Ayuda

Melchor Almagro Díaz

Biografía

Almagro Díaz, Melchor. Granada, 13.III.1850 – Madrid, 7.VI.1893. Político, abogado y periodista.

Hijo de Rafael Almagro Campos de la Cuadra y de María de la Concepción Díaz de Gadea. Úbeda y Granada son las dos ciudades que marcan profundamente la vida del futuro político. En la primera cursa estudios elementales en el Colegio de los Escolapios y secundarios en el Instituto de Jaén, obteniendo el título de bachiller en 1865. En la segunda, siguiendo la tradición familiar, realiza brillantemente la carrera de Derecho, culminándola en 1871 con premio extraordinario, concediéndosele inmediatamente el grado de doctor por la memoria que versó sobre Reconocimiento del Jurado.

Sus años universitarios coinciden con una intensa agitación en la vida española, próxima la septembrina que había de derrocar a Isabel II. Para entonces, a pesar de su juventud, tiene unas claras ideas acerca de la situación del país y ha comenzado a definir el ideario que defenderá de forma permanente. Demócrata por convicción, mantuvo siempre una postura de moderación, alejada de radicalismos del signo que fuesen. Intelectual y hombre de la cultura, su confianza en la educación responde al convencimiento de la influencia que ésta podía ejercer en el ser humano.

Fuertemente individualista, como muchos otros de su misma generación, los rasgos esenciales de su personalidad se pueden sintetizar en su civismo, educación, tolerancia, comprensión, espíritu abierto y su concepto del hombre, al que considera eje y centro de la vida en común.

Los momentos previos al estallido revolucionario marcan su salto a la vida pública, poniéndose ya de manifiesto sus dotes de orador y su don de gentes, que perfilan con dieciocho años la figura del líder que llegó a ser. A partir de ahí su actividad profesional y su dedicación política marchan paralelas, marcando etapas en su trayectoria: profesor en el Instituto de Granada y en su Universidad; colaborador del Liceo e impulsor de su Academia de Derecho y Jurisprudencia; director del periódico La Idea, nacido en octubre de 1868 en esa ideología ya aludida, supone éste su primer contacto con el periodismo que le atrae profundamente, para el que está excepcionalmente dotado y que ejercerá —aunque forma esporádica— en distintos momentos.

Integrante de ese pequeño y selecto grupo que se ha denominado demócratas de cátedra, su republicanismo de tono moderado se identifica con la línea que poco más tarde encabezará Castelar, con quien mantuvo a partir de entonces y en todo momento fidelidad política y lazos de amistad. La implantación de la República le depara la posibilidad de ocupar puestos de responsabilidad. Diputado por Motril en 1873, pronto destacó en aquellas Cortes Constituyentes, en las que era el representante más joven. Su estancia en Madrid le permite alternar la labor parlamentaria con intervenciones en la Academia de Jurisprudencia y colaboraciones en prensa, concretamente en La Propaganda, semanario impulsado por Alfredo Calderón y dirigido por Luis Giner, y en La Igualdad, diario que apoya a Castelar.

Bajo la presidencia de éste, el 1 de octubre de 1873 se le nombra secretario general del Ministerio de Estado que regenta José Carvajal y Hué, figura representativa de la democracia andaluza. En el desempeño de este cargo tuvo ocasión de demostrar sus dotes diplomáticas, de manera particular en la delicada situación derivada del incidente del Virginius, que originó una tensa relación con Estados Unidos, y en las negociaciones entabladas entre el Estado español y la Santa Sede, no fáciles en esos momentos. Pero la República tenía sus días contados y, en un giro imparable, la realidad del país se encaminaba hacia el restablecimiento de los Borbones, propiciado por el malagueño Cánovas del Castillo.

La Restauración marca el inicio de una nueva etapa, en la que el republicanismo queda como una opción minoritaria. De regreso a Granada contrae matrimonio con Pilar San Martín, de cuya unión nacerían ocho hijos, de los que tan sólo tres llegaron a edad adulta.

Se dedica a los trabajos de su bufete, que llegó a ser uno de los más reputados de la ciudad por su fama de letrado honesto y competente, lo que puso en sus manos la gestión de los asuntos de diversas instituciones y de relevantes familias, interviniendo en algunos de los casos más famosos de la época. Paralelamente, organiza el Partido Posibilista del que será figura indiscutible, atrayendo a sus filas por su talante moderado a sectores de la clase media, lo más destacado del comercio granadino y propietarios acaudalados.

En 1879 se presenta a la consulta electoral y a partir de ese momento su presencia es constante en las Cortes, integrado siempre en el pequeño grupo de Castelar, siendo elegido diputado o senador en todas las legislaturas, a excepción de la de 1884 en que fue derrotado mediante “escandalosos atropellos”. Gracias a él, la voz de Granada se dejó oír en múltiples ocasiones en el hemiciclo, atento siempre a las necesidades y problemas de su tierra. Para comprobarlo, basta consultar la prensa de la época y constatar la frecuencia con la que su nombre aparece en ella y su decidida actuación en muy diversos terrenos. Actuación que hay que unir a la colaboración que mantuvo siempre con algunas de las instituciones ciudadanas más representativas, caso del Liceo ya mencionado; de El Fomento de las Artes que nacía en 1882 de la mano de un grupo de intelectuales de ideas avanzadas; o de la Cámara de Comercio e Industria que le nombó socio honorario.

Atención a lo local que se complementa con sus intervenciones en debates de alcance nacional, algunas de las cuales tuvieron notable resonancia. Así, la suscitada en 1880 con motivo de la discusión de los presupuestos de Gracia y Justicia, a la que contestó Conde y Luque y el propio ministro Álvarez Bugallal.

En la legislatura iniciada en 1881 es el discurso en el que rebate la reforma del Código Penal propuesta por el Gobierno. En 1888 el que pronuncia con motivo del proyecto de Ley del Jurado, en el que manifestó su sólida convicción acerca de una institución que le había interesado desde sus años de estudiante.

Con todo, seguía perteneciendo a esa pequeña minoría situada al margen del propio sistema. A ese respecto la postura de Castelar era clara, al considerar que la democratización de la Monarquía era el único requisito indispensable para llevar a su grupo a una colaboración abierta con la misma. Enlaza en ello con el programa de Sagasta que, al comenzar los años noventa, ha conseguido sacar adelante las leyes de sufragio, jurados y asociaciones. Es el momento esperado por el político republicano para establecer ese pacto de colaboración, sellado con la entrada de uno de sus hombres en el Gobierno, designando para ello a Melchor Almagro. Lo impidió una inesperada y repentina enfermedad, que le arrebató la vida cuando tenía cuarenta y tres años.

El cortejo formado desde el hotel de París a la estación del Mediodía para su traslado a Granada estuvo presidido por Sagasta, el marqués de la Vega de Armijo, Castelar, el marqués de Sardoal y Villanova, constituyendo al decir de la prensa una multitudinaria manifestación de gentes de todas clases y estratos sociales.

Igual iba a ocurrir en su ciudad natal, que celebraba aquellos días las fiestas del Corpus, interrumpidas en señal de duelo. Sobre su tumba del cementerio de San José modeló Mariano Benlliure una columna truncada y un medallón con su busto. Bajo la alcaldía de Gallego Burín se dedicó una calle a su memoria.

 

Bibl.: M. Fernández Almagro, “Melchor Almagro Díaz, poeta precoz y político malogrado”, en Paisaje, julio-agosto (1946); N. Rivas, “Los hombres del pasado”, en El Español, 17 de agosto de 1947; N. Rivas, “Melchor Almagro Díaz”, en Estampas del siglo xix, Madrid, Editora Nacional, 1947, págs. 39-52; J. Corral, “El granadino Melchor Almagro Díaz”, en Granada en Corpus (1950); J. A. Mesa Segura, “Melchor Almagro Díaz, el republicano de guante blanco”, en Ideal, Suplemento de Artes y Letras (junio de 1993); C. Viñes Millet, “Melchor Almagro Díaz (1850-1893)”, en Figuras granadinas, Granada, Legado Andalusí, 1995, págs. 326-329; C. Viñes Millet, Melchor Almagro, Granada, Comares, 1999; M. Almagro San Martín, Teatro del mundo. Recuerdos de mi vida, Granada, Diputación de Granada, 2001.

 

Cristina Viñes Millet

Personajes similares