Guadix, Diego de. Guadix (Granada), m. s. xvi – 1615. Franciscano (OFM), lexicógrafo e intérprete de la lengua árabe.
Se desconoce casi todo de su infancia y juventud. Nació y murió en Guadix y, aunque gran parte de su vida transcurrió lejos de allí, nunca dejó de sentirse vinculado a su ciudad natal: en la Recopilación de arabismos, obra lexicográfica elaborada en plena madurez, se registra exhaustivamente la toponimia de esa zona geográfica y, en concreto, la entrada dedicada a la ciudad de Guadix destaca por su enorme extensión y por la acumulación de información enciclopédica.
Se ignora cuándo y dónde tomó el hábito franciscano, pero es probable que lo hiciera en el convento de San Francisco de Granada. Sus estudios eclesiásticos debieron de concluir hacia 1570.
Por elección del Capítulo celebrado en octubre de 1587 en el convento de San Francisco de Granada llegó a ser definidor (es decir, consejero) de su provincial.
En noviembre de ese mismo año fue destinado al convento franciscano de Úbeda.
Fue nombrado comisario visitador de la provincia franciscana de Canarias el 3 de mayo de 1586. Puede que ya en ese momento Guadix estuviera reuniendo materiales para su diccionario de arabismos, pues en la Recopilación abundan las entradas dedicadas a palabras que conoció durante su estancia en las islas: “Nadie se marabille de oírme dezir que en las islas de Canaria se hallen nombres antiguos arábigos, porque los guanches o canarios o antiguos naturales de aquellas islas deuieron ser de casta o naçión de árabes, porque quasi en todas aquellas islas hallé nombres de ríos, montes, pagos y otras cosas que los conoçí y noté por nombres arábigos y esto no pone, en aquella gente, nota de moros [...] ni eran moros ni christianos sino puros gentiles, que, como digo, deuían ser de casta o nación de árabes, pues hablauan la lengua arábiga, aunque en grandíssima corrupción”.
Puede decirse que su conocimiento del árabe (“[e]sta lengua arábiga me es a mí quasi materna, por averla aprendido y sabido dende niño”) condicionó su vida entera, tanto en su trayectoria profesional de religioso franciscano como en sus intereses intelectuales: así, debido a su dominio del árabe y a su familiaridad con los moriscos, el 22 de septiembre de 1587 fue nombrado intérprete de la lengua arábiga en el Tribunal de la Inquisición de la ciudad de Granada y su reino: “Y yo, que, en público y en secreto, e predicado muchas veçes en esta lengua arábiga a moriscos y árabes, y todos los naturales del reyno de Granada que nos criamos entre moriscos sabemos bien deponer y çertificar de las costumbres y humor de los árabes o moros y moriscos que en España biuieron y biuen”.
De nuevo por su competencia lingüística y por su fiabilidad desde el punto de vista de la ortodoxia doctrinal, se trasladó en 1590 al convento romano de Santa Araceli, casa mayor de los franciscanos, “para ayudar en la traslación del testamento nueuo de lengua arábiga en lengua latina...”.
El 30 de mayo de 1590, muy poco tiempo después de su llegada a Roma, el pontífice Sixto V aprobó que, en la diócesis de Guadix, se celebrara un oficio litúrgico compuesto por Diego de Guadix para la festividad de san Torcuato, patrono local.
Su condición de bilingüe, o mejor aún, de políglota, pues también sabía latín y en algún grado italiano, lo convirtió en una persona sumamente atenta a todo fenómeno lingüístico e inclinada a la comparación entre lenguas, hasta el punto de llegar a concebir y a elaborar una obra tan amplia, compleja y sistemática como la Recopilación, en la que registró todas las palabras y significados que (en cualquier lengua por él conocida) procedían, a su juicio, del árabe, centrándose sobre todo en los arabismos léxicos y semánticos del español.
La licencia de impresión escrita por el general de los franciscanos, fray Bonaventura de Calatajerone, lleva fecha de 28 de diciembre de 1593; no obstante, la obra no llegó a imprimirse y no se ha publicado hasta el siglo xxi (2004). Pese a eso, el saber de Guadix se transmitió a la posteridad, aunque de forma muy sesgada e incompleta, a través del Tesoro de la lengua castellana o española (1611) de Sebastián de Covarrubias.
Hasta 1886, año en que se publicó el Glosario etimológico de Leopoldo Eguílaz y Yanguas, no aparece otra obra lexicográfica enriquecida por la consulta directa de los materiales de Guadix. Posteriormente, hay que esperar al Diccionario Histórico (1951-1996) para encontrar —pese a los abundantes errores de transcripción— un conocimiento detallado de la Recopilación y un reconocimiento continuo de su innegable aportación lexicográfica y de su enorme valor como documento de la lengua de finales del siglo xvi.
Sin duda, Guadix fue un lexicógrafo concienzudo y meticuloso, dotado de un talento asombroso para definir y de una notable aptitud para escribir con amenidad, pero además fue hombre culto y observador de la realidad de su época, por lo que su obra transmite mucha información histórica y antropológica de considerable interés: aparte de toda clase de aclaraciones sobre usos y costumbres, aparecen noticias concretas, como la del primer hallazgo (en 1588) de los llamados Plomos del Sacromonte, significativas definiciones prejuiciosas como la de España (“Es el nombre de la provincia que todo el mundo sabe ser la más rica, fértil y abundante de quantas el mundo tiene en sí y los naturales della ser los hombres más valerosos y más asentados entendimientos de quantos el mundo tiene en sí, y las vituallas y mantenimientos d’esta provincia ser las más sólidas y de mayor substancia de quantas el mundo tiene en sí”), o rectificaciones reveladoras como las que indican que la anexión de Portugal (1580) todavía se sentía como algo reciente (a veces se comienza diciendo “en Portogal” y después se tacha y se corrige con “En España, id est, en Portogal”).
Probablemente Guadix no regresó a España antes de 1595. En octubre de 1604 fue nombrado guardián del convento cordobés de San Francisco. Participó en la escuela catequética de adoctrinamiento de moriscos del reino de Granada que funcionaba desde los tiempos de fray Hernando de Talavera. Fue profesor de Teología, censor de libros, visitador canónico, examinador sinodal... Murió en Guadix en 1615.
Los contemporáneos de Diego de Guadix lo respetaron por sus conocimientos y lo apreciaron por sus cualidades; parece que incluso murió en olor de santidad.
Por el contrario, el manuscrito de la Recopilación, inédito hasta hace muy poco, ha padecido un olvido casi total y en absoluto merecido.
Obras de ~: con L. Abel, T. de Terrachina, J. B. Raymundo y P. Ursino, Evangelios en árabe con traducción latina interlineal, trad. del Nuevo Testamento del ár. al lat., Biblioteca Nacional, signatura Res. 208 (por error figura en algunos catálogos la sign. Vitr., 4-4); Oficio para el día de San Torcuato, c. 1590; Primera parte de una recopilación de algunos nombres arábigos, que los árabes (en España, Francia y Italia) pusieron a algunas ciudades y a otras muchas cosas [1593], ed. de Elena Bajo Pérez y Felipe Maíllo Salgado, Gijón, Trea, 2004.
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Elena Bajo Pérez