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José Nicolás de Azara y Perera

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Biografía

Azara y Perera, José Nicolás de. Marqués de Nibbiano (I). Barbuñales (Huesca), c. 5.XII.1730 – París (Francia), 26.I.1804. Diplomático, ilustrado, mecenas, coleccionista de arte, aficionado a la arqueología, editor, traductor, literato, bibliófilo y académico.

Nació en el seno de una familia infanzona, segundo hijo del matrimonio formado por Alejandro Azara Loscertales y María Teresa Perera. Fueron sus hermanos: Eustaquio, que llegó a ser obispo de Barcelona; Félix, el conocido naturalista y viajero por el río de la Plata, que era marino e ingeniero militar; Lorenzo, presidente del Cabildo de la catedral de Huesca y maestrescuela de la universidad sertoriana de esa ciudad; Mateo, oidor de la Audiencia de Barcelona; Francisco Antonio, heredero de la Casa, y Mariana, que fue madre de Eusebio —ministro tres veces con Fernando VII—, de Dionisio —cardenal—, y de Anselmo, célebre marino.

El “caballero de Azara”, como se le llegó a conocer en Europa, realizó sus primeros estudios universitarios en la Universidad Sertoriana, obteniendo el título de bachiller en Leyes el 21 de abril de 1749, a la vez que practicaba en dibujo y grabado, inicio de lo que sería su gran afición por las artes en general. Por influencia de Pedro Colón de Larreategui obtuvo una beca en el Colegio Mayor de San Salvador de Oviedo de la Universidad de Salamanca, apareciendo como estudiante ya en el curso 1750-1751. En Salamanca residió durante algo más de diez años. Fue nombrado bibliotecario, lo que le ayudó a orientar, posteriormente, su famosa biblioteca privada. Por recomendación de Colón de Larreategui fue propuesto para una plaza de oficial mayor en la Secretaría de Estado, cuyo titular era a la sazón Ricardo Wall, irlandés al servicio de la Corona española. El nombramiento para ese cargo por el rey Carlos III tiene fecha de 3 de marzo de 1760. En este su primer cargo oficial permaneció cinco años, una preparación orientada hacia la diplomacia, que constituiría su principal ocupación. En la Secretaría de Estado entabló una amistad, que iba a perdurar en el tiempo, con sus compañeros Bernardo Iriarte y Eugenio de Llaguno.

Durante la guerra con Inglaterra y Portugal, como consecuencia del Pacto de Familia entre España y Francia suscrito ante los ataques ingleses a las colonias españolas, apareció en Madrid, en 1762, un escrito anónimo titulado Profecía política, verificada en lo que está sucediendo a los Portugueses por su ciega afición a los Ingleses: hecha luego después del terremoto del año de mil setecientos cincuenta y cinco, un folleto de contenido antiportugués, que, al parecer, fue producto de una traducción hecha conjuntamente por Bernardo de Iriarte y Azara a partir de un impreso francés publicado en 1756.

En 1765, Nicolás de Azara —como le gustaba firmar su correspondencia— editó las Obras de Garcilaso de la Vega, ilustradas con notas, que estaban sin reeditar desde la edición de Lyon de 1658. La edición, anotada por el propio Azara, se imprimió en la Imprenta Real de la Gaceta de Madrid, y tuvo dos reediciones posteriores en aquella centuria, en 1788 y 1796, por el famoso impresor ilustrado Antonio de Sancha.

Su actividad intelectual y de servicio a la Corona por aquellos años mereció la atención de Grimaldi que, al dejar Manuel de Roda —aragonés como Azara— la Agencia General en Roma y ser nombrado ministro de Gracia y Justicia por Carlos III, le envió a ocupar ese puesto a la Ciudad Santa. Así, el 20 de octubre de 1765 fue nombrado agente de Preces, que era el representante oficial de España ante los distintos tribunales y oficinas de la Curia romana para todo lo relativo a bulas, nombramientos y gracias, incluyendo las peticiones de particulares. A ello se añadía el adelanto de los puntos pendientes en la reforma de las relaciones entre el Estado y la Iglesia y la elaboración de informes extraoficiales sobre el gobierno pontificio y la Curia romana, en el contexto de la política regalista practicada por la Corona española.

Azara entró en Roma el 23 de enero de 1766, donde permaneció treinta y dos años, desarrollando una labor diplomática muy activa, además de literaria y de mecenazgo artístico y cultural. Al iniciar su actividad diplomática en Roma se desarrollaba el pontificado de Clemente XIII, con quien Azara, así como con sus sucesores Clemente XIV, Pío VI y Pío VII, mantuvo intensas relaciones e influencia, no siempre exentas de tensiones.

La actividad romana de Azara que transcurre entre el 7 de enero de 1768 y el 28 de diciembre de 1780 puede ser seguida por el inestimable testimonio que constituye su correspondencia confidencial con el ministro Roda —publicada en 1846—, con quien compartía una política reformista y claramente regalista, afirmando la supremacía del poder civil frente al eclesiástico en lo referente a los asuntos públicos. Azara, de hecho, intervino desde su puesto oficial en Roma en los principales contenciosos que surgieron en las relaciones entre la Corona española y la Iglesia o en otros episodios de la política romana, como la expulsión de los jesuitas de los territorios de la Corona, la polémica causa para la beatificación del venerable Juan de Palafox, el episodio del llamado Monitorio de Parma, la intervención de Azara entre bastidores en el apasionado cónclave para la elección de Clemente XIV o la disolución de la Compañía de Jesús.

En ese entramado de polémicas y complejas relaciones, surgió un conflicto de funciones y de canales adecuados de intermediación entre Tomás Azpuru, embajador de España ante el Papa, y Azara, como agente de Preces. Azara fue un firme defensor desde su puesto en Roma de la extinción de la Compañía de Jesús, a la que consideraba como una amenaza para la monarquía, tal como atestigua su correspondencia con Roda. Su capacidad para moverse con astucia en una Corte romana intrigante y con usos frecuentes de nepotismo, unido a su estilo de sátira mordaz, le granjeó prestigio pero también muchas animadversiones, dualidad de actitudes respecto a su persona que le acompañaría toda la vida.

En noviembre de 1771, Azara empezó a desempeñar también el cargo de agente de Preces de Parma en Roma. Azpuru dimitió del ministerio en la Sede romana en enero de 1772 y Grimaldi, por entonces secretario de Estado, propuso a José Moñino como nuevo embajador.

A Azara se le concedió la cruz de caballero pensionado de la nueva Orden de Carlos III, fundada en septiembre de 1771, como cierta muestra de que gozaba del favor real. Entre Moñino y Azara se dio coincidencias de puntos de vista y actitudes en la política regalista y frente a los jesuitas. Por presión de los reyes de España, Francia, Portugal y Nápoles, el papa Clemente XIV firmó la breve de extinción de la Compañía de Jesús, Dominus Redemptor noster, que se hizo pública el 16 de agosto de 1773, aunque estaba fechada el 21 de julio. Como recompensa por sus gestiones, José Moñino recibió el título de conde de Floridablanca, y Azara fue nombrado consejero de Hacienda, aunque sin sueldo.

En el otoño de 1773, con mayor tranquilidad en su puesto romano, realizó un viaje a Parma, donde visitó al famoso impresor Giambattista Bodoni, ya por entonces al frente de la Stamperia Reale, con el que iba a mantener una colaboración fructífera. En su viaje de regreso a Roma, a su paso por Florencia en enero de 1774, posó para su amigo el pintor neoclásico Antonio Rafael Mengs, que realizó un retrato de José Nicolás de Azara con un libro en las manos.

En junio de 1774, Azara partió de Roma hacia España con una licencia de tres meses, que fue renovada sucesivamente, hasta junio de 1776. En diciembre de 1774, fue nombrado académico honorario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Cuando finalizó su vida, había sido nombrado, además, miembro de las Academias de la Historia, de San Luis de Zaragoza, de San Carlos de Valencia, San Lucas de Roma y Columbaria de Florencia.

Durante su estancia en España de 1774 a 1776, Azara se encargó de corregir y editar, con notas de cierta erudición científica, la Introducción a la historia natural y a la geografía física de España del naturalista irlandés Guillermo Bowles, que se publicó en Madrid en 1775. De hecho, él sentía gran afición a las artes industriales; así, en nota a Bowles, le da noticia de un invento suyo para el barnizado de la cerámica, hizo progresos en la fabricación de punzones metálicos y en fundición de letras, señaló la procedencia española del pórfido hallado en ruinas romanas por la identificación del grano; también en nota a Bowles da ideas sobre el platino, todavía no generalizado por entonces, y a él se debe la adquisición de los planos del ingeniero francés Montalambert, que logró adquirir al empezar la formación de lo que sería el Museo del Ejército. En aquel año de 1775 se le asoció al nombramiento de consejero de Hacienda el sueldo correspondiente.

Azara volvió a Roma en agosto de 1776, siendo ya papa Pío VI desde febrero de 1775. En el otoño de 1776, Floridablanca fue nombrado secretario de Estado, en sustitución de Grimaldi, que fue nombrado embajador en Roma como una especie de retiro honroso.

De agosto a diciembre de 1776, Azara ocupó el cargo de encargado de Negocios en la embajada de Roma, y desde enero de 1777, tras la ida de Floridablanca, hasta enero de 1778, con la llegada de Grimaldi como embajador un mes antes, Azara fue interino del cargo. Durante este ministerio interino tuvo que bregar con el complicado y duradero asunto de la beatificación de Palafox, sobreentendida como la ratificación de la extinción de la Compañía de Jesús.

Ante los avatares de la polémica, Azara transformó la memoria confidencial que había entregado al Papa acerca de la Congregación de Ritos en una denuncia pública, publicada en Roma con fecha 18 de febrero de 1777, con el título de Reflexiones del Sr. Dn. Joseph Nicolas Azara, agente y proministro del Rey Catolico en la Corte de Roma sobre la general congregación que se tuvo en el palacio vaticano en presencia del Papa Pio VI, sobre las virtudes en grado heroico del venerable Sr. Dn. Juan de Palafox, dia 28 de enero de 1777. Esta publicación tuvo rápida y gran difusión, tanto manuscrita como impresa, hecha por impresores suizos e italianos.

Pese al papel activo que Azara jugó en la extinción de la Compañía de Jesús, sin embargo, no fue óbice para que, desde el ejercicio de sus cargos públicos e influencias ayudase a muchos de los ex jesuitas expulsos y residentes en Italia, gran parte de ellos importantes eruditos con influjo no sólo en España e Italia, sino también en otros países europeos, con recomendaciones a Madrid para la obtención de pensiones dobles o ayudas extraordinarias, como fue el caso para Lampillas, Eximeno, Conca y Gilis, o en el caso de Masdeu, ayudándole a pagar sus deudas por la impresión de la Historia crítica de España y de la Cultura española. Caso especial fue el del ex jesuita Arteaga, uno de los principales teóricos de la estética de la Europa ilustrada, autor de Investigaciones filosóficas sobre la belleza ideal, que bajo la protección de Azara llegó a ser su secretario, al cuidado de su importante biblioteca particular. Arteaga dedicó a su protector su tratado Le rivoluzioni del teatro musicale italiano, y le acompañó cuando fue destinado a París, donde el ex jesuita murió. Azara ejerció también el mecenazgo con autores italianos, como Casti y J. Bautista Rosi, que le nombró testamentario a su muerte, y llevó a cabo ciertas funciones de dirección sobre los pensionados españoles de artes en Roma, como atestigua Leandro Fernández de Moratín en su crónica de viaje por Italia.

Una de las grandes aficiones del aragonés fue la arqueología y el coleccionismo clásico. En 1777 realizó una excavación en la villa Paretti, en la que se recuperaron una serie de pinturas murales, y en la villa de Negroni unas estatuas griegas. Sus trabajos dieron como resultado, entre otros, el hallazgo de la Venus Esquilina. En 1779, excavó en Tívoli, en la antigua villa de los Pisones, en unión del príncipe de Santa Croce, hallando el famoso busto de Alejandro Magno, actualmente en el Louvre, que regaló en 1803 a Napoleón Bonaparte, por entonces primer cónsul de la República francesa.

Llegó a reunir una colección de unos setenta bustos greco-romanos, que en 1801 regaló al rey Carlos IV, exhibidos actualmente en el Museo del Prado y en la Casita del Labrador de Aranjuez. Como coleccionista e ilustrado, Azara llegó a poseer una biblioteca que reunía unos veinte mil volúmenes, y en el catálogo publicado por Iturri al ser vendida en 1806 se habla de magníficas obras, ediciones príncipes de los siglos XV y XVI, de autores griegos y latinos.

Su colección de pintura, ofrecida también a Carlos IV, la formaban cuadros de Velázquez, Murillo, Ribera, Sánchez Coello, y más de cincuenta obras de Mengs, entre cuadros, miniaturas, esbozos, dibujos a lápiz y en tinta china. En su palacio de Roma reunió, asimismo, una importante colección de porcelanas, sobresaliendo las japonesas, dispersadas a su muerte. Sus aficiones artísticas las compartía con el papa Pío VI, quien le hizo su consejero para la organización del Museo Pío Clementino, que había iniciado Clemente XIV.

Tras la llegada de Grimaldi a Roma como embajador, debido a las enfermedades y frecuentes ausencias de éste, Azara le suplió y en los años 1779 y 1780 llevó a cabo la reforma de la Agencia de Roma, con el fin de conseguir un único canal para las expediciones españolas de Roma.

En mayo de 1779 murió el pintor Antonio Rafael Mengs en la ciudad papal, y Azara sostuvo a la familia de su amigo, empezando a ordenar los cuadernos manuscritos del pintor, que acabarían siendo publicados en 1780 en Madrid en la Imprenta Real de la Gazeta con el título de Obras de D. Antonio Rafael Mengs, primer pintor de cámara del Rey, editadas por Azara desde Roma, con una extensa noticia de la vida y obras de Mengs, y con comentarios de estética, con la colaboración de Eugenio de Llaguno desde Madrid. La edición italiana de esta obra fue traducida por el historiador de la arquitectura Francesco Milizia e impresa en Parma por Bodoni, ambos amigos de Azara. La obra tuvo una gran difusión en toda la Europa culta.

En 1782 se publicó la segunda edición de la Introducción a la historia natural y a la geografía física de España de Bowles, precedida en esta ocasión de unos “Artículos de Cartas de Don Joseph Nicolas Azara, que servirán de Prólogo”. De esta edición se hizo una traducida al italiano por Milizia y publicada en 1783. En noviembre de aquel año, Nicolás de Azara fue nombrado consejero honorario de Estado y en diciembre de 1784, al renunciar Grimaldi a la embajada de Roma, fue nombrado embajador, manteniéndole la responsabilidad de la Agencia de Preces. Con tales cargos, desde su residencia en el palacio de la embajada española, controlaría la jurisdicción exenta del llamado cuartel de Piazza di Spagna, habitada por unos catorce mil romanos, y ejercía la máxima autoridad sobre una colonia española de unos tres mil individuos.

En agosto de 1789, Azara organizó en la iglesia de Santiago de los Españoles de Roma las honras fúnebres en honor del fallecido Carlos III, pronunciando una Oración fúnebre que insertó en la Relación de las exequias, una lujosa edición con grabados de la que editó quinientos ejemplares. Ya antes de la muerte del Rey, el nombre de Azara sonaba por los salones madrileños de poder como un personaje político influyente, como posible sustituto de Floridablanca en la Secretaría de Estado, tal como se lee en un testimonio del representante austríaco en Madrid, Kageneck.

En 1790, se publicaron en la Imprenta Real de Madrid los cuatro volúmenes de la Historia de la vida de Marco Tulio Cicerón. Traducida por Don Joseph Nicolas de Azara, a partir de la History of the Life of Marcus Tullius Cicero, publicada en 1741 por Middleton, bibliotecario de la Universidad de Cambridge.

En la última década del siglo fue muy fructífera la colaboración de Azara con el impresor Bodoni en Parma. Ya en 1788, por influencia del aragonés, Bodoni imprimió la obra de Aurelio Prudencio, y en 1791 fundó su propia imprenta, a la vez que continuaba al frente de la Stamperia Reale parmesana. Fruto de esta colaboración resultaría la serie de clásicos grecolatinos, costeada por Azara y primorosamente impresos por Bodoni, auténticos libros de lujo para bibliófilos, con tiradas que no superaban los trescientos ejemplares. En 1791, con la ayuda filológica de los abates Arteaga, Fea y Visconti, se editaron las obras de Horacio. En 1793, las obras completas de Virgilio, en texto preparado por E. Q. Visconti siguiendo la edición del alemán Heyne. En 1794, las obras de Catulo, Tibulo y Propercio en un volumen al cuidado de Arteaga. La última colaboración entre Azara y Bodoni fue la edición póstuma, en 1795, de La Religion vengée. Poeme en dix chants, dedicado a Luis XVI, obra de su amigo el cardenal Bernis, apartado de la embajada de Francia en Roma por la Revolución y muerto en noviembre de 1794.

A lo largo de su vida Azara escribió varios trabajos literarios, entre ellos, unas memorias críticas sobre Juan de la Cueva, los Anales de Zurita y la Crónica de los Reyes Católicos de Pérez del Pulgar; un elogio en verso de Pizarro dedicado a Grimaldi; sobre la vida del marqués de Santillana; comentarios sobre la Araucana; un discurso sobre la Historia de la Marina española; unas memorias de carácter artístico sobre Segovia, sobre la iglesia de San Felipe el Real y las fuentes del Prado; acerca de los mosaicos descubiertos en las excavaciones de villa Adriani; sobre el pintor Guillermo Mesquida; sobre las ruinas de Herculano y Pompeya; sobre pintores y la pintura francesa; crónicas históricas sobre Isabel de Inglaterra, María Estuardo y Juana Grey; sobre Carlos II de Inglaterra, el Gran Capitán y Antonio de Leiva; sobre la política de Carlos V; acerca de las relaciones entre Enrique IV y la Santa Sede, o sobre el padre Feijoo.

Con los acontecimientos revolucionarios en Francia y las consecuencias posteriores en Italia, cambió la pacífica vida de Azara. En los primeros años revolucionarios, en tanto que embajador de su Majestad Católica el rey de España, prestó su protección en Roma a las tías de Luis XVI, conocidas por las Mesdames de France, refugiadas en Roma desde 1791. El asalto a las Tullerías y la deposición de Luis XIV en agosto de 1792 provocaron la ruptura de relaciones entre París y Roma, y toda una serie de convulsos acontecimientos se fueron precipitando en Italia. En el tumulto popular en el Corso de Roma en enero de 1793, que causó la muerte de Hugo de Basville, secretario de la legación de la República Francesa en Nápoles, Azara protegió como pudo a los artistas pensionados franceses de las iras de la plebe romana. Con la firma del Tratado de Paz de Basilea entre España y la República Francesa el 22 de julio de 1795, los franceses aceptaron la mediación de España entre la República y los Estados italianos, con lo que Azara, como embajador español en Roma, jugaría un papel destacado.

Con motivo de la concesión a Godoy del título de príncipe de la Paz, a Azara le convirtieron su plaza honoraria de consejero de Estado en plaza retribuida. Por aquellas fechas, el diplomático aragonés creía en las capacidades de Godoy, tal como escribe en carta a Bernardo de Iriarte.

En marzo de 1796, Bonaparte tomó el mando del ejército francés en el norte de Italia y, posteriormente, decidió apoyar a los revolucionarios italianos, ante lo que el gobierno papal se sintió amenazado. Pío VI, que había despreciado la mediación española, solicitó entonces la mediación del caballero Azara, que lo aceptó siguiendo las directrices de Madrid. El 7 de junio de 1796, tuvo su primer encuentro con Bonaparte, y el 23 de junio se firmó el armisticio en Bolonia. El incumplimiento francés de aquel armisticio llevó a un segundo tratado, firmado por Napoleón Bonaparte y Azara el 1 de julio, por el que Bonaparte se comprometía a evacuar sus tropas de la Romaña y a deponer las exacciones recibidas de aquella provincia en manos del mediador Azara. Al regreso de éste a Roma, Pío VI le nombró caballero romano y mandó acuñar una medalla —JOSEPHUS NICOLAUS AZARA EQUES HISPANUS / PRAESIDIUM ET DECUS ROMAE MDCCXCVI—. Antonio Canova modeló en escayola una estela en honor de Azara, que, luego, no traspasó a mármol, indignado por las que consideraba duras condiciones del armisticio. Tras la política de Bonaparte de impulsar el nacimiento de repúblicas hermanas en el norte de Italia, Roma se resistió a firmar una paz definitiva, culpando a Azara del fracaso de las negociaciones que se habían llevado a cabo en Florencia. Además, al conocerse la firma del Tratado de San Ildefonso entre España y la República Francesa, se empezó a ver a los españoles y, en concreto a Azara, como aliados de los franceses, que quisieran despojar a Roma de sus dineros y obras de arte e imponer una retractación. En Roma calumniaron e insultaron a Azara; Nápoles también actuó en contra suya, y su prestigio quedó arruinado. El Papa le llegó a escribir que no regresase a Roma, porque su vida peligraba.

Por parte de los franceses, sin embargo, recibió muestras de consideración, y Bonaparte le envió una carta de reconocimiento, desterrado en Florencia, en la que le atribuía el mérito de la paz, carta que el aragonés hizo publicar en la Gazeta Universal de Florencia para que se conociese en toda Italia.

Tras los levantamientos republicanos en Roma de diciembre de 1797, se iba agotando el tiempo del gobierno papal. Las tropas del general Berthier invadieron el Estado Pontificio, y el caballero Azara medió una vez más, para intentar salvar en lo posible al Papado y su Estado, inspirando un gobierno de tendencia moderada, aunque, a la postre, el Papa fue destronado, hecho preso y desterrado, y el 15 de febrero de 1798 se proclamó una nueva República Romana. Azara, con amargura, abandonó Roma, a la que en palabras suyas consideraba su segunda patria y donde había transcurrido la mitad de su vida. En su camino de regreso, fue a Siena a entrevistarse con Pío VI, se puso en relación con los cardenales dispersos y colaboró en dejar arreglada la convocatoria de un cónclave que evitase un cisma en la Iglesia. En Florencia, recibió la notificación de su nombramiento como embajador español en París, por parte del Gobierno de Godoy. El 21 de abril, Azara partió de Florencia, dejando con preocupación, por la inestabilidad reinante, a su amante la princesa de Santa Croce.

El 29 de mayo de 1798, José Nicolás de Azara fue recibido como enviado extraordinario —fue nombrado embajador el 11 de junio de 1799— por el Directorio ejecutivo en audiencia pública. En su discurso de presentación se mostró como un firme partidario de la alianza hispano-francesa, siendo entendido por algunos como pieza acusatoria de su entrega y adulación al Directorio. En esta primera embajada de Azara en Francia el principal asunto que negoció fue su mediación en el logro de una paz entre la República Francesa y Portugal, lo que también interesaba a España. Por otra parte, Azara, desde París, fue uno de los principales oponentes a que Pío VI, tras ser expulsado de Roma, se asilase en España, como había propuesto el Directorio, temiéndose que su presencia pudiese provocar alguna subversión religiosa en oposición a la política exterior del Gobierno.

Azara tuvo cierta intervención en la política interior francesa en lo referente al golpe de Estado del 30 de Prairial (18 de junio de 1799), desquite de las cámaras legislativas frente al que consideraban poder absoluto de un Directorio ejecutivo. En concreto, colaboró en un plan de Sièyes para realizar un golpe de Estado republicano moderado (“monárquico” constitucional, según dice Azara en sus memorias) dirigido por el general Joubert, con el que Azara también mantuvo contactos, y en el que el aragonés habría de desempeñar el papel de enlace entre los ejércitos de Alemania e Italia, pero la muerte de Joubert en combate frustró los planes. El caballero, como embajador en París, colaboró también estrechamente con Talleyrand, al que le unió gran amistad hasta su muerte. Asimismo, hizo gestiones para rescatar a los agentes diplomáticos franceses de Turquía o maniobró para salvar la ruina del crédito francés a consecuencia de un pánico en la Bolsa.

En agosto de 1799, Azara recibió la notificación de su cese como embajador en París, teniendo como causa de fondo las diferencias personales entre Azara y Urquijo, por entonces secretario de Estado, al que el Directorio consideraba de tendencia pro inglesa y, también, la desconfianza de la Corte madrileña hacia un embajador como era Azara tan inmiscuido en la política interna del Directorio. El aragonés permanecería en París aún varios meses, entrevistándose antes de su marcha con Bonaparte, recién regresado de Egipto.

En noviembre de 1799 ya estaba Azara en Barcelona, donde residió hasta mayo de 1800, cuando se trasladó a su pueblo natal de Barbuñales. Desde Barcelona envió una larga carta al Príncipe de la Paz, alejado por entonces del Gobierno, en la que se alineaba claramente junto al partido de Godoy. Fue en aquellos años cuando escribió unas memorias sobre su mediación entre Roma y la República Francesa y acerca de la época de su embajada en París ante el Directorio.

Tras la caída de Urquijo en diciembre de 1800, Azara fue nombrado de nuevo embajador en París. A principios de febrero de 1801, llegó a Aranjuez, donde se encontraba la Corte por entonces, y fue recibido con grandes muestras de deferencia por los reyes Carlos IV y María Luisa, a la que regaló parte de su colección de camafeos. Se le concedió la Gran Cruz de la Orden de Carlos III, de la que ya era Caballero, que la misma Reina le impuso. El Caballero llegó a París en marzo, mientras en Madrid, Luciano Bonaparte y Godoy, nombrado generalísimo de los ejércitos aliados, negociaban el momento y alcance de la invasión de Portugal, a la vez que el desarrollo de los preliminares de San Ildefonso. Azara, por su intervención en el asunto del reino de Etruria, en ocasión del canje de Parma por la Toscana, recibió el título del marquesado de Nibbiano.

Tras la guerra de las Naranjas en Portugal y la firma del Tratado de Badajoz, que no satisfizo a Bonaparte por insuficiente, la Corte de Madrid planteó a Francia unas exigencias en el sentido de que se respetasen los objetivos de la guerra que habían acordado. Azara no compartió esta política, defendiendo el contemporizar con Francia, actitud de transigencia que llevó a que perdiese su crédito en la Corte madrileña, como lo atestigua el que Godoy, en carta a Carlos IV de 16 de agosto de 1801, le denominase “aquel cadavérico embajador”.

A principios de 1802, a petición de Bonaparte, fue nombrado plenipotenciario español ante las negociaciones de Amiens. Con la Paz de Amiens, acordada entre Gran Bretaña y la República Francesa con sus dos aliados, España y la República Batava (las Provincias Unidas), firmada y ratificada en marzo y abril, España perdía definitivamente Trinidad, pese a lo cual Azara la consideró beneficiosa para los intereses españoles. Mas esa pérdida no hizo sino aumentar la desconsideración que hacia él había ya en la Corte madrileña. Formalmente Nicolás de Azara continuó ejerciendo el cargo de embajador en París, pero sin gozar de la confianza de su Gobierno.

El siguiente asunto espinoso que tuvo que tratar fue el del tratado de subsidios que obtuviese el reconocimiento francés de la neutralidad española y la no aplicación del tratado de San Ildefonso. España obtendría la neutralidad a cambio de un abultado subsidio de millones de libras, que a Madrid le pareció excesivo y planteó la no vigencia del tratado de San Ildefonso. Talleyrand expresó a Azara la alternativa entre la guerra con Francia o el pago del subsidio. En aquellas circunstancias, con un juego de negociaciones cruzadas entre varios elementos, el descrédito del aragonés ante los Reyes, convencidos de que estaba colaborando con los planes de Bonaparte, era muy grande. Marginado Azara, envió su dimisión a Madrid, alegando razones de salud, el 18 de agosto de 1803. Pese a ello, siguió negociando el Tratado de subsidios, que finalmente se firmó en París el 22 de octubre de 1803. España se comprometió a pagar seis millones de libras mensuales a cambio de la neutralidad en el conflicto entre la República Francesa e Inglaterra, sin hacer mención de convenio comercial alguno.

El 19 de noviembre se mandó a Azara su destitución como embajador en París. En esta ocasión, Bonaparte no puso ningún reparo, aunque mostró solicitud por él, regalándole su retrato con una caja de brillantes y cien mil francos, a la vez que pedía a Godoy que se le pagase el sueldo de su plaza de consejero de Estado. La intención de Azara era volver a Roma a vivir allí los años que le restasen de vida y gozar de sus propiedades. No pudo cumplir este deseo, pues cayó enfermo y murió en París el 26 de enero de 1804. Bonaparte ordenó su entierro en la capital francesa con gran aparato y también la publicación de una “Notice”, redactada por Bourgoing con el título Noticia histórica sobre el caballero Don José Nicolás de Azara, en la que se lee: “Hay hombres que por el puesto que han ocupado, por el movimiento que dieron a las artes y ciencias, y por las memorias que han dejado, pertenecen a la Europa tanto como a su patria”.

Hay retrato de José Nicolás de Azara, al óleo, por Antonio Rafael Mengs, de 1774. Este retrato fue reproducido en grabados de Domenico Cunego. Hay otro retrato grabado por Pietro Leoni Bombelli. En grabados póstumos de Amills y Batanero se representa su busto, obtenido de la pintura de Mengs. Se conserva también un busto suyo hecho en mármol de Carrara por el escultor Bover, otro fundido en bronce debido a Weston y, también, otro pequeño de Volpato en terracota. Se conocen una miniatura de su retrato, posiblemente de la mano de Ana María Mengs, esposa del grabador Salvador Carmona, y un retrato grabado en camafeo por Pickler.

 

Obras de ~: Profecía política, verificada en lo que está sucediendo a los Portugueses por su ciega afición a los Ingleses: Hecha luego después del terremoto del año de mil setecientos cincuenta y cinco, Madrid, Imprenta de la Gaceta, 1762; Obras de Garcilaso de la Vega, ilustradas con notas, Madrid, Imprenta Real de la Gaceta, 1765 y 1788; Obras de D. Antonio Rafael Mengs, primer pintor de cámara del rey, publicadas por don José Nicolás de Azara, Madrid, Imprenta Real de la Gaceta, 1777; Reflexiones sobre la beatificación de D. Juan de Palafox por José Nicolás de Azara. Roma, 18 febrero 1777 (inéd.), Biblioteca Nacional (BN), mss. 11034; Reflexiones de D. Josef Nicolás de Azara [...] sobre la general Congregación que se tuvo en el Palacio Vaticano, en presencia del Papa Pío VI, sobre las virtudes en grado eróico del Ve. D. Juan de Palafox, el día 28 de enero de 1777, Madrid, 1779, 4.º Copias BN ms. 12930/5, 20343/35; Bibl. Real Academia de la Historia 24. 5 B. 131; BN ms. 11034, fol. 1-33. Firenze, presso Francesco Pisoni, 1779, 8u, 40 págs.; traducido al italiano por el P. Antonio Eximeno; otra copia, Biblioteca de la Embajada de España cerca de la Santa Sede, 92; Traducción prolongada y anotada de la Introducción a la Historia Natural y Geografía física de España, por Guillermo Bowles, Madrid, Imprenta Real, 1782 y 1789; Aurelii Prudentii. Opera omnia. Edición de J. N. de Azara, Parma, Parmae ex regio tipographo, 1788, 2 vols.; Elogio fúnebre de Carlos III [en castellano e italiano], Parma, Imprenta Marcos Pagliarini, 1789; Relación de las exequias celebradas en la Iglesia de Santiago de Roma, en memoria de Carlos III, siendo Ministro Plenipotenciario Don Nicolás de Azara, Roma, 1789 (inéd.); Historia de la vida de Marco Tulio Cicerón, de Conyers Middleton. Traducida por don Joseph Nicolas de Azara, Madrid, Imprenta Real, 1790, 4 vols.; Q. Horatii Flacii Opera, Parma, Ex Regio Typographeo, 1791; P. Virgilii Maronis Opera, Parma, In Aedibus Palatinis, 1793, 2 vols.; Catulli, Tibulli Propertii Opera, Parma, In Aedibus Palatinis, 1794; Minutas de cartas de Don José Nicolás de Azara, Embajador en Roma al Príncipe de la Paz, sobre la campaña de Bonaparte en Italia y sucesos de entonces, fechadas algunas en Roma y la mayor parte en Florencia en 1796-1797 (inéd.), Archivo del Ministerio de Negocios Extranjeros de París; Carta del Embajador de España en París al Presidente del Directorio de Francia, sobre la alianza de España y Francia contra Inglaterra. París, 24 julio 1799 [texto en francés] (inéd.), BN mss. 10819/1; Carta al Príncipe de la Paz sobre política exterior. En Barcelona a 26 de octubre de 1799 (inéd.), BN mss. P.V.C. 10, n.º 59; Carta de José Nicolás de Azara a Don Pedro Cevallos, sobre la Paz de Amiens y su gestión diplomática. París, 10 noviembre 1803 (inéd.), BN mss. 10819/2; El espíritu de D. José Nicolás de Azara, descubierto en su correspondencia epistolar con Don Manuel de Roda, Madrid, Imprenta de J. Martín Alegría, 1846; Recuerdos o Memorias originales de la mano del mismo célebre español Don ~ Representante de España en Roma en el último tercio del siglo XVIII, y en París en los primeros años del xix, BN mss. 20121; Revoluciones de Roma que causaron la destitución del Papa Pío VI como soberano temporal, y establecimiento de la última República Romana, así como la conquista de aquella parte de Italia por Napoleón, y relación de la política de España y de los sucesos de Francia posteriores a estos acontecimientos. Memorias originales del célebre diplomático y distinguido literato español el Excmo. Sr. D. José Nicolás de Azara [...] obra póstuma que publica el Sr. D. Agustín de Azara [...], Madrid, Imprenta de Sanchiz, 1847, t. in 4.º, VIII.

 

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Alejandro Diz

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