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Lucas Alamán

Biografía

Alamán, Lucas. Guanajuato (México), 18.X.1792 – México, 1853. Empresario industrial, minero y metalúrgico, estadista e historiador.

Lucas Alamán nació en Guanajuato (18 de octubre de 1792), cursó Matemáticas en el colegio de la Purísima Concepción de esa ciudad y en el Real Seminario de Minería de México recibió lecciones de Mineralogía de Andrés Manuel del Río. A los dieciocho años presenció la entrada en aquella ciudad de las fuerzas de Hidalgo (28 de septiembre de 1810). El espectáculo de la toma de la Alhóndiga, con la masacre de sus defensores, dejó en la mente del joven Alamán una huella imborrable que sembró las ideas conservadoras antiliberales que posteriormente sus críticos siempre le achacaron. Del Real Seminario mexicano, donde se formó en Ingeniería de Minas, pasó a España y de aquí a Francia, Italia, Suiza y Alemania, para terminar el periplo europeo ampliando estudios en la Academia de Minas de Freiberg.

Al regresar a París siguió los cursos de Química en el Colegio de Francia, y los de Ciencias Naturales en el Jardín de Plantas. Por esta época sufrió dificultades económicas y en Madrid solicitó se le concediese el privilegio de separar oro y plata, por medio de ácido sulfúrico, en el proceso de la acuñación, consiguiendo (1819) que el Gobierno le otorgara una patente.

Como diputado por Guanajuato en las Cortes de Cádiz, Alamán representaba los intereses de los empresarios mineros mexicanos en momentos críticos de los años de la insurgencia, y como ministro con Iturbide y Santa Ana conoció los problemas que hubo que superar para llegar a la recuperación de la minería y metalurgia en el período estrenado de la independencia. Desde joven se interesó por la tecnología y dirección de minas, y en la Inglaterra de la Revolución Industrial trabajó con la idea de introducir en México la bomba a vapor, proyecto que gestionó con industriales franceses e ingleses.

Regresó a México y se integró en el Gobierno independentista como secretario de la Junta de Salubridad Pública y tomó parte activa en el desarrollo de la minería, llegando a proponer varios artículos en los decretos de 22 de noviembre de 1821 y 19 de febrero de 1822. La pretensión de Alamán era conseguir la restauración de la minería, hundida por la insurgencia, a través de la capitalización extranjera, inglesa y francesa. Involucrado en la United Mexican Company, empresa inglesa que a sus instancias invirtió seis millones de pesos en Guanajuato, en Zacatecas, y en otras minas mexicanas, Alamán se esforzó por repartir los riesgos inversionistas a través de varios reales de minas, en lugar de la inversión de una misma compañía en una sola mina. Pero la experiencia de los años veinte demostró la dificultad de acertar en minas dignas de inversión, provocando desavenencias entre los directores mexicanos y los inversionistas extranjeros. Los resultados desilusionantes de la Compañía, sobre todo en desagüe y limpieza de las minas hundidas durante las revueltas insurgentes, le llevaron a comentar que “todos estos errores procedieron de no cumplirse el artículo de las Ordenanzas de Minería que previenen que, al abandonar una mina, se haga una información sobre su estado y que se deposite en el archivo de la diputación de minería respectiva, con lo que habría datos seguros para dirigirse en las especulaciones posteriores”.

En 1824, fue nombrado secretario de Estado y del Despacho de Relaciones Interiores por el Gobierno provisional, se dedicó a las tareas gubernativas y fundó el Museo de Antigüedades e Historia Natural. En el Gobierno del general Santa Anna (1831-1835) Alamán ocupó el Ministerio de Industria, desde el que impulsó la industria textil, rama con la que pretendía reducir el flujo de la plata al extranjero y retener dentro del país capitales valiosos para la minería y la metalurgia.

Promovió la fundación (1830) de un banco de avío al estilo de los bancos de rescate de las reformas borbónicas, a la vez que seguía impulsando la introducción de la tecnología y maquinaria extranjeras. Éste sirvió de base para la creación de la Junta General de la Industria (1842) y la Secretaría de Fomento (1853) que habían de regir el desarrollo industrial de México durante la segunda mitad del siglo XIX. La política económica que guiaba las medidas de Alamán y sus colaboradores fue esencialmente conservadora, representaba un mercantilismo moderado basado en exenciones fiscales, inversión directa y ajustes de los gravámenes arancelarios según dictaba la coyuntura del momento.

Alamán, en su Historia de México (1849), censuró la postura de algunos de los últimos virreyes, como el marqués de Branciforte (1794-1798) y José Joaquín de Iturrigaray (1803-1808), quienes aprovechaban los repartos del azogue para enriquecerse. Precisamente el enfado de la comunidad metalúrgica por los favoritismos y agravios que se dieron en dichos repartos, fue utilizado por éstos para fomentar la insurgencia. Otra crítica era por el mal manejo que se hacía de los fondos de avío de que disponía el Tribunal de Minería, por no hacer un reparto equitativo entre las diferentes reales minas, favoreciendo a algunos por las presiones de los empresarios más influyentes en la Corte virreinal. Destacaba también la importancia de cada real de minas como foco desde donde irradiaba la prosperidad de las diferentes regiones, y especialmente Guanajuato en el lapso de 1760-1781. Citaba a los grandes mineros como cabeza de la aristocracia del país, incluyendo al conde de San Mateo, al conde de Valparaíso, al conde de la Laguna, todos ellos de Zacatecas.

Los templos, los monasterios, y las grandes haciendas agrícolas eran herencias del empeño y esfuerzo de estos grandes empresarios mineros. Hizo un comentario interesante sobre la visita a México de Humboldt. La fama de éste, dice, y su libro sobre la Nueva España revelaron a Europa realmente por primera vez toda la opulencia minera del país, sin embargo, los mexicanos de la época de la insurgencia, enorgullecidos por la nueva fama que les dio Humboldt, se formaban un concepto extremadamente exagerado de la riqueza de su patria, creyendo que la independencia convertiría a México en el país más poderoso del universo.

Unas consideraciones postreras nos llevan a decir que la historiografía ha enjuiciado demasiado positivamente a Lucas Alamán, como no podía ser de otra manera, siendo, como fue, la primera gran figura nacionalista relacionada con la minería y la metalurgia. Se le ve como personaje puente entre el viejo y el nuevo régimen, como hombre bisagra entre la mentalidad revolucionaria de los cabecillas insurgentes y la tradición criolla conservadora. Su Historia de México se considera punto de partida en la historiografía mexicana independiente. Sus posturas, aun siendo oligárquicas y neo-monárquicas, a veces fueron esclarecedoras en cuanto a la necesidad de renovar la tecnología en la minería y la metalurgia con fuentes extraterritoriales. Alamán advirtió a sus compatriotas de la importancia del auge del gran vecino del Norte, los Estados Unidos, a la vez que recalcaba la necesidad para su país de desarrollar una economía mixta con menor dependencia de los minerales preciosos. Como primer mexicano que llevó las riendas de la dirección minera nacional, asentó incluso las bases de la dirección estatal de la minería y metalurgia en los decenios sucesivos.

 

Obras de ~: Historia de México, México, Imprenta José Lara, 1849.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias, Indiferente General, Expediente a Don Lucas Alamán, minero de Guanajuato, sobre permiso para hacer ensayos de separar el oro de la plata y otras cosas, Madrid a 29 de noviembre de 1819, n. 2249.

C. Velasco Ávila (ed.), Estado y Minería en México (1767- 1910), México, Fondo de Cultura Económica (FCE), 1988; Estado y Minería en México (1767-1910), México, FCE, 1988; J. M. López de Azcona, I. González Casasnovas y E. Ruiz de Castañeda (eds.), Minería Iberoamericana. Repertorio bibliográfico y biográfico (1492-1892), vol. III, Madrid, Instituto Tecnológico Geominero de España - Consejo Superior de Ingenieros de Minas de España - Sociedad Estatal V Centenario, 1992.

 

Manuel Castillo Martos