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Urbano Ferreiroa Millán

Biografía

Ferreiroa Millán, Urbano. San Fiz de Navío de San Amaro (Ourense), 30.IX.1845- 21.II.1901. Presbítero, periodista, escritor, doctor en Teología, chantre de la catedral de la Metropolitana de Valladolid y de Valencia, y, abreviador de la Nunciatura Episcopal de Madrid.

Aunque, realmente, fue una persona cosmopolita, a menudo, luchó contra los perjuicios que había contra Galicia para que nadie la convirtiese en una Beocia desacreditada, como había pasado con la región griega. Siempre que podía, retornaba a su aldea. Tanto fue así que el propio destino quiso que, a pesar de ser un ciudadano del mundo, naciese y muriese en su casa solariega de San Fiz de Navío. Era costumbre verlo, según cuentan las crónicas, sobre todo en período estival, visitando a Peregrina Millán, su madre, o dando largos paseos tanto por Ribadavia, en donde tenía grandes amigos, como por aquel paraje de San Amaro que algunos denominan el balcón del Ribeiro.

Urbano Ferreiroa Millán ingresó en el Seminario Conciliar de San Fernando de Ourense en donde cursó Filosofía y Teología. Luego amplió los estudios eclesiásticos en Madrid, y sobre todo en Roma, emporio de la investigación científica, y ciudad, en la que obtuvo su título de doctorado. Es fácil entender, entonces, por qué los contenidos de sus obras desprenden un halo de sociología cristiana. Se fraguan, sin más, en la cuna de la Historia.

Con apenas veinticinco años, funda con Celedonio Osorio Lafuente, seminarista contemporáneo suyo, natural de San Esteban de Castrelo de Miño, abogado, más tarde, en Ribadavia, y con Venancio Moreno, reputado jurisconsulto ourensano, un periódico denominado La Nacionalidad. En este semanal de contenido católico-monárquico, publicaron algunos de sus primeros artículos tanto Saco y Arce como Emilia Pardo Bazán. Ya en 1878, estaba preparado para emprender nuevos retos. Destaca, como redactor de Siglo Futuro. E incluso, es el año, en el que, después de poner a la venta, La cuestión de Oriente, publica, León XIII y su pontificado, un libro que, en seguida, lo consolida como un prestigioso literato. Cuando el 22 de febrero de 1879, lo recibe el Sumo Pontífice, en audiencia, formando parte de una delegación de periodistas católicos, ya es un escritor consolidado. El papa le agradece, el esfuerzo que, tanto él, con sus publicaciones, como pequeñas diócesis en España, como, por ejemplo, la de Tuy, con los Boletines Eclesiásticos, están realizando, con la sana intención de trasladarle la información más veraz a los fieles. A todos, les envía la Bendición Apostólica.

En marzo de 1880, León XIII llama a Roma a un Comisionados científicos entre los que se halla, de nuevo, Urbano Ferreiroa. Allí, en el Vaticano, en presencia del grupo cardenalicio, deslumbra con la defensa que hace a ultranza de la doctrina tomista. No sorprende, entonces, que tras la larga estancia en la capital del Tiber, sea miembro, tanto de la Academia Filosófica de Santo Tomás de Bolonia, como de la de Arcades, en Roma. Su pasión por la Ciudad Eterna lo lleva a escribir, en unos meses, en octubre, un artículo, Crónicas de Roma, para la revista Ilustración Católica, y a publicar, unos años más tarde, en 1882, La transformación de la Roma Pagana. Es incuestionable que, en la segunda mitad del siglo XIX, es el escritor español, que más escribió sobre esta ciudad.

Después de un período de intensa actividad investigadora, es nombrado, en 1884, por la Santa Sede para la chantría de la catedral de Valladolid. En esta sede metropolitana, es más que posible, como muy bien afirma Xesús Ferro Ruibal, que Urbano Ferreiroa, traduzca al gallego el Magnificat, que se envía, en 1886, desde esa ciudad vallisoletana, a la Abadía de Lerins. Los benedictinos, con motivo de las bodas de oro del pontífice León XIII, querían regalarle un libro que recogiese este hermoso cántico bíblico en 150 lenguas. Y, al igual que hicieron otros clérigos como, por ejemplo, Allen, W. Osborn que lo traduce al vasco guipuzcoano, lo más probable fue que, o bien el propio chantre ourensano, o bien, algún clérigo gallego a su cargo, lo tradujese.

En poco tiempo, detenta el mismo oficio en la Metropolitana de Valencia. En la ciudad del Turia, edita, en 1893, El primer perseguidor de los cristianos. Además, ultima los diez tomos de Historia apologética de los papas, libro en el que llevaba trabajando, aproximadamente, desde hacía veinte años. El primero de ellos, conocido también como Nerón, novelado, traza un cuadro histórico que abarca una parte muy interesante de la vida de los primeros cristianos. Marcelo Macías, afirmaba que era de mejor lectura que Nerón de Castelar, e incluso, la comparaba con Fabiola de Wiseman.

En 1897, León XIII lo nombra abreviador de la Nunciatura de Madrid. En la capital de España, asentado en la plaza del Progreso, en la esquina con la calle de San Pedro Mártir, tiene la oportunidad de debatir sus estudios con Marcelino Menéndez Pelayo. Compatibiliza el oficio de extractar documentos en la Nunciatura Apostólica, con la pasión por la escritura. Da a luz un nuevo libro, La Tierra Santa, por la que recibe los plácemes del Pontífice y de la prensa nacional. Lo ponían a la par de otros sacerdotes coterráneos como López Ferreiro, no sólo por sus obras sino por su contribución al periodismo. Soluciones Católicas, una revista que había dirigido en Valencia, se citaba, con cierta asiduidad, en la Rivista Internazionale di scienze sociali e discipline ausiliari tutelada por el León XIII. Su muerte, en pleno vigor intelectual, tiñó de luto a la iglesia y a la cultura. A su entierro asistieron sesenta sacerdotes y un gran número de autoridades civiles y eclesiásticas. Ofició de preste, un compañero suyo, cura párroco de O Carballiño, Crisanto Fernández, y, presidieron el duelo amigos, allegados, de distintas profesiones liberales, acompañados por el alcalde de San Amaro, Marcial Novoa. Desde ese instante, sin duda, su figura merece estar viva en el paraninfo de la historia.

Obras de ~: La cuestión de Oriente, Madrid, Imprenta de F. Maroto e hijos, 1877; León XIII y su pontificado, Madrid, Imprenta de F. Maroto e hijos, 1878; La transformación de la Roma Pagana, Barcelona, Imprenta de la Librería Religiosa, 1882; El primer perseguidor de los cristianos, Valencia, Imprenta de Federico Domenech, 1893; Historia apologética de los papas, Valencia, Imprenta de Federico Domenech, 1897; La Tierra Santa, Valencia, Imprenta de Federico Domenech, 1897.

Fuentes y bibl.: Archivo Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, Carta de Urbano Ferreiroa a Marcelino Menéndez Pelayo, Epistolario Vol. 1896-1898, Carta nº 317; Boletín Bibliográfico de la librería gallega, Año I nº 2 1895 febrero; Boletín Eclesiástico del Obispado de Tuy 15/03/1879 T.11 nº 509.

M. Ossorio y Bernard, Ensayo de un catálogo de periodistas españoles del siglo XIX, Madrid, Imprenta y Litografía de J. Palacios, 1903, pág. 137; M. Romero Recio, Ecos de un descubrimiento. Viajeros españoles en Pompeya (1748-1936), Madrid, Ediciones Polifemo, 2012. Cap. “Turistas. Españoles en Pompeya”; S. Eiján, Historia de Ribadavia y sus alrededores, Madrid, Establecimiento Tipográfico de San Bernardo, 1920, págs. 619-620; X. Ferro Ruibal, A primeira traducción do magníficat ó galego, A Coruña, Cadernos de Lingua, Real Academia Galega, nº. 28, 2006, pág. 5-24.

Francisco Lorenzo Amil