Ayuda

Pedro García de la Huerta

Biografía

García de la Huerta, Pedro. Aranda de Duero (Burgos), 22.VII.1748 – Murcia, 3.VII.1799. Jesuita (SI) expulso, traductor y teórico de las Bellas Artes.

Escribió su autobiografía en el prólogo de su obra principal, Comentarios de la pintura encáustica (1795). Habiendo estudiado con los jesuitas de Madrid, ingresó en el noviciado de dicha capital, provincia jesuítica de Toledo, el 27 de noviembre de 1764, donde cursó “latinidad, retórica y dialéctica. Repasó la retórica, estudió la lengua griega, la filosofía y la teología; y recibió el orden sacerdotal” (Hervás, 2006), ya en Italia. Había sido estudiante del colegio de Villarejo (Toledo). Embarcó desterrado el 28 de abril de 1767 en Cartagena en la urca holandesa El Flacón, rumbo a Civitavecchia, aunque debió permanecer un año en Ajaccio (Córcega) antes de establecerse en los Estados Pontificios (otoño de 1768). Desde su niñez tuvo “una extraordinaria propensión al dibujo y pintura”, fomentada por el ejemplo de su hermano Enrique, “a quien veía dibujar metódicamente”. En 1769 se trasladó a Roma y emprendió el estudio sistemático del dibujo y la pintura bajo la dirección de Andrés Casalí. Frecuentó el trato de pintores y leyó buen número de tratados, fijándose, sobre todo, en los Saggi sul ristabilimento dell’ antica arte de’ Greci e de’ Romani Pittori del abate Vicente Requeno, publicados en Venecia en 1784. García de la Huerta dedicó el resto de su vida a criticar la técnica de la pintura al óleo y a elogiar, estudiar, experimentar y perfeccionar el método sobre la pintura encáustica (la aplicación de ceras coloridas calientes a la superficie, según hacían los griegos y romanos) de Requeno, a quien defendió contra sus detractores italianos en sendos escritos publicados en una revista de Florencia y en el Diario ordinario de Roma (6 de enero de 1787).

El comisario de los jesuitas expulsos, F. X. Archimbaud, escribía (enero de 1774) a Madrid: “Se ignora el paradero del sacerdote Pedro de Huerta, perteneciente al colegio de Villarejo de Fuentes [...] y es de creer haya muerto y que el comisionado no haya dado aviso”. Parece que, mal aconsejado, pidió la exclaustración poco después del exilio; pero, arrepentido, no utilizó el rescripto. Por este motivo o por creérsele difunto, como decía el comisario, fue privado de la pensión (1774), y por algún tiempo tuvo que vivir de limosna. Luego consiguió la protección de Azara y obtuvo una pensión doble en 1789 por sus trabajos sobre las bellas artes, del agrado de Azara. Al parecer, era amigo de Eximeno, según se deduce del Diario en el viaje del inquisidor Rodríguez Laso (Roma, 11 de noviembre de 1788): “Me habló, de el nacimiento de éste [Eximeno], su condiscípulo y compañero de ropa, don Pedro García de la Huerta, hermano de don Vicente, autor de la Raquel. El 13 de febrero de 1789, el mismo inquisidor tuvo una conversación con García de la Huerta sobre la pintura al encausto en Roma: “Por la tarde, vino también Huerta y habló del modo de licuar las ceras para pintar al incausto”.

En 1790 el padre Luengo reseña la concesión de segunda pensión al padre García de la Huerta: “En Roma se ha dado segunda pensión a uno de la provincia de Toledo, llamado Huerta, que tiene un hermano en ésta nuestra provincia. Ha sido bien extraña la suerte de este joven toledano en este punto de pensión. Antes de la extinción de la Compañía, por haber vuelto atrás del intento de salir al siglo, fue privado de la pensión y en varios años se mantuvo con las limosnas y socorros de los de su Provincia.

Con el tiempo, y pudo ser hará unos seis u ocho años, se le volvió a dar la pensión y entonces se le dieron también del todo, o de mucha parte, los atrasos o caídos de los años en que estuvo privado de ella; y ahora se halla ya con pensión doble o dos pensiones.

El mérito para esta segunda pensión ha sido el haber defendido en un punto de literatura al señor ministro de Roma, Nicolás Azara. Éste escribió, o a lo menos se publicó con su nombre, una Vida o algunas observaciones sobre el famoso pintor Mengs, flamenco de nación, que estuvo en España algunos años y murió no hace mucho tiempo en Roma. No faltó quien impugnase en algunos puntos el escrito de Azara, y este jesuita toledano Huerta le ha defendido, y a lo que oigo decir, bastante bien. En esto puede haber algún obsequio o servicio al ministro Azara, pero no lo es de alguna importancia para el rey católico o para la nación española, y, por consiguiente, aquel y no el soberano, del Erario Real o de las temporalidad de los jesuitas, que vienen a ser lo mismo, debía de haberle premiado. Y no es esta la primera vez que los ministros premian con lo que no es suyo a los que les han hecho un servicio personal y propio de ellos” (Diario, t. XXIV, 1790, págs. 3-5).

Poco después también consiguió el mecenazgo de Godoy, entonces protector de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, quien ordenó a dicha academia, el 9 de abril de 1795, que la Imprenta Real imprimiese sus Comentarios de la pintura encáustica, dedicados al favorito. Aunque Requeno, el verdadero restaurador de la pintura encáustica, también fue nombrado “socio de mérito” de la Academia de San Fernando, no pudo lograr ver publicada la traducción al castellano de sus obras sobre el encausto, como García de la Huerta, lo cual demuestra que éste tenía mejores relaciones sociales, como se aprecia en su correspondencia con Azara, Silvestre Pérez, Bernardo de Iriarte, con los ministros, incluido Jovellanos, y con el secretario de la Academia de San Fernando.

Tradujo al italiano la notable tragedia Raquel de su hermano Vicente; en el poema dedicatorio sólo menciona a dos hermanos, Manuel y Enrique, ambos militares.

Según Hervás (1794), “Reside en Roma, en donde con las tareas literarias mezcla algunas veces la diversión de la pintura al incausto, que inventó o renovó D. Vicente Requeno, y que el señor Huerta ha perfeccionado”. Regresó a España en 1798, aprovechándose de la Real Orden (11 de marzo de 1798) de Carlos IV. Formó parte en Bolonia de la Accademia degli Inestricati, la de mayor prestigio en la ciudad, donde fue aclamado en febrero de 1788. Fue nombrado académico honorario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando el 3 de julio de 1796, a la que había enviado varias disertaciones sobre pintura.

Hervás, también residente en Roma, siguió atentamente la trayectoria literaria de García de la Huerta y reseña cuatro de sus manuscritos. La Traducción española de los himnos de Prudencio “que elogia el señor D. Faustino Arévalo en la página 331 de su Himnodia española, y que vuelve a nombrar en el primer tomo de su Prudencio: Prudentiana”. Al comentar los Pasos ulteriores en el descubrimiento de la griega y romana pintura o método práctico del incausto, Hervás apunta: “De este tratado se hace mención en la Memoria de las Bellas Artes de Roma. Septiembre, 1788, página 223” y valora su aportación: “El señor Huerta fue el primero que en Roma dio a conocer y propagó la pintura del encausto hallada por el señor Requeno [...]. El señor Huerta en la prefación de su obra última citada averigua la patria del célebre pintor Josef de Rivera (en Italia llamado el Spagnuoletto) que Pedro Napoli Signorelli pretende últimamente (en su obra sobre las Rivoluciones de cultura en Sicilia) hacer natural de Galipoli en la provincia de Lecce, del reino de Nápoles”.

Como conclusión valorativa de la figura y obra de Pedro García de la Huerta valga la nota necrológica insertada en el Resumen de las Actas de la Academia de San Fernando (1799-1802), en la que se califica a García de la Huerta de “escritor muy estimable de la pintura” y se dice que su opúsculo Comentarios de la pintura encáustica al pincel “ha merecido entre los inteligentes de esta materia el mismo aplauso que el autor mereció en Italia”. Hoy es recordado, sin duda, casi únicamente por sus investigaciones sobre la práctica de la pintura encáustica, muy inspirado por las del también jesuita expulso Vicente Requeno. Ambos lucharon para superar las dificultades que suponía su aplicación práctica, y ambos fracasaron ante la facilidad avasalladora de la técnica al óleo, a cuyo uso se opusieron por diversas razones, derivadas del inconveniente principal del proceso temporal del oscurecimiento de los colores.

 

Obras de ~: Rachele, tragedia spagnuola di don Vincenzo García de la Huerta, primo uffiziale della biblioteca di sua maestà cattolica [...] tradotta in versi italiani [...], Bologna, 1792; Osservazioni sopra un’antichissima Tavoletta d'avono esistente nel museo di Monsignor Giuseppe Muti Papazurri già Casali, Roma, 1792; Comentarios de la pintura encáustica del pincel. Por don P. Gª. de la H., presbítero, socio de varias academias, Madrid, 1795; Pasos ulteriores en el descubrimiento de la griega y romana pintura, o Método práctico del encausto, s. f. (inéd.); Examen de la opinión de D. Felipe de Guevara sobre el uso del óleo en las pinturas antiguas, s. f. (inéd.); Examen de las líneas de Apeles y Protógenes, s. f. (inéd.); Estudio histórico y artístico de las pinturas que llaman del medioevo, s. f. (inéd.); Prudencio, Hymni, trad. en verso de ~, y P. Chiari, Diógenes en la cuba, comedia trad. en verso de ~, s. f. (inéds.) (mss. en el Archivo Histórico Nacional).

 

Bibl.: Diario ordinario de Roma, n.º 1254, 6 de enero de 1787; C. Sommervogel, Bibliothèque de la Compagnie de Jesus, vol. III, Bruxelles-Paris, O. Schepens-A. Picard, 1890, col. 1222; M. c ascón, Los jesuitas en Menéndez y Pelayo, Santander, Santarén, 1940, pág. 551, n.º 430; F. J. Sánchez Cantón, Juicios de Don Pedro García de la Huerta sobre Arquitectura en Roma a fines del siglo XVIII, Madrid, 1953; P. de Gayangos, Catalogue of the manuscripts in the Spanish language in the British Library, vol. II, London, British Library Publications [1976], págs. 153 y 183; F. J. León Tello y M.ª V. Sanz Sanz, Tratadistas españoles del arte en Italia en el s. XVIII, Madrid, Universidad Complutense, Departamento de Estética de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación, 1981, págs. 181-214; J. L. Gotor, Carte spagnole. Dieci saggi di letture e ricerche, Roma, 1984, págs. 299-324; M. Fabbri, “Il teatro tragico ispano-italiano dei gesuiti espulsi”, en I Borbone di Napoli e i Borbone di Spagna, vol. II, Napoli, 1985, pág. 406; L. Brunori, Viaggi e viaggialori del Settecento in Emilia e in Romagna, Bologna, 1986, págs. 372-376; J. E. García Melero, “Cartas a Bosarte desde Roma (correspondencia de Pedro García de la Huerta, Azara, Silvestre Pérez y Mengs con el secretario de la Academia de San Fernando)”, en Academia, 70 (1990), págs. 339-382; J. Escalera, “García de la Huerta, Pedro”, en Ch. E. O’Neill y J. M.ª Domínguez (dirs.), Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús, Roma-Madrid, Institutum Historicum Societatis Iesu-Universidad Pontificia de Comillas, 2001, págs. 1573-1574; L. Hervás y Panduro, Biblioteca jesuítico-española, ed. de A. Astorgano, Madrid, Libris Asociación de Libreros de Viejo, 2007, págs. 279-282.

 

Antonio Astorgano Abajo