Ronquillo de Peñalosa, Gonzalo. España, m. s. XVI – Manila (Islas Filipinas), 14.II.1583. Gobernador y capitán general de las islas Filipinas (1580-1583).
De origen segoviano, el poderoso linaje de los Ronquillo había estado vinculado al poder desde la época del alcalde Rodrigo Ronquillo, personaje bien conocido tanto por la dureza que ejerció durante la rebelión de los comuneros, como por sus maniobras financieras para lograr su enriquecimiento a costa de los campesinos durante esa época tan convulsa de la historia castellana.
Varias investigaciones demuestran cómo los miembros del linaje fueron estratégicamente situados en los puestos más variados de la burocracia regia, tanto en la propia Península, como en los Reinos de las Indias.
Antes de llegar a las islas Filipinas, Gonzalo Ronquillo de Peñalosa había residido en el virreinato de Perú, y después, ya en el virreinato de la Nueva España, desempeñó el cargo de alguacil mayor de la Real Audiencia de la Ciudad de México. Felipe II le nombró gobernador y capitán general de las islas Filipinas, con carácter vitalicio, con la condición de que llevase al archipiélago a seiscientos españoles por cuenta propia.
Ronquillo de Peñalosa aportó así a Manila un contingente humano fundamental para asegurar la continuidad de la población hispana en la región. El nuevo gobernador arribó a Manila el 1 de junio de 1580, sustituyendo al gobernador Francisco de Sande. Venía acompañado de varios parientes a los que, de una manera rápida, situó en las mejores posiciones insulares.
Bajo su mandato, el padre Juan de Plasencia (OFM) propuso el establecimiento de escuelas de primera enseñanza en un capítulo provincial de su Orden celebrado el 1 de julio de 1580, lo que fue aceptado. Y en 1581 llegó a Manila fray Domingo de Salazar (OP), personaje de gran importancia en la vida insular del momento, y que llegaría a ser el primer arzobispo de Manila.
Con la intención de lucrarse, en 1581 envió un barco a Perú, el cual debía socorrer —en teoría— las necesidades de artillería en aquel virreinato. El gobernador conocía que, desde el 14 de abril de 1579, la Corona había prohibido el tráfico entre Perú y Filipinas.
No obstante, encubrió los verdaderos fines del viaje argumentando las ya aludidas necesidades militares y que las Filipinas necesitaban recibir más colonos.
Esta actuación mereció la atención interventora de la Corona que, pese a reiterar su oposición a esta ruta marítima, no consiguió evitar los contactos comerciales de los peruleros con el Extremo Oriente, bien directamente o bien vía Acapulco.
También en 1581, y bajo el mando del capitán Gabriel de Rivera, se organizó una nueva expedición a Borneo —la anterior databa de 1577— para proteger los derechos al Trono del Sultán Sirela, vasallo de la Monarquía hispánica, cuestionados una vez más por su hermano. La intervención en esta disputa dinástica terminó con éxito.
Por los mismos años, se recibió la noticia del desembarco en Cagayán de un grupo de japoneses, dirigidos por Tay Fusa, cuya flota constaba de veintisiete embarcaciones. Dichos japoneses incluso habían conseguido establecer una pequeña comunidad en dicha zona. No obstante, una importante fuerza al mando del capitán Pablo Carrión logró expulsar al contingente invasor, fundando además la población de Nueva Segovia.
Ya antes de la llegada de los españoles había chinos en Manila dedicados al intercambio comercial.
Una vez asentados aquellos, esa inicial presencia aumentó considerablemente y los contactos comerciales se intensificaron, dándoseles el genérico nombre de sangleyes. El Gobierno fue siempre favorable a sus actividades y el mismo Miguel López de Legazpi, en las ordenanzas del Cabildo secular de Manila, ordenó que se diese buena acogida a todos los mercaderes que llegasen hasta Manila.
Hubo así sangleyes que se establecieron en la ciudad, mientras que otros, una vez vendido su género, regresaban a sus lugares de origen. En 1580, el número de sangleyes era ya muy importante y por esta razón, el gobernador Ronquillo de Peñalosa ordenó construir una alcaicería para destinarla a lugar de residencia de los sangleyes, así como de sus tiendas. La alcaicería, conocida con el nombre del Parián de los Sangleyes, fue puesta bajo la jurisdicción de un alcalde mayor del precitado cabildo secular. Dicho establecimiento se construyó en la orilla sur del río Pasig. Esta medida, además de promover el comercio, perseguía poder controlar a la población sangley. Y con su aplicación quedaban restablecidas las relaciones con China, interrumpidas desde el gobierno de su antecesor Francisco de Sande.
Cuando en 1565 López de Legazpi inició la conquista del territorio filipino, los miembros de su hueste le solicitaron que les adjudicara encomiendas.
Sin embargo éste se las negó repetidamente al carecer de autorización regia para concedérselas. No fue hasta 1570 en que el Monarca le facultó para ello, otorgándose las primeras en 1572 y debiéndose realizar estas concesiones conforme a las leyes que sobre el mismo asunto había en la Nueva España y en Perú.
Al principio, las encomiendas fueron concedidas únicamente para el primer agraciado y su inmediato heredero, tras cuya muerte, revertían a la Corona.
Pero lo cierto es que, progresivamente, los monarcas se mostraron dispuestos a conceder una segunda, una tercera e incluso una cuarta sucesión para premiar así los servicios de sus súbditos. Durante mucho tiempo, no sólo los encomenderos sino también otras esferas de la sociedad indiana intentaron conseguir que la concesión de las encomiendas se hiciese a perpetuidad, pudiéndose de este modo transmitir de manera hereditaria. En Filipinas, fue Gonzalo Ronquillo de Peñalosa el que planteó la solicitud de la perpetuidad de las encomiendas insulares. No obstante, la Corona nunca accedió a estas peticiones por considerar que la concesión de la perpetuidad podría poner en peligro no sólo sus intereses en Indias, sino incluso su soberanía sobre aquellas regiones.
Durante su mandato, tuvo lugar una expedición a las islas Molucas. Una expedición motivada por la unión de las Monarquías hispánica y portuguesa en 1580. La misma, integrada por mil quinientos naturales de Cagayán y de la Pampanga y por trescientos españoles, fue comandada por su sobrino Juan Ronquillo.
Partió de Manila a comienzos de 1582. A pesar de lo cual, diferentes problemas ocurridos durante su desarrollo, hicieron que resultaran fallidos los propósitos de someter las tierras de la especiería, unas tierras que eran posesión lusa desde el Tratado de Zaragoza de 1529.
En 1582, se inició la celebración del primer sínodo provincial de Manila a iniciativa del primer obispo de la ciudad, fray Domingo de Salazar. El sínodo había sido organizado para tratar de buscar soluciones a determinados problemas que entorpecían la vida del archipiélago.
Con este objetivo, Salazar convocó a las primeras autoridades civiles, militares y eclesiásticas, contando con el asesoramiento de experimentados teólogos, canonistas y moralistas. Una vez finalizado el sínodo, se nombró emisario al jesuita padre Alonso Sánchez, para que éste llevase a la Corte las conclusiones adoptadas y las sometiese a la aprobación del Monarca.
Su gestión fue siempre cuestionada por sus opositores, que le acusaron de nepotismo por haber favorecido —como tantos otros— a parientes y paniaguados de su entorno. Falleció en Manila, el 14 de febrero de 1583.
Bibl.: M.ª L. Díaz-Trechuelo y López-Spínola, “El Consejo de Indias y Filipinas en el siglo XVI”, en VV. AA., El Consejo de las Indias en el siglo xvi, Valladolid, Universidad, 1970, págs. 125-138; A. M. Molina, Historia de Filipinas, t. I, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica del Instituto de Cooperación Iberoamericana, 1984, págs. 77-81; J. L. de Porras Camúñez, Sínodo de Manila de 1582, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1988 (Sínodos Americanos; 8. Colección Tierra Nueva e Cielo Nuevo; 27); A. García- Abasolo, “El poblamiento español de Filipinas (1571- 1599)”, en A. García-Abasolo (ed.), España y el Pacífico. Actas del III Congreso Internacional de la Asociación Española de Estudios del Pacífico (Córdoba, 1995), Córdoba, Ministerio de Asuntos Exteriores, Dirección General de Relaciones Culturales, Asociación Española de Estudios del Pacífico, 1997, págs. 143-155; A. García-Abasolo, “Formación de las Indias Orientales españolas. Filipinas en el siglo XVI”, en L. Cabrero Fernández (coord.), Historia General de Filipinas, Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica (Historia), Agencia Española de Cooperación Internacional, Ministerio de Asuntos Exteriores, 2000, págs. 169-205; M. Luque Talaván, “Las instituciones españolas de Derecho público y de Derecho privado en la Gobernación y Capitanía General de las Islas Filipinas (siglos XVI-XIX)”, en L. Cabrero Fernández (coord.), Historia General de Filipinas, Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica (Historia), Agencia Española de Cooperación Internacional, Ministerio de Asuntos Exteriores, 2000, págs. 339-398.
Miguel Luque Talaván