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Antonio Sedeño

Biografía

Sedeño, Antonio. San Clemente (Cuenca), 1535/1536 – Cebú (Filipinas), 2.IX.1595. Misionero jesuita (SI) en Florida y Filipinas.

Conoció la Compañía de Jesús cuando se encontraba al servicio de un bienhechor de la misma, el conde Francisco Landriano. Decidió, entonces, entrar en la misma, en julio de 1558, en la localidad italiana de Loreto. Una vez que realizó el período de probación, desarrolló los estudios clásicos en Macerata y Padua. La Filosofía la oyó en el Colegio Romano, entre 1563 y 1566, del cual era ministro. De allí habría de partir hacia las misiones extranjeras. Todavía no había estudiado la teología y Sedeño fue ordenado de sacerdote. La necesidad de los ministerios exigía que se pusiese rumbo, en agosto de 1567, hacia Portugal, para de allí partir hacia Oriente. Sin embargo, cuando en Roma supo que la flota ya había zarpado, dos opciones se abrieron para su futuro horizonte: Perú o Florida, los dos primeros escenarios de los trabajos de los jesuitas en las Indias occidentales, en América. Sedeño consideró que la más adecuada para él, pues la pensaba más dificultosa, era esta segunda.

La expedición que le condujo hacia estas tierras fue la de Juan Bautista Segura, en junio de 1568.

En la Cuaresma siguiente ya se hallaba en su misión de Guale, establecida en tierras del actual estado de Georgia. Además de instruir a los indios en las verdades del cristianismo, en el ámbito perteneciente a lo propiamente catequístico, les debía acostumbrar a vivir en comunidades estables. Unos objetivos en los que fracasaron por la oposición de los indios a la sedentarización y al bautismo, lo que condujo a los misioneros a caminar hacia el sur, hacia el fuerte de San Agustín, donde encontraron idéntica hostilidad entre españoles e indios. Todo ello les obligaba a un giro importante en sus trabajos. Zarparon hacia La Habana, pues aquél era el puesto base de la misión que desarrollaban en Florida. A pesar de los resultados, el prepósito general, Francisco de Borja insistió que los jesuitas no debían abandonar la Florida. El segundo intento no resultó mejor, no solamente por la resistencia a la conversión sino también por la dureza de las condiciones de los misioneros, lo que provocó un deterioro de la salud de Sedeño. En noviembre de 1571, desde el mencionado fuerte de San Agustín, se preparaba para embarcar hacia la isla de Cuba. A finales de ese año, y tras una navegación dificultosa, Borja otorgó la licencia para abandonar aquel escenario de la Florida.

El nuevo horizonte que le correspondía abrir a este jesuita era el establecimiento de la Compañía en Nueva España. Puede ser considerado como “fundador” de esta misión, pues puso pie en la misma en junio de 1572. Y aunque no se quedó allí, pues viajó de nuevo a La Habana para impulsar la apertura de un colegio y de una residencia, el provincial de México, Pedro Sánchez, le llamó a su lado en junio de 1578, cerrando Sedeño el puesto misional en La Habana.

En los tres años siguientes fue vicerrector del colegio de la ciudad de México, aunque el destino de este jesuita no era el hacerse sedentario, pues fue remitido a abrir la misión de Filipinas, desde el ámbito de Nueva España. En realidad, aquellas tierras de la Monarquía del rey Felipe necesitaban sacerdotes y fue este Monarca el que encargó a la Compañía que enviase lo que se solicitaba. A Manila llegaron los primeros jesuitas el 17 de septiembre de 1581, con Sedeño como superior, acompañado por el polémico Alonso Sánchez, el escolar Gaspar Suárez —hermano a su vez del famoso Doctor Eximio, Francisco Suárez—, y el hermano Nicolás Gallardo. Fue una expedición dificultosa, pues Suárez falleció y Gallardo decidió regresar a México de donde habían partido. Allí, en Filipinas, habrían de ser recibidos por los franciscanos.

Los jesuitas, sin planes previos organizados, pudieron entrar en actividad de manera rápida. Sedeño predicaba y confesaba entre los españoles allí establecidos, sin dejar de lado a los indígenas. Para una comunicación más fluida para con ellos, comenzó a aprender —como era habitual— el tagalo original. No existían, por aquellas latitudes, casas de ladrillo, por lo que además enseñó a edificarlas, preparando piedras de construcción y cal. Por eso, no resulta extraño que fuese Sedeño el que diseñase el fuerte de Manila, y además, supervisase la edificación del mismo. Un jesuita más que sabía construir, aunque de diferente modo a los que entregaban las trazas de una iglesia o de un colegio. Pero, para eso también habría de actuar, pues se responsabilizó del adiestramiento de los pintores chinos que se encargaban de adornar las iglesias, aunque no sólo, de los jesuitas.

Consideró Sedeño como superior que, en los primeros momentos, los miembros de la Compañía no debían aceptar ningún compromiso de permanencia, por lo que todavía, en un segundo grupo que llegó en 1584, trabajaban en destinos de carácter transitorio.

Manila era la única ciudad, y las misiones sobre las que trabajaban estos religiosos y sacerdotes eran muy distintas a las europeas. Entre los españoles, los franciscanos y agustinos eran los más acogidos. El cura de ánimas era una disposición contraria a lo dispuesto inicialmente en el Instituto ignaciano. Queriéndolas evitar, Sedeño consideró que había que cesar el estudio de la lengua china, indispensable para el desarrollo de los trabajos de los chinos que se establecieron en Manila. Tanto Sedeño como Alonso Sánchez prepararon una carta a Roma, explicando las razones por las cuales era conveniente abandonar esta misión.

Una decisión sobre la que no estaba Felipe II, el cual concedió una ayuda económica para la fundación de un colegio en 1585. Habitualmente, ocurría que un mismo asunto podía tener dos decisiones diferentes, dependiendo del extremo del mundo del cual partían.

Así, Alonso Sánchez embarcaba hacia Madrid y Roma como agente de la misión que estaban desarrollando y de las necesidades que presentaban.

La Compañía no podía abandonar las Filipinas.

Debían establecerse en esta misión y planificar un apostolado diferente. A partir de esta disposición, Sedeño empezó a construir una residencia de ladrillo en 1588, pudiéndola ocupar en abril de 1590. Alonso Sánchez no regresó a Filipinas, presentando además un proyecto de conquista y de cruzada evangelizadora para con China. Su lugar fue ocupado por Pedro Chirino.

Contaba, pues, con cuatro padres y dos hermanos, y Sedeño se puso en marcha con un apostolado bien diferente, en el cual estuviese presente el estudio de la lengua tagala. Se dedicaron a través de conferencias de teología moral a facilitar la preparación para la ordenación sacerdotal. Los franciscanos, por falta de sacerdotes, habían abandonado la zona al este de Manila, Antipolo-Taytay, y hacia allí se dirigieron los misioneros jesuitas, junto con la isla de Panay.

Un cambio de rumbo que progresó muy rápidamente, pues en 1595 se constituía Filipinas como viceprovincia de la Compañía de Jesús y Antonio de Sedeño se convertía en viceprovincial, dependiente del de Nueva España. El mismo barco que llevaba a aquellos jesuitas el decreto de erección de la misma, conducía el decreto real de Felipe II por el cual se dividía a Filipinas en distintas regiones, de acuerdo a las diferentes órdenes religiosas que habrían de evangelizarlas.

Sedeño solicitó para sus trabajos las islas Visayan.

Junto a ambos documentos, desembarcaban en Filipinas nueve jesuitas más, que su superior se encargó de distribuir. La ciudad de Manila estaba necesitada de un colegio y a las mencionadas islas fueron remitidos dos padres y un hermano, permitiendo a Pedro Chirino abrir un establecimiento en Cebú. Hacia allí se dirigió Sedeño, llegando muy enfermo y cansado.

Se produjo una muerte rápida debido a la ausencia de médicos y de medicinas. Desaparecía un hombre de vanguardia en las misiones de la Compañía, habiendo iniciado ámbitos geográficos tan distintos como peligrosos, desde Florida, México hasta Filipinas.

 

Obras de ~: Monumenta Historica Societatis Iesu, Monumenta Antiquae Floridae 1566-1572, ed. por F. Zubillaga, Roma, Institutum Historicum Societatis Iesu (IHSI), 1946; Monumenta Malucensia, ed. y anotado por H. Jacobs, Roma, IHSI, Misiones Orientales, 1974-1984, vol. 2; Monumenta Mexicana, ed. por F. Zubillaga, Roma, IHSI, 1956-1981, vols. 1-6.

 

Bibl.: F. Colín, Labor evangélica, ministerios apostólicos de los obreros de la Compañía de Iesús, fundación y progressos de su provincia en las islas Filipinas, Madrid, por Ioseph Fernández de Buendía, 1663 [existe una edición posterior en la que trabajó P. Pastells, Barcelona, Imp. de Henrich y Compañía, 1900- 1902, vol. 2, págs. 14-22]; C. Sommervogel, Bibliothèque de la Compagnie de Jesús, Bruxelles, O. Schepens, 1896, vol. 7, pág. 1041; A. Astrain, Historia de la Compañía en la Asistencia de España, Madrid, Razón y Fe, 1914, 1925 y 1913, vols. 2, 3 y 4; R. von Streit, Bibliotheca Missionum, Münster, Aachen, 1916-1939, vol. 4, págs. 325, 335, 343, 347, 476; F. Z ubillaga, La Florida, La misión jesuítica (1566-1572) y la colonización española, Roma, IHSI, 1941; F. Zambrano, Diccionario bio-bibliográfico de la Compañía en México, México, Jus, 1961, vol. 2, págs. 275-316; H. de la Costa, The Jesuits in the Philippines, 1581-1768, Cambridge, Havard University Press, 1967, pág. 698; J. S. Arcilla, “Sedeño, Antonio”, en Ch. O’Neill y J. M.ª Domínguez, Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús.Biográfico-Temático, vol. IV, Roma-Madrid, IHSI, Universidad Pontificia de Comillas, 2001, págs. 3544- 3545; J. Burrieza Sánchez, Jesuitas en Indias: entre la utopía y el conflicto, Valladolid, Universidad, 2007; “La Compañía de Jesús y la Defensa de la Monarquía Hispánica”, en Hispania Sacra, 121 (enero-junio de 2008), págs. 181-229.

 

Javier Burrieza Sánchez

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