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Concepción Arenal Ponte

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Biografía

Arenal Ponte, Concepción. Ferrol (La Coruña), 31.I.1820 – Vigo (Pontevedra), 4.II.1893. Escritora y reformadora moral, social y religiosa del Derecho Penitenciario, Constitucional y de Gentes.

Nació dentro de una familia ilustrada con títulos de nobleza. Su padre, Ángel del Arenal y de la Cuesta, llevó a cabo una carrera militar con simpatías por la Constitución de 1812 y confianza en las posibilidades que traía el liberalismo frente al absolutismo de Fernando VII. Murió cuando ella apenas contaba nueve años. Se trasladó entonces con su madre, Concepción Ponte y Tenreiro, y con sus hermanas a la casa solariega en Armaño (Santander). Allí vivía su abuela paterna, Jesusa de la Cuesta. Aunque en 1835 se habían instalado en Madrid, años después volvió a Armaño para cuidarla en su última enfermedad. La formación intelectual de Concepción Arenal tiene así un primer cimiento entre los recuerdos de la abuela y la biblioteca familiar a la que había hecho una buena aportación un tío de su padre, Juan Domingo del Arenal, sacerdote ilustrado que había vivido en México. Otra clave de esta primera formación intelectual está en la relación mantenida estos años con Manuel de la Cuesta y Cossío, que remite a Tudanca (Santander), otra casa solariega con nutrida biblioteca. Manuel de la Cuesta tuvo una significativa trayectoria política en las tendencias liberales que abandonó en 1850, decantado por un compromiso de carácter humanista intelectual desde la Universidad de Valladolid.

El 2 de abril de 1848, Concepción Arenal contrajo matrimonio con Fernando García Carrasco en la parroquia de San Ildefonso de Madrid. Se habían conocido en los cursos de la Facultad de Derecho en la Universidad Central en torno a 1842. Fue ésta su época de asistencia “a las cátedras públicas”. Referencia que debe entenderse en amplio espectro. Madrid albergaba academias y tertulias literarias por las que penetraba el espíritu europeo, mejor que por la universidad todavía mediatizada por el absolutismo. Cánovas del Castillo dejó consignado años después que él había visto por entonces a Concepción Arenal “en el célebre café del Iris, a la sazón en su mayor brillo, vestida de hombre, al lado de su marido y de un círculo de amigos particular”.

Nacieron sus hijos: Concepción, Fernando y Ramón.

La madre por entonces escribió algunas obritas literarias y para teatro. La Iberia, fundada por Pedro Calvo Asensio en el espíritu de las libertades que animaron el pronunciamiento de 1854, contrató como colaboradores de plantilla al matrimonio García-Arenal. Ella se ocupó de la biografía de Watt en cinco artículos, publicados entre julio y agosto de 1855. Traslucía su confianza en el esfuerzo personal y la ley del progreso ayudado por las energías libres de la sociedad.

Un pensamiento en el que capital, trabajo y talento eran artífices de la armonía de los intereses. Sus Fábulas en Verso publicadas en 1851 debieron tener difusión por las escuelas y se reeditaron en 1854. Esta etapa puede darse por terminada bruscamente con la muerte el 10 de enero de 1857 de Fernando García Carrasco, esposo, padre de sus hijos y compañero de empresas intelectuales.

Concepción Arenal abandonó Madrid y pasó tres inviernos entre Asturias y Cantabria. Vendió la casa de Armaño y se instaló a pocos kilómetros, en Potes (Santander), donde reanudó una relación con Jesús de Monasterio. Él llegaba de estudiar música en Bruselas y había tomado contacto en el París con los círculos de Frédéric Ozanam. Así, cuando intentaron promover las primeras Asociaciones de San Vicente de Paúl, ambos tenían a la vista asociaciones libres desde la sociedad civil que canalizaban la caridad cristiana en una Francia post-revolucionaria religiosamente plural y donde apuntaba el laicismo.

Esto no fue posible en España. Su Manual del Visitador del Pobre (1863), escrito en esta onda humanista liberal europea, circuló fuera de nuestras fronteras bien acogido por las iglesias protestantes. Pasó otra temporada en Oviedo; allí concluyó su libro Dios y Libertad en julio de 1858. Intentaba compaginar el espíritu cristiano con la revolución política liberal y fue quedando inédito a lo largo de su vida. Tampoco su hijo Fernando García Arenal lo incluyó en las Obras Completas.

La Real Academia de Ciencias Morales y Políticas premió la memoria La Beneficencia, la Filantropía, la Caridad, tema propuesto en el concurso de 1860. Estaba de fondo la necesidad de armonizar las relaciones Estado-Iglesia-Sociedad civil dentro de los cauces liberales. La sensibilidad humanitaria, el sentido de justicia, la organización racional de los recursos eran la base de una buena estructura de beneficencia. Ella buscaba maneras de establecer las redes adecuadas entre el Estado que hacía “el bien sin amor” y el individuo que lo hacía “sin criterio”. Y así: “Al dar a la beneficencia la organización conveniente, la razón debe estar representada por el Estado, el sentimiento por las asociaciones filantrópicas, el instinto por la caridad individual”. Este mismo año, concursó al premio extraordinario de la Real Academia Española. Se trataba de celebrar unas campañas militares en el norte de África y ella planteaba que la ley del progreso era integral: elevarse desde los estadios instintivos pasionales hasta los más racionales donde emerge la justicia.

Su composición no fue premiada; la publicó y entregó al tribunal de la opinión pública, convencida del papel de la libre discusión.

La década de los sesenta fue muy significativa para la formación intelectual de Concepción Arenal como receptora de una red internacional que tenía puntos de enlace en Salustiano de Olózaga, progresista crítico con la Unión Liberal en el poder, y la condesa de Espoz y Mina, la antigua aya de Isabel II, que mantenía abierto su salón en La Coruña para militares, políticos, empresarios e intelectuales, presididos todos por el recuerdo del malogrado general. Allí, desde la biblioteca, realizando algunas traducciones para su difusión en España y mediante los contactos europeos de la condesa, Concepción Arenal accedía a una formación propia para políticos y juristas españoles de la época. Además pasó estos años entre Madrid y La Coruña, promoviendo una beneficencia liberal en la que la sociedad civil tuviese una parte activa en la creación de recursos y en la gestión de los mismos; una manera de que la soberanía de la nación no quedase una vez delegada suplantada, sino ejercida directamente.

Concepción Arenal llegó a tener un puesto en la Administración del Estado, cosa insólita si sólo se hubiese atendido a su condición de mujer. Su nombramiento como visitadora de Prisiones en 1863 tuvo lugar siendo Rodríguez Vaamonde ministro de Gobernación y Antonio Mena Zorrilla director de Establecimientos Penales. El cargo era para Madrid, pero ella forzó su destino en La Coruña apoyando la estructura de beneficencia de la condesa de Espoz y Mina. El puesto se suprimió en el verano de 1865 con la recesión política que sufrió Salustiano de Olózaga.

Según explicaba ella por entonces a Jesús de Monasterio: “Todo está dicho en dos palabras, yo he hecho lo que he debido y los demás lo que han querido. Era yo una rueda que no engranaba con ninguna otra de la maquinaria penitenciaria, y debía suprimirse”. Había escrito Cartas a los delincuentes (1865) pretendiendo explicar la moral natural en la prisión lamentando no hubiese sido posible hacerlo antes en las escuelas. Ya que según consignaba: “¿Creéis que la fuerza del hombre se mide por el peso que arrastra o que levanta? Así se mide la de los animales; la del hombre se mide por su virtud y por su inteligencia”.

Tras el pronunciamiento de 1868 escribió A los vencedores y a los vencidos impreso en 1869 en Las Novedades, imprenta que dirigían Salustiano de Olózaga y Ángel Fernández de los Ríos. Según explicó ella a Pilar de Tornos: “Creo que me pondrá a mal con unos y con otros, pero pienso que me dejará a bien con la verdad”. El “vencido” era el pueblo al que auguraba que sólo cambiaría de amos. Éste fue el embrión de sus Cartas a obreros y a señores, equidistantes del liberalismo materialista e individualista y del comunismo de la Internacional obrera. Admitir como premisa o aceptar como una ley natural que “la concurrencia” no pudiera suprimirse, no significaba que no pudiera “modificarse”. Y eso era lo que racionalmente proponía para la producción y distribución de la riqueza, en consonancia con las corrientes liberales reformistas y los socialismos posibilistas europeos. Las Cartas a un obrero se publicaron en Madrid en La Voz de la Caridad y en La Defensa de la Sociedad en 1871. La edición de Cartas a un señor no fue posible hasta bien asentada la Restauración en 1881 y gracias a Tomás Pérez González, un filántropo de Ávila. Gumersindo de Azcárate incluyó ese mismo año el índice entre los apéndices su libro Resumen de un debate sobre el problema social, manifestando ya sintonía de ideas y actitudes.

Sus estudios sobre la cuestión social continuaron con El Pauperismo y La Igualdad en sus relaciones con la libertad que, salvo los avances por artículos en Galicia. Revista Regional, La España Moderna y el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza en 1892, no fueron publicados hasta después de su muerte en las Obras Completas.

Concepción Arenal participó en 1869 en la fundación del Ateneo de Señoras de Madrid que presidió Faustina Sáenz Melgar. Este mismo año convocaron un curso de Conferencias dominicales, siendo Fernando de Castro Rector de la Universidad Central.

La faceta periodística de Concepción Arenal recobró autoridad. Fueron apareciendo sus artículos sobre cada una de las conferencias en La Reforma, que dirigía Miguel Morayta, La Iberia y Las Cortes. La publicación este mismo año de La mujer del porvenir estaba en la base de la emancipación liberal femenina. Era necesaria la toma de conciencia de persona, independiente de estado y clase social, actitud subrayada años después en La mujer de su casa (1883). La Asociación para la Enseñanza de la Mujer a partir de 1871 resultó el cauce duradero para la educación e incorporación a los estudios de Telégrafos, Comercio, Magisterio, Idiomas, y Artes diversas. Concepción Arenal intentó establecer también una Asociación para las clases más bajas dentro de la red internacional encabezada por Josephine Butler, anglicana que fundó la Federación Abolicionista Continental en 1876. El objetivo era abolir la reglamentación de la prostitución por parte del Estado, que se presentaba como un avance higienista.

Los federados veían un atentado a la dignidad humana y promovían como alternativa extender medios de educación, trabajo y otras ayudas paralelas a las mujeres de las clases inferiores. Estos trabajos, así como su apoyo a Las Hijas del Sol, asociación que proyectó un plan integral de educación y beneficencia, estaban en la órbita de actividades masónicas que contribuyeron a enraizar el feminismo liberal en España.

Fue muy significativo su informe sobre la situación de la mujer española para el libro coordinado por Théodore Stanton The Woman question in Europe (1884). La última aportación en este sentido se recogió en el Congreso Pedagógico Hispano Portugués de 1892.

El 15 de marzo de 1870 apareció La Voz de la Caridad reclamando un espacio neutral para la caridad, ya que, según Concepción Arenal, el dolor “es exclusivamente patrimonio de la humanidad, y en nombre de ella hemos de hablar; no en el de las pasiones políticas”.

Ella pretendía que la “conciencia pública” asumiese una parte de responsabilidad para favorecer que los políticos y la Administración cumpliesen con su “deber”. Así, sus esfuerzos se orientaron en tres frentes: informar, elevando el nivel moral y de sensibilización hacia la desgracia; promover asociaciones benéficas de amplio espectro; reformar la administración y gestión de los establecimientos de Beneficencia, Prisiones y Sanidad pública. Su propuesta apuntaba a la descentralización, potenciando el papel del municipio y de las energías libres benéficas. Concepción Arenal tuvo destacadas intervenciones para el arraigo en España de la Cruz Roja Internacional. Reclamó del Gobierno las primeras adhesiones, constituyó la Asociación de Señoras, publicó numerosos artículos antibelicistas y tuvo presencia en los hospitales durante la guerra entre liberales y carlistas. La Voz de la Caridad llegó a convertirse en 1874 durante unos meses en órgano oficial de la Cruz Roja.

La revolución devolvió a Concepción Arenal un cargo oficial, esta vez como Inspectora de la Casa de Corrección de mujeres de Madrid, en noviembre de 1868, aunque fue suprimido en marzo de 1873.

Año en el que formó parte de la Junta de Reforma Penitenciaria junto a Francisco Giner y Gumersindo de Azcárate. El nuevo impulso a la reforma comenzó con su folleto A todos, publicado también en la Revista General de Legislación y Jurisprudencia entre julio y agosto de 1869. Era urgente preparar una legislación no arbitraria, que no dejase nada esencial a merced de los reglamentos internos de las prisiones, para erradicar corruptelas. Reclamaba personal preparado que accediese por oposición, maestros o expertos en leyes, “sacerdotes ilustrados” para los puestos de capellanes. Era importante dotar presupuestos y una buena gestión. A punto de establecerse la Restauración, presentó otra batalla en España con “Una cárcel llamada modelo”, publicado por artículos y también como folleto. Una vez publicados Estudios penitenciarios en 1876 dejó de contarse con ella en esferas oficiales. Ella fue abogando por salvar la dignidad del individuo y posibilitar medios intelectuales, morales y materiales para la reinserción social. Las asociaciones libres de “patronato”, apoyo para la capacitación dentro de la prisión y aval para encontrar trabajo una vez cumplida la condena, eran fundamentales; teniendo siempre exquisito cuidado con la libertad de conciencia.

Concepción Arenal fijó su residencia en Gijón al finalizar el verano de 1875 siguiendo el destino como ingeniero de su hijo Fernando, que poco después casó con Ernestina Winter. Escribió entonces Ensayo sobre el Derecho de Gentes, premiado en 1876 y publicado en 1879 con prólogo de Gumersindo de Azcárate. Estaba en la línea de “sustituir el derecho a la arbitrariedad, y la razón a la fuerza”. Encajaba en las corrientes iniciadas en 1864 con la Convención de Ginebra y buscaba establecer leyes, ligas para la paz y un tribunal de Arbitraje Internacional. La fuerza del Derecho de Gentes, según ella, “no está en las bayonetas sino en la conciencia humana [...] existe en la medida en que concurren a él los sentimientos elevados, las ideas exactas, los intereses bien entendidos”. Tuvo proyección en el reformismo liberal europeo como miembro fundador de la Société Générale des Prisons en París en 1877 y miembro de la Asociación Howard en Londres. Su obra tuvo buen reconocimiento por Wines, Roëder, Fiori, etc. Ella fue a su vez voz de autoridad en sucesivos congresos: Estocolmo (1878); Roma (1885), San Petersburgo (1890) y Amberes (1892).

Su Manuel du Visiteur du Prisonnier, traducido por M. Bogelot, fue publicado en 1892 en París, antes de que lograse abrirse paso la versión española. Los beneficios fueron donados a l’Oeuvre des Liberées de Saint Lazare, sostenida desde la Iglesia Protestante.

La Academia de Ciencias Morales y Políticas continuaba sustentando la trayectoria de Concepción Arenal en España. Premió Las colonias penales y la pena de deportación en 1877. Al año siguiente dio un accésit a La Instrucción del pueblo. La educación, concebida como derecho humano y necesidad social, debía ser obligatoria y garantizada desde el Estado. La libre iniciativa por sí misma no era suficiente. “No vemos más medio de combatir eficazmente la inmoralidad brutal de abajo, y sensual y refinada de arriba —decía— que oponerse a la preponderancia de los sentidos cultivando las facultades más elevadas.” Además la Escuela obligatoria debía “ser neutral en materias graves y controvertidas”, respetando la libertad de conciencia. Se trata del paso del Estado liberal al intervencionista al que aquellos intelectuales próximos a la Institución Libre de Enseñanza daban una connotación ética dejando actuar a las iniciativas privadas sin perder su función como “órgano de realización del Derecho”.

A lo largo del verano de 1891 se sondeó y creó un estado de opinión sobre la posibilidad de que las mujeres ocupasen sillones en las academias. La polémica se inició con la publicación de un folleto titulado ¿Académicas? y El Heraldo de Madrid hizo el resto.

Promovieron la candidatura de Concepción Arenal para la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas: Rafael Altamira, Narciso Campillo, Francisco Lastres, Rafael Salillas, Luis Vidart, Montero Ríos, Ramón de Campoamor, Laureano Figuerola, Rafael de Labra. En medio de la polémica, cierto “político, académico y ex ministro”, cuyo nombre no se indicó, expresó tajante: “Conozco esas opiniones; pero siendo de tanto peso basta y sobra con el que tienen los libros de Concepción Arenal”. Llegaba a manifestar abiertamente que pocos de los académicos de entonces tuviesen su altura intelectual, salvo contadas excepciones.

Esta opinión quedó subrayada días después por Romero Girón.

La vida de Concepción Arenal entretanto comenzaba a apagarse desde su última residencia en Vigo, siguiendo el nuevo destino de su hijo Fernando desde 1890. Sus amigos más próximos, Francisco Giner de los Ríos y Gumersindo de Azcárate, estaban preocupados por la publicación de sus obras completas.

A su muerte, Concepción Arenal estaba bien valorada en los círculos que se han venido señalando.

La transcripción de un artículo suyo en La Conciencia Libre en 1896 provocó el escándalo en medios católicos.

El padre Alarcón (SI) empleó varios años en recuperar su figura, reconociendo implícitamente el desconocimiento que se tenía. A partir de 1902, apareció una línea reinterpretativa sobre su vida y obra para la tradición católica que ha llegado hasta nuestros días. El humanismo liberal, organicista, progresista y cristiano reformista de Concepción Arenal está fundamentado en claves universales de perfectibilidad: la inteligencia busca las verdades, la vida moral tiende hacia lo bueno y lo justo, la sensibilidad hacia la belleza.

A partir de aquí se ve posible avanzar mediante las libertades hacia la igualdad de oportunidades y una producción-distribución más equitativa de la riqueza.

Queda inscrita en un marco de pensamiento y acción sociopolítica que sugiere un legado humanista europeo que apunta en el Renacimiento, madura en la Ilustración y serpenteando a lo largo del siglo xix entre liberalismos y socialismos posibilistas llega hasta el Estado social de Derecho.

Autora de numerosos artículos en La Iberia, Álbum de la Caridad, El Abolicionista, La Reforma, Las Cortes, La Voz de la Caridad, La Defensa de la Sociedad, Los Niños, El Correo de la Moda, La Revista de España, Bulletin de la Société Générale des Prisons, Le Bulletin Continentale, La Ilustración Gallega y Asturiana, Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, Las Dominicales del Librepensamiento, Galicia. Revista Regional, La España Moderna, La Ilustración Española y Americana, etc.

 

Obras de ~: Fábulas en verso originales, Madrid, Tomás Fortanet, 1851; La Beneficencia, la Filantropía, la Caridad, Madrid, Imprenta del Colegio de sordomudos y de ciegos, 1861; Apelación al público de un fallo de la Real Academia Española. Poema presentado a la misma en el último certamen extraordinario, Madrid, Imprenta de Anoz, 1861; Manual del Visitador del Pobre, Madrid, R. Cardeña, 1863; Cartas a los delincuentes, La Coruña, Mariano M. y Sancho, 1865; La esclavitud de los negros, Madrid, Sociedad Abolicionista Española, 1866; El reo, el pueblo y el verdugo, Madrid, Estrada, 1867; La mujer del porvenir, Sevilla-Madrid, Eduardo Perie-Felix Perie, 1869; A los vencedores y a los vencidos, Madrid, Las Novedades, 1869; A Todos, Madrid, Imprenta de la Revista de Legislación, 1869; Examen de las bases aprobadas por las Cortes para la reforma de prisiones, Imprenta Julián Morales, 1869; “Juicio crítico de las obras de Feijoo”, en Revista de España, 1877; Una cárcel llamada modelo, Madrid, Fortanet, 1877; Estudios penitenciarios, Madrid, Fortanet, 1877; La colonias penales en Australia y la pena de deportación (Premiado por la Academia de Ciencias Morales y Políticas en 1875), Madrid, Eduardo Martínez, 1877; Ensayo sobre el Derecho de Gentes, Madrid, Biblioteca Jurídica de Autores Españoles, 1879; La Cuestión Social (Cartas a un Obrero y Cartas a un señor), Ávila, La Propaganda Literaria, 1880; Cuadros de la Guerra, Ávila, La Propaganda Literaria, 1880; La Instrucción del pueblo, Madrid, Tipografía Gutenberg, 1881; Biografía del Excmo. Sr. don Lucas Tornos, Madrid, Anales de la Asociación de Historia Natural, 1883; La mujer de su casa, Madrid, E. Rubiños, 1883; “Estado actual de la mujer en España”, en T. Stanton, The Woman question in Europe, New York, Purnam’s Sons, 1884; Boletín de la Institución Libre de Enseñanza (1895); La España Moderna, año VII, t. LXXXI; Manuel du Visiteur du Prisonnier, Paris, Au Secretariat de l’oeuvre des libérées de Saint Lazare, 1892; Obras Completas, Madrid, Victoriano Suárez, 1894-1902; Obras Completas de doña Concepción Arenal, introd. de C. díaz castañón, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 1993; M. C. García de Enterría (ed.), Poesía de juventud, Ferrol, Esquío de Poesía, 1993; M. J. Lacalzada de Mateo (ed.), Dios y Libertad, 1858, Pontevedra, Museo, 1996; Algunas observaciones sobre el delito colectivo, La España Moderna, Madrid, s. f.; Manual del Visitador del Preso, La España Moderna, Madrid, s. f.

 

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María José Lacalzada de Mateo

 

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