Llorente, Mariano. Valencia, 4.I.1752 – Bolonia (Italia), 18.V.1816. Jesuita (SI) expulso secular, americanista y apologista de la historia de España.
Hijo de Antonio Llorente, procurador de los juzgados civiles inferiores de la ciudad de Valencia, ingresó en la Compañía de Jesús el 5 de febrero de 1766, en el noviciado de Torrente (Valencia). En las Matrículas de los expulsados en 1767 aparece como novicio de la provincia de Aragón. Por dejar la Compañía, son pocas las noticias de su vida en Ferrara. Hervás resumía en 1793: “en 1767, salió de España, y estudió Retórica, Filosofía y Teología. Recibió el orden sacerdotal y reside en Ferrara”.
Llorente es uno de los escritores más jóvenes de entre los jesuitas expulsos valencianos (llevaba sólo un año dentro de la Compañía cuando le llegó la expulsión) y, en Italia, estuvo ligado ideológicamente al grupo de Juan Andrés (en 1815 le dedicó a Antonio Pinazo, ayudante de Juan Andrés en Mantua, su obra Ricerche storico-apologetiche del Principe D. Carlo), con su deseo característico de agradar al poder madrileño, e incluso de desvincularse de los lazos jesuíticos y sin ningún interés por ingresar en la restaurada Compañía después de 1804. Llorente se secularizó no sólo “por no tener congrua a tiempo de ordenarse, con dolor de no completar su vocación”, como apunta Fuster.
No es exacta la afirmación de Batllori de que Llorente “comenzó su actividad como publicista solo después de la ocupación de las Legaciones por Bonaparte en 1797”, pues Hervás, asentado en Roma, estaba enterado en 1793 de la ocupación literaria de Llorente, a pesar de residir en Ferrara desde 1768, y le reseñó cuatro escritos.
Empezó traduciendo al italiano el Viage fuera de España de su paisano Antonio Ponz, dedicada a Godoy, según Hervás (“El señor Llorente, deseando honrar su traducción con el nombre del Excmo. señor duque de la Alcudia, se dirigió inmediatamente a su excelencia significándole sus deseos, a que la novilísima generosidad del dicho señor duque correspondió aceptando la dedicatoria de la traducción, y al mismo tiempo premiando al traductor, que publicará su obra en mayo del 1794”). En efecto, estas buenas relaciones con el poder madrileño animaron a Llorente a solicitar abiertamente, el 15 de septiembre de 1796 en carta desde Ferrara, permiso para regresar a la patria junto con su inseparable amigo desde hacía veinticinco años Francisco Javier Cuartero, cosa que no logró hasta 1798, cuando Godoy permitió retornar a todos los exjesuitas. Residió en Valencia hasta 1801, en que volvió a ser expulsado, empleándose como secretario en casa de la marquesa de Nules.
A principios de 1794 el padre Luengo anotó la concesión de la pensión doble a Mariano Llorente, por la traducción del Diario de Ponz, cuando todavía no se había publicado. Considera injustificado este galardón y fruto de las relaciones del clan de los aragoneses (Azara y Juan Andrés) y del agradecimiento personal de los políticos madrileños.
Contra los reparos acerca de la colonización española de América propalados, sobre todo, por Raynal, Robertson y De Pauw, publicó un Saggio apologetico degli storici e conquistatori spagnuoli dell’America (1804), opúsculo erudito en el que confuta la maledicencia de los enemigos de España, y el mismo epíteto aparece en su Ricordo storico-apologetico [...] del principe Don Carlo [...] (1815), apología oportuna, pues hacía unos años que circulaba por Europa la versión del Don Juan de Schiller (1759-1805), calificada por Fuster como “breve pero erudita apología en la que rechaza a los detractores que, odiando a Felipe II, le ponen la mancha de haber hecho matar a su hijo el príncipe Don Carlos”.
Al final de su vida, Llorente pareció adaptarse a los nuevos aires políticos antirrevolucionarios y el mismo año del Congreso de Viena (1815), apareció su Storia d’un filosofo disingannato, de un “philosophe” desengañado de la Revolución Francesa y de sus consecuencias. Utilizando la forma de avisos de un padre a su hijo, en dieciocho cartas, intentó sacar a un filósofo de los errores de la incredulidad y llevarlo a la verdadera religión cristiana. Dejó manuscritas poesías latinas y unos trabajos sobre los terremotos, sobre aritmética y sobre el compás de perfección.
En resumen, el espíritu adulador de Llorente respecto a los políticos madrileños se nota en los títulos de sus traducciones. Es el mismo deseo de complacer a los políticos españoles que había llevado a Antonio Conca a traducir los viajes interiores de Ponz (Descrizione Odoperica, 1793-1797), el que lleva simultáneamente a Llorente a traducir al italiano el Delincuente honrado de Jovellanos y los Viages fuera de España de Ponz, omitiendo los parajes que rebajan el mérito de algún pueblo o provincia, lo cual, evidentemente, desmerece la referida traducción. Llorente, desligado de la Compañía, es un claro apologista de la historia de España, pero sin la garra de un Llampillas ni siquiera de Tomás Serrano, quizá por ser demasiado condescendiente con el poder y no tener excesivo espíritu de trabajo.
Concluyendo, desde el exilio y bajo los auspicios del conde de Floridablanca, un grupo particular de jesuitas expulsos participaron en la polémica del Nuevo Mundo llevando a cabo una vigorosa defensa del colonialismo español. Mediante sus apologías, Mariano Llorente, lo mismo que Ramón Diosdado, Antonio Julián y Juan Nuix, verdaderos nacionalistas españoles, procuraron la recuperación de la memoria de la conquista americana, una rememoración heroica impregnada de valores católicos y conservadores, olvidos y distorsiones. Defendiendo a España de las acusaciones vertidas por los ilustrados extranjeros a finales del siglo XVIII, los jesuitas diferenciaron y exaltaron el pasado español frente a las potencias europeas, deformando, asimismo, la figura de Bartolomé de Las Casas, convertido en traidor antiespañol.
Obras de ~: Viaggi fuori di Spagna [...], Venezia, 1794, 2 vols.; Saggio apologetico degli storici e conquistatori spagnuoli dell’America, Parma, L. Mussi, 1804; Ricerche storico-apologetiche sulla prigionia é morte del Principe D. Carlo, figlivolo di Filippo secondo, Re di Spagna, Venezia, Andrés Santini, 1815; Storia d’un filosofo disingannato, Venezia, 1815; [Traducción italiana de la comedia del señor consejero real D. Gaspar de Jovellanos, titulada, El delincuente honrado]; Tratado de aritmética; Tratado sobre el compás de perfección.
Bibl.: M. Luengo, Diario de la expulsión de los jesuitas de los Dominios del Rey de España, al principio de sola la Provincia de Castilla la Vieja, después más en general de toda la Compañía, aunque siempre con mayor particularidad de la dicha provincia de Castilla, t. XXVIII, s. l., 1794, págs. 195-203; R. Diosdado Caballero, Bibliothecae scriptorum Societatis Jésus. Supplementa, vol. II, Roma, 1816, pág. 58; J. P. Fuster, Biblioteca valenciana de los escritores que florecieron hasta nuestros días, con adiciones y enmiendas a la de don Vicente Ximeno, vol. II, Valencia, 1827, pág. 384; C. Sommervogel, Bibliothèque de la Compagnie de Jésus, vols. IV y XI, Bruxelles - Paris, Oscar Schepens - Alphonse Picar, 1890, col. 1878 y col. 598, respect.; J. E. Uriarte, Catálogo razonado de las obras anónimas y seudónimas de autores de la Compañía de Jesús pertenecientes a la antigua Asistencia española, Madrid, Est. Tipográfico Sucesores de Rivadeneyra, 1904-1916, págs. 1973, 1994 y 2102; M. Batllori, “Llorente, Mariano”, en Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús, Madrid, Universidad Pontificia de Comillas, 2001, pág. 2152; A. Astorgano Abajo, “La Biblioteca jesuítico- española de Hervás y Panduro y su liderazgo sobre el resto de los ex jesuitas”, en Hispania Sacra, 112 (2004), págs. 171- 268; L. Hervás y Panduro, Biblioteca jesuítico-española, ed. de A. Astorgano, Madrid, Libris Asociación de Libreros de Viejo, 2007, págs. 626-627; N. Soriano Muñoz, “Tiempo de memoria, olvido y manipulación: los jesuitas españoles expulsos y la vindicación de la conquista de América”, en Manuscrits: Revista d'història moderna, 31 (2013), págs. 137-162.
Antonio Astorgano Abajo