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Benito María de Moxó y Francolí

Biografía

Moxó y Francolí, Benito María de. El Filósofo de los Andes. Cervera (Lérida), 10.IV.1763 – Salta (Argentina), 11.IV.1816. Benedictino (OSB), sacerdote y político, arzobispo de Charcas.

Descendiente de una noble familia catalana, sus estudios de primeras letras le fueron impartidos por los monjes benedictinos en Barcelona. Estudió Artes y Filosofía en la Real y Pontificia Universidad de Cervera.

En 1778 se ordenó como monje benedictino en Bañolas y se le asignó el monasterio de San Cugat del Vallés. Entre 1784 y 1788 residió en Roma, ciudad a la que se le envió en misión oficial de su Orden. Durante esta estancia aumentó su pasión por las Humanidades y entabló amistad con intelectuales jesuitas desterrados de los territorios españoles en 1767 como José Manuel Peramás, Ramón Diosdado Caballero y el abate Juan Andrés. El cónsul español en la Santa Sede, José Nicolás de Azara, le animó a emprender estudios relacionados con la historia, la arqueología y las ciencias. En 1789 al regresar a Barcelona le fue encomendado un estudio histórico sobre los abades de su monasterio. Al mismo tiempo le fue asignada una Cátedra en el Colegio de San Pablo en Barcelona. En 1796 ocupó la Cátedra de Humanidades en la Universidad de Cervera. Al año siguiente le fue concedido el título de poeta laureado. En 1798 publicó su primera obra titulada De Vetustissimis philosophis ab atheismi crimine. Este mismo año fue admitido como académico correspondiente de la Real Academia de la Historia en Madrid. En 1802 la Universidad de Cervera le designó como orador en la recepción pública de Carlos IV y su esposa. Al año siguiente este Monarca propuso su candidatura al Vaticano como obispo de Asura y auxiliar del obispo de Michoacán fray Antonio de San Miguel Iglesias. Moxó arribó a Nueva España a principios de 1804 y fue consagrado en la Catedral de México por el arzobispo Francisco Javier de Lizana y Beaumont. El repentino fallecimiento del obispo de Michoacán el 18 de junio de 1804 y la decisión del Cabildo eclesiástico de Valladolid de asumir interinamente la administración de dicha diócesis le impidió asumir su cargo. Moxó permaneció en la capital mexicana a la espera de que le fuera asignado un nuevo destino. Por muerte del arzobispo de Charcas José Antonio de San Alberto el 25 de marzo de 1804, el monarca español le propuso para ocupar dicha sede vacante. El 1 de enero de 1805 oficialmente le fue asignado dicho cargo. Una serie de imponderables de carácter administrativo retrasaron su partida hacia su nuevo destino durante un año. Esta obligada espera le permitió publicar el Sermón que predicó la noche del 31 de diciembre de 1804 (1805) y redactar tres obras inéditas: Cartas mejicanas (1805) y Reflexiones sobre un plan de estudios formado en 1805 de orden superior para el colegio de San Pedro, San Pablo y San Ildefonso de la Ciudad de México (1805), Viaje de Veracruz (1805). No menos importante fue la colección de piezas arqueológicas mexicanas que llegó a reunir y que trasladó al Perú y Charcas. Su importante biblioteca inventariada tras su fallecimiento comprendía mil trescientos volúmenes.

Las Cartas mejicanas, su obra literaria más importante, aparecieron editadas póstumamente en Génova en 1837. Escrito a modo de un epistolario dirigido a un corresponsal imaginario, las veintidós cartas que la componen trataban de diversos aspectos de la historia, la arqueología y la ciencia mexicana antes y durante la llegada de los conquistadores españoles. En ella su autor se propone refutar los reparos filosóficos acerca de la inferioridad del Nuevo Mundo que a fines del siglo xviii formularon Cornelius de Pauw, William Robertson y Guillaume-Thomas Raynal.

Condenó la práctica de la antropofagia y el culto de la idolatría de las antiguas civilizaciones aztecas, pero igualmente destacó sus avances en el dominio de la escritura jeroglífica, los conocimientos astronómicos y la utilización de las matemáticas. Por último, resaltó la empresa de los misioneros en la conversión de los antiguos mexicanos al cristianismo. Las Cartas mejicanas se pueden comparar con la Historia antigua de México del jesuita Francisco Javier Clavijero.

En Acapulco se embarcó en el navío Nuestra Señora de Guadalupe con rumbo al virreinato del Perú. Con el propósito de evitar el ataque de los navíos ingleses el 2 de febrero de 1806 desembarcó en Guayaquil e hizo el trayecto hacia la capital peruana por tierra.

Arribó a Lima el 6 de mayo de 1806 y permaneció en ella seis meses. Desde esta ciudad remitió a Manuel Godoy los manuscritos de las Cartas mejicanas, un Suplemento a la misma y el Viaje a Veracruz con el propósito de que se imprimieran en Madrid. Su interés por la ciencia le condujo a obtener la amistad del científico y médico peruano Hipólito Unanue y más tarde en Charcas a entablar correspondencia con el naturalista Tadeo Haenke. Publicó en 1806 en el periódico oficial Minerva Peruana un “Manifiesto de un amante de su Rey” que reproducía el que publicara con anterioridad en la Gaceta de México. En septiembre reanudó su viaje por tierra con dirección a Charcas. Tomó posesión de su cargo como arzobispo el 1 de enero de 1807. Ese año pronunció varias pastorales con motivo del triunfo de las tropas del virrey Liniers en Buenos Aires sobre la escuadra inglesa el 5 de julio. Envió a esta autoridad un donativo de 8.000 pesos para premiar a los defensores más necesitados de ayuda. En abril de 1808 emprendió la reforma del clero de su diócesis con el propósito de restablecer la disciplina. Su decisión de realizar cambios en el colegio seminario conciliar sin consultar a los párrocos del lugar le enfrentó con el Cabildo eclesiástico.

Apoyó al presidente de la Audiencia Ramón García de León y Pizarro en su intento de reestructurar la Universidad de San Francisco Javier para sacarla del estado de abandono en que se hallaba a raíz de la expulsión de los jesuitas.

La noticia de la crisis en que se sumió la metrópoli a raíz de la invasión francesa arribó a Chuquisaca en septiembre de 1808. Moxó hizo una colecta pública para socorrer a los que luchaban en la Península contra Napoleón Bonaparte y remitió los donativos a Buenos Aires. Ante las pretensiones de la infanta Carlota al trono español que arribaron del Brasil, fue de la opinión de que era necesario sostener los derechos de Fernando VII. El 27 de septiembre celebró la misa y el Te Deum en el marco del juramento de fidelidad a dicho Monarca. Decretó pena de excomunión para aquellos que se negaran a reconocer a la Junta de Sevilla.

El arzobispo tuvo un nuevo conflicto con el Cabildo eclesiástico al designar al español José Antonio Oliveros como provisor de la diócesis en reemplazo de su sobrino Luis Moxó. Las quejas apuntaron a que había cometido una injusticia en contra de los derechos de los curas “beneméritos del país” a acceder a tal cargo de confianza. En mayo de 1809 circuló por la ciudad el rumor de que el presidente de la Audiencia y el arzobispo habían planeado abrir procesos sumarios contra las personas que se opusieran a sus decisiones.

El 25 de mayo estalló en Charcas la revolución que condujo a que la Audiencia destituyera al presidente García Pizarro, dispusiera su prisión y asumiera el mando en nombre de Fernando VII. Moxó se refugió en Potosí, pero a fines de mayo retornó a la capital bajo la protección del intendente de esta provincia minera Francisco de Paula Sanz. Bajo la atenta vigilancia de los oidores se dedicó exclusivamente a sus tareas eclesiásticas. El nuevo virrey de Buenos Aires Hidalgo de Cisneros en su intento de apaciguar a la provincia rebelde nombró el 8 de agosto de 1809 al mariscal de campo Vicente Nieto como presidente de la Audiencia de Charcas. Los oidores rebeldes le entregaron el poder en enero de 1810. Nieto solicitó a Moxó que hiciese circular en la diócesis una carta pastoral en la que demandaba obedecer a los legítimos representantes del Monarca en España y América.

La inestabilidad política volvió a reaparecer en Charcas como resultado de la Revolución del 25 de mayo de 1810 en la ciudad de Buenos Aires que condujo a la destitución del virrey y la formación de una junta de gobierno presidida por Cornelio Saavedra.

El ejército argentino, al mando de Juan José Castelli, se dirigió a Charcas con el propósito de someter a la Audiencia. El 13 de noviembre de 1810 la ciudad de Chuquisaca en Cabildo Abierto acordó reconocer a la Junta de Gobierno de Buenos Aires. Entre los firmantes estuvo el arzobispo Moxó. El 6 de enero de 1811 ofició en la catedral la ceremonia religiosa de reconocimiento de la Junta de Buenos Aires. Unas semanas después hizo un donativo de 6.000 pesos con el fin de auxiliar al ejército de Castelli. También aceptó pasivamente las disposiciones de este militar relacionadas con el sometimiento del clero secular y regular a su autoridad política. Cuando la coyuntura cambió tras la victoria obtenida en Huaqui el 20 de junio de 1811 por el ejército expedicionario del general Goyeneche sobre las tropas de Castelli, Moxó renovó su fidelidad a la Regencia y aceptó acatar las órdenes del virrey del Perú. Esta actitud le permitió mantener el gobierno eclesiástico, pero la confianza acerca de su verdadera lealtad política quedó en entredicho entre los bandos enfrentados de Perú y Buenos Aires. El 19 de octubre de 1811 se dirigió por carta a los religiosos de su diócesis para que exhortaran a sus feligreses la necesidad de acatar las órdenes provenientes del Perú.

Emprendió un viaje de nueve meses a Cochabamba acompañando a Goyeneche, pero la nueva ofensiva lanzada por el ejército argentino del general Belgrano le obligó a refugiarse en Oruro en junio de 1813. En Lima le fue publicada una carta consultiva en que recordaba la obligación que tenían los eclesiásticos de denunciar a los traidores y exhortar en el confesionario y púlpito su descubrimiento y captura. En su deseo de congraciarse con el virrey Abascal hizo publicar entre enero y agosto de 1813 en el periódico limeño Verdadero Peruano, partidario de la Regencia, unas meditaciones políticas que suscribió con el seudónimo de El Filósofo de los Andes. En ellas lamentó el estado de guerra en que se hallaban las provincias de su diócesis. Sin dudar en la legitimidad de la causa realista, opinó que la paz verdadera no era la que se obtenía por las armas sino la que facultaba al ciudadano a disponer de su persona y bienes en un clima de libertad y justicia. Era su deseo que los americanos y españoles lograran reconciliarse dentro del clima de serenidad que auguraba la entrada en vigor de la Constitución de Cádiz. En Charcas la nueva ofensiva del ejército expedicionario del general Pezuela hizo retroceder a las tropas argentinas a Salta. Moxó retornó a Cochabamba y dispuso el relevo del gobernador eclesiástico Francisco Javier de Orihuela, que había sido nombrado por los argentinos. Ordenó a los sacerdotes que recogiesen y confiscasen todos los folletos políticos insurgentes que circulaban en su jurisdicción.

La Regencia le encargó hacerse cargo de la diócesis de las provincias del Río de la Plata que no hubiesen caído en manos de la Junta de Gobierno bonaerense. Pero el tercer ejército auxiliar argentino, al mando del general Rondeau, invadió el Alto Perú en 1815. A principios de mayo los argentinos ocuparon Potosí y Cochabamba y apresaron a todos los sospechosos de colaborar con el virrey del Perú, entre ellos Moxó. Rondeau impidió al arzobispo retornar a Chuquisaca y ordenó su inmediato confinamiento en Salta. Mientras se encaminaba hacia su último destino escribió una “Carta a los americanos escrita camino del destierro”, que se puede considerar como un testamento político. Falleció en Salta socorrido por su ayudante de cámara Agustín Francisco de Otondo.

El 25 de noviembre de 1816, la Catedral de Charcas celebró unas exequias en su memoria. Sus restos están sepultados en la iglesia del Oratorio de San Felipe Neri de la ciudad de Sucre.

 

Obras de ~: De vettustissimis philosophis ab atheismi crimine vindicandis commentarium, Cervera, 1798; De Josephi rialpii jurisconsulti barcinonensi singulari in litteris praestantia commentarium, Cervera, 1802; Sermón que en la solemne acción de gracias que anualmente se acostumbra hacer en el Sagrario de esta santa iglesia metropolitana de México el último día del año, por los beneficios recibidos de la piedad divina, predicó la noche del 31 de diciembre de 1804, el Ilmo. Sr. Dr. D. ~, México, Mariano de Zúñiga y Ontiveros, 1805; Cartas mejicanas escritas por don ~ en 1805 dadas a la luz a impulsos del P. Fr. Andrés Herrera, Génova, Tipografía Pellas, 1837 (ed. y pról. de E. Trabulse, México, 1999); Relación del viaje a Veracruz, México, 1805; Reflexiones sobre un plan de estudios formado en 1805 de orden superior para el colegio de San Pedro, San Pablo y San Ildefonso de la Ciudad de México, 1805 (inéd.); Viaje de Veracruz, 1805 (inéd.); Edicto del Ilustrísimo señor don Benito María de Moxó y de Francoli expedidos con ocasión de las noticias del estado y suceso de las armas españolas en una y otra banda del Río de la Plata desde la invasión y toma de Montevideo por las tropas británicas hasta la derrota de éstas en Buenos Aires por los valientes, esforzados y leales vecinos, Buenos Aires, 1807; Colección de todos los papeles que con diferentes motivos con ocasión de los varios sucesos de las armas españolas en las bandas meridional y septentrional del Río de la Plata invadidas repetidas veces por las armadas y ejércitos ingleses publicó el ilustrísimo señor don ~, arzobispo de la Plata, Buenos Aires, 1807; Segunda parte de las obras patrióticas y doctrinales con que ha acreditado su celo por la religión y la monarquía el Ilmo. Señor Don ~, dignísimo arzobispo de la Plata, Lima, 1809; Carta consultiva sobre la obligación que tienen los eclesiásticos de denunciar a los traidores y exhortar en el confesionario y púlpito su descubrimiento y captura, Lima, 1812; Carta pastoral del Ilmo. Sr. D. ~, Arzobispo de Charcas en la que se resuelven varios puntos concernientes a la lenidad eclesiástica, Cádiz, 1813.

 

Bibl.: G. René Moreno, Últimos días coloniales en el Alto- Perú (publicado en los “Anales de la Universidad”), Santiago de Chile, Imprenta Cervantes, 1896; R. Vargas Ugarte, Don Benito María de Moxó y de Francoli, arzobispo de Charcas, Buenos Aires, 1931; “El filósofo de los Andes”, en Revista Histórica (Lima), t. XX (1953), págs. 308-325; Tres figuras señeras del episcopado americano, Lima, Milla Batres, 1966; J. Barnadas, “La cultura erudita d’un monjo i arquebisbe a través de la seva biblioteca: Benito María Moixo i de Francoli (La Plata, 1816)”, en Analecta Sacra Tarraconensia (Barcelona), t. LXX (1977), págs. 189-252; P. Molas Ribalta, “Dos catedráticos de Cervera en la América borbónica. La familia Moixó”, en Estudios de Historia Social y Económica de América (Alcalá de Henares), 7 (1991), págs. 22-30; E. Just Lleó, Comienzo de la independencia en el Alto Perú: los sucesos de Chuquisaca, 1809, Sucre, 1994; E. Trabulse, “Prólogo”, en B. M.ª de Moxó, Cartas mejicanas, México, 1999; P. Molas Ribalta, Los magistrados de la Ilustración, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 2000; J. Barnadas (dir.), Diccionario histórico de Bolivia, Sucre, Grupo de Estudios Históricos, 2002; M. Cusó Serra, Un monestir cistercenc femení català durant el primer segle borbònic español. Santa María de Vallbona (1701-1802), tesis doctoral, Barcelona, Universitat Autònoma, 2008.

 

Víctor Peralta Ruiz

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