Aguayo, Alberto de. Córdoba, 1469 – 1530. Traductor dominico (OP), prior.
Desafío y conjetura son las dos actitudes que se deben adoptar ante este personaje. El desafío brota de la coincidencia de encontrar dos Alberto de Aguayo contemporáneos; los dos son dominicos cordobeses y ambos eméritos. Los historiadores dominicos sólo citan a uno, aunando en él los rasgos de ambos.
El más antiguo nace en Córdoba en 1469. La fecha de su nacimiento se puede deducir del colofón de la traducción del De consolatione philosophie. Es hijo natural de Diego de Aguayo, quinto señor de Galapagares, como consta por el testamento del mencionado Diego, otorgado el 14 de septiembre de 1508, y en el que nombra albacea a este hijo Alberto.
Se supone que vistió el hábito en el convento de San Pablo de Córdoba hacia el año 1487. No debió de ser fácil lograr su admisión en el convento de los dominicos, ya que era fruto de una unión ilegítima.
Éste debió de ser también el motivo por el que el joven Alberto no haga uso del apellido patronímico y la razón por la que las actas de los capítulos provinciales de la observancia regular de España se refieran a él como “fray Albertus Cordubensis”.
Después de un año de noviciado y emitida su profesión religiosa viajó a la ciudad del Tormes para estudiar Artes en el convento de San Esteban de Salamanca, como consta de las Actas del Capítulo celebrado el 8 de septiembre de 1489. El Capítulo de Toro (28 de abril de 1493) repite su asignación, que ya estudia teología bajo la guía de fray Pablo de León. Concluidos los seis años de estudio en Salamanca (1488-1494) volvió a su convento para la ordenación sacerdotal y dar los primeros pasos como sacerdote dominico.
A pesar del defecto de origen y de no contar con los años requeridos, en 1496 fue nombrado prior del convento de Portacoeli de Sevilla. Mientras desempeñaba este cargo, los frailes del importante convento de San Pablo de Sevilla le eligieron como su prior. La elección fue confirmada el 1 de abril de 1497 por el provincial fray Luis de Toro. El documento confirmatorio aporta un elogioso retrato del personaje: “teniendo plena confianza en el Señor de que a estas y mayores cosas seréis llamado, puesto que el Altísimo os dotó y enriqueció de celo por vuestra Religión, de discreción, prudencia, noble y afable trato, abundancia de letras y otras gracias o buenas cualidades”.
Sus dotes y talentos personales debían de ser muchos, pues el cargo de prior de San Pablo conllevaba, además de la dirección del convento de frailes, la autoridad espiritual y temporal sobre la priora, monjas y monasterio de Madre de Dios, y sobre los hermanos y hermanas terciarios que habitaran en la ciudad de Sevilla o en su vecindad.
Todas estas responsabilidades, antes de cumplir los treinta años, suponen dotes excepcionales en el agraciado. Finalizado el tiempo canónico de su prelacía en San Pablo de Sevilla, las Actas del Capítulo de Toledo (2 de febrero de 1500) le devuelven a su convento materno en Córdoba. Será la última vez que aparezca en las actas con el sobrenombre Cordubensis. A partir de ese momento aparecerá el apellido Aguayo.
No debió de estar mucho tiempo en Córdoba. El 3 de noviembre de 1503, según el poder que otorga para la erección en priorato de la casa de Palma del Río, Alberto es prior del convento de Santa Cruz la Real de Granada y vicevicario de los dominicos de Andalucía.
Los honores llovían sobre el prior de Granada, que en calidad de tal asiste al Capítulo Provincial que se celebra en Peñafiel (11 de mayo de 1504). Preside esta asamblea el maestro de la orden, fray Vicente Bandelli di Castronuovo, quien, en un acto no muy corriente, dispensa y habilita a fray Alberto Aguayo para todos los cargos honoríficos y oficios de la orden a que por su ilegitimidad no podía aspirar. Inmediatamente fue elegido definidor del capítulo y predicador general. Esta última dignidad, vitalicia dentro de la Orden, confiere al agraciado ciertas preeminencias, pero presupone una historia previa de servicios en el ministerio de la predicación y relevantes prendas como orador. Dotes que vendrían a sumarse a las anteriormente enunciadas.
Las Actas del Capítulo de Burgos (8 de septiembre de 1506) hacen mención de él, como simple fraile que desempeña las tareas propias de su oficio de predicador del convento de Granada. Allí asistirá, bien entrada la noche el 14 de mayo de 1507 al óbito del santo arzobispo de Talavera (Biblioteca Nacional de España, 2042). La buena amistad y estrecha relación entre el arzobispo y el prior de Santa Cruz debía de proceder de tiempo atrás. Esa amistad se había hecho patente en la presentación del maremagnum de privilegios de la Orden que el arzobispo fray Hernando de Talavera había reconocido a favor de Santa Cruz.
No permaneció mucho tiempo en Granada. A decir del cronista fray José de Herrera, fue elegido para el priorato de Málaga, cargo que aparece reflejado en 1508 en el nombramiento de albacea que su padre le confiere en el testamento. Los dos años siguientes serán dedicados a la predicación y gobierno. Tres años más tarde, las Actas capitulares de 1511 dicen: “Primeramente aceptamos el convento de Alcalá de los Gazules, que va a edificarse [...] y cuya construcción encomendamos al Venerable padre fray Alberto Aguayo”.
Es una tarea pocas veces encomendada a una sola persona: la construcción del convento venía sufriendo vaivenes desde 1498. A fray Alberto le encargan que concluya las obras y dé fin al proyecto del adelantado mayor de Andalucía, Francisco Rivera.
Sin embargo, la nominación va acompañada de un título, que a decir del padre Quirós, hacía referencia al priorato del convento de Carmona, como constaba en el testamento de Beatriz Pacheco a favor del hospital de San Pedro de Carmona. De esta ciudad pasará nuevamente al priorato del convento de San Pablo de Sevilla en 1512, lugar desde donde habría podido encumbrarse a los más altos honores religiosos.
Pero no fue así.
Lo cuentan las actas del capítulo celebrado en Córdoba el 23 de octubre de 1513. Las autoridades de aquel capítulo (fray Alonso de Laoysa, provincial; García de Loaysa; Domingo Pizarro; Domingo de Vitoria y Fernando de Santillana) decretaron: “Item, porque el hermano fray Alberto de Aguayo, prior de Sevilla, fue a la Curia Real (Corte del rey) contra la prohibición del reverendísimo Maestro General y del reverendo padre Provincial, que había vedado, bajo pena de absolución ipso facto incurrenda, que ningún religioso se presentase en dicha Curia sin licencia del padre Provincial, declaramos que incurrió en dicha pena; e incurrió además porque recibió al hábito de la Tercera Orden a dos mujeres sin la licencia que se necesita del Provincial; por tanto, lo declaramos absuelto de su oficio de prior, y anunciamos a los hermanos de dicho monasterio que puedan proceder a nueva elección”.
La primera de las prohibiciones era algo que los mismos monarcas exigían en aquellos tiempos; la segunda procede del capítulo de Valladolid de 1509.
Las consecuencias de su desobediencia le confinarán en el convento, sin poder optar a ningún cargo. En la soledad de los claustros, este sabio personaje dedicará sus esfuerzos a la traducción y versificación del libro de Severino Boecio, De Consolatione Philosophie, obra que reflejaba la situación de Severino y de Aguayo el 25 de julio de 1516, fecha que aparece en el colofón de la mencionada traducción. El mérito literario del traductor, ensalzado por algunos y rebajado por otros, se engrandece en la mejora de la prosa original y se abaja en la parte del verso.
Dedicado a las exigencias propias de los claustros y observancias religiosas murió en el convento de Córdoba en 1530.
Obras de ~: De la consolación de la Filosofía, traducido del latín en castellano por fray Alberto de Aguayo [...], Sevilla, 1518.
Fuentes y bibl.: Biblioteca Nacional de España, ms. 2042.
Actas Capitulares de la Congregación de Observancia de los dominicos de la Provincia de España, s. l., s. f. (parte en Archivo dominicano, 2 y 3 (1981 y 1982); parte en Archivo Provincial); J. Quetif y J. Echard, Scriptores Ordinis Praedicatorum, vol. II, París, 1721; P. Quirós, Reseña histórica de algunos varones ilustres de la Provincia de Andalucía de la Orden de Predicadores, Almagro, 1915; S. Boecio, La consolación de la filosofía, ed. e introd. de Getino, Buenos Aires, Espasa Calpe, 1946; L. de Guzmán, “Aguayo, Alberto”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia eclesiástica de España, vol. I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, pág. 14.
Miguel Ángel Medina, OP