Galindo y de Vera, León. Barcelona, 28.IX.1819 – Madrid, 12.IV.1889. Jurista, historiador, ensayista, político.
Hijo de un militar sevillano destinado en Barcelona, León Galindo nació en esa ciudad, aunque el posterior destino del padre a Valencia hizo que fuese en la ciudad levantina donde se licenciase en Leyes y comenzase el ejercicio de la abogacía. En 1841 obtuvo el grado de doctor y tres años después el nombramiento de catedrático de Derecho Público. Al tiempo aprobó la oposición de judicatura que fue desempeñando, sucesivamente, en los juzgados de Nules, Lucena del Cid, Granollers y Játiva.
El conocimiento, en 1855, de Aparisi y Guijarro, fue decisivo en la vida y sobre todo en el pensamiento de Galindo, que, años más tarde, reuniría en cinco volúmenes las obras completas de Aparisi, y pondría al frente de ellas una extensa biografía del autor. “Compañero, amigo, hermano —escribió Galindo en esas páginas preliminares—, quizá no había secreto alguno en su vida, desde que nos conocimos, que me fuera completamente extraño”. En 1856, Aparisi y Galindo fundaron el periódico El Pensamiento de Valencia, en el que Galindo publicó numerosos y extensos artículos políticos. En 1860, ambos escribieron en colaboración el libro El Papa y Napoleón, y en 1863 publicaron Los tres Orleáns. Impulsado por Aparisi, Galindo entró en la vida política y en 1863 fue elegido diputado por Morella.
Junto a su esforzada tarea política —en la prensa y en el Congreso de los Diputados—, se abrieron tres nuevas trayectorias en la vida de León Galindo: la de africanista, la de filólogo y la de hipotecarista.
Sus obras Historia, vicisitudes y política tradicional de España respecto de sus posesiones en las costas de África, desde la monarquía gótica y en los tiempos posteriores a la restauración, hasta el último siglo (1864) e Intereses legítimos y permanentes de los españoles en África (1861) fueron premiadas, la primera por la Real Academia de la Historia y la segunda por la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, y suscitaron un extraordinario interés al tiempo de su publicación.
Que parte de ese interés sigue vivo es probado por la reedición de la primera obra cuando había transcurrido más de un siglo desde su aparición (1993).
Su dedicación y agudeza filológica quedan patentes en la obra Progresos y vicisitudes del idioma castellano en nuestros cuerpos legales, desde que se romanceó el Fuero Juzgo hasta la sanción del Código Penal que rige en España (1863), que le hizo merecedor de un premio otorgado por la Real Academia Española. En 1873 fue elegido para ocupar la vacante de Salustiano de Olózaga —Sillón N— en esta Real Academia, y Galindo leyó su discurso de ingreso en la Española dos años más tarde: La Academia ante los neologismos. Galindo se plantea en él si ha de ser el uso popular o la prescripción académica quienes guíen la evolución del leguaje; para resolverlo distingue entre palabras nuevas para designar objetos nuevos y palabras nuevas para designar objetos antiguos. Su sucesor en la Academia fue el novelista Pérez Galdós, que destacó, en su discurso de ingreso, la conjunción de conocimientos técnicos y brillantez expositiva que caracteriza todas las obras de Galindo.
Pero queda aún una de las trayectorias más fecundas, de las varias que aparecen en la vida de León Galindo: la de hipotecarista. En 1861, opositó a las plazas de letrado de la Dirección General del Registro de la Propiedad, y aprobó. Cinco años más tarde fue nombrado jefe del Servicio de Registradores de la Propiedad. Pero la Revolución de 1868, tan contraria a su monarquismo tradicional, le movió a presentar la dimisión de su puesto en la Dirección General, y a emprender el exilio, primero en Francia y luego en Suiza.
A su regreso a España en 1871, volvió a sus estudios jurídicos, de los que son fruto los cuatro volúmenes de Comentarios a la legislación hipotecaria de España, que escribió en colaboración con el también letrado de la Dirección General, Rafael de la Escosura.
Al tiempo que redactaba esta magna obra, cuyas ideas siguen teniendo valor, Galindo desempeñó la cátedra de Historia y Elementos de Derecho Civil que le fue encomendada en los Estudios de la Asociación de Católicos, organización docente integrada por un Instituto de Segunda Enseñanza y tres Facultades. Le quedó aún tiempo para participar en la fundación de un periódico, La Defensa de la Sociedad, y para escribir en él diversos artículos literarios y políticos.
El conjunto de su obra es extraordinariamente variado: a los temas políticos, filológicos y jurídicos de que se ha hablado, hay que añadir sus abundantes poemas, sus crónicas periodísticas de actualidad —en El Museo Universal— o sus prosas literarias, como la semblanza de Jovellanos publicada en La Época en 1878.
Sus intervenciones parlamentarias pertenecen a la más brillante retórica decimonónica. En ellas se pronuncia con vehemencia por la abolición de la esclavitud, contra la “bárbara, repugnante y anticristiana fiesta llamada corrida de toros”, contra la invasión del reino de las Dos Sicilias y de los Estados Pontificios. Al abordar esta última cuestión critica la actitud de los soldados piamonteses, lo que tiene un inesperado colofón. Un oficial piamontés, que se sintió agraviado por las palabras de Galindo en el Parlamento español, le retó a duelo. Y al poco tiempo el asunto se complicó, porque un oficial napolitano ofreció a Galindo batirse por él contra el piamontés. Galindo escribió una larga carta al napolitano para negarle su autorización para representarle en el duelo. “Un católico no puede batirse en duelo —añadía— y no puede hacerlo ni por sí ni por otro”.
Aunque nunca estuvo afiliado al Partido Carlista, puede decirse que era ésa la ideología que profesaba, aunque desde la independencia y con un intenso deseo de conciliación entre las dos ramas dinásticas. “Me ahoga la subordinación a la voz de los partidos”, escribió en una ocasión. Tampoco participó en el Partido Neocatólico, fundado en 1865, aunque su proximidad a ellos es indudable, como lo revela la defensa de los neos que hizo en el libro El Papa y Napoleón.
Obras de ~: con A. Aparisi y Guijarro, El Papa y Napoleón, Madrid, Imprenta de Tejado, 1860; Intereses legítimos y permanentes de los españoles en África, Madrid, Imprenta del Colegio de Sordo-Mudos y de Ciegos, 1861; Progresos y vicisitudes del idioma castellano en nuestros cuerpos legales, desde que se romanceó el Fuero Juzgo hasta la sanción del Código Penal que rige en España, Madrid, Imprenta Nacional, 1863; Historia, vicisitudes y política tradicional de España respecto de sus posesiones en las costas de África, desde la monarquía gótica y en los tiempos posteriores a la restauración, hasta el último siglo, Madrid, Imprenta y Fundición de Manuel Tello, 1864 (reed. Málaga, Algazara, 1993); con A. Aparisi y Guijarro, Los tres Orleáns, Madrid, Gaspar y Roig, 1869; La Academia ante los neologismos, Madrid, Real Academia Española, 1875; con R. de la Escosura, Comentarios a la legislación hipotecaria de España, Madrid, Est. Tipográfico de Antonio Marzo, 1899-1900, 4 vols.
Bibl.: J. F. Salafranca Ortega, “Prólogo”, en L. Galindo y de Vera, Historia, vicisitudes y política tradicional de España respecto de sus posesiones en las costas de África, desde la monarquía gótica y en los tiempos posteriores a la restauración, hasta el último siglo, Málaga, Algazara, 1993; A. Pau Pedrón, Don León Galindo, entre leyes y palabras, Madrid, Seminario Jerónimo González, 1999.
Antonio Pau Pedrón