Febrés Oms, Andrés. Manresa (Barcelona), 29.VII.1734 – Cagliari (Italia), 21.V.1790. Jesuita (SI) expulso, misionero en Chile, lingüista y polemista.
Nacido en Manresa en 1734, entró en la Compañía el 8 de noviembre de 1752 en Tarragona. Tras el noviciado, fue destinado a Chile y llegó a Santiago el 8 de abril de 1755. Hizo todos sus estudios en el colegio San Miguel, recibió la ordenación sacerdotal en 1762 en Santiago de Chile (Región Metropolitana). Trabajó, “con el mayor celo apostólico” (Hervás), como misionero entre los araucanos en La Imperial (Concepción) y Angol. Fue (1765) a Lima para publicar su Arte de la lengua araucana (reeditada en Santiago [1846 y 1864] y en Buenos Aires [1882]). Al volver a Chile, fue enviado a Valdivia y San José (o La Mariquina), donde le llegó la orden de expulsión de los jesuitas, decretada por Carlos III (1767). Después de un año en el Puerto de Santa María (Cádiz), pasó a Imola (Estados Pontificios) en 1769, donde hizo los últimos votos el 15 de agosto de 1769.
Amante de intervenir en polémicas, lo hizo en las más ruidosas que enfrentaron a los españoles e italianos en la segunda mitad del siglo XVII o a los jesuitas con el Gobierno de Madrid. El padre Francisco Xavier Llampillas publicó su Saggio storico-apologetico della letteratura spagnuola contro le pregiudicate opinioni di alcuni moderni scrittori italiani (Génova, 1778), en el que acusa a Italia de ser causa principal de la decadencia de las ciencias y las letras, mientras que España poseía escritores de mérito; sostiene, además, que la literatura española había influido en la de los demás pueblos. Impugnado el libro por varios italianos, Febrés contraatacó “anónimamente” a Tiraboschi, cabecilla de éstos, con su análisis del ensayo de Lampillas (Análisi del giudizio fatto dal giornalista Fiorentino sul “Saggio apologetico della letteratura spagnuola” del sig. ab. Saverio Lampillas).
En 1780 apareció la anónima Memoria Cattolica, impresa en Cosmopoli (lugar ficticio, bastante utilizado en la literatura de ideología ilustrada o de sus detractores), contra el breve de supresión de la Compañía (1773) de Clemente XIV. Las autoridades pensaron que Febrés era depositario de los ejemplares impresos, y su casa fue allanada; le encontraron una imprenta y unos sonetos contra José Nicolás de Azara, embajador de España en Roma, pero Febrés no fue capturado; huyó probablemente con la ayuda del cardenal Giovanni Battista Rezzonico. La obra, puesta en el Índice (junio de 1781), le fue atribuida a Febrés, entre otros, pero por su elegante estilo italiano se vio que su autor no podía ser un extranjero. Más tarde, se supo que había sido el también jesuita Carlo Borgo (1731-1794).
Aunque no fue autor de esta Memoria, Febrés decidió serlo de una segunda, en italiano defectuoso.
Más que una refundición de la primera, es su apología, también anónima (atribuida, más tarde, a otro jesuita catalán, Bruno Martí), llena de ironía. Es una acusación dura a los ministros de Portugal, Francia y España, de tramar la pérdida de la Iglesia en su ataque a los jesuitas, como estrategia inicial. Añadía en tono profético que la expulsión de la Compañía de América, unida a la independencia de Estados Unidos, ocasionaría la de los dominios españoles. Pío VI condenó la obra el 18 de noviembre de 1788. Discutida la autoría de la Seconda Memoria Cattolica, José Eugenio de Uriarte asegura que fue Febrés, y Hervás también se la atribuye (“Los literatos romanos atribuyen al señor Febrés la Segunda Memoria Católica de los jesuitas, que fue no menos estrepitosa que la primera”).
Oculto en Cagliari, abrió una escuela para niños, mientras escribía una gramática del sardo-callarés, que no se publicó. El asunto de las Memorias Católicas enfrentó durante la década de 1780-1790 al embajador Azara con los ex jesuitas menos ilustrados y antigubernamentales que pretendían el restablecimiento de la Compañía.
Hervás, quien trató a Febrés en Cesena, resume su estancia en Italia: “y se estableció primeramente en Cesena y después en Roma. De esta ciudad, el año 1779, el señor Febrés huyó temiendo ser perseguido por la impresión que se le atribuía de la Primera Memoria Católica de los jesuitas, que fue ruidosa en el orbe cristiano. Su huida dio motivo para que sus émulos le buscasen con mayor diligencia y para que él con mayor cautela se ocultase, viviendo pobremente. Las gacetas de Italia, y primeramente la de Florencia en el mes de mayo de 1790, publicaron la siguiente noticia: “El día 1 de abril del presente murió en Galler de Cerdeña el célebre Andrés Febres, jesuita catalán, autor de la ruidosa ‘Memoria católica’, que tanto se ha perseguido en Roma”. Esta noticia excitó la curiosidad de algunos romanos que, habiendo conocido y admirado los talentos y la heroica integridad del señor Febrés, procuraron saber el tenor de su vida y solamente pudieron averiguar que había mendigado, desconocido, por algunos países de Europa y que, últimamente, se había retirado a la ciudad de Caller, en donde, para sustentar su vida, fue maestro de escuela de niños. En este ejercicio se ocupaba, cuando en febrero de 1790 tuvo un accidente apoplético, que le dejó totalmente impedido. En estas circunstancias fue llevado al colegio que en Caller había sido de los jesuitas y fue asistido con caridad hasta su muerte.
Cabe recordar que Martí fue otro jesuita que murió en prisión por haber escrito una Lettera, anterior pero muy similar a la Memoria Católica. En el artículo “Martí” dice Hervás: “La Memoria Católica, de que antes se habló, se publicó un año después que Martí estaba encerrado. Ella, en Roma, halló no pocos cardenales protectores, por lo que llegó a venderse públicamente; y la venta pública continuó hasta que el duque de Grimaldi, en nombre de su Corte [de Madrid], presentó al Papa una representación, la cual, aunque celosamente se ocultó en el año siguiente, se publicó por el luterano [Cristóbal Gottlich von] Murr en uno de los tomos de su voluminoso Diario [Journal zur Kunstgeschiche und zur allgemeinen Litteratur].
El efecto de esta Memoria fue encarcelar a los que vendían dicha Memoria, o retenían algunos ejemplares de ella. El señor Andrés Febres era uno de los depositarios de los ejemplares de dicha Memoria, por lo que el cardenal Palavicini dio orden para encarcelarlo. La orden salió de la secretaría del dicho cardenal al anochecer y, a una hora de noche, el señor Febres estaba ya fuera de Roma en un coche, que se le había preparado. Este hecho, después notorio, dio a conocer, qué personaje principal de la corte romana protegía al señor Febres. Se cree que este personaje era el cardenal Juan Bautista Rezzonico. Febres, en dicha ocasión, salió de Roma para vivir fugitivo y oculto toda su vida. Por encargo del ministerio español se hicieron las más vivas diligencias para saber el lugar de su residencia, y se ignoró hasta que se publicó su muerte. Véase el artículo ‘Febres’ en esta Biblioteca”.
En el aspecto lingüístico Febrés fue informador de Hervás sobre la lengua araucana, sobre la que había publicado en Lima en 1764 un libro voluminoso (682 páginas) y de gran importancia filológica: Arte de la lengua general del reino de Chile, en el que se incluyen rezos, catecismo, coplas, confesionario y pláticas.
Tuvo varias ediciones en Buenos Aires y en Santiago de Chile durante el siglo XIX.
Hervás valora la laboriosidad y el rancio y apologético jesuitismo de Febrés, muchas de cuyas tesis adoptará en sus Causas de la Revolución de Francia (1803-1807): “El señor Febrés escribió muchas cosas de que no hay noticia pública; o porque con sus desgracias perecieron sus manuscritos, o porque estos celosamente se ocultan. Era hombre laborioso: siempre entre los libros y con la pluma en la mano. Tuvo correspondencia y amistad con personajes ilustres que sabían la verdadera historia europea de los principales sucesos acaecidos desde el año 1750 y, principalmente, de las ocultas empresas de los nuevos filósofos, ateístas rebeldes, de los que se hace alguna mención en la Segunda Memoria Católica citada. En ésta, publicada antes del 1786, se anuncia y avisa a los soberanos que los adversarios del jesuitismo habían ya proyectado la destrucción de sus tronos”.
Obras de ~: Arte de la lengua general del reino de Chile, a que se añade la Doctrina Christiana, esto es, rezo, catecismo, coplas, confessionario y pláticas, lo más en lengua chilena y castellana; y por fin un vocabulario hispano-chileno y un calepino chilenohispano más copioso, Lima, 1764; Catón cristiano chileno-hispano, Lima, 1765; Analisi del giudizio dal giornalista fiorentino fatto del “Saggio storico apologetico della letteratura spagnuola” del sig. Abbate D. Saverio Lampillas, Cosmopoli [Siena], 1780; Seconda Memoria Cattolica contenente il trionfo della fede e Chiesa de monarchi e monarchie e della Compagnia di Gesù e su apologie, Roma, 1783-1784 (trad. de J. de Amar [Madrid, 1789]), 3 vols.
Bibl.: M. Luengo, Diario de la expulsión de los jesuitas de los Dominios del Rey de España, al principio de sola la Provincia de Castilla la Vieja, después más en general de toda la Compañía, aunque siempre con mayor particularidad de la dicha provincia de Castilla (1767-1814), vols. XIX, XXII y XXIV, s. l., s. f., págs. 337-351, 624-634 y 266-269, respect.; A. Núñez de Haro, Edicto publicando el decreto del Papa y la real orden del Rey en que se condena el libro titulado “Seconda Memoria Cattolica”, México, 1789; C. Sommervogel, Bibliothèque de la Compagnie de Jesus, vol. III, Bruxelles-Paris, O. Schepens- A. Picard, 1890, cols. 576-577; J. T. Medina, Los jesuitas expulsos de América en 1767, Santiago de Chile, Editorial Andrés Bello, 1915, págs. 97-111; J. E. Uriarte y L. M. Lecina, Biblioteca de Escritores de la Compañía de Jesús pertenecientes a la antigua Asistencia de España, vol. II, Madrid, Imprenta Viuda López del Horno, 1925, págs. 563-565; V. D. Sierra, Los jesuitas germanos en la conquista espiritual de Hispano-América, siglos XVII-XVIII, Buenos Aires, Talleres Padilla y Contreras, 1944; R. Donoso, “La prohibición del libro del Padre Lacunza”, en Revista Chilena de Historia y Geografía, 135 (1967), págs. 110-148; W. Hanisch, Itinerario y pensamiento de los jesuitas expulsos de Chile, 1767-1815, Santiago de Chile, Andrés Bello, 1972, págs. 251-277; R. Millar, “La controversia sobre el probabilismo entre los obispos chilenos durante el reinado de Carlos III”, en Estudios sobre la época de Carlos III en el reino de Chile, Santiago de Chile, Ediciones de la Universidad de Chile, 1989, págs. 223-258; A. Manent (dir.), Diccionari dels Catalans d’Amèrica, vol. II, Barcelona, Comissió Amèrica i Catalunya, 1992, págs. 211-212; E. Tampe, “Febrés Oms, Andrés”, en Ch. E. O ’Neill y J. M.ª D omínguez (dirs.), Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús, Roma-Madrid, Institutum Historicum Societatis Iesu-Universidad Pontificia de Comillas, 2001, págs. 1385-1386; L. Hervás y Panduro, Biblioteca jesuítico-española, ed. de A. Astorgano, Madrid, Libris Asociación de Libreros de Viejo, 2007, págs. 224-226; G. Payás, “Al mapudungun por el catalán: la obra del jesuita expulso Andrés Febrés (Manresa 1734-Cagliari 1790) en Chile”, en F. Lafarga Maduell y L. Pegenaute Rodríguez (coords.), Lengua, cultura y política en la historia de la traducción en Hispanoamérica, Vigo, Academia del Hispanismo, 2012, págs. 173-180; V. Rondón, “Havestadt v/s Febrés. A propósito de una carta y unas canciones”, en Revista de la Historia Social y de las Humanidades, 18 (2014), págs. 79-103.
Antonio Astorgano Abajo