Acitores, Andrés de. Palenzuela (Palencia), p. m. s. XVI – San Clodio (Orense), c. 1599. Monje cisterciense (OCist.), teólogo, exégeta, afamado poeta.
Nació en Palenzuela en la primera mitad del siglo XVI. Monje de Valdeiglesias, que llegaría a brillar entre los más sabios y santos de su tiempo.
Crisóstomo Henríquez —que posiblemente lo trató— afirma que de tal manera se entregó al cumplimiento de sus deberes monásticos, que “llegó a ser la admiración de sus hermanos de Orden, porque mientras vivió en el monasterio, nada de cuanto estaba preceptuado por las reglas dejó de cumplir con toda exactitud, considerando que todo lo que le prescribían los superiores eran para él como leyes”. Más tarde, al destinarle a los colegios para completar su formación, dio pruebas manifiestas de un ingenio superdotado, por el mucho aprovechamiento que obtuvo en los diversos ramos del saber, destacando sobre todo en cuatro campos: Sagrada Escritura, Teología, Filosofía y Poesía. Muñiz asegura que “fue uno de los poetas más elegantes de su siglo, insigne Teólogo y versadísimo en la Sagrada Escritura”. Refiriéndose a su cultura filosófica, asegura que “llegó a penetrar los más intrincados secretos de las ciencias, hasta tal punto de que es difícil hallar un filósofo que le superara”. Respecto a la cultura teológica, “se entregó con mayor diligencia, si cabe, al estudio de las cosas divinas y humanas, haciendo a Dios objeto de sus meditaciones de suerte que, imitando a la industriosa abeja que liba en las flores el sabroso néctar para componer su miel dulcísima, llegó a un gran aprovechamiento hasta el punto de que compuso preciosos tratados en orden a la salvación de sus prójimos y para deleite de los sabios”.
Sus escritos contribuyeron no poco al aprovechamiento de las almas y prestaron un gran servicio a la Iglesia.
Se ignora la fecha en que fue destinado a Galicia para prestar servicios en el monasterio de San Clodio del Ribeiro. Es posible que sucediera en el año 1590 en que, según una definición del Capítulo General destinaron este monasterio como colegio regional de Filosofía. Allí perseveró, llenando su papel de monje sabio y santo, pues según el autor citado antes, “en san Clodio perseveró entregado a santos y piadosos ejercicios, produciendo un notable acerbo de obras cultas, y allí entregó su espíritu al Creador en el año del Señor de 1599”. Fray Bernardino de Sandoval, discípulo suyo, hablando sobre la estancia de Acitores en San Clodio le dedica esta especie de panegírico: “Yo fui discípulo suyo, fue muy docto en lo escolástico y en lo positivo como se oye en el libro que escribió y se imprimió en la Theología Simbólica. La mayor parte de la noche se le iba en lección y oración y en los mismos ejercicios gastaba la mayor parte de los días. Escribía el segundo tomo de la Theología Simbólica, y llegando al verso paradisus le dio el mal de la muerte. Era piadosísimo en vida y en la muerte lo mostró ser con mayores demostraciones, porque hizo una confesión general de toda su vida. Y después de muerto dijo el que le confesó no le halló pecado mortal.
Nadie le oyó palabra menos compuesta, fue en obras y en palabras honestísimo”.
Según Nicolás Antonio, a causa de su inesperada muerte, éste fue el único tomo que vio la luz, mientras quedaron inéditos otros seis volúmenes de los siete que completaban la colección: “El estudio de este monje de Valdeiglesias está cargado de erudición en torno a la expresión simbólica en todos los libros de la Escritura, y demuestra que el tal lenguaje es una constante en toda ella. Analiza detalladamente algunos casos, como los de Cristo alfa y omega: los ángeles campamentos y ejércitos de Dios; la índole vital de la muerte, por haberla sufrido Cristo”.
Obras de ~: Theoloogicae symbolicae seu hierogliphicae pro totius Sacrae Scripturae, juxta primarium et genuinum sensum Commantariis aliisque sensibus facile hauriendis, in qua sub nomine simboli latius acepta omnis arcanus et abtrusus sacrarum litterarun aperitur sermo. Ex variis iis que gravissimis omnigenae lectionis authoriribus collecta. Primus Tomus cum tribus indicibus, Salamanca, 1597; Clavis aurea Sacrae Scripturae, ms.; Vida de san Bernardo (en verso) (ms. desapar.).
Bibl.: B. Montalvo, Primera parte de la Corónica de la Orden de Císter e de la Orden de San Bernardo, Madrid, Luis Sánchez, 1602, pág. 306; N. Antonio, Bibliotheca Hispana nova sive Hispanorum, Roma, Nicolai Angeli, 1672 (trad. de G. de Andrés y M. Matilla Martínez, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1999), pág. 70; C. Henríquez, Phoenix reviviscens, Bruxellae, Typis Ioannis Meerbecii, 1626, págs. 230-232; R. Muñiz, Biblioteca Cisterciense Española, Burgos, José de Navas, 1793, pág. 4; E. Martín, Los bernardos españoles, Palencia, Gráficas Aguado, 1953, pág. 50; D.
Yáñez Neira, “Palentinos ilustres”, en Tello Téllez de Meneses, 41 (1970), págs. 191-193; P. Guerin, “Acitores, Andrés de”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell, Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, pág. 6; E. Brouette, A. Dimier y E. Manning (dirs.), Dictionaire des auteurs cisterciens, vol. I, Rochefort, 1975, pág. 4; A. Linage Conde, El Monacato en España e Hispanoamérica, Salamanca, Instituto de Historia de la Teología Española, 1977, pág. 332; B. de Sandoval, “Relación breve de la fundación del monasterio de Santa María de Valdeiglesias [...]”, en Cistercium (1983), pág. 151; L. Segales Sisquella, “La hermenéutica simbólica de fr. Andrés de Acitores”, en Actas del I Congreso sobre Humanistas españoles, León, Universidad de León, 1996, págs. 65-86.
Damián Yáñez Neira, OCSO