Monasterio y Agüeros, Jesús de. Potes (Cantabria), 20.III.1836 – Casar de Periedo (Cantabria), 28.IX.1903. Violinista, compositor, director, profesor y académico, uno de los principales impulsores de la música instrumental durante el siglo xix en España.
Fue bautizado en la iglesia parroquial de San Vicente Mártir (Potes) el día 24 de marzo, siendo su padrino el presbítero Francisco Antonio de Caldas, y actuando como testigos Mathías de la Madrid y José Bulnes, ambos vecinos de la villa de Potes. Único hijo varón de Jacinto Monasterio y Caldas y de Isabel Agüeros y Manrique de la Vega, tuvo dos hermanas, Regina y Ana. Su padre, Jacinto, maestrante de Granada, fue nombrado por Su Majestad a consulta de la Cámara para el corregimiento de la villa de Boñar, en la provincia de León en 1824 y, enterado de que en la villa de su jurisdicción algunas personas a título de voluntarios realistas usaban una clase de cocorda o divisa diferente a la de la nación española, prohibió la misma, y, debido a este enfrentamiento, el intendente de León le formó causa, a consecuencia de la cual sufrió prisión en Valladolid hasta que se le hizo justicia y le recompensaron sus buenos servicios con la vara de alcalde mayor de la villa de Rueda. Desengañado de la política, se retiró en 1834 al solar de origen de su mujer, donde, para distraer su amargura, dedicó muchos ratos a la música. Así pues, en el entorno tranquilo de la villa de Potes, recibió Jesús dos decisivas influencias: la de su madre, Isabel, que lo aficionó al conocimiento de su tierra, Liébana, y la de su padre, Jacinto, que le inculcó la afición musical, inclinándolo de forma decisiva a la práctica del violín.
Escribió su hija Antonia que, mientras tocaba un día Jacinto el violín, le pareció oír sollozos, y el tratar de informarse, se encontró detrás de la puerta a su hijo Jesús, de unos cinco años, llorando desconsoladamente, y al preguntarle por el motivo de su tristeza, el niño contestó “es esa música la que me hace llorar”.
De esta manera comprendió Jacinto que aquella sensibilidad era reveladora de un gran temperamento artístico, y desde ese mismo instante se dedicó a enseñarle Solfeo y Violín. Con sólo cinco años y un pequeño violín, regalo de su padre, Monasterio interpretó los bailes de moda en la romería de Aliezo (Cantabria), iniciando lo que sería su trayectoria artística.
Acompañado por su padre, empezó a recibir sus primeras lecciones en Palencia, del primer violinista de la catedral, y posteriormente en Valladolid donde un gran intérprete, José Ortega y Zapata, le transmitió su experiencia y conocimientos acerca del arte del violín. El 14 de enero de 1843, debutó en el Liceo Artístico de Valladolid donde, según las noticias de la época, “causó una admiración inexplicable con los prodigios que hizo tocando el violín: este angelito, más pequeño que el instrumento que tenía entre manos, fue coronado y nombrado socio de mérito entre mil muestras de aprobación general”. Siguiendo el consejo de su maestro, ese mismo año se trasladó para perfeccionar sus estudios a Madrid, donde lo conoció el general Espartero, regente del reino, y, tan en gracia le cayó, que después de escucharlo le regaló un medio violín de mérito que había sido construido para el infante Sebastián. En el Carnaval de ese año y con ocasión de un baile de trajes dado en el Palacio Real, el pequeño, que ya era conocido cariñosamente en los ambientes del Madrid mundano como “el niño Jesús”, fue presentado a otra niña, algo mayor que él, que después pasaría a regir los destinos de España con el nombre de Isabel II. Llamado para ser oído, y después de interpretar varias piezas, “debió quedar cansadito de tocar y de recibir caricias y viendo un sillón en rincón alejado, se subió a él y quedó dormido”. La Reina, a través del Regente, le concedió una pequeña pensión con duración hasta 1848, que le permitió continuar su formación de violinista. En Madrid lo hizo con José Vega, recibiendo más tarde lecciones de los profesores de la Real Capilla Juan Guillermo Ortega y Antonio Daroca, y completando sus estudios con Juan Díez en el Conservatorio. En la primavera del año 1843 ofreció en Madrid numerosos conciertos y el mismo año emprendió una gira por diversas provincias, donde cosechó importantes éxitos. Continuó su periplo al año siguiente acompañado de su padre, pero la caída de Espartero hizo que perdiera su pensión y el deseo de llevarlo al Conservatorio de París tropezó con grandes dificultades, ya que, aunque viajó hasta esa ciudad y trató de conseguir la ayuda económica que le permitiría continuar allí sus estudios, tuvo que volver a España sin lograr sus propósitos.
Nuevamente el padre se refugió en la casa familiar de Potes, donde falleció en 1845, dejando huérfano al niño en compañía de su madre y su hermana Regina, y a la espera del nacimiento de su otra hermana, Ana, por la que siempre manifestó el músico una gran predilección.
No obstante la desgracia, pudo contar con la tutoría de Basilio Montoya, amigo de su padre y gran aficionado también a la música, quien, vencida la oposición materna, acompañó a Jesús a París y a Bruselas en 1849.
Tras ser admitido como alumno del Real Conservatorio de Música de Bruselas, Basilio confíó a Jesús a los maestros François Auguste Gevaert y Manuel García, quienes ya lo habían escuchado en París, y a la dirección artística del violinista Charles Bériot, de quien recibió incluso clases particulares. Se estableció en la pensión de Paul Brown y completó su formación en el Conservatorio de la ciudad con las clases de Armonía a cargo de Lemmens y de Contrapunto con François Joseph Fétis, director de la institución.
El 30 de julio de 1852, y en reñido certamen, obtuvo Monasterio el premio de honor del Conservatorio, tras superar el problema surgido por su escasa edad, dieciséis años. Durante esta estancia suya en Bruselas fue retratado por el pintor J. Schubert, hermano del gran músico.
Con los laureles cosechados en Bélgica emprendió viaje a su patria, donde le esperaban los honores de quienes le negaron poco antes su ayuda para ser lo que ahora era, pero antes se detuvo en París por aquello de que los aplausos parisinos resuenan en el mundo entero.
El 3 de febrero de 1854 fue nombrado violinista honorario de la Real Capilla, lo que le dio opción a la primera vacante de violín. Meses antes había recibido la distinción de miembro honorario de la Academia Pontificia de Santa Cecilia de Roma.
En octubre de 1854 comenzó en Ostende una gira de conciertos por toda Europa. En Inglaterra visitó Londres, Manchester, Birmingham, Liverpool y diversas ciudades de Escocia e Irlanda, junto a intérpretes consagrados, como Ernst, Madame Pleyel, M.
M. Wuille, Duhen o Strenbrugghe. Después regresó a París para comenzar otra gira por Bélgica, ofreciendo conciertos en salas como la Educación de Lieja o La Grande Armonía en Bruselas, y participando en el ciclo de conciertos ofrecidos a beneficio de los más desfavorecidos y de los profesores y coros del Teatro Real de la Moneda después de su incendio. De estas giras y, sobre todo, de su estancia en Inglaterra e Irlanda dejó escritas gran cantidad de anotaciones que ilustraban cuanto había vivido, la acogida que se le dispensó, o los importantes personajes de las Cortes europeas que conoció. Aprendió a valorar realidades distintas a las existentes en su patria española, por ejemplo la diferencia entre los silbidos ingleses del público entusiasta y jubiloso y la silba española de rechazo.
En 1859 fue nombrado profesor del Conservatorio y caballero de la Real Orden de Carlos III, y el 28 de noviembre de 1861 inició su segunda gira internacional de conciertos en Bruselas, recorriendo Bélgica, Holanda y diversos estados de Alemania en un periplo que concluyó en la primavera del siguiente año.
En Berlín visitó a Meyerber, quien lo acompañó al piano en la interpretación de dos de sus composiciones más famosas, el Concierto para violín en Si menor y el Adiós a la Alhambra. Los duques de Sajonia ofrecieron al músico el puesto de director musical, un título nobiliario, plena libertad para dar conciertos y otras consideraciones de orden económico que fueron rechazadas por Monasterio por razones familiares, especialmente la precaria salud de su madre, y por su interés en mantener sus plazas en el Conservatorio y en la Capilla Real; por idénticos motivos tampoco aceptó la propuesta de ocupar la plaza de su maestro Bériot en el Conservatorio de Bruselas. Monasterio quiso ante todo “contribuir al desarrollo musical de su país, llevando a cabo una labor de difusión y renovación pedagógica especialmente del repertorio instrumental”. En Madrid le ofrecieron los puestos de violín solo y segundo director de la orquesta del Teatro Real.
La preocupación de Monasterio por la situación de la música de cámara en el panorama musical español quedó plasmada en la creación, junto con el pianista Juan María Guelbenzu, de una formación dedicada a la difusión de este repertorio, la Sociedad de Cuartetos, en febrero de 1863. Dicha formación la integraron los violinistas Rafael Pérez, Tomás Lestán y el violonchelista Ramón Rodríguez Castellanos, y durante más de treinta años dio a conocer el hasta entonces desconocido repertorio clásico de los maestros vieneses y obras contemporáneas de autores como Brahms, Saint-Saëns, Dvorak o Svendsen. La infanta Isabel, La Chata, asistió a sus conciertos y su vinculación con esta sociedad llegó a ser tan estrecha que en el futuro se convertiría en su presidenta de honor. Esta actitud de la infanta no extraña, ya que durante el reinado de su madre, Isabel II, los músicos más virtuosos de la época, y Monasterio era uno de ellos, se beneficiaron del mecenazgo de la Casa Real y fueron personajes admirados y muy valorados en la Corte. La misma actitud persistió en el reinado de Alfonso XII tras la Restauración; entre los músicos contaba la infanta Isabel con verdaderos admiradores y amigos y, así, el 8 de enero de 1879, Jesús de Monasterio la visitó en Palacio y, tratando de alegrar su espíritu, ensombrecido por el reciente fallecimiento de su abuela la reina María Cristina, le regaló como primicia un ejemplar de sus nuevos estudios de violín, que iban a ser utilizados en varios conservatorios de Europa. Años después, tras la muerte de Alfonso XII, desde principios de 1886, nuevamente fue la infanta Isabel quien recibió en audiencia a los músicos, que aportaron un poco de alegría cultural a las tristes jornadas de la Corte, y concretamente al insigne violinista, al cual entregó una importante cantidad de dinero para mejorar aún más su sólida carrera profesional.
Además de violinista y compositor, Jesús de Monasterio fue director de orquesta. En 1864 dirigió conciertos para la Sociedad Artístico Musical de Socorros Mutuos, que culminaron con la fundación de la Sociedad de Conciertos en 1866, de la que llegó a ser director y vicepresidente. Su actividad como concertista prosiguió durante el año siguiente, participando, entre otros, en los ciclos de conciertos sacros.
El 27 de noviembre de 1869, y a pesar de las negativas de la que será su suegra, Antonia Prieto Labat, viuda de Antonio de Rávago Gómez de la Torre, contrajo matrimonio con Casilda de Rávago y Prieto, joven a la que Monasterio conocía desde largo tiempo atrás, cuando era casi una niña, puesto que pasaba temporadas en la casa que la familia de ella tenía en Potes. Su hermana Anita, como la llamaban cariñosamente, se había casado con José de Rávago y Prieto, y Jesús había seguido visitando a Casilda esporádicamente en Casar de Periedo, San Vicente de la Barquera y Santander. No aceptó la negativa, basada posiblemente en el poco predicamento de los artistas en círculos familiares de antiguo abolengo, cual era el caso de Casilda, y como ella también le correspondía, fue depositada en casa de Jerónimo de la Parra hasta la fecha de su enlace, que tuvo lugar en la iglesia parroquial de San Lorenzo Mártir, de Casar de Periedo. La joven esposa era ocho años menor que el músico, pero fruto de su matrimonio nació el 21 de septiembre de 1870 su primera hija, Antonia, a la que siguieron Jesús María y María Carmen, que fallecieron a muy corta edad, Isabel, Pilar y José María. Todos ellos fueron objeto de gran atención y cariño por parte de su famoso padre, y no sólo ellos, también lo fueron su madre, Isabel de Agüeros, por quien el artista sentía un cariño muy especial, su hermana Anita y su sobrina Barquerina, hija de ésta, que falleció con sólo doce años. A ellas y a su desgracia dedicó, con la aportación de la inspirada letra de su gran amiga Concepción Arenal, su Desconsuelo de una madre.
Hombre de profundas creencias religiosas y de gran corazón, en el verano de 1860 Monasterio fundó en Potes, y para hombres, una Conferencia de San Vicente de Paúl, Conferencias fundadas en España por su amigo, el músico Santiago Masarnau, en 1849 para consolar a los enfermos y presos, dar instrucción a niños pobres abandonados o reclusos y proporcionar los auxilios religiosos a los que necesitaban en su última hora. En esta tarea también lo secundó Concepción Arenal, quien, animada por el violinista, creó el grupo femenino de dichas Conferencias en Potes.
La figura de Monasterio fue esencial en la consolidación del estilo romántico en España. Como compositor fue romántico en expresión y armonía, y clásico en formas, virtuoso en función del significado y brillante en recursos. Como intérprete, su violín era laborioso pero nunca agotador, buscó la claridad, la elegancia y la brillantez del sentimiento. En él predominó la musicalidad y el sentimiento a cualquier elemento efectista exagerado, y eso buscó inculcar también a sus alumnos.
En 1873 por decreto del Ministerio de Fomento se creó, dentro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, la Sección de Música, que nació con doce miembros, y Monasterio era uno de ellos. Su toma de posesión tuvo lugar el 30 de junio de ese año y, entre sus propuestas dentro de la institución, destacó la petición de sustituir el discurso de ingreso de los nuevos miembros de la Sección de Música por el estreno de una composición, medida que finalmente fue desestimada. Dos años después, en 1875 prestó juramento como violín segundo principal de la Real Capilla y a comienzos de 1876 se le condecoró con la Encomienda de Isabel la Católica y recibió el título de gentilhombre. En 1878 solicitó el permiso de Alfonso XII para visitar la Exposición Universal de París, donde le otorgaron la Medalla de Plata por sus Veinte estudios artísticos de concierto. En noviembre de 1887 fue trasladado a la cátedra de Perfeccionamiento de Violín y de Música Instrumental de Cámara, cátedra creada para él. A lo largo de cuarenta y seis años en el Conservatorio recibieron sus enseñanzas Juan Antonio Espino, Enrique Fernández Arbós, Julio Alarcón, Julio Casares, Pablo Casals y otros destacados intérpretes. En 1894 fue nombrado director del Conservatorio, cargo que ocupó hasta 1897, en que presentó su dimisión al no estar de acuerdo con la política musical del Ministerio, y su renuncia sirvió para concienciar a la sociedad y a los poderes fácticos de la importancia del Conservatorio y de su papel en la sociedad.
En los últimos años de su vida disfrutó también con otra de sus aficiones, la fotografía, y aún hoy se conservan algunas de las que realizó a sus familiares o a determinados enclaves de su tierra lebaniega, testigos de tiempos pasados.
La última actuación de Monasterio en Madrid tuvo lugar en 1903, en el Círculo-Patronato de San Luis y su última aparición pública fue su asistencia en el Casino del Sardinero de Santander, como presidente honorífico del Orfeón Cantabria, a la interpretación de la Rapsodia montañesa de Espino, en agosto de 1903.
Allí, a petición de los asistentes, tocó su Adiós a la Alhambra.
El 4 de septiembre escribió desde Casar de Periedo su última carta a su querida hija Antoñita, la cual acompañó de una tarjeta fechada el día anterior para su nieta Mariuca, y falleció cristianamente, igual que había vivido, el 28 de ese mismo mes. Fue enterrado en el cementerio de Casar, desde donde se trasladaron sus restos a la iglesia de San Lorenzo de Casar de Periedo, lugar en el que descansan eternamente, pues su familia, teniendo en cuenta su voluntad, no accedió a que fueran inhumados en el Panteón de Hombres Ilustres de la Montaña en Santander.
Obras de ~: Violín y piano: Nocturno, 1852 (rev. en 1874); Adiós a la Alhambra, 1855; Adieu, Romance sans paroles, 1855; Gran fantasie nationale sur des airs populaires espagnols, 1855; Rondó liebanense, 1857; Pequeña fantasía de salón, 1860; Fiebre de amor, 1867; Melodía para violín o violoncello y piano, 1874; Sierra Morena, 1883. Violín y orquesta: Fantasía original española, 1853; Adiós a la Alhambra, 1855; Gran Fantasie Nationale sur des airs Populaires Espagnols, 1855; Concierto para violín y orquesta en Si menor, 1859 (rev. en 1880). Orquesta: Adiós a la Alhambra, 1855; Aria Chiesa, 1861; Marcha fúnebre y triunfal, 1864; Scherzo Fantástico, 1865; Andantino expresivo, c. 1871; Andante religioso, 1872; Melodía para orquesta en Sol menor, 1872; Estudio de concierto en Si bemol, 1874; Veinte Estudes artistiques de Concert por violón avec acompagnement d’un second violón, 1878; Andante melódico, s. f. Piano: La Violeta, 1849; Tristeza. Romanza sin palabras para piano, 1861; Scherzo Fantástico, 1875; Adiós a la Alhambra, 1897. Obras para otros instrumentos: Allegretto (oboe), 1861; Andantino melódico (clarinete), 1861; Moderato (clarinete), 1862; Marcha solemne, 1870; Melodía para violín o violoncello y piano, 1874; Barcarola, s. f.; El regreso a la Patria. Escena marítima para voces solas, s. f. Obras vocales: La violette et le camélia, 1855; Le Retour des Matelots, 1855; Las dos hermanas. Dúo para canto Op. 16, 1857; Acuérdate de mí, 1857; El cautivo, 1860; El triunfo de España, 1860; L’Échange (El Trueque), 1861; Salve a cuatro voces Op. 30, 1862; Salve para tiple y contralto, 1863; Le Chrétien mourant (El Cristiano moribundo), 1867; Desconsuelo de una madre, 1867; Sí, recuerdo, 1868; Amor de madre, 1870; Plegaria a la Santísima Cruz, 1872; Véante mis ojos, 1882; Requiescat in pace, 1882; Dies irae, 1882; Album de S.A.R. la Srma. Sra. Infanta D.ª Isabel de Borbón, 1883; O vos omnes, 1883; Cántico a la Santísima Virgen, 1884; Plegaria a cuatro voces solas, 1886; Sequentia del Oficio del Patriarca Santo Domingo, 1886; Antífona del Patriarca Santo Domingo, 1886; Qui manducat meam carnem, 1888; O Sacrum Convivium, 1897; Invitatorio Christum regem saeculorum, 1900 (rev. en 1903); Ave verum corpus, s. f.; Seule, s. f.;
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Asunción Miralles de Imperial y Pasqual del Pobil