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Teófilo Rodríguez Vaamonde

Biografía

Rodríguez Vaamonde, Teófilo. Marqués de Vaamonde. Ribadavia (Ourense), 27.XI.1827 – Madrid, 24.I.1898. Letrado, diputado y senador.

Nieto de Agustín Rodríguez Vaamonde, diputado doceañista, y, sobrino de Florencio, ministro de Justicia en 1847 y de Gobernación en 1863, perpetúa, el apellido familiar, en el marco de la política nacional, hasta las postrimerías de la centuria decimonónica. La rama paterna, si bien es originaria de Tuy, estaba muy ligada a las tierras del Avia, tanto por intereses económicos, porque aquí poseía importantes propiedades, como, por lazos afectivos, pues, Antonio Rodríguez Vaamonde, contraía matrimonio, en Ribadavia, con Manuela Limia. Inmediatamente, desde ese instante, este promotor fiscal echa raíces en la villa. Fija su residencia en el número treinta y seis de la calle de Santiago. Y, en aquella casa solariega, de tres plantas con sus respectivas galerías, que lindaba al Sur con la iglesia de la parroquia matriz del núcleo urbano, nace, a finales de la década ominosa, su hijo, el futuro Marqués de Vaamonde, Teófilo Rodríguez Vaamonde.

Resulta indiscutible que su progenitor, no participa en la primera línea de la política, como su padre, Agustín, que había sido diputado en Cádiz, en el Trienio Liberal, y en la Asamblea Constituyente de 1836; ni, como su hermano, Florencio, que había tenido un protagonismo relevante en la escena pública nacional. Sin embargo, no escatima en gastos, en la formación de su hijo, el futuro Marqués, a sabiendas de que, a través de él, se perpetuaría, el linaje de los Vaamonde, hasta el último tramo del siglo XIX.

En 1827, la familia, al completo, acude, a Ribadavia, para asistir al bautizo del recién nacido. Luego, se educa en un ambiente en el que ni las leyes, ni la cosa pública le son ajenas. Y, en 1843, con, apenas, dieciséis años cumplidos, Teófilo Rodríguez Vaamonde, ingresa en la Universidad Central de Madrid. Tan sólo hacía un año que el Real Decreto de 1 de octubre había convertido la originaria Escuela de jurisprudencia, en facultad de Derecho. Allí, los estudios, ahora, se regían por el nuevo plan universitario que regulaba las titulaciones del popularmente denominado “nuevo derecho”. De esta forma, finalizado el cuarto curso, obtenía el grado de Bachiller en Jurisprudencia.

Su vida personal se enriquece cuando contrae matrimonio con Mariana Fernández de Córdoba, descendiente de la familia del Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba. Ambos comparten el mismo ideario social cristiano. Y, tras el Bienio Progresista, con treinta años cumplidos, da el salto a la política en las filas del liberalismo más moderado. Es diputado en el Congreso desde 1857 hasta 1865.

El Parlamento, para él, es el lugar idóneo para articular leyes que le permitan sacar una mayor rentabilidad a la actividad agrícola-ganadera. Visita la granja-modelo, “la Flamenca”, en la que se defiende la necesidad de aprovechar los conocimientos científicos y formar a los campesinos para introducir mejoras en la agricultura. Pensaba que el sector primario gallego, aunque tenía grandes posibilidades, seguía anclado en una arcaica producción de subsistencia. Todavía algunos de sus alegatos resuenan en la memoria histórica. Ni por asomo son anacrónicos. El discurso de la sesión de Cortes que hace, por ejemplo, en la primavera de 1862, para que se les condone la contribución a los viticultores ourensanos, en particular a los de la comarca del Ribeiro, podría suscribirlo, hoy en día, cualquier representante político de Galicia en el Congreso:” ¡Después, se dice que Galicia no es sufrida! Si esto pasase en Cataluña o Aragón, ¿lo sufrirían de la misma manera, que lo sufrieron los distritos de Ourense...?”.

En la legislatura de 1863, sufre la dolorosa pérdida del padre. Había sido para él no sólo un ejemplo de vida sino también el principal valedor de sus campañas electorales en el distrito de Ribadavia. Bien es cierto, que tampoco su propio paternalismo provincialista, dejó de granjearle numerosos partidarios, sino más bien todo lo contrario. Le generó elogios, e incluso, le hizo merecedor, el 28 de junio de 1864, del título de Marqués de Vaamonde. El papa Pío IX le otorgó, tanto a él como a otros jóvenes, hidalgos gallegos, contemporáneos suyos, nacidos en los años veinte, por su talante liberal moderado de corte católico, la distinción de Marqués de Vaamonde. Al igual que, Vázquez de Parga que ya ostentaba el título de Conde de Pallares desde 1857, o que, Vicente Vázquez Quiroga que detentaba el título, de Conde de Torre Nova, desde 1859, Teófilo obtenía aquel título honorífico en 1864, unos años antes de que, José Pardo-Bazán, adquiriese la dignidad de Conde de Bazán.  

Es indiscutible que estas concesiones, si bien no suponían un privilegio legal, les permitía mantener, a quien los poseía, un estatus de prestigio en el panorama político-social. Incluso, no es descabellado pensar que, de alguna manera, influyeron, sin ir más lejos, en la tendencia al alza del número de votos que obtuvo el Marqués de Vaamonde en las que serían sus postreras elecciones al Congreso. No es que, luego, abandone la política, sino que, finalizada la última legislatura, toma asiento en el Senado, en la sesión de 9 de marzo de 1865. Allí, en la Cámara Alta, en 1866, la prensa nacional, unánimemente, elogia el discurso que pronuncia con motivo del reconocimiento del incipiente reino de Italia, unificado baja la Monarquía Constitucional de Víctor Manuel II.

Ciertamente, para la familia, fue un “annus mirabilis”. Si el Marqués de Vaamonde, adquiría prestigio, su esposa, no se quedaba a la zaga. En el acto de condecoración que se realizaba, solemnemente, en el mes de noviembre, en Palacio, era la única mujer que recibía de manos de la reina Isabel II de Borbón, la banda de María Luisa, creada en 1792 por Carlos IV. Mariana Fernández de Córdoba, pasaba, así, a formar parte de la Orden de las Damas Nobles. Con este galardón, no sólo se ensalzaban sus virtudes, sino que, además, se comprometía a cumplir con los estatutos de aquella Real Orden en la que la reina de España ejercía la dignidad de gran maestre.

Ahora bien, para desconsuelo de muchos liberales, en seguida, la Revolución de 1868, ponía fin al moderantismo. Una nueva etapa política dejaba para la historia aquellos días de ensueño de su mujer, y, también, la estancia del marqués en el Senado. De repente, desaparece de la primera línea de la política, hasta que, en 1893, siendo presidente de gobierno Sagasta, la regente María Cristina, en nombre de Alfonso XIII, en el instante en que se produce una vacante, en este caso, por fallecimiento de José Fontagud Gargollo, en la Cámara Alta, lo nombra senador vitalicio. Era el reconocimiento a toda una vida dedicada al servicio de la función pública.

Definitivamente, desde que su abuelo Agustín, participaba en Cádiz, hasta que la Reina Regente, lo nombra senador vitalicio, la familia Vaamonde tiene una presencia viva en los acontecimientos históricos del país. Teófilo Rodríguez Vaamonde, Marqués de Vaamonde, forma parte de una élite de políticos, nacidos en la década ominosa, que tienen la responsabilidad de perpetuar el linaje político familiar. Cuando muere, en el mismo año en que España está de luto por la pérdida de las últimas colonias, es enterrado, según el protocolo de un hombre de Estado, en el Cementerio Sacramental de San Justo de Madrid. Desde ese instante, es la historia la encargada de dar cuenta de su legado.

Fuentes y bibl.: Archivo del Senado, Expediente personal del senador vitalicio Marqués de Vahamonde, D. Téofilo Rodríguez Vahamonde 1864-1898, ES.28079.HIS-0044-01; Archivo del Congreso de los Diputados, Diario de las sesiones de Cortes, Legislatura de 1861-1862, T. IV, Madrid, Imprenta Nacional, 1862, págs.1539-2014; Archivo Histórico Nacional, Universidades, 4674, Exp.21; El Pensamiento Español 09/02/1866 nº 1878, y, 19/11/1866 nº 2114; Calendario Manual y Guía de Forasteros, Imprenta Nacional, Madrid, 1837, pág. 172; La Época, Madrid., 25/01/1898, n.º 17.111; Estatutos de la Real Orden de la Reina María Luisa. Tipografía de los Huérfanos, p. 6, Madrid, 1890

Mª T. Fernández-Mota de Cifuentes, Relación de títulos nobiliarios Vacantes, y principales documentos que contiene cada expediente que, de los mismos, se conserva en el archivo del Ministerio de Justicia, Madrid, Gráficas Arias Montano, 1984, pág.50; S. Eiján, Historia de Ribadavia y sus alrededores, Madrid, Establecimiento Tipográfico de San Bernardo, 1920, pág. 599; La Tribuna, Cuadernos de Estudos Real Academia Galega/ Casa-Museo Emilia Pardo Bazán, 2010-2011, nº 8, págs. 111-114.

Francisco Lorenzo Amil