiniano. Provincia de Filipinas (1565-1588), vol. I, Valladolid, Estudio Agustiniano, 1992, págs. 93-117; Al servicio del evangelio. Provincia Agustiniana del Santísimo Nombre de Jesús de Filipinas, Valladolid, Estudio Agustiniano, 1996, págs. 69-76 y 109-120.

 

Jesús Álvarez Fernández, OSA

Personajes similares