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Ambrosio Delgado Balboa

Biografía

Delgado Balboa, Ambrosio. San Esteban de Ambía (Ourense), 1815 – San Miguel de las Dueñas (León), 24.V.1865. Monje del Císter (OCist.), capellán y reformador de San Miguel de las Dueñas, místico, historiador.

Nació en San Esteban de Ambía en 1815. Después de recibir una formación cultural, cual se estilaba en la primera mitad del siglo xix, ingresó, alrededor de 1828, en el monasterio de Monfero (La Coruña). Allí se entregó con asiduidad a las tareas impuestas por la vida monástica, e hizo su noviciado y pronunció sus votos religiosos cuando le llegó la hora. Le fue imposible continuar la carrera sacerdotal en los colegios que la orden tenía señalados en España, para perfeccionarse las distintas ciencias, porque antes de adelantar en el sacerdocio se produjo la desamortización por la cual fueron expulsadas las órdenes religiosas de sus monasterios. Fray Ambrosio Delgado, que se hallaba en los veinte años, se vio obligado a salir al mundo, sin que se sepa de cierto los pasos que siguió. Se cree que se retiró a casa de sus padres, donde permaneció algún tiempo esperando a que la situación cambiase y las órdenes religiosas pudieran regresar a sus monasterios, como había sucedido en 1823, tras el período constitucional. Viendo que esta vez los religiosos tenían cerrados todos los caminos para poder regresar a sus puestos, dio un giro radical a su vida e ingresó en el seminario diocesano para terminar la carrera sacerdotal y poder ordenarse.

Nada se sabe tampoco de su vida sacerdotal en la diócesis de Orense; únicamente que vivía en el mundo con verdadero espíritu monástico. Le perseguía de continuo la nostalgia de la primera vocación de monje contemplativo, de tal manera que cuando encontró un pequeño resquicio para volver en cierto modo a entablar contacto con la Orden, lo aprovechó con toda el ansia de su alma. La Santa Sede había nombrado un vicario general de la antigua congregación de Castilla —que se hallaba disuelta—, con objeto de que se preocupara de los problemas de los monjes exclaustrados dispersos por el mundo. A mediados del siglo xix fue nombrado para este cargo fray Atilano Melguizo, monje de Sobrado, responsable de solucionar los problemas no sólo de los monjes dispersos, sino también de las religiosas cistercienses que no corrieron la misma suerte de los monjes, sino que siguieron en sus monasterios. El padre Melguizo era quien se ocupaba de velar por ellas, de resolver sus problemas y facilitarles capellanes y administradores para atenderlas.

En 1852, al vacar la capellanía de San Miguel de las Dueñas, fue nombrado el padre Delgado para ocuparla y él aceptó el cargo como la mejor bendición de Dios, según dejó escrito en el prólogo de la historia del monasterio, en el que también se reflejan las angustias que torturaban su alma al tener que vivir en el mundo, según se desprende de estas palabras: “Llevado del afecto que profeso al santo hábito, a la cogulla cisterciense que algún día había vestido con tanta gloria, he venido en el año 1852 al lado de estas religiosas. Mi posición es excéntrica, violenta, sólo un claustro, un monasterio saciaría mis aspiraciones”.

Sigue lamentando en el alma no poder vivir intensamente su vocación de monje, aunque luego añade que en algo se mitigan esas ansias de entrega a Dios atendiendo a aquellas hermanas de hábito: “Y ya que para mí no hay libertad de vivir como deseo en lo interior de un monasterio, alabo al Señor porque a lo menos me proporcionó acogerme a la sombra de este de San Miguel de las Dueñas”. Su labor entre ellas fue fecunda sobremanera. Aquel destino en San Miguel no pudo ser más providencial. Se hallaba la comunidad en una situación bastante decaída en la observancia, a causa de los tiempos calamitosos que corrían, el padre Delgado prestó una labor digna de todo encomio, demostrando que no había olvidado las profundas enseñanzas recibidas durante la juventud en Monfero, antes bien las vivía intensamente y trató de imponer el buen espíritu en las religiosas que le fueron confiadas. En unión del prelado diocesano, trabajó con todo su afán para hacer entrar a las religiosas por el camino de una vida observante. Gracias a su dinamismo y su celo ardiente, logró atraerlas hacia una vida de perfección tan honda, que San Miguel llegó a ser modelo entre todas las comunidades, y la base de un florecimiento espectacular que ha perdurado en el tiempo.

A la par que trabajaba con denodado empeño en hacer de aquella comunidad un plantel de almas selectas que han honrado a la Iglesia, el tiempo libre supo aprovecharlo de una manera bien meritoria. Amante de la historia, logró ordenarles el archivo de una manera ejemplar, como podrá comprobarlo cualquiera que se ponga en contacto con esa documentación.

Lo ordenó debidamente y, lo que es más, se lanzó a hacer una historia del mismo monasterio que ha sido y es la fuente más preciosa que se puede hallar, y ha servido de ayuda inestimable para todos aquellos historiadores que después se han dedicado a trabajar sobre el monasterio. Seguía trabajando en esta noble tarea, tratando de mejorar la suerte de las religiosas, cuando una traidora neumonía cortó el hilo de su vida a los cincuenta años, cuando se hallaba pletórico de fuerzas. Fue una pérdida sensible para las religiosas, que quedaron otra vez desamparadas. Estos hombres que se mantuvieron fieles al carisma cisterciense, en un mundo que no permitía seguir dicho camino por causa de las leyes persecutorias, bien pueden ser considerados en algún sentido verdaderos mártires incruentos.

 

Obras de ~: Historia del Monasterio de san Miguel de las Dueñas, Archivo del Monasterio de San Miguel de las Dueñas, s. f. (ms.).

 

Bibl.: C. García Rodríguez, “Otro catálogo de los Generales Reformadores de la Congregación de Castilla”, en Cistercium, IV (1952), pág. 29; “Un catálogo más de los Generales Reformadores de la Congregación de Castilla”, en Cistercium, VI (1954), pág. 127; D. Yáñez Neira, “Fray Ambrosio Delgado, reformador de San Miguel de las Dueñas”, en Ponferrada (1986), págs. 101-105; “D. Monasterio cisterciense de San Miguel de las Dueñas”, en Archivos leoneses, 83 y 84 (1988), passim; “Fray Ambrosio Delgado”, en Porta da Aira (Ourense), 9 (2002), págs. 277-278.

 

Damián Yáñez Neira, OCSO