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Buenaventura Abárzuza Ferrer

Biografía

Abárzuza Ferrer, Buenaventura. La Habana (Cuba), 1841 – Madrid, 13.IV.1910. Escritor y político liberal.

Hijo mayor del matrimonio formado por la habanera Teresa Ferrer y el gaditano José Abárzuza Imbrech. Era su padre un rico propietario y comerciante indiano que fijó la residencia familiar en Cádiz cuando él contaba pocos años de edad; miembro de la elite local, desempeñó los cargos de diputado provincial, vocal de la Junta Provincial de Instrucción Pública y regidor municipal (1848-1851 y 1854), y fue también accionista del ferrocarril, del Banco de Cádiz, de la Compañía Gaditana de Crédito, de Conte y Cía. y de la Compañía Española de Navegación. Desde muy joven, Buenaventura Abárzuza formó parte, junto a su padre y sus hermanos, de la casa comercial Abárzuza Hermanos, conocida, entre otros negocios mercantiles, por ser representante en los años sesenta de los vapores-correos de Antonio López y Compañía. En la ciudad andaluza realizó sus primeros estudios, que amplió luego en Inglaterra, donde quedó impresionado por las costumbres políticas liberales. De regreso a Cádiz, entró en los círculos demócratas hacia 1856 y, profesando las ideas republicanas, formó parte del primer Comité del Partido Demócrata que hubo en la ciudad. En agosto de 1865, fue reelegido vicepresidente del Comité Democrático de Cádiz, tras salir derrotada su candidatura para la presidencia, que retuvo José Palacio. Siendo favorable a la participación electoral, su postura fue desechada por los demócratas gaditanos al votar mayoritariamente por el retraimiento del partido en las elecciones de 1865. Aficionado a la literatura, escribió un drama de costumbres en verso, titulado Una historia de amor, que fue representado en varios teatros en 1865 y 1866, pero la obra fracasó ante los críticos y el autor decidió no volver a escribir para la escena. Mayor reputación alcanzó en esos años como periodista. En Cádiz fue colaborador de El Peninsular (1861), periódico progresista dirigido por Manuel de Sola, que estuvo abierto a los escritores demócratas, y de la revista satírica Sancho Panza, que publicó en 1863 el poeta Víctor Caballero y Valero, también vinculado a Cuba. Fue en La Democracia de Castelar, periódico de Madrid que contribuyó a mantener con su peculio, donde se dio a conocer ampliamente como escritor político y literario (1864- 1866). Como publicista político, intervino en la polémica demócrata entre “socialistas” (Pi y Margall) e “individualistas” con un folleto titulado Democracia y Socialismo (1865) en el que se decantaba a favor de los segundos, representados por Castelar y su periódico.

En este escrito defendía una doctrina democrática que, fundamentada en las enseñanzas del cristianismo, aspirase a implantar un sistema social basado en la libertad individual. El socialismo era contrario a la democracia por otorgar al Estado una preponderancia que llevaba a una injusta reducción de la riqueza de los individuos y de su libertad como ciudadanos.

Por consiguiente, el Partido Demócrata tenía como objetivo anular el Estado, reduciéndolo a su mínima expresión, para que la sociedad alcanzase su máxima libertad. También en 1865, Abárzuza creó una sociedad de recreo, llamada Centro Filarmónico de Cádiz, que era, en realidad, una asociación demócrata que utilizaba sus cátedras de música para difundir las ideas republicanas entre las clases populares, lo que llevó al gobernador civil a cerrarla en mayo de ese año, y a Castelar a censurar esta medida desde las páginas de La Democracia.

Tras la represión gubernamental de junio de 1866, apoyó activamente la causa revolucionaria desde España y el extranjero, adonde viajó para participar en las conspiraciones de los demócratas exiliados, a los que socorrió con importantes sumas. La aparición en 1867 de la Revista Gaditana de Caballero y Valero permitió a Abárzuza y a otros correligionarios, como Fermín Salvochea y Narciso Campillo, disponer de un medio para difundir sus ideas liberales, en la escasa medida que lo permitía la censura, hasta marzo del año siguiente, en que desapareció la publicación. Al iniciarse la Revolución de Septiembre de 1868, participó en el alzamiento popular de Alcoy, que dirigió el demócrata Agustín Albors. Tras la caída del trono de Isabel II, y residiendo ya en Madrid, ingresó en el nuevo Partido Republicano Demócrata Federal, participando activamente en su inmediata campaña electoral. En un acto celebrado en el Circo Price de Madrid a últimos de diciembre de 1868, pronunció un aplaudido discurso a favor de la República, en el que defendió la abolición de las quintas, la separación completa entre la Iglesia y el Estado, la reducción del Presupuesto y la “descentralización administrativa hasta sus últimas consecuencias”; a pesar de lo cual nunca fue un claro defensor del federalismo y mantuvo sus discrepancias con los republicanos “socialistas”, permaneciendo próximo a las tesis conservadoras de Castelar. Fue elegido diputado de las Cortes Constituyentes por la circunscripción de Alcoy en las elecciones parciales de mediados de abril de 1869. En las Cortes, tomó parte en la discusión del proyecto constitucional a favor de la república y pronunció un importante discurso impugnando el proyecto de ley que confería la regencia al general Serrano. Durante esta época colaboró en La República Ibérica de Miguel Morayta, La Discusión y otros periódicos republicanos de Madrid. Fue diputado por Reus en las tres Cortes ordinarias del reinado de Amadeo I (1871-1873) y representó a la provincia de Tarragona en la segunda Asamblea Federal del partido, en abril de 1871, y a la de Lugo en la tercera, en febrero de 1872. Tras formar parte de la Asamblea Nacional que proclamó la República, fue elegido diputado por Villajoyosa y por Tremp, optando por el distrito alicantino, para las Constituyentes de 1873. Al llegar Castelar a la presidencia del Poder Ejecutivo de la República en septiembre de ese año, fue nombrado embajador de España en París, cargo que desempeñó hasta el golpe de Pavía de enero de 1874.

Durante la Restauración siguió unido a Castelar, siendo desde 1876 uno de los jefes del Partido Republicano Histórico, más conocido como Partido Posibilista.

En las elecciones parciales de marzo de 1883 y en las generales de 1886 fue elegido senador por la provincia de Huesca, acreditando como rentas la propiedad de dos fincas de tierra y viña en el término municipal de Jerez de la Frontera, denominadas “El Corregidor” y “Casabón”. Al disolver Castelar el Partido Posibilista en mayo de 1893, con el propósito de facilitar que sus seguidores ingresasen en el Partido Liberal de Sagasta, al que habían apoyado desde el principio para conseguir la institución del Jurado y el sufragio universal, Abárzuza encabezó el pequeño grupo que ingresó en el campo monárquico. Por el Partido Liberal, y utilizando para ello los mecanismos caciquiles habituales, ocupó el escaño de senador por Huesca durante las legislaturas de 1893-1894, 1896-1900 y 1901-1902.

El 4 de noviembre de 1894, obedeciendo a las presiones de Castelar, fue nombrado ministro de Ultramar en el Gobierno liberal presidido por Sagasta, que presentó su dimisión el 23 de marzo de 1895. Como ministro, logró que la llamada Ley Abárzuza, que regulaba el nuevo régimen político-administrativo de la isla de Cuba, suprimiendo la Diputación provincial única contemplada en el Proyecto de Antonio Maura de 1893, se promulgase el 15 de marzo de 1895. Si bien la tímida descentralización administrativa expresada en la nueva norma, que dejaba intactos los poderes omnímodos del gobernador general de la isla, la hizo completamente ineficaz para combatir a los grupos separatistas cubanos que iniciaban por entonces la Guerra de Independencia, por lo que no tuvo más trascendencia que la de servir de base a los decretos de Cánovas del Castillo de 1897; éstos, a pesar de establecer un régimen administrativo más descentralizador, tampoco satisficieron las demandas de autonomía legislativa y, menos aún, de soberanía de los rebeldes de la Gran Antilla. Tras la derrota militar frente a los Estados Unidos, formó parte, junto a Eugenio Montero Ríos y otros, de la delegación española que firmó el Tratado de Paz de París el 10 de diciembre de 1898, por el que España perdía sus colonias ultramarinas. Ministro de Estado del Gobierno conservador de Francisco Silvela entre el 6 de diciembre de 1902 y el 20 de julio de 1903, por un Real Decreto de 8 de mayo de este último año fue nombrado senador vitalicio, cargo que juró el día 26, declinando su actividad política durante los últimos años de su vida.

Obras de ~: Democracia y socialismo. Breves apuntes, Cádiz, 1865; “La fuerza de las leyes naturales en las soluciones económicas”.

Conferencia dada en el Círculo de la Unión Mercantil [...] el día 1 de diciembre de 1890, Madrid, Imprenta de Tomás Minuesa, 1891; Conferencia dada en el Círculo de la Unión Mercantil [...] el día 8 de diciembre de 1890, Madrid, Imprenta de Tomás Minuesa, 1891.

 

Fuentes y bibl.: Archivo del Senado (Madrid), Expediente personal.

L. Vidart, La filosofía española, indicaciones bibliográficas, Madrid, Imprenta Europea, 1866, págs. 241-259; VV. AA., Los diputados pintados por sus hechos. Colección de estudios biográficos sobre los elegidos por el sufragio universal en las Constituyentes de 1869, t. II, Madrid, R. Labajos y Cía., 1869-1870, págs. 359-360; Biografía del republicano Buenaventura Abárzuza, Diputado de las Cortes Constituyentes de 1869, s. l., s. i., s. f.; F. Cañamaque, Los oradores de 1869, Madrid, Librería Simón y Osler, 1879, págs. 283-285; A. M. Segovia, Figuras y figurones, t. X, Madrid, Enrique Jaramillo, 1881, 2.ª ed., págs. 151-161; M. Sánchez Ortiz y F. Berástegui, Las primeras Cámaras de la Regencia, Madrid, Imprenta de Enrique Rubiños, 1886, págs. 136-137; E. Rodríguez-Solís, Historia del Partido Republicano español, Madrid, Imprenta de Fernando Cao y Domingo del Val, 1893, pág. 599; A. Ramos Santana, La burguesía gaditana en la época isabelina, Cádiz, Fundación Municipal de Cultura, 1987, pág. 541; J. Marchena Domínguez, El Partido Demócrata gaditano (1849- 1868), Fundación Municipal de Cultura, 1992, págs. 144 y ss.; J. M. Cuenca Toribio y S. Miranda García, El poder y sus hombres. ¿Por quiénes hemos sido gobernados los españoles? (1705-1998), Madrid, Editorial Actas, 1998, págs. 306-309; M. Bizcarrondo y A. Elorza, Cuba/España. El dilema autonomista, 1878-1898, Madrid, Editorial Colibrí, 2001; M. P. Alonso Romero, Cuba en la España liberal (1837- 1898). Génesis y desarrollo del régimen autonómico, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2002.

 

Gregorio de la Fuente Monge

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