Cueto Díez de la Maza, José. Riocorvo (Cantabria), 4.XI.1839 − Las Palmas de Gran Canaria, 17.VIII.1908. Religioso dominico (OP), obispo de Canarias, canonista, catedrático, fundador de las Dominicas de la Enseñanza.
Nacido en 1839, tomó el hábito dominico en el convento-colegio de Santo Domingo de Ocaña el día 17 de septiembre de 1857. Hizo la profesión religiosa el año siguiente. Cursó en el mismo convento los estudios eclesiásticos. Allí mismo fue profesor de Filosofía, maestro de estudiantes y director de la Orden Tercera. En el año 1873 fue destinado a Filipinas, donde enseñó en la Universidad de Santo Tomás. En 1874 obtuvo el doctorado en Derecho canónico. En ese mismo año fue nombrado vice-rector de la Universidad y catedrático de Cánones. Desempeñó otros cargos, tales como vocal de la Junta permanente de Censura, socio numerario de la Sociedad Económica de Manila, censor de periódicos de la misma Sociedad Económica. En algunas de cuyas comisiones colaboró.
Fue examinador sinodal en el arzobispado de Manila y en los obispados de Jaro y Nueva Cáceres.
Dirigió el Boletín Eclesiástico de Manila. Fue miembro de la comisión administradora del colegio de San José para analizar el estado de sus bienes y presentar un informe al vice-patrono para intentar un arreglo definitivo.
Vuelve a España en el año 1881, asignado al convento de Santo Tomás de Ávila como profesor de Dogma y de Derecho canónico. Fue censor de todos los impresos de la Orden dominica y miembro del jurado para calificar los trabajos que se presentaban a certamen con motivo del centenario de Santa Teresa de Jesús. Fue elegido y confirmado como rector del convento-colegio de Santo Domingo de Ocaña y tomó posesión del cargo el día 28 de agosto de 1889.
Antes de terminar el trienio reglamentario fue elegido obispo de Canarias. El papa León XIII le preconizó el 1 de junio de 1891. El 27 de septiembre del mismo año fue consagrado en la iglesia del convento de Ocaña por monseñor Martínez Vigil, dominico, asistido por los obispos de Lugo y Vitoria. Tomó posesión de su diócesis en noviembre de ese mismo año.
Se esforzó en conocer las necesidades más urgentes y solucionarlas lo mejor posible. Constató que varios pueblos rurales no tenían iglesia y muchas de las que existían estaban en mal estado. Ordenó que se construyesen las iglesias más necesarias y que se reparasen las que más lo necesitaban. Terminó las obras de la fachada de la catedral, para lo que pidió ayuda personalmente a las familias más pudientes.
Interesado por el nivel cultural de sus sacerdotes, logró de Roma los permisos necesarios para elevar el seminario conciliar a la categoría de Universidad Pontificia. Preocupado porque sus fieles estuviesen suficientemente atendidos espiritualmente, logró que se establecieran en su diócesis los religiosos franciscanos, paúles, cistercienses, hermanos de la Escuelas Cristianas, hermanitas de los pobres y siervas de María.
Pero en este sentido su obra cumbre fue la fundación de la congregación de Dominicas de la Enseñanza, actualmente extendida por todo el mundo.
Él mismo se entregó con ilusión a la labor pastoral.
Predicaba con frecuencia en la catedral y en las visitas pastorales casi todos los días. Acostumbraba reservarse el último sermón en las novenas o tridúos que se celebraban en la capital. Dirigió ejercicios espirituales a comunidades religiosas y cofradías seglares.
Había nacido en el seno de una familia campesina pobre. Ésa era una de las causas por las que llevaba a los pobres en su corazón. Prácticamente todo el dinero que entraba en el obispado era destinado a los pobres. Y no sólo a los ocasionales que iban a pedir: tenía pobres “en nómina” a los que había asignado una cantidad fija mensual, según sus necesidades. No es extraño que el mayordomo se quejase de que, con frecuencia, tenía dificultades para reunir el dinero necesario para la exigua compra diaria. El cabildo le obligó a nombrar un ecónomo-limosnero para evitar los abusos de los que se aprovechaban de su bondad y generosidad.
Intervino también en un caso curioso de carácter social a petición del pueblo canario: el de los jóvenes que no se habían alistado en el servicio militar. Por la forma en que entonces se realizaba el reclutamiento había maneras ilegales de evitarlo. Parece que en las islas era más fácil lograrlo que en la Península. El Gobierno amenazó con graves castigos a quienes no se hubiesen alistado. El pueblo, en una manifestación masiva ante el palacio episcopal, pidió la intervención del obispo. Se puso en camino inmediatamente hacia Madrid a pesar de que estaba enfermo. Llevaba dinero prestado y arregló el problema satisfactoriamente.
En aquellos años se podía evitar el servicio militar pagando una cierta cantidad de dinero. Le recibieron con otra gran manifestación de agradecimiento.
Además, durante la Guerra de Cuba habilitó la parte occidental de su palacio episcopal como hospital de heridos y enfermos combatientes.
Sus fuerzas y su salud se fueron debilitando poco a poco, por lo que se decidió a hacer testamento. Dispuso que le enterrasen en la iglesia de las religiosas dominicas. No tenía otra cosa que legar. Su carácter siempre fue amable, sencillo, abierto, acogedor y paternal, y el pueblo canario lo tenía por santo. Para él, más que su obispo era el padre Cueto. Todo ello queda perfectamente expresado en el Boletín eclesiástico de Canarias del 14 de septiembre de 1908; en él aparece un resumen de la oración fúnebre que le dedicó el canónigo José Feo Ramos, en la que dijo: “El padre Cueto nació para ser bueno”.
Obras de ~: La fe y la razón, Barcelona, 1869; La índole é importancia del magisterio en sí mismo [...], Manila, Imprenta Colegio de Santo Tomás, 1875; El dogma y la libertad, Ávila, 1888; Los estudios en el Seminario, Las Palmas, 1902; Pagella theoloqico-philisophica, Las Palmas, 1905; La Ley de Asociaciones ante la Razón y el Derecho, Las Palmas, 1906; El Clericalismo. Contestación a los principales cargos que se hacen contra el Clero, Las Palmas, 1907.
Bibl.: Tardanza, “El Ilmo. y Revmo. padre Cueto”, en El Rosario, 6 (1881), págs. 659-673; F. Vega Lorenzo, Homenaje a la santa memoria del inolvidable padre Cueto, Vergara, 1908; A. Menéndez Reigada, El padre Cueto, obispo de Canarias, Santa Cruz de Tenerife, 1939; M. Velasco, Ensayo de Bibliografía de la Provincia del Santísimo Rosario de Filipinas, vol. V, Manila, Colegio Santo Tomás, 1960, págs. 60-68; V. Vicente, “Ilmo. Sr. José Cueto de la Maza”, en Unitas (Manila), 38 (1965), págs. 387-394; H. Muñoz, “Cueto de la Maza, José”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, pág. 659; J. M. Cuenca Toribio, Sociología del episcopado español e hispanoamericano (1789-1985), Madrid, Pegaso, 1986; J. Merino, Vida del padre Cueto OP, Madrid, Agesa, 1989; I. Egüés Oroz, El Padre Cueto, O.P. Diecisiete años obispo de Canarias, Las Palmas, Congregación Dominicas Sagrada Familia, 1995; H. Ocio y E. Neira, Misioneros dominicos en el Extremo Oriente, vol. II, Manila, Life Today Publications, 2000, págs. 170-171.
Teodoro González García, OP