Albín Llobet, Pilar. Igualada (Barcelona), 23.VI.1860 – Barcelona, 29.VI.1935. Escolapia, educadora, superiora general.
Nació y pasó su infancia y juventud en Igualada, villa industrial catalana, que había vivido su fuerza ascensional en la primera mitad del siglo xix, debido al establecimiento de numerosas fábricas de tejidos de algodón. Socialmente vivía las características de un pensamiento político de izquierdas.
Pero también era muy fuerte el sentido cristiano y su religiosidad, cultivada en las parroquias de Santa María y de la Soledad, y en los seis centros educativos religiosos, entre ellos, un colegio de escolapias.
La familia Albín Llobet, muy cristiana, pertenecía a la clase intelectual y acomodada económicamente.
Su padre Francisco Javier Albín, natural de Lérida, había abierto su despacho de abogado en la villa.
Viudo de María Dolores Fassons y con dos hijos, el 16 de junio de 1858, contrajo un segundo matrimonio con la joven Teresa Llobet, natural de Barcelona, y perteneciente a una familia con seis generaciones de prestigiosos abogados y magistrados, desde finales del siglo xviii. De este matrimonio nacieron cinco hijos, el único varón murió pronto. Pilar era la mayor y se educó desde niña en el colegio escolapio. El centro se regía pedagógicamente por el Reglamento Educativo de 1856, redactado y editado bajo la dirección de santa Paula Montal, cuando era superiora y directora del colegio.
Allí cursó el ciclo de Enseñanza Primaria, amplio en materias de estudio, a las que se añadía la enseñanza de música, dibujo, pintura, repujado, flores y labores. Alumna dotada de una clarísima inteligencia, pronto hizo notables progresos, no sólo en los estudios literarios y de ciencias, sino también en música, pintura y toda clase de labores.
Los estudios del colegio los completaba en su casa con clases de idiomas, especialmente el francés, que hablaba y escribía correctamente. A los dieciocho años sintió la llamada a la vida religiosa. Pero por la reciente muerte del padre y la delicada salud de su madre, tuvo que encargarse de sus hermanas menores y del gobierno de la casa. Esto y su actividad apostólica en la parroquia ocuparon su vida hasta el año 1883, al cumplir los veintitrés años.
Los primeros días de noviembre del año 1883 ingresó en el noviciado escolapio de San Martín de Provensals (Barcelona). Difícil y dura fue aquella decisión de la joven, pues sus familiares y especialmente su madre, sin llegar a una oposición frontal, argumentaron todas las razones posibles para hacerla desistir de tal decisión. El día 3 de enero de 1884 vistió el hábito escolapio con el nombre de Pilar Albín de Santa Teresa. Su comienzo del noviciado quiso que significara una vida nueva, tomando como patrona a la mística de Ávila, para que a su imitación, el Señor llenara y plenificara su corazón. Bajo la dirección de la maestra de novicias, la madre Consolación Puiggrós, mujer muy virtuosa y humilde, pasó los dos años de formación del noviciado, que fueron para ella un caminar siempre adelante, tras horizontes cada vez más amplios en su deseo de entrega total a Jesús, dedicada a la educación de las niñas y jóvenes. El segundo año de noviciado sufrió un ataque agudo de ciática, que le impedía ponerse en pie y andar. No obstante, en esas circunstancias, como su decisión de consagrarse al Señor era irrevocable, sentada en una silla, pronunció sus votos religiosos, el 12 de enero de 1886, apadrinada por sus dos hermanos mayores. El 25 de enero pasó al colegio de Sabadell, casa general del Instituto y residencia provincial, para reponer sus fuerzas físicas tras haber recuperado la salud, a la vez que completaba su formación escolapia. Allí permaneció siete meses, pasando después destinada a Madrid.
la madre Pilar Albín llegó al colegio de Madrid, el 3 de septiembre de 1886, y en ese colegio gastó su vida en un fecundo apostolado educativo, con responsabilidades diversas durante cuarenta años. Los diez primeros años realizó únicamente tareas educativas, a partir de 1895, hasta 1913, alternó el ejercicio de las clases con funciones de gobierno; los doce últimos años estuvo dedicada al gobierno de la provincia.
En todas estas actividades manifestó cualidades humanas, su sólida cultura, prudencia, equilibrio, espíritu de entrega y dotes de gobierno, que puso al servicio de las alumnas y de las hermanas de comunidad.
En el colegio se seguía el Plan de Estudios de 1877, propio del Instituto escolapio, que comprendía seis grados de Enseñanza Primaria, a partir de los seis años, precedido de uno o dos años de enseñanza infantil. Se completaba el ciclo con las enseñanzas de idiomas, música, dibujo, pintura, repujado, flores y toda clase de labores. la madre Pilar quedó encargada de las clases de Letras con las alumnas mayores, francés y pintura. La joven profesora, orientada y apoyada por la superiora, trabajó con entusiasmo y ahínco en la educación integral humano-cristiana de las alumnas, haciéndolas adquirir, al mismo tiempo que el conocimiento de las materias de estudio, aquellos otros útiles que las pusieran en condiciones de hacer frente a las exigencias de la vida con dignidad y sentido cristiano. Por eso se esforzó en proporcionales una sólida formación religiosa, a través de la cuidada catequesis y de charlas de formación, inculcándoles el amor a la virtud, y un amor filial y confiado a la Virgen María. La asistencia a la eucaristía y la recepción de los sacramentos fueron la manera práctica de vivenciar esas enseñanzas.
Quiso y logró que se estableciera en el colegio la Pía Unión de Hijas de María Inmaculada, que luego se extendió a todo el Instituto, afiliada a la Primaria de Roma. Para ellas preparó El Manual de Hijas de María Inmaculada, del que se hicieron dos ediciones, 1910 y 1924. Estos mismos años preparó para las alumnas pequeñas de Primaria el libro Consejos y Devociones, de él se hicieron tres ediciones, 1910, 1927 y 1935. Como su nombre indica, es un Devocionario en el que se encuentran reunidas todas las oraciones y enseñanzas para alimentar la piedad y devoción de las niñas y formarlas cristianamente. El prestigio adquirido por el colegio en el ámbito educativo de Madrid, del que la madre Pilar Albín era el motor determinante, hizo que la Santa Hermandad del Refugio de San Antonio de los portugueses de la Corte pidiese con insistencia que fueran admitidas las alumnas del colegio mantenido por la Santa Hermandad del Refugio, hasta que se terminaran las obras de su edificio.
De 1884 a 1888, sus alumnas se educaron en el colegio escolapio, y el curso siguiente una comunidad de religiosas escolapias se trasladó temporalmente al edificio de la Hermandad, una vez terminadas las obras de restauración. la madre Pilar Albín, excelente profesora de francés, ayudada por la madre Dolores Ernest, Sch. P., tradujo al español la vida de san José de Calasanz, escrita por el canónigo francés Timón- David, Zaragoza, 1905. En la traducción se aprecia el dominio de los idiomas español y francés, y la belleza de su estilo literario.
la madre Pilar, pues, desarrolló durante estos años una actividad desbordante, volcada en las alumnas y en la comunidad religiosa, que le granjeó el cariño y respeto de las alumnas, de sus padres y de sus hermanas escolapias. El año 1895 y hasta 1901 fue superiora del colegio la madre Soledad Vilardaga (1856- 1937). la madre Pilar, nombrada vicesuperiora, fue el brazo derecho de la madre Soledad en todo lo referente al colegio y en muchas suplencias de la superiora referidas a la comunidad. La buena marcha del colegio suponía para ella muchas horas de organización, sumadas a sus horarios de clases.
la madre Pilar fue elegida superiora del colegio en septiembre de 1901. Reelegida en 1907, continuó con ese cargo por dos sexenios consecutivos hasta 1913.
Y en ese mismo período la nombraron 1.ª asistenta de la provincia. Su trabajo tuvo esos años una doble orientación: la dirección del colegio y la comunidad escolapia de Madrid, y ayudar a la superiora provincial en el gobierno de toda la provincia. Desarrolló las dos facetas con rendimiento y satisfacción de las superioras mayores, es decir, ayudó eficazmente a la superiora provincial y dio gran impulso al colegio. No dejó del todo la enseñanza de las alumnas, pero debió disminuir mucho sus horarios de clase. El colegio siguió una línea de crecimiento en todos los aspectos.
Materialmente hizo muchas mejoras en el edificio y se construyó una iglesia, dedicada a la Inmaculada, titular de la casa, que fue inaugurada solemnemente el 24 de mayo de 1906. Ante las nuevas exigencias del Ministerio de Educación, con fecha 7 de septiembre de 1902, como superiora y directora del colegio, solicitó del rector de la Universidad Central el reconocimiento de la Enseñanza Primaria, como Escuela Graduada, petición que le fue concedida el 21 de marzo de 1904. Además de la Enseñanza Primaria, en el colegio se empezó a preparar alumnas para maestras.
En mayo de 1905, la misma madre Pilar acompañó a las primeras alumnas que fueron a examinarse a la Escuela Normal de Toledo. Al terminar su superiorato las alumnas del colegio eran trescientas cincuenta y ocho, atendidas por una comunidad educativa de treinta y ocho religiosas. Como 1.ª asistenta provincial, además de las reuniones del Consejo reglamentarias, acompañó y representó a la superiora provincial en muchas ocasiones, de las que únicamente se cita el viaje a Cuba. Así, el 22 de noviembre de 1911, embarcó en Santander al frente de las dos escolapias que iban a fundar en Cuba. Llegaron a La Habana el 4 de diciembre. Acompañadas por las Hijas de la Caridad y los Padres Escolapios dieron los primeros pasos para ver el lugar apropiado para la fundación y la organización del colegio. Se eligió la ciudad de Guanajay, en la diócesis de Pinar del Río, en la que no existía ningún centro religioso para la educación de las niñas y el ambiente cultural y religioso era bajísimo. Se establecieron en Guanajay el 1 de enero de 1912; el 5 de enero, la madre Pilar ya empezó las clases de catequesis; la apertura del colegio tuvo lugar el 5 de febrero de 1912. Para esas fechas ya habían llegado tres escolapias más para formar la primera comunidad en la isla. la madre Pilar permaneció cinco meses en Cuba para ayudar en los primeros pasos de la fundación y solucionar las dificultades que fueron surgiendo. Regresó a Madrid, después de dejar el colegio en marcha, el 8 de mayo de 1912. la madre Pilar ha dejado mecanografiada la crónica de esta fundación que ella titula Primer viaje a Cuba. El diario empieza con la salida de Madrid el 20 de noviembre de 1911, hasta su regreso a Barcelona, 24 de abril de 1912.
En el capítulo general de 1913, el 19 de agosto, fue elegida superiora provincial de Castilla, y reelegida en el capítulo general de 1919. Trabajó en este período por el bien de la provincia con el mismo empeño que ponía siempre en sus actuaciones. Impulsó y animó la formación espiritual y pedagógica de las religiosas y de las alumnas valiéndose de ejercicios espirituales, circulares, cartas, y reuniones, exhortándolas con sus charlas a la práctica de las virtudes y amor al carisma educativo. Incansable fue en sus viajes para visitar las casas y fomentar el amor y sentido de cuerpo, de identidad escolapia. Para la formación permanente organizó cursos de estudio y actualización en el colegio deCarabanchel: 1913, 1914, 1916, 1917, 1923. Las religiosas jóvenes completaban su formación y estudios en el Juniorato de Zaragoza (31 de mayo de 1916-21 de septiembre de 1921). Estableció la Segunda Enseñanza: bachillerato, magisterio y comercio en los colegios.
Se celo apostólico le llevó a extender la obra educativa con nuevos centros en Cuba. A los tres colegios existentes: Guanajay (1912), Artemisa (1913), Casablanca (1913), se sumaron el de La Habana (1917), y en su visita canónica a Cuba, de agosto de 1920 al 22 de abril de 1922, abrió la casa de Cárdenas, el 1 de septiembre de 1920. Solicitado por el obispo de Camagüey, el 3 de octubre de 1921, fundó el colegio de Morón. la madre Pilar escribió con detalle y realismo la crónica de la fundación de Cárdenas. A petición del obispo de Córdoba, Adolfo Pérez Muñoz, en locales de su palacio episcopal, el 24 de octubre de 1922, se inauguraron las Escuelas de San Rafael, para educar a las niñas de las clases obreras. En la Exposición Pedagógica Nacional, abril de 1924, la madre Pilar fue la que organizó y preparó el estand, en el que se expusieron trabajos de las alumnas de los colegios. Los reyes, Alfonso XIII y Victoria Eugenia, la elogiaron y el rey hizo varias preguntas pidiendo detalles sobre los datos estadísticos presentados.
La madre Pilar Albín fue elegida superiora general del Instituto en el capítulo de 1925, y reelegida en el capítulo de 1932. Tuvo como principal objetivo que las religiosas vivieran con fidelidad y creatividad el carisma de santa Paula Montal. De ahí su empeño en favorecer la formación espiritual y pedagógica a través de cursos, circulares y cartas. Pedagógicamente continuaron los cursos de formación permanente los veranos, y los estudios de magisterio; por primera vez en el Instituto se enviaron religiosas a las universidades del Estado, estudios necesarios para poder impartir las asignaturas de Enseñanza Media. Se esmeró para que en los colegios se diese a las alumnas una educación integral humano-cristiana de gran calidad intelectual, que les permitiera el acceso a la universidad. Se abrieron nuevos colegios en España: Zaragoza y Córdoba. Y el Instituto se extendió a dos nuevas naciones en América: Argentina (1931), en Córdoba, y Brasil (1933), en Oliveira. En 1935 existían tres casas en Argentina y dos en Brasil. En España con la proclamación de la República (1931), la enseñanza en los colegios de las congregaciones religiosas se hizo muy difícil. La aprobación de la Ley de las Congregaciones Religiosas, en junio del año 1933, significaba que como tales no podían dedicarse a la segunda enseñanza en colegios propios. La madre Pilar trabajó con denuedo para buscar soluciones, que sin trasgredir la ley, permitiesen continuar la tarea educativa. Los colegios se acogieron a la Sociedad Anónima de Enseñanza Libre (SADEL), fundada para favorecer la enseñanza católica. Y en medio de muchas dificultades las escolapias pudieron seguir enseñando en todos los colegios. El año 1929 promovió y organizó la celebración del centenario de la fundación del Instituto por santa Paula Montal.
En una circular, fechada en Barcelona el 26 de enero de 1929, recordaba el acontecimiento y orientaba la celebración. Las fiestas tenían que tener carácter religioso, de acción de gracias al Señor y, sobre todo, enaltecer la figura de la fundadora Paula Montal, teniendo como objetivo principal del centenario introducir su Causa de Beatificación. El centenario fue motivo de renovación en el fervor y en el espíritu primigenio del Instituto, y de estimular en las religiosas, alumnas y entorno escolapio el amor, admiración y veneración hacia la madre Paula Montal. La madre Pilar gobernó el Instituto con equilibrio, firmeza, bondad y prudencia.
Obras de ~: Manual de Hijas de María Inmaculada, Madrid, 1910 (2.ª ed. 1924); Consejos y Devociones, Madrid, 1910 (2.ª ed., Barcelona, 1927, 3.ª ed., Barcelona, 1935); Primer viaje a Cuba, 1911-1912, mecanografiado; Apuntes para la crónica de la casa María de la Encarnación fundada en Cárdenas [Cuba] el 1.º de septiembre de 1920, mecanografiado.
Bibl.: “Pilar Albín de Santa Teresa”, en Datos para nuestra Historia, Zaragoza, 1971, págs. 324-325; Congregación para la Causa de los Santos [M.ª L. Labarta], “Albín Llobet, Pilar”, en Positio super virtutibus [Paula Montal], Roma, 1985, pág. 670; M.ª A. Bisbal i Sendra, “Albín Llobet, Pilar”, en M.ª A. Bisbal i Sendra y M. T. Miret i Sole, Diccionari Biografic d’Igualadins, Barcelona, Fundació Salvador Vives Casajuana, 1986, pág. 22; M.ª L. Labarta, “Albín Llobet, Pilar”, en VV. AA., Diccionari dels catalans d’Amèrica, vol. I (A-C), Barcelona, 1992, pág. 52; “Albín, Llobet, Pilar”, en R. Corts i Blay (dir.), Diccionari d’historia eclesiastica de Catalunya, vol. I, A-C, Barcelona, Generalitat de Catalunya, 1998, pág. 45; M.ª D. Pérez Marín, Escolapias en Andalucía, tesis doctoral, Córdoba, Universidad de Córdoba, 2003, págs. 691-692, ciclostil.
María Luisa Labarta Araguás