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Vicente Alonso Salgado

Biografía

Alonso Salgado, Vicente. Quiroganes (Orense), 23.I.1845 – Convento de Santa Catalina del Monte, Santo Ángel (Murcia), 6.X1931. Escolapio (SchP), educador y obispo.

Después de terminar en su pueblo natal la enseñanza primaria, sus profesores, que habían observado excelentes cualidades intelectuales, aconsejaron a los padres de Vicente para que siguiera estudios superiores.

Ellos decidieron enviarle al Seminario de Orense, donde admitían a muchachos con posibilidades de seguir más tarde la carrera eclesiástica. Allí cursó Lengua latina y española, Matemáticas y Filosofía durante dos años.

Terminado el ciclo de estudios filosóficos, se sintió atraído por la vida religiosa y decidió pedir la admisión en las Escuelas Pías. El 21 de septiembre de 1861 vistió el hábito calasancio en el colegio de San Fernando de Madrid. Después de dos años de noviciado, el 13 de diciembre de 1863 fue admitido a la profesión de votos simples. Pasó al colegio de Getafe, donde continuó durante tres años los estudios de Teología, Física y Ciencias Naturales y Pedagogía y Literatura. El 23 de diciembre de 1866 pronunció los votos solemnes en la Orden, y en 1869 era ordenado sacerdote. El estudiante pasó a ser ayudante del maestro de novicios y profesor de Filosofía y Teología de los jóvenes escolapios.

Su afición al estudio y la responsabilidad como profesor le llevaron a formar una rica y escogida biblioteca.

De Getafe, cuando sólo cumplía treinta y un años, fue destinado como profesor al monasterio de El Escorial, que desde hacía poco había sido confiado por la reina Victoria a las Escuelas Pías para su custodia y usufructo. Debido a las intrigas políticas, y cuando había transcurrido apenas un trienio, la Orden tuvo que abandonar el edificio, y volver a Getafe como estaba antes, pero el padre Vicente ya no retornó a ese colegio. Cuando se decidió abrir una casa central de estudios para jóvenes escolapios de toda España, le fue ofrecido a la Orden el edificio de San Marcos de León. Al seleccionar los profesores mejor preparados, los superiores pensaron de nuevo en él para impartir Filosofía y Teología. Era el año 1879.

Allí pasó nueve años como excelente teólogo entregado, además, al ministerio sacerdotal, por lo que era muy apreciado en la ciudad. Tuvo de compañeros a otros famosos escolapios, como los padres Pedro Gómez, hebraísta; J. M. Palacios, matemático; y de rector a Calasanz Homs, que luego fue vicario general de España.

En 1888, otro vicario general, padre Manuel Pérez, decidió abrir en Sevilla nueva Casa Central de estudios, dependiente directamente de él, para que en ella tuvieran preparación y estudios especiales los escolapios destinados a la América española. El padre Manuel nombró como rector al padre Vicente, antiguo compañero en Getafe. Allí desplegó con mayor libertad toda la capacidad de su personalidad: profesor, director espiritual, pedagogo, orador famoso. Los cardenales de Sevilla, primero Ceferino y después su sucesor, Sanz y Fornés, antiguo alumno de los escolapios, le nombraron su teólogo consultor. Así se explica que, en el sínodo diocesano de 1892, fueran muy admiradas y aplaudidas sus intervenciones en lengua latina. Y cuando el nuncio apostólico Cretoni escuchó la oración fúnebre que él pronunció en el funeral del padre Manuel Pérez, vio despejadas sus dudas, y se fijó en el padre Vicente como obispo para la sede vacante de Astorga. Propuesto para esa mitra, fue nombrado por el papa León XIII el 21 de mayo de 1894, y consagrado por Sanz y Forés en el Colegio de San Antón de Madrid el 15 de septiembre del mismo año. Entró solemnemente en la diócesis el 14 de noviembre. Lo primero que hizo fue dirigirse a la iglesia de Santa Marta y de allí al seminario. Bien pronto escribió a sus feligreses una carta pastoral. Todos se sintieron admirados por la profundidad teológica de su contenido. La diócesis de Astorga era una de las más abruptas y con peores comunicaciones de España. Pero la primera preocupación del nuevo obispo fue visitarla en toda su extensión, pueblo por pueblo. Hacía muchos años, “y aún siglos”, decían, no se había hecho de esa forma.

A caballo y a pie, ni el frío ni el calor, ni las insidias de algunos enemigos desanimaron al intrépido pastor.

Infatigable, hizo la visita, dedicando treinta y aun cuarenta días a cada vicariato. El palacio episcopal había sido pasto de las llamas y, como su antecesor, Grau, el nuevo obispo siguió viviendo en el seminario con la misma sencillez con que lo había hecho hasta entonces como religioso escolapio. Pronto tomó la iniciativa de la construcción del nuevo palacio, cuyo proyecto encargó al genial Gaudí.

A los nueve años de episcopado asturicense, el nuncio de España se fijó nuevamente en él, esta vez para promoverlo a la sede vacante de Cartagena. Fue nombrado por el papa Pío X en el consistorio de 25 de julio de 1903, e ingresó en ella el 29 de octubre de ese año. Su primera preocupación en la nueva diócesis fue el fomento de las vocaciones sacerdotales, para lo que creó un seminario especial, pensando en los hijos de los agricultores, pobres y distantes de la ciudad.

Si en un principio tuvo unos cincuenta seminaristas, bien pronto llegó a los cien. En una ciudad de reciente industrialización se encontró con graves problemas sociales, a los que dedicó tiempo y entrega, lo mismo que frecuentes cartas pastorales. Ante los desórdenes de las huelgas, escribió una Sobre la paz, sin arredrarse en ningún momento por las palabras difamatorias o amenazas que recibía. Organizó la Semana Social, creó la Federación Católica Agraria, instituyó la cátedra de Sociología en el seminario, para interesar a los futuros sacerdotes en los problemas obreros.

Favoreció el Círculo católico de Obreros.

Su interés por la catequesis le llevó a organizarla de tal manera que su método se vio imitado por otras muchas diócesis españolas. Ese interés por los niños, que le venía de su misma vocación escolapia, le llevaba también a pasar días enteros con grupos infantiles de scouts en pleno campo. Y lo mismo que en Astorga, en Cartagena visitó toda la diócesis, ganándose el afecto de todos los estamentos sociales, como se demostró en el homenaje que le ofrecieron con ocasión de los cincuenta años de su ordenación sacerdotal y veinticinco de la episcopal. Recibió y le consoló sobre todo el testimonio de gratitud del mismo papa Benedicto XV, en carta apostólica fechada el 8 de febrero de 1919. En 1929, a sus casi ochenta y cuatro años, fue de nuevo homenajeado por sus fieles, agradecidos por los veinticinco años como buen pastor en la diócesis de Murcia-Cartagena. Habiéndole ofrecido la Santa Sede los arzobispados de Sevilla y Zaragoza, los rechazó con humildad, prefiriendo continuar en la misma diócesis que ocupaba. Sólo anhelaba ya renunciar también a ella, lo que hizo precisamente en carta del 22 de noviembre de 1929, deseoso de volver a sus añoradas Escuelas Pías. Pero la Santa Sede no le admitió la renuncia, aunque, dada la avanzada edad del prelado, le pidió permanecer como administrador apostólico.

Agravándose su enfermedad de artritis, que padecía desde mucho tiempo antes, no pudo ya realizar su deseo de ayudar a los fieles, como en Astorga, en medio de la tempestad política antirreligiosa que se desencadenó en ese momento. Se vio obligado a retirarse al palacio episcopal de Santa Catalina, cerca de Murcia, donde murió el 6 de octubre de 1931, a los ochenta y seis años de edad y treinta y uno de episcopado. El día 8 del mismo mes de octubre, La Voz Obrera de Murcia publicó: “El P. Vicente fue el primer trabajador, en toda la extensión de la palabra, pues siempre se hallaba trabajando en los asuntos delicados de la Diócesis [...] Recorrió diversas veces las parroquias de la Diócesis [...]. En una palabra, parecía haber nacido para el trabajo y en él vivió y murió”.

 

Obras de ~: Exhortación pastoral de S. E. el obispo ~ con motivo de su entrada en el obispado de Astorga, Astorga, 1894; “Cartas Pastorales”, en Boletín Oficial Eclesiástico de Cartagena (1919-1931); Apuntes académicos, ms., s. f. (Archivo Provincial, TDH, Sig. 0204/02t).

 

Bibl.: T. Garrido, “Parentales laudes”, en Ephemerides Calasancianae (1933), págs. 221-230; V. Caballero, Biografía y personalidad del Rmo. P. Vicente Alonso Salgado de las Escuelas Pías, Madrid, Ediciones Calasancias, 1956; C. Vilá, “Alonso Salgado, Vicente”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de la Historia Eclesiástica, vol. I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, págs. 46-47; S. Giner, Escuelas Pías Ser e Historia, Salamanca, Ediciones Calasancias, 1978, págs. 261-262; VV. AA., Diccionario Enciclopédico Escolapio, Salamanca, Ediciones Calasancias, 1983.

 

Valeriano Rodríguez Saiz, SChP

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