Pou y Puigserver, Bartolomé. Algaida (Islas Baleares), 21.VI.1727 – 17.IV.1802. Jesuita (SI) expulso, humanista, helenista y filósofo.
La “Noticia sobre el traductor” anónima puesta al frente de la primera edición (1846) de Los Nueve Libros de la Historia de Heródoto, continúa siendo lo más completo que conocemos sobre Pou, antes de ingresar en la Compañía: “Uno de los hombres más eruditos que España tuvo en el pasado siglo fue el P. Bartolomé Pou, nacido a 21 de junio de 1727 en Algaida, pueblo de Mallorca, de una familia de labradores acomodados. Fue dedicado, sin embargo, por sus padres en los primeros años al cultivo del campo, y en tal estado vióle un día D. Antonio Sequí, canónigo de la catedral de aquella diócesis, gobernando con una mano es arado y sosteniendo con la otra la gramática latina de Semperio: conoció que aquel joven había nacido para las letras, y le condujo a Palma, donde le mantuvo en su casa y cuidó de su primera educación, que fue encomendada a los jesuitas de Palma, en su colegio titulado de Monte-Sion. A 25 de junio de 1746, a los 19 años de su edad, vistió Pou la sotana en el noviciado de Tarragona, donde repitió las lecciones de retórica y filosofía, y empezó a dedicar-se con ardor a las ciencias sagradas y lenguas sabias”.
Por lo tanto, al entrar en la Compañía, había cursado ya la Filosofía en Palma (Mallorca), parte en el Convento de San Francisco (donde tuvo por profesor al futuro beato Junípero Serra) y parte en el Colegio jesuita de Montesión. En el noviciado de Tarragona recibió lecciones de retórica y filosofía, empezó a cultivarse en lenguas, manifestándose como un trabajador tenaz y dotado de gran memoria, llegando a recitar pasajes de los Padres de la Iglesia con suma facilidad.
Después de enseñar Gramática en Tarragona (1748-1749), Manresa (1749-1750) y Lérida (1750- 1751), pasó a Valencia para estudiar Teología (1751- 1755), aunque, según Hervás, “pasó después a estudiar 1a teología en Zaragoza, en que era su profesor el jesuita Julián García, conocido por sus producciones literarias”, ordenándose de sacerdote el 21 de diciembre de 1754 en dicha ciudad. En Zaragoza enseñó idiomas y promovió el estudio de la lengua griega y el gusto por la belleza de su literatura. Por su erudición y buen gusto, sus superiores le encargaron la reforma de los estudios de latinidad en los colegios de Aragón y, sucesivamente, enseñó retórica en Tarragona, filosofía en Calatayud y griego en la universidad de Cervera.
Sobresalió como latinista y helenista (1756-1759) en el Colegio San Bernardo de Cervera, adscrito a la Universidad, donde José Finestres (1688-1777) lo estimó sobremanera: “Somos íntimos amigos, escribe Finestres, y tenía bien experimentado su gran fondo, vigor de mente y facilidad en el trabajar sobre cualquier materia, adquirida con infatigable estudio y continuo ejercicio”. De esta época son sus Ludi rhetorici et poëtici (Cervera, 1756) y su Oratio (1758) en el doctorado de Antonio Orteu y de Copons.
Abandonó la Universidad de Cervera en 1759 para hacer un año de retiro espiritual y ya no regresó a ella en contra de los deseos de todos. Cayó víctima de una conspiración dentro de la Compañía tendente a dispersar el grupo de jóvenes jesuitas humanistas reunidos en Cervera, en torno a Finestres. Sus miembros fueron estratégicamente repartidos en diferentes casas de la región catalano-aragonesa.
Practicada la tercera probación en Tarragona (1759- 1760), enseñó la Filosofía en Calatayud, en el Colegio (1760-1761), donde hizo los últimos votos el 15 de agosto de 1760, y también en el vecino Colegio de Nobles (1761-1763), donde compuso y publicó la primera historia de la filosofía aparecida en España, bajo el título de Institutionum historiae philosophiae libri XII (Calatayud, 1763). Sus famosas Theses Bilbilitanae tratan de las doctrinas de la antigüedad con vasta erudición y muy castizo latín, demostrando que dominaba cuanto se sabía entonces de los estudios históricos de filosofía, como señalaba la “Noticia” de 1846. Pou pertenece a la escuela ecléctica del siglo XVIII.
Desde 1763 hasta la expulsión de 1767, enseñó la Retórica, Griego y Latín a los jóvenes jesuitas en Tarragona (que pasaban luego a Seo de Urgel para estudiar Filosofía, que impartía el padre Gallissà, muy amigo, compañero en Cervera y miembro también del grupo disuelto de jóvenes jesuitas). Continuó la docencia en Bonifacio (Córcega) en el curso 1767-1768 y posteriormente en Ferrara (“En Ferrara enseñó la teología a los jesuitas”, según Hervás). Pou, persona muy culta y magnífico latinista, gozaba de la entera confianza de José Pignatelli, líder de los jesuitas de la provincia de Aragón, quien lo nombró juez de las academias públicas que los hermanos humanistas celebraron en San Bonifacio, el primer año del destierro (1768), según el padre José María March (J. M.ª March, 1935 I: 243).
Tras la supresión de la Compañía (agosto de 1773), se estableció en Bolonia (1774-1785), en cuya Universidad enseñó Griego, y Humanidades a los colegiales españoles del Real Colegio de España o de San Clemente en Bolonia (Italia), pues contó con la amistad y protección del rector de dicho Colegio, el zaragozano Juan de Alfranca y Castellote, quien le encomendó la enseñanza privada del Latín y el Griego a sus colegiales, sobre todo en la villa de veraneo, Castenaso, distante unos 11 kilómetros de Bolonia. Entre las Poesie varie publicadas por el Colegio en 1783, con ocasión del nacimiento de los infantes Carlos y Felipe, se publicaron dos odas en griego de Pou. Su escasa salud y su creciente melancolía le impidieron sobresalir más entre los jesuitas españoles expulsos, si bien dejó varias obras inéditas de carácter grecolatino, teológico y pastoral. A pesar de todo, Hervás reseña seis impresos y siete manuscritos, la mayor parte redactados en España, antes del destierro, relacionados con su vocación pedagógica, como la Donatio ludrica praemiorum, donde “se defiende el verdadero método de enseñar las letras humanas” (Hervás).
En 1785, pasó a Roma como secretario latino del auditor de la Rota y luego cardenal, Antonio Despuig, y en aquella ciudad hubo de terminar varias importantes obras, como el “Specimen interpretationum hispanarum auctorum classicorum” (en la línea de defensa de la cultura española característica de los jesuitas exiliados, sobre todo de los procedentes de la provincia de Aragón), además de otras perdidas, como el “Plan de una librería selecta” de autores clásicos, y algunos escritos de teología pastoral y dogmática; uno de ellos, “Actiones theologicae in Petrum Tamburinium, suspectae et theologiae et fidei doctorem”, desde la actitud antijansenista de la mayor parte de los exiliados. El 4 de noviembre de 1788, el helenista e inquisidor Nicolás Rodríguez Laso fue visitado en Roma por el también helenista Pou, definido como “el célebre don Bartolomé Pou, ex-jesuita docto en lengua griega y latina, que vive en casa de Despuig, paisano suyo” (Diario en el viaje). En Roma, por sus conocimientos en antigüedades era consultado frecuentemente para descifrar inscripciones y medallas (su mecenas, Despuig, era muy aficionado a las antigüedades), y era visitado por los sabios nacionales y extranjeros.
En Roma sólo dio a luz sendas biografías latinas de Juan Berchmans (1788), la primera obra publicada por Pou en Italia (una hagiografía latina sobre san Juan Berchmans, cuando ni siquiera era beato), y la de la beata Catalina Thomàs (1797), cuyo Breve de beatificación, fechado el 3 de agosto de 1792, fue redactado por el mismo Pou. La obra fue escrita en la primera mitad de 1792 con la intención de que, magníficamente impresa por Bodoni, apareciese coincidiendo con el acto de beatificación. Pero a pesar de las gestiones de Antonio Despuig, nuevo obispo de Orihuela, ante Bodoni, no apareció hasta 1797 y en Roma.
Cuando en 1797 Godoy dio permiso a los Jesuitas españoles para volver a su patria, Pou regresó a Mallorca, viviendo en la capital, donde disfrutó desde 1799 de una doble pensión anual concedida por el rey, hasta que, decretada una nueva expulsión, se retiró a su tierra natal, Algaida, donde murió el sábado santo, 17 de abril de 1802. Se había traído consigo a Mallorca, su obra principal, la traducción de Los nueve libros de la Historia de Herodoto, para cuya publicación había pedido, sin conseguirlo, la ayuda de Pedro Rodríguez de Campomanes. Obra de quien conocía mucho mejor el griego que el castellano, sólo pudo editarse póstuma en Madrid (1846), tras una revisión a fondo por José M. Quadrado, con el mecenazgo de su antiguo discípulo en Roma, José Despuig y Zaforteza, sobrino del cardenal Despuig. Hervás, que probablemente leyó el manuscrito, lo cree superior a la versión de Lorenzo Valla.
Aunque Batllori dice que la versión castellana de Herodoto estaba ultimada a fines de 1784 para darla a imprimir a Bodoni, con la intervención favorable del embajador Azara, los hechos demuestran que Azara ni gustó de la traducción de Pou ni lo ayudó en la impresión ni económicamente. Más bien hubo desconfianza de Azara respecto a Pou, quien, en 1785 escribió sendas cartas a Campomanes y a Floridablanca, dándoles cuenta de sus traducciones de Platón y de Herodoto y suplicándole ayuda para su impresión. Pou solicitó una pensión doble a Floridablanca, que le fue denegada por el informe desfavorable de Azara, quien la desvió hacia el también exjesuita Vicente Requeno y Vives: “Dicho sujeto [Pou] por sus cualidades personales y por su mucha aplicación es digno de que la piedad del rey le atienda. Hace tiempo que, por medio de un amigo mío, me propuso la impresión de su traducción de Herodoto solicitando con grande instancia dedicármela.
[...] Habiéndola examinado conocí, sin mucha dificultad, que no era de 1a perfección que yo habría querido, pareciéndome que la frase era muy poco castellana, y así me excusé de la dedicatoria y del empeño de promover la edición”. La deseada pensión doble en atención a sus méritos literarios parece que le llegó a Pou después de su regreso a Mallorca (1798).
Parece que Pou murió sin conocer este juicio adverso del embajador, pues dejó redactado un “Prólogo” que aparecerá en la edición de 1846, que concluye exculpando a Azara y echándole la culpa al gobierno de Madrid: “Mi ánimo al principio era dar un Heródoto greco-hispano en la imprenta de Bodini en Parma, pero la prohibición de introducir en Espada libros españoles impresos fuera de ella, y el consejo de D. Nicolás de Azara, agente en Roma por S. M. C., me retrajeron de mi determinación. Mucho sería de desear que algún aficionado a Heródoto reimprimiera el texto griego, libre de tanto comentario, variantes y notas con que han ido sobrecargándole gramáticos y expositores, pues lejos de darle nueva belleza y claridad, no producen sino confusión”.
Este juicio de Azara parece poner en duda la opinión generalizada sobre la cualidad intelectual más importante de que sobresalió en los idiomas griego y latín, descollando entre los hombres más célebres de la Compañía de Jesús de su época: de que tuvo ganada reputación de helenista en las capitales más cultas de Europa por la inteligencia con que explicaba tanto los pasajes cómicos, como los más oscuros, de las tragedias griegas: “Sobresalió particularmente en los idiomas griego y latino, para lo cual basta decir que descolló entre los hombres más célebres que tuvo la Compañía en el siglo pasado: su reputación de helenista fue sostenida siempre en las capitales más cultas de Europa por la rara inteligencia con que explicaba los pasajes más oscuros de los cómicos y trágicos griegos, y de la cual es el más sólido y glorioso monumento la importante obra que damos a luz”, según la “Noticia” de 1846.
Sin embargo, no se le puede negar a Pou juicio autocrítico, como manifiesta en el “Prólogo del traductor”: “Pasando al juicio de esta obra, las prendas, en nuestro concepto, superan en mucho los defectos, resaltando entre aquellas: l.°, un estudio diligente en averiguar los hechos, y esto en un tiempo de ignorancia, tan escaso en monumentos, sin ninguno de los recursos que hoy tenemos tan a mano; 2.°, un juicio exacto y filosófico en dar clara y distintamente los motivos de los sucesos que va refiriendo y una crítica continua en separar lo que aprueba por verdadero de lo que refiere sólo por haberlo oído, y no pocas veces desecha por falso; 3.°, una prudente parsimonia en no amontonar máximas y reflexiones morales, dejando su curso a los hechos; 4.°, un estilo fluido, claro, vario y ameno, sin afectar las exquisitas figuras con que rizaban ya sus discursos los oradores, ni lo áspero, pesado y sentencioso de los filósofos. Los razonamientos que pone en boca de sus personajes son tan dramáticos, variados y propios de la situación, que nadie a mi ver se atreverá a tacharlos de difusos”.
Tres son los defectos que encuentra en Heródoto: “1.°, alguna sobrada malignidad, de la cual habla de propósito Plutarco, a veces con razón, a veces incurriendo en el vicio mismo que reprende; 2.°, mucha superstición, culpa de que no es posible excusarle sino por la naturaleza de los tiempos en que vivió, y por el deseo de captarse el aplauso público halagando las creencias populares, y sin embargo se muestra en algunos pasajes bastante atrevido para arrostrarlas; 3.°, falta de ritmo y armonía en su estilo, vicio de que le acusa Cicerón (Orat. c. LV), y de que le vindican Dionisio de Halicarnaso, Quintiliano y Luciano. Yo por mi parte opino con el primero, y me ofende no poco aquella recapitulación que nos hace de cada suceso, por más breve que sea”. A continuación, Pou reseña los códices manuscritos de que se han servido los editores de Heródoto, así como las ediciones de Heródoto en lenguas romances “llegadas a mi noticia... todas a decir verdad de muy corto mérito”.
Sobre el retrato moral de Pou solo podemos trascribir el que nos da la “Noticia” en 1846: “El padre Pou fue de natural tan candoroso y de tan arregladas costumbres, como de talento perspicacia y de vastísima instrucción. Dispuesto siempre a coadyuvar y fomentar los estudios de otros, corrigió, mudó, añadió, ordenó muchísimos escritos, y dio como un nuevo ser a las tareas de otros escritores antes de publicarlas. No es el menor de sus elogios el mérito de los numerosos alumnos que para las letras adquirió con sus lecciones, y los testimonios con que honraron su ciencia algunos sabios contemporáneos, entre otros el ilustre benedictino D. Fray Benito Moxó, uno de sus discípulos, y el erudito jurisconsulto Finestres, en su obra de las Inscripciones Romanas, en la cual le auxilió no poco nuestro Jesuita con nuevos datos e interpretaciones”.
Pou fue indudablemente el brazo derecho de Finestres en la restauración humanística de Cervera. Según Casanovas, ninguno le superó en dotes literarias y él venció a todos en actividad y eficacia de su acción.
Gallissá dice de Pou: “Además de una altísima erudición y sabiduría, escribía tan bien en griego y en latín que difícilmente se pudiera acertar en cuál de las dos lenguas dictaba con mayor rapidez y elegancia, ya en prosa, ya en verso”. El jesuita Rafael Nuix añade: “Fue mi maestro de bellas letras y es acaso el hombre más eminente en literatura griega y latina que haya existido en nuestros tiempos en todo el mundo”.
Batllori, gran admirador de Pou y de su maestro Finestres, afirma del helenista y traductor: “Su latinidad era el asombro de Mayans y su historia de la filosofía fue la primera que apareció en toda España” (M. Batllori, 1966: 61). Su traducción de Herodoto continúa editándose y su producción literaria no sólo fue perjudicada por las adversidades del destierro, sino también por la desidia del mismo Pou, quien publicó “disertaciones latinas y versos latinos y griegos impresos con nombre de otros” (Hervás).
Obras de ~: Ludi rhetorici et poetici in Academia Cervariensi ipsius decreto acti ab Adolescentibus linguae latinae, graecaeque studiosis, A. D. Cal. Nov. Ann. MDCCLVI, parati a Bartholomaeo Pou, Soc. Jes. Sacerdote, utriusque linguæ Academico Professore, Cervariae Lacetanorum, ex officina Pontificii & Regii Gymnasii excudebat Emmanuel Ibarra, 1756; Donatio ludrica praemiorum in scholis bilbilitanis S. Jesu, Calatayud, 1762; Bartholomaei Povii e Societate Iesu, Institutionum historiae philosophicae lib. XII, quos eius discipuli defendebans, Bilbili, typis Ioachimi Estevanii, 1763; Bartholomaei Povii e Societate Iesu in Seminario Bilbilitano Philosophiae Professoris, Institutionum historiae Philosophicae lib. XII, quos defendebat Gabriel Andreas Hurtado, Bilbili, Typis Ioachinmi Estevanii, 1763; Bartholomaei Povii e Societate Iesu, Institutionum historiae philosophicae lib. XII, quos defendebat Emmanuel Ioachimus Ortiz, Bilbili, typis Ioachimi Estevanii, 1763; Bartholomaei Pouii e Societate Iesu ... Institutionum historiae philosophicae lib.XII, quos defendebat Franciscus Ignatius Albiz, Bilbili, typis Ioachimi Esteuanii, 1763; Bartholomaei Povii e Societate Iesu in Seminario Bilbilitano philosophiae professoris Institutionum historiae philosophicae lib. XII, quos defendebat Paulus Franciscus Saez de Nanclares eius discipulus, Bilbili, typis Ioachimi Estevanii, 1763; Bartholomaei Povii e Societate Iesu in Seminario Bilbilitano philosophiae professoris Institutionum historiae philosophicae lib. XII, quos defendebat Bernardus Vincentius Hidalgo eius discipulus, Bilbili, typis Ioachimi Estevanii, 1763; Bartholomaei Povii e Societate Iesu ... Institutionum historiae philosophicae lib. XII quos defendebat Ioachimus Iosephus Lopez, Bilbili, typis Ioachimi Estevanii,1763; Thesis bilbilitanae, Calatayud, l765 (Las tesis de Calatayud, ed. de S. Trías Mercant Barcelona, 1992); Barthololmaei Povii de vita et moribus Joannis Berchmansii e Societ. Jesu Scholastici. Libri VIII, Fulgino, 1788; Ristretto della vita della Beata Caterina Tomàs, Canonichessa Regolare dell’ Ordine di S. Agostino. Dedicato all’ Emo. e Rmo. Principe il Sig. Cardinale Saverio Zelada, Segretario di Stato, Roma, 1792 (Bartholomæi Povii Balearici de Vita Augustinianæ Virginis Beatæ Cathalinae Thomasiae Libri IV. Ad Clarissimum virum Bernardum Nadalium Majoricensis Ecclesiae Illustrissimum Episcopum, Roma, 1797); “Specimen interpretationum hispanamm auctorum classicorum, 1789”, en J. M. Bover, Biblioteca de escritores baleares, vol. II, Palma, Imprenta de P. J. Gelabert, 1868, págs. 140-149; Cartas del Padre Pou al cardenal Despuig, ed. M. Batllori, Palma de Mallorca, 1946; “Cartas al P. José Martínez”, en Miscelánea Comillas, 40 (1982), págs. 295-303 (ed. de J. Martínez de la Escalera); Elegiae lib. III in funere Laurae Bassae philosophiae in academ, Bononiensi magistrae (inéd.); Cursus philosophicus, 3 vols. (inéd.); Tractatus de Gratia, de Deo et de Trinitate (inéd.); Actiones theologicae in Petrum Tamburinium suspectae theologiae doctorem (inéd.); Oraciones latinas (inéd.).
Bibl.: C. Eguía, Dos sabios jesuitas mallorquines, Palma, 1931; I. Casanovas y M. Batllori, Documents per la historia cultural de Catalunya en el segle XVIII, Barcelona, 1931- 1969, 4 vols.; M. Batllori, “Estudio preliminar”, en Cartas del Padre Pou al cardenal Despuig, op. cit., págs. 15-225; J. M.ª March, El restaurador de la Compañía de Jesús: beato José Pignatelli y su tiempo, Barcelona, Imprenta Revista Ibérica, 1935, 2 vols.; M. Batllori, La cultura hispano-italiana de los jesuitas expulsos, Madrid, Gredos, 1966, págs. 60-62; C. Hernando, Helenismo e Ilustración, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1975; L. Gil, Campomanes, un helenista en el poder, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1976; J. Martínez de la Escalera, “Ciencias y Letras entre los jesuitas de la Corona de Aragón”, en Miscelánea Comillas, 40 (1982), págs. 289-304; S. Trías Mercant, “Bartolomé Pou, iniciador a Espanya de la histona de la filosofía”, en Historia del pensament a Mallorca, Palma, Moll, 1985, págs. 253-260; M. Batllori, “Pou, Bartolomé”, en Ch. E. O’Neill y J. M.ª Domínguez (dirs.), Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús, vol. IV, Roma-Madrid, Institutum Historicum, S. I.-Universidad Pontificia de Comillas, 2001, págs. 3204-3205; A. Astorgano Abajo, “El mecenazgo literario de Campomanes y los jesuitas expulsos”, en Campomanes, doscientos años después, Oviedo, Instituto Feijoo del Siglo XVIII, 2003, págs. 287-294; El Abate Vicente Requeno y Vives (1743-1811), restaurador de las artes grecolatinas, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2006; L. Hervás y Panduro, Biblioteca jesuítico-española, ed. de A. Astorgano, Madrid, Libris Asociación de Libreros de Viejo, 2007, págs. 457-461.
Antonio Astorgano Abajo