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Fernando de Castro y Pajares

Biografía

Castro y Pajares, Fernando de. Sahagún (León), 30.V.1814 – Madrid, 5.V.1874. Franciscano (OFM), sacerdote y filósofo krausista, rector de la Universidad Central.

Nació en una familia empobrecida, aunque de ascendencia hidalga, en la que era el hijo menor de seis hermanos. Era hijo de Manuel de Castro y de Ildefonsa Pajares, vecinos de Sahagún, según constaba en la partida del bautismo que se celebró el día 5 de junio. Huérfano a los doce años, fue a vivir con un hermano —tal vez José, el mayor— que le acogió en su casa de Grajal de Campos, en donde había un convento de franciscanos descalzos. En 1829 tomó el hábito en el convento de franciscanos descalzos —“frailes gilitos”— de San Diego de Valladolid, en el que profesó al año siguiente. Después sería destinado al convento de San Antonio de Ávila, en el que realizó estudios de Filosofía desde 1830 a 1833 y, más tarde, al convento de San Gabriel de Segovia, en donde realizaría estudios de Teología de 1833 a 1836. Parece que fueron años de una intensa religiosidad y de intensos ejercicios ascéticos que le llevaron a desempeñar oficios —hospedero y enfermero— en los que podía manifestar mejor su espíritu de caridad y de tolerancia.

La supresión de conventos, que decretara Toreno el 25 de julio de 1835, y las medidas que condujeron a la exclaustración general —decretada por Mendizábal el 8 de marzo de 1836— le habían llevado a abandonar el convento en el mes de febrero. No interrumpió, sin embargo, su formación eclesiástica y fue ordenado sacerdote en junio de 1838. Desde 1837 había pasado a enseñar Filosofía en el seminario de San Froilán de León, del que será nombrado vicerrector en febrero de 1839. Estos nombramientos tenían mucho que ver con la carencia de profesores entre el clero que, en muchos casos había abandonado sus puestos por apoyar la causa carlista, mientras que Fernando de Castro parecía simpatizar con las ideas liberales y fue nombrado capellán de la milicia nacional.

En los años siguientes realizó una considerable tarea cultural después de haber sido nombrado, el 7 de mayo de 1839, secretario de la Junta Artística que se transformará más adelante en la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos. En ella se dedicó a recoger e inventariar en la Biblioteca Provincial los libros procedentes de los conventos desamortizados, en cuyo inventario trabaja junto con Patricio de Azcárate, el padre de Gumersindo de Azcárate. Formó parte, también con aquél, de la Sociedad Económica de Amigos del País de la que será secretario desde 1840 a 1843 y, desde noviembre de 1842, censor.

Acabado el curso 1844-1845 marchó a Madrid y en octubre de 1845 conseguirá en comisión la cátedra de Mitología y Principios de Historia General de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central, como consecuencia de la protección que le dispensan los liberales que dirigen los asuntos de la instrucción pública. Al mismo tiempo, realizó los estudios de licenciatura y doctorado en teología, que completará en junio de 1846. Ese mismo año fue nombrado regente de teología y, poco después, regente de Historia.

En abril de 1847 ganó por oposición la cátedra de Elementos de Historia general y de España del Instituto San Isidro de Madrid y, poco después, recibiría el nombramiento de predicador de Isabel II y caballero de la Orden de Carlos III. Más adelante, en 1850, será elevado a capellán de honor de la reina, que era un cargo con retribución económica.

En 1850 fue puesto al frente de la Escuela Normal de Filosofía, que era la encargada de formar profesores de las diversas especialidades de la Facultad de Filosofía. En la Escuela, que comenzó a funcionar en octubre de 1850, Castro pasó a desempeñar la cátedra de Elementos de Geografía e Historia. La Escuela, sin embargo, se suprimirá con la reforma de planes de estudios aprobada en septiembre de 1852, dentro de la reacción de tono conservador propiciada por el gobierno de Bravo Murillo. En cualquier caso, y tal vez para compensarle por la pérdida de la dirección de la Escuela, el gobierno le nombró para la cátedra de Historia General de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Madrid, de la que tomaría posesión el 6 de octubre de 1852. Durante esos años tuvo un trato frecuente e íntimo con Sanz del Río, a través del cual se fue penetrando del pensamiento krausista.

En el verano de 1857 viajará a Francia y Alemania, con una licencia de estudios y con el encargo de presentar una memoria sobre la educación en Francia. Visitó Heidelberg —allí entró en contacto con Röder—, Tubinga y Stuttgart. La memoria de aquél se publicará en la Gaceta de Madrid, a partir del 21 de junio de 1859, y contenía una dura crítica al sistema educativo español, aunque parece que su conocimiento del sistema educativo francés no pasó de ser superficial. En los años siguientes volverá a viajar por Francia y Suiza.

La dimensión filantrópica y humanitaria de Fernando de Castro, que ya se había manifestado en sus años juveniles del convento, encontró un nuevo cauce de expresión en la Sociedad Abolicionista Española que pretendía acabar con la esclavitud en Cuba y Puerto Rico, las últimas colonias americanas de España, y en su colaboración con el Fomento de las Artes, una institución encaminada al “mejoramiento moral y material de las clases trabajadoras”.

Los viajes al extranjero, y su contacto con la filosofía krausista, fueron una crisis de conciencia en la que se contraponía su condición sacerdotal y unas convicciones cada vez más distanciadas del catolicismo romano. De ello ha dejado variadísimos testimonios en su Memoria testamentaria de 1874. A comienzos de noviembre de 1861, esa crisis tuvo una manifestación ruidosa en un sermón que pronunció ante la Reina, acompañada del nuncio, de varios obispos y del resto de la Corte, con ocasión de la ritual acción de gracias en el aniversario del terremoto de Lisboa, en el que habló de la inminencia de una revolución religiosa que exigiría una modificación radical de la religiosidad imperante. Dos años más tarde tendrá que renunciar a su capellanía de honor, alegando la dificultad de compatibilizar esa tarea con sus obligaciones como catedrático.

Sus convicciones quedaron aún más patentes en su recepción como miembro de la Real Academia de la Historia, que se produjo el día 7 de enero de 1866. En aquella ocasión criticó las intromisiones de la Iglesia en la vida civil y abogó abiertamente por la separación de la Iglesia y del Estado, y pedía que la iglesia española se acomodase a los nuevos tiempos con un ejercicio la “suavidad y tolerancia cristiana” en un claro eco de los principios del catolicismo liberal que, sin embargo, no parecía conocer de primera mano. El discurso, comprensiblemente, provocó una encendida respuesta de los medios católicos, en la que se distinguió Francisco Navarro Villoslada, con una serie de ocho artículos en El pensamiento español.

En marzo de 1867 se negó a suscribir la exposición que las autoridades universitarias de Madrid dirigieron a Isabel II en señal de adhesión. Fue el comienzo de la “cuestión universitaria” que se resolvió con la separación de su cátedra en marzo de 1868. La misma medida fue tomada contra Julián Sanz del Río y Nicolás Salmerón. Entre los profesores que se habían negado a firmar se contaban simpatizantes del krausismo y de la coalición revolucionaria que triunfaría pocos meses después. Francisco Giner de los Ríos protestó contra esas medidas del Gobierno a finales de enero de 1868, a la vez que se solidarizaba con los sancionados, por lo que fue suspendido en su cátedra y se le abrió un expediente.

El conflicto, que se había prolongado durante más de un año, se desvaneció en septiembre de 1868 con el triunfo de la revolución y el derrocamiento de Isabel II. Sonó entonces la hora de los krausistas. Los profesores separados fueron restablecidos en sus cátedras y Sanz del Río fue nombrado rector de la Universidad Central, aunque renunciará al día siguiente y, en su lugar, el 4 de octubre se nombró rector a Fernando de Castro, que presidirá la apertura solemne del curso a primeros de noviembre. Para realizar su tarea, Castro buscó el concurso de personas del círculo krausista como Juan Uña y José Fernando González, que desempeñaron sucesivamente la secretaría de la Universidad. Francisco Giner de los Ríos del Boletín-Revista de la Universidad de Madrid, pero rehusó aparecer abiertamente como responsable de la publicación, que aparecerá en enero de 1869.

También se debió a la iniciativa de Castro la creación de una Extensión Universitaria que pretendía abrir a la sociedad las enseñanzas universitarias. Las de mayor calado fueron las Conferencias dominicales para la educación de la mujer, que fueron inauguradas en febrero de 1869 y se prolongaron durante el resto del curso. En las clases se intentó erosionar la tradicional religiosidad y se defendieron instituciones, como la del matrimonio civil, que provocaron un cierto escándalo en aquella sociedad y reacciones de resistencia que fueron ganando terreno entre profesores y alumnos, que no participaban de los proyectos krausistas.

El 12 de octubre de 1869 murió Sanz del Río, y Castro asistió al entierro, que se celebró en el cementerio civil, lo que provocó un fuerte escándalo por su condición de sacerdote católico, aunque él lo justificara por su condición de rector y por su veneración y acatamiento a la libertad de conciencia que acababa de aprobarse en la Constitución de junio de 1869.

El rectorado de Castro, en cualquier caso, llegará a su final por las protestas que se generalizaron en la Universidad a partir de la elección de Amadeo de Saboya como rey de España, el 16 de noviembre de 1870. Tres días más tarde, y como consecuencia de una protesta estudiantil creciente, Castro tuvo que dimitir después de sufrir la violencia de los estudiantes que reclamaban la liberación de unos compañeros detenidos en el rectorado por silbar a Salmerón.

La reunión del Concilio Vaticano I, que se inició en diciembre de 1869, agudizó el distanciamiento de Castro con la Iglesia de manera que en mayo de 1870 —antes de que se aprobase la declaración conciliar a favor de la infalibilidad pontificia— pronunció una oración fúnebre en Mallona (Bilbao), en honor de las víctimas de los dos sitios que había sufrido Bilbao durante la primera guerra carlista. Castro lo presentó —en carta que dirigiría a Salmerón el 3 de noviembre de 1871— como “el último sermón de un sacerdote que ha perdido la ‘virginidad de la fe’; pero que ha ganado, en cambio, la ‘maternidad de la razón’ y una nueva creencia en Dios”, utilizando una contraposición que había sido acuñada por el propio Salmerón con ocasión de su primer discurso parlamentario.

Vuelto a la cátedra universitaria, se interesó especialmente en la educación de la mujer. Había creado una Escuela de Institutrices que, en julio de 1871, vio salir su primera promoción. Posteriormente se constituyó la Asociación para la Enseñanza de la Mujer, de la que Castro será el primer presidente. La Asociación tenía el fin de “dar a las jóvenes las nociones indispensables de la cultura intelectual, moral y social de la mujer, y preparar a las que han de dedicarse a la enseñanza y a la educación”.

Desde 1869 presidió también la Sociedad Abolicionista junto con muchos otros personajes del mundo krausista que, posteriormente, participarán en la creación de la Institución Libre de Enseñanza. Fue senador por la provincia de León en las legislaturas de 1871-1872 y 1872-1873.

Fernando de Castro había visto deteriorarse rápidamente su salud desde sus últimos meses del ejercicio del rectorado de la Universidad. A primeros de diciembre de 1873 inició la redacción de su Memoria testamentaria, en la que daba cuenta de la evolución de su pensamiento y de sus difíciles relaciones con la Iglesia católica. La Memoria será editada después de la muerte de Castro por Manuel Sales y Ferré, que había sido su colaborador en la cátedra de la Universidad Central.

El día 1 de mayo de 1874 otorgó testamento en el que dejaba claro su alejamiento de la Iglesia católica y falleció en Madrid el día 5 de mayo de ese mismo año. Su entierro, al igual que el de Sanz del Río en 1869, se convirtió en una nueva exhibición pública de la disidencia religiosa, aunque el marco político hubiese cambiado radicalmente. España experimentaba la república cesarista del duque de la Torre y se preparaban los ánimos para la Restauración canovista que se produjo poco después.

Fue enterrado en el Cementerio General del Sur junto a los restos de Julián Sanz del Río. Los restos de ambos serán trasladados en junio de 1905 al Cementerio Civil del Este y escoltan, desde 1915, los de Francisco Giner de los Ríos que se ha convertido así en la figura central del movimiento krausista. Más adelante se añadirán al conjunto funerario los restos de Gumersindo de Azcárate, Manuel Bartolomé Cossío y Alberto Jiménez Fraud.

Fernando de Castro ha dejado una obra literaria en la que, junto al testimonio personal de su Memoria testamentaria, destacan los textos históricos derivados de su dedicación docente en la enseñanza media y universitaria, discursos académicos y sermones religiosos en ocasiones solemnes.

 

Obras de ~: Oración inaugural que en la apertura de los estudios del Seminario Conciliar de San Froilán pronunció el Presbítero Vice-rector y Catedrático Don Fernando de Castro el día 21 de octubre de1840, León, Imprenta de Pedro Miñón, 1840; Oración fúnebre pronunciada por D. Fernando de Castro, Presbítero, Capellán de la M. N. de León, Vice-rector y Catedrático en el Seminario Conciliar de la misma, en la función cívico-religiosa celebrada en la Santa Iglesia Catedral el 31 de mayo de1843, en conmemoración y holocausto de las almas de los que han perecido en la gloriosa lucha de la libertad contra la tiranía, León, Imprenta de Pedro Miñón, 1843; Historia Antigua, Madrid, Imprenta de Antonio Bas, 1849; Historia de la Edad Media, Madrid, Imprenta de Antonio Bas, 1849; Historia Moderna, Madrid, Imprenta de Antonio Bas, 1849; El Quijote para todos. Abreviado y anotado por un entusiasta del autor, Miguel de Cervantes Saavedra, Madrid, Imprenta de José Rodríguez, 1856; El Quijote de los niños y para el pueblo. Abreviado y anotado por un entusiasta del autor, Miguel de Cervantes Saavedra, Madrid, Imprenta de José Rodríguez, 1856; Compendio razonado de historia general, Madrid, Est. Tipográfico de Gregorio Estrada, 1863-1872, 3 vols.; Programa explicado de las lecciones de Historia Universal y Particular de España, en el Instituto San Isidro en el curso 1864-1865, Madrid, Imprenta del Colegio de Sordomudos y Ciegos, 1864; Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción pública del presbítero don Fernando de Castro y Pajares el día 7 de enero de 1866, Madrid, Imprenta de Rivadeneyra, 1866; Oración fúnebre en las solemnes honras por las heroicas víctimas del 2 de mayo de 1808, Madrid, Oficina Tipográfica de los Asilos de San Bernardino, 1866; Dos sermones de don Fernando de Castro, Madrid, Imprenta Pérez, 1874; Memoria testamentaria, Madrid, Imprenta y Librería de Eduardo Martínez, 1874.

 

Bibl.: M. Menéndez Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles, Madrid, Librería Católica, 1880-1882; R. M. de Labra, Propagandistas y educadores. Don Fernando de Castro. Estudio biográfico, Madrid, Imprenta de El Correo, 1888; V. Cacho Viu, La Institución Libre de Enseñanza. I. Orígenes y etapa universitaria, Madrid, Rialp, 1962; F. Díaz de Cerio, SI, Fernando de Castro: Filósofo de la Historia 1814-1874, León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, 1970; F. Díaz de Cerio, “Castro y Pajares, Fernando de”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de la Historia Eclesiástica de España, vol. I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1972, págs. 384; Marqués de Siete Iglesias, “Real Academia de la Historia. Catálogo de sus individuos. Noticias sacadas de su archivo”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, t. CLXXV, cuaderno III (septiembre-diciembre de 1978), págs. 572-573; R. Chacón, D. Fernando de Castro y el problema del catolicismo liberal español, Ediciones de la Universidad Autónoma de Madrid, 1996 (microforma); A. Jiménez-Landi Martínez, La Institución Libre de Enseñanza y su ambiente. I. Los orígenes de la Institución, Madrid, Editorial Complutense, 1996; VV. AA., Fernando de Castro y su legado intelectual, Madrid, Fundación Fernando de Castro y Fundación Beneficentia et Peritia Iuris, 2001; M. Carracedo Sancha, Fernando de Castro: católico liberal, krausista y heterodoxo, León, Instituto Leonés de Cultura, 2003; B. Pellistrandi, Un discours national? La Real Academia de la Historia entre science et politique (1847-1897), Madrid, Casa de Velázquez, 2004, pág. 382; E. Aguado Cabezas; “Segundo Sierra Pambley y Fernando de Castro: dos liberales leoneses en la era isabelina”, en Ideas reformistas y reformadores en la España del siglo XIX. Los Sierra Pambley y su tiempo, Madrid Biblioteca Nueva, 2008, págs. 201-234.

 

Octavio Ruiz-Manjón

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