Albornoz y Espinosa, Gil de. Valladolid, 3.II.1581 baut. – Roma (Italia), 19.XII.1649. Cardenal, embajador en Roma, gobernador de Milán, abogado.
Nació en Valladolid y fue bautizado en la iglesia de San Julián el 3 de febrero de 1581, siendo miembro de una familia de la nobleza media no titulada. Fue hijo de Francisco de Albornoz, caballero de Calatrava, del Consejo de Órdenes, y de Felipa Polo de Espinosa, sobrina segunda del cardenal Espinosa. De ahí que don Francisco, en su testamento de 1605, mencione lo que él consideraba un matrimonio desigual, a pesar de ser familias de similar estatus. Fue el penúltimo de ocho hermanos: Guiomar, Felipe, Antonio, Cecilia, María, Catalina, Gil y Juana. De todos ellos tan solo tuvo descendencia doña Juana, cuyo hijo llegó a ser el I conde de Torrepalma.
Quizá para diferenciarlo de su homónimo bajomedieval, se le ha mencionado como “Gil Carrillo de Albornoz”; sin embargo, siempre fue conocido como “Gil de Albornoz” o “Cardenal Albornoz”, ya que no era miembro de la familia Carrillo de Albornoz.
Estudió Derecho Civil en la Universidad de Salamanca, siendo colegial del Colegio Mayor de Oviedo, apareciendo ya en el listado de Nobles y Generosos que residían en la Universidad en el curso 1597/1598. A través de sus estudios y de la influencia que había tenido su padre, empezó su carrera como oidor de las Reales Audiencias y Chancillerías de Granada y Valladolid.
Pese a la enemistad manifiesta entre su padre y Lerma, como queda patente en el mencionado testamento, don Gil mantuvo una estrecha colaboración con la familia de don Rodrigo Calderón, lo que ha catalogado erróneamente a Albornoz dentro del clan lermista, llegando a ser nombrado regente y virrey interino de Navarra en 1618, habiendo sido nombrado por Paulo V, el año anterior, arcediano de Valpuesta en el Cabildo de Burgos, aunque desde Navarra comenzó un pequeño litigio con el cabildo relativo a las bulas de concesión del arcedianato que duró dos años.
No obstante, con la llegada del conde-duque de Olivares a la privanza, la suerte no cambió para él y fue nuevamente llamado para el virreinato de Navarra entre 1623 y 1624, donde tejió toda una red clientelar y familiar que le acompañaría en su posterior etapa italiana, con el ejemplo de su sobrino segundo don Juan de Echávarri y Albornoz, que murió como capitán de su guardia en el sitio de Valenza del Po (Milán) en 1635. Es en este periodo navarro cuando encontramos a su hermano Felipe dedicándole la Silva al Real convento de Nuestra Señora de la Oliva en el Reyno de Navarra, publicado años después, en 1634, lo que muestra el importante papel de Albornoz en el gobierno de Navarra. Acabada esta etapa, fue recompensado en 1626 con una plaza en el Consejo de la Suprema Inquisición.
El 30 de agosto de 1627 fue nombrado cardenal con el título de Santa Maria in Via, llegando a Roma en 1630, donde fue promovido al arzobispado de Taranto en el Reino de Nápoles, rechazándolo siete años después al no poder residir en su sede. Dos años más tarde asistió en Roma a la llamada Crisis de 1632 entre la Monarquía Católica y el Papa Urbano VIII, profundamente contrario a los intereses de aquella. El punto álgido se alcanzó con la airada protesta del cardenal Borja, redactando Albornoz un memorial para Olivares, que sirvió posteriormente de base para la embajada extraordinaria de don Juan Chumacero y Domingo Pimentel, donde, como gran experto en Leyes, informaba que Felipe IV podría cobrar impuestos al clero sin necesidad de una bula papal.
En julio de 1634 fue llamado para el gobierno de Milán en sustitución del cardenal-infante don Fernando, a quien ya asesoraba en su cargo. Para un Estado tan estratégico como era Milán en la Guerra de los Treinta Años contó con el consejo de don Carlos Coloma, un militar de consumada experiencia; sin embargo, en junio de 1635 sería sustituido por un gobernador más preparado para la guerra, el marqués de Leganés.
A su regreso a Roma, le fue encomendada la investigación sobre los recientes sucesos en torno al Real Colegio de España en Bolonia, fundado por el otro cardenal Gil de Albornoz en el siglo XIV. Varios colegiales protagonizaron actos violentos que fueron condenados por Urbano VIII, a lo que tuvo que interceder Albornoz ante el Papa y Felipe IV para que se conmutara esta pena, logrando una serie de reformas para reflotar el Colegio, que gozaba de protección hispánica.
El conflicto hispanoportugués iniciado en 1640 tuvo su eco en Roma, donde Albornoz se vio envuelto a raíz del enfrentamiento de 1642 entre soldados portugueses y la legación española del marqués de los Vélez, en cuya carroza iba don Alonso Verdugo, sobrino del cardenal Albornoz, refugiándose los españoles en la residencia de éste, sufriendo al poco, junto al cardenal De la Cueva, una auditoría pública por parte del Papa. Asimismo, estos primeros años de la década de 1640 fueron importantes en su labor diplomática, al actuar como informante de sucesos de la guerra de Cataluña, sublevada también en 1640. Participó también en este tiempo, junto al resto de cardenales nacionales, en la promoción del dogma de la Inmaculada, uno de los esfuerzos más notables de la Monarquía de España en materia espiritual.
Urbano VIII falleció en 1644, abriéndose un Cónclave en el que Albornoz participó como la voz de España, que dirigiría al resto de cardenales de la facción, haciendo uso de un recurso maestro, el Ius exclusivae, un derecho a veto con el que contaba España, para así excluir la elección del cardenal Sacchetti, candidato de las facciones francesas, y Barberini, siendo elegido Inocencio X, más inclinado a la Monarquía Hispánica. Gran colaborador del embajador conde de Siruela, Albornoz fue el encargado de sustituirle de forma interina el año 1645, gracias a ser uno de los mayores expertos en la Curia, actuando como asesor de otros diplomáticos como los condes de Monrerrey y Oñate, con quien entabló una amistad, acusándole sus enemigos en las Cortes de Madrid y Roma de haber intercedido para conseguir un capelo cardenalicio al conde. Esta etapa le valió, asimismo, una plaza en el Consejo de Estado y el deanato de la catedral de Santiago, y poco después será nombrado plenipotenciario en la Segunda Guerra de Castro, donde España quería contar como árbitro.
Más tarde marchaba a residir intermitentemente a la villa de Zagarolo, cercana a Roma, para descansar de sus constantes achaques de salud, donde ejerció una labor de mecenazgo que ya había iniciado en Milán y sus primeros años romanos. La siempre precaria salud del cardenal llegó incluso a darle por muerto en varias ocasiones, como en septiembre 1638 cuando se anunciaba su muerte en la Corte, quejándose personalmente del clima romano como causa del acrecentamiento de sus dolencias, entre las que destacaba la gota.
Felipe IV volvió a contar con él para la embajada de Roma en 1648, dado su elevado conocimiento de la Corte pontificia, mientras llegaba su sucesor, el duque del Infantado, que arribó poco tiempo antes de su fallecimiento.
Falleció en Roma el 19 de diciembre de 1649, siendo sepultado en la iglesia de Santa Ana del Quirinal para su posterior traslado al monasterio de la Encarnación de las Madres Bernardas de Talavera, fundado en 1610 por sus tíos Rodrigo de Albornoz y Teresa de Saavedra, a quien había declarado su heredero universal en su testamento, aunque el heredero de facto de su Casa fue su sobrino Alonso Verdugo de Albornoz. En el monasterio talaverano reposan actualmente sus restos, que sufrieron un saqueo durante la invasión napoleónica y fue abierto para comprobar su estado en 1879, situándose encima del sepulcro su retrato anónimo, posiblemente de un retratista romano de 1640.
Bibl.: A. Martín Monge, “El cardenal don Gil de Albornoz (1579-1649): consejero y diplomático de Felipe IV”, en Tiempos Modernos, 34 (2017), págs. 90-107; “Los Albornoz en los siglos XVII y XVIII: la familia de un cardenal”, en Hidalguía, 378 (2018), págs. 333-356; “Tan relevantes, i repetidos, como notorios al Rey Nuestro Señor’. Nuevos datos sobre la familia del cardenal Albornoz” (2018), págs. 1-8; X. de Arriazu, Gil de Albornoz: cardenal y agente de la Monarquía Hispánica en Italia (1630-1649), tesis doctoral en curso, Barcelona, Universidad de Barcelona.
Alberto Martín Monge