Ayuda

Jorge Álvarez

Biografía

Álvarez, Jorge. Úbeda (Jaén), c. 1529 – Sevilla, 24.XII.1584. Religioso jesuita (SI), sacerdote, Consultor del Santo Oficio.

No se sabe si Jorge Álvarez es uno de esos casos en que el maestro es superado por la fama de un prestigioso discípulo, que aprendió buena parte de su método del primero. Pedro de León, el jesuita que vivió su apostolado en las cárceles sevillanas y en el mundo de la marginación de aquella cosmopolita ciudad, lo consideraba como “uno de los maestros más experimentados en este santo ministerio y que más fruto han hecho desde los principios de la Compañía”.

Cuando Jorge Álvarez entró en el noviciado de Granada como jesuita en 1555, y con orígenes familiares humildes —su padre era zapatero de oficio—, ya era sacerdote y licenciado en artes. Además de su período de probación granadino, la mayoría de su vida discurrió en Sevilla. No solamente destacó por la austeridad de vida, que resaltaba el estilo apologista de las hagiografías de Varones Ilustres, sino que al mismo tiempo, sobresalía por sus trabajos entre los delincuentes, además de enfermos y encarcelados, tan habituales en el mundo de la picaresca y del hampa sevillano: “era padre de pobres, amparo de viudas y socorro de necessitados”, como escribía Nieremberg.

Una especialización como operario que le condujo a acompañar al conde de Monteagudo, como asistente en Sevilla, a los distintos presidios de Andalucía, predicando además en las guarniciones y combatiendo con la palabra, lo que se considerada entonces malas costumbres, como los juegos, así como el mal uso del nombre de Dios a través de los juramentos: “hazía ir a los soldados cantando por los caminos la Doctrina Christiana y alabando a Dios en voz alta”. Había sustituido, hacia 1564, en el ministerio de las cárceles sevillanas a Diego López y, posteriormente, Jorge Álvarez fue reemplazado por Juan de Albotodo.

Desde esta especialización de su apostolado, Pedro de León hablaba de sus dotes como confesor “omnipresente: tenía un dominio despótico con los penitentes, si bien dejándolos en libertad”. La práctica del confesionario entre los mencionados maestro y discípulo era a través de las llamadas confesiones simuladas.

León hacía de confesor y Álvarez de penitente.

Un aprendizaje del que no estuvo ausente el buen humor.

Precisamente, acompañado por Albotodo y por Gonzalo Meléndez, Jorge Álvarez trabajó apostólicamente entre los moriscos granadinos, que se hallaban desterrados en Sevilla tras la rebelión de las Alpujarras y el posterior decreto de dispersión. Su papel fue muy destacable en el establecimiento de hospitales y centros asistenciales en el barrio de Triana. Una casa dedicada a los hombres de la navegación, malheridos por su vida en los barcos, o que incluso habían sido maltratados por los soldados.

Hasta los inquisidores sevillanos habían llegado acusaciones contra las carmelitas descalzas recién establecidas en la ciudad y, muy especialmente, contra la madre Teresa de Jesús. Ya los de Córdoba habían reclamado el examen del Libro de la Vida. El clérigo que las había delatado, recibió la confidencia de María del Corro, aunque los inquisidores se percataron que aquellas acusaciones eran fruto de la imaginación enfermiza de esa mujer y que todo era una patraña.

Sin embargo, las visiones que aparecían en el Libro de la Vida, y que ya habían alarmado a los mencionados inquisidores cordobeses, condujo a la conveniencia de que la madre Teresa fuese examinada a través de letrados.

Ella daría cuenta de todo los detalles a través de dos relaciones, de las cuales fueron censores los jesuitas Enrique Henríquez, Rodrigo Álvarez y Jorge Álvarez. Este último era consultor de la Inquisición en el tribunal de Sevilla y desde este papel intervino en el mencionado proceso entre 1576 y 1579. Por su medio, llegó la relación de la madre Teresa hasta Rodrigo Álvarez, calificador para dicho proceso. Ambos jesuitas informaron convenientemente y se llegó al final de la investigación felizmente para las carmelitas.

Jorge Álvarez, operario de acción entre los marginados, también era capaz de atraer abundantes donaciones y socorros monetarios, por lo que Francisco de Borja Medina considera plausible que pudiese llegar a repartir treinta mil ducados en limosnas. La cercanía entre Pedro de León y Jorge Álvarez se prolongó hasta los últimos momentos de su vida, cuando el primero se convirtió en esa noche de Navidad en el director espiritual de un maestro de confesores.

 

Bibl.: J. E. Nieremberg, Firmamento religioso de luzidos astros en algunos claros varones de la Compañía de Jesús, Madrid, María de Quiñones, 1644; E. Llamas Martínez, Santa Teresa de Jesús y la Inquisición española, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Francisco Suárez, 1972, págs. 105-112; P. Herrera Puga, Sociedad y delincuencia en el Siglo de Oro, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1974; P. de León, Grandeza y miseria en Andalucía. Testimonio de una encrucijada histórica (1578-1616), ed. de P. Herrera Puga, Granada, Facultad de Teología, 1981, págs. 194-197 y 601; F. de Borja Medina, “La Compañía de Jesús y la minoría morisca”, en Archivum Historicum Societatis Iesu, 57 (1988), págs. 1-136.

 

Javier Burrieza Sánchez

Relación con otros personajes del DBE

Biografías que citan a este personaje

Personajes citados en esta biografía

Personajes similares