Montal Fornés, Paula. Arenys de Mar (Barcelona), 11.X.1799 – Olesa de Montserrat (Barcelona), 26.II.1889. Fundadora, educadora y santa.
Nació en el seno de una familia de artesanos, compuesta por Ramón Montal, viudo y con cuatro hijos, y Vicenta Fornés, viuda y sin hijos. De este segundo matrimonio nacieron cinco, de los que Paula fue la mayor. Vivían del trabajo del padre, maestro cordelero, oficio muy lucrativo en la villa, marinera por emplazamiento y actividad laboral, en la que el mar ocupaba directamente la vida del 76% de sus moradores, como pilotos, marineros, u otros oficios relacionados con los barcos de vela, el caso de Ramón Montal, maestro cordelero, y a través del comercio y pequeña industria, daba trabajo a casi la totalidad de su población femenina y masculina. Arenys de Mar contaba, además con cuatro astilleros y un puerto, el de mayor actividad comercial con América en Cataluña, desde la Real Cédula de Carlos III (1778), que abrió las puertas del comercio con América a todos los puertos del Mediterráneo, y estaba viviendo a principios del siglo xix la situación más brillante de su historia; era una villa cosmopolita, comercial, abierta, trabajadora e industrial. Pero la situación cambió notoriamente con las guerras franco-inglesas, por los Pactos de Familia con Francia (1800), y sobre todo con la invasión napoleónica y la Guerra de la Independencia (1808-1814). El puerto se cerró al comercio y la villa sufrió sucesivos saqueos de las tropas invasoras en su paso obligado al interior español.
La inestable situación política tuvo sus repercusiones concretas en Arenys de Mar y en la familia Montal; y su posición económica modesta se agravó. Paula Montal durante los primeros años alternó sus juegos infantiles con la asistencia a la escuela “costura”, en la que aprendió a leer, contar y escribir, sobre todo las labores propias del hogar y especialmente las labores de encaje, “puntaire”, formación muy precaria, dada la poca importancia que, incluso a nivel estatal se daba a la educación de las niñas.
A la muerte repentina de su padre, el 26 de septiembre de 1809, todos los bienes pasaron al hermano mayor. Paula Montal, a sus diez años, tuvo que empezar a trabajar activamente como encajera, junto a su madre, para sacar adelante económicamente a sus cuatro hermanos más pequeños. Hay que destacar que la mayoría de las adolescentes, jóvenes y mujeres arenyenses trabajaban como “puntaires” en la industria de los encajes. En el censo laboral de 1796, figuran ochocientas cincuenta y cinco obreras encajeras, y el número es de mil ciento ochenta en el primer tercio del siglo xix. La mayor parte de la producción se exportaba a América. Paula Montal vivió en Arenys de Mar hasta el año 1829, alternando el trabajo de encajera con una intensa actividad apostólica parroquial, sobre todo, como catequista al lado del párroco Salvió Carbó. Destacó por su apostolado mariano: formó parte de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario, y desde el 22 de mayo de 1822, de la Congregación laical de los Dolores. Arenys de Mar a principios de siglo xix, había incorporado casi totalmente a la mujer (niña, adolescente, joven y adulta), en el mundo laboral, fundamentalmente en el trabajo de los encajes; pero les faltaba formación cultural. Paula Montal hasta los treinta años vivió la experiencia de joven trabajadora, y conoció la realidad de sus amigas y de otras mujeres arenyenses, y constató que la situación cultural de la mujer en Arenys de Mar y en España era poco halagüeña, que tenían escasas posibilidades de acceso al mundo de la civilización y de la cultura, especialmente las niñas de condición social baja; apenas existían las escuelas para niñas y las que había tenían unos niveles educativos mínimos. Las disposiciones legislativas y los reglamentos educativos ignoraban prácticamente a la mujer. Hubo que llegar a la primera Ley de Educación española (Ley Claudio Moyano, 9 de septiembre de 1857), para que se igualase la programación educativa de niñas y niños, desapareciera la discriminación educativa entre ambos, por lo menos a nivel teórico de legislación estatal, y se estableciera la enseñanza obligatoria para todos.
En estas circunstancias ambientales, Paula Montal constató, como una necesidad urgente de la sociedad y de la Iglesia, la promoción humano-cultural cristiana de la mujer, dado el papel que la nueva sociedad industrial-técnica le asignaba con su incorporación al mundo laboral, y su importancia e influencia en la familia: doble misión para la que no estaba preparada por faltarle una educación conveniente. Y decidió consagrar totalmente su vida a esa obra educativa.
Con esta finalidad y prioridad, en octubre de 1829, superando las dificultades sociopolíticas de la época y sin medios económicos (se sabe que contaba con 40 reales), acompañada de su incondicional amiga Inés Busquets (1798-1872), se trasladó de Arenys de Mar a Figueras (Gerona), situada a 160 kilómetros, y a sólo 17 kilómetros de la frontera francesa, donde abrió su primera escuela para niñas y jóvenes, en un palomar, en la calle de la Muralla, n.º 26, con amplios programas educativos, encaminados a la formación integral de las alumnas, como medio para salvar la familia y transformar la sociedad. Contaba con el apoyo y orientación de fray Roque de San Julián, capuchino, su director en Arenys, y ahora guardián del convento de Figueras, y con la aprobación del alcalde de la ciudad, el abogado Antonio Fages de Climet.
El aumento de alumnas fue tan considerable que en 1830 tuvieron que trasladarse a una casa más capaz, en la calle Ancha, n.º 10. Ese mismo año se les unió una tercera amiga arenyense, Felicia Clavell (1803- 1874).
Ante la inestabilidad política reinante, agravada en Figueras por revueltas callejeras dirigidas por el revolucionario Abdón Terradas, cerraron la escuela y los años 1831-1832 residieron en Arenys de Mar.
Cuando volvió la paz a Figueras, Paula Montal retornó con sus compañeras y abrió de nuevo la escuela el 24 de diciembre de 1832. Y allí permaneció hasta el 8 de mayo de 1842, desarrollando una amplia actividad educativa. Se conoce la organización de la escuela y los programas de enseñanza de la misma a través de los Documentos pedagógicos fundacionales: 1.º Plan para las alumnas de la escuela de escribir; 2.º Programa de enseñanza para las alumnas pensionistas y mediopensionistas; 3.º Reglamento interior de las escuelas.
Establecidos en la escuela de Figueras se aplicaron después en todas las escuelas escolapias. Paula Montal implantó amplios programas de materias, que abarcaban todas las asignaturas que todavía hoy constituyen la primera enseñanza. En los programas de aquella escuela, junto a lo que señalaba la legislación: doctrina cristiana, formación religiosa, labores propias del sexo y los encajes, destacaban: el leer, escribir, contar, aritmética, nociones de gramática, geografía, historia de España e historia sagrada, caligrafía, dibujo, diversos tipos de pintura, pronto idiomas.
Algo inusitado para aquel momento histórico.
Aquella escuela constituía una novedad dentro del ramo, una auténtica innovación educativa para niñas.
Significaba romper con el módulo tradicional de la escuela privada femenina, y aventajaba, sobre manera, a la escuela pública para niñas. La escuela de Figueras, y todas las que fue fundando posteriormente, tenían la categoría de verdaderas escuelas graduadas, pues las desempeñaban por lo menos tres maestras, y, pronto el ideal de Paula Montal fueron cinco o más, especializadas en sus respectivas materias, mientras que las municipales eran todas unitarias, De ahí la admiración que su funcionamiento y la variedad de materias enseñadas suscitaban en los padres de familia, alcaldes, párrocos, obispos y otras autoridades, como ha quedado consignado en 39 informes, referidos al período 1829-1858. Figueras era una escuela nueva, en la que también cuidó con esmero una profunda formación humana y cristiana de las alumnas.
Allí Paula Montal rompió todo tipo de discriminación educativa entre las materias enseñadas a las niñas con las determinadas en la legislación para los niños, porque su obra educativa quiso la promoción integral de las niñas y jóvenes. Consciente de la dignidad de la mujer y de su trascendental papel en el hogar y en la sociedad, quiso para ellas una educación intelectual y cristiana adecuadas.
También en Figueras Paula Montal organizó la vida espiritual del grupo de las primeras compañeras, aumentado por el ingreso de dos exalumnas de la escuela; vivían en comunidad, bajo su cuidado y dirección.
Totalmente identificada, por lo menos, desde 1837, con el carisma calasancio, quería, cuando las circunstancias políticas lo permitiesen (puesto que las congregaciones religiosas estaban suprimidas desde 1835) injertarse en las Escuelas Pías y vivir la espiritualidad y reglas de san José de Calasanz. Por tanto, allí apareció claramente perfilada su vocación de educadora escolapia y fundadora. En Figueras nació un carisma nuevo en la Iglesia. Por eso, Paula Montal es la fundadora del primer Instituto español del siglo xix, Hijas de María, Religiosas de las Escuelas Pías (escolapias), con la finalidad única y exclusiva de consagrar su vida a la educación humana y cristiana de las niñas y jóvenes, a la promoción de la mujer, con un cuarto voto de Enseñanza.
La fundación de las escuelas de Arenys de Mar (1842) y Sabadell (Barcelona) (1846) significó la expansión y afianzamiento del carisma educativo. Paula Montal fundó su segunda escuela en Arenys de Mar, su villa natal, el 8 de mayo de 1842, acompañada por las jóvenes Francisca de Domingo (1817-1892) y Margarita Molinet (1824-1892), alumnas de la escuela, las dos primeras vocaciones que decidieron compartir su vida con la de sus maestras en la tarea educativa. Se establecieron en la calle de la Parera, n.º 12, casa que había adquirido en agosto de 1841.
Pronto tuvieron que hacer reformas y ampliaciones, por el aumento de alumnas, hasta la construcción de un colegio de planta (1852), bajo su dirección. Su actuación en la escuela estuvo orientada por metas precisas y claras, en doble sentido: las propias compañeras y las alumnas. Francisca de Domingo y Margarita Molinet eran dos jóvenes que estaban comenzando su período de formación como escolapias. Nadie mejor que la fundadora para la tarea de formarlas en el verdadero carisma que ella había recibido. Tenía que dedicarles tiempo a la formación religiosa escolapia, pero por su preparación profesional eran una valiosa ayuda en las clases. Organizó una escuela donde se hermanaban perfectamente la “piedad y las letras”.
Por eso le fue fácil identificarse con el carisma de san José de Calasanz. Y con esta organización daba una respuesta válida a la situación concreta de Arenys que había empeorado notoriamente en los trece años de su ausencia (1829-1842), tanto desde el punto de vista educativo como cristiano: había menos escuelas y menos sacerdotes.
En la escuela se establecieron los tres Reglamentos educativos utilizados en la escuela de Figueras con tan buenos resultados. Los pormenores de la fundación y de la marcha de la escuela se conocen por la pluma del párroco mosén Paladio Roda (1815-1880), primer cronista del Instituto, en: Noticias sobre el colegio de las Hijas de María de las Escuelas Pías de Arenys de Mar, contenidas en el Libro de Notas, n.º 2, titulado, Monumentos y cosas notables de esta población: Archivo Provincial de Arenys de Mar, manuscrito. Como testigo ocular, narra los hechos y transcribe documentos, entre ellos los Reglamentos educativos indicados. Por otra parte, Paula Montal intuyó el papel de la catequesis en la educación de las alumnas y, como en una verdadera educación cristiana, el centro debía ser la Eucaristía. Con esta finalidad en diciembre de 1843 solicitó del papa Gregorio XVI la concesión de un oratorio privado para sus escuelas. Le fue concedido por el breve pontificio de 19 de enero de 1844, ratificado el 13 de noviembre de 1846. Buscó además la integración de los padres en la tarea educadora del colegio, de tal manera que se lograba hacerles partícipes de una educación cristiana y colaboradores con las maestras en la educación de sus hijos. La estancia de Paula Montal en Arenys de Mar fue corta (1842- 1846), pero fecunda en actividades: logró afianzar el prestigio de la escuela, llena de alumnas y con edificio propio. Obtuvo de Gregorio XVI un breve de concesión de oratorio privado y semi público (1844 y 1846). Conoció y trató a los padres escolapios del colegio de Mataró. Por su conducto y bajo su dirección vistieron un hábito común, con ceñidor, al modo de la sotana escolapia y se empezaron a llamar Hijas de María. Atrajo nuevas vocaciones. Y decidió entroncar su naciente obra en la Escuela Pía, para lo cual realizó la fundación de Sabadell (1846).
Paula Montal llegó a Sabadell para abrir su tercera escuela el 24 de septiembre de 1846, acompañada por Francisca de Domingo y Concepción Bosch. El colegio comenzó las clases el 24 de octubre de 1846 en la calle San Antonio, n.º 27. Superiora y directora de la escuela, permaneció tres años al frente de la misma (1846-1849). Su actuación revela un talento innato de educadora y sorprendentes intuiciones pedagógicas, que Dolores Vidal (1862-1917) calificó de “gracia especial recibida del cielo”. Se establecieron los mismos Reglamentos educativos que regían en Figueras y en Arenys de Mar. A la luz de ellos, se puede decir que organizó la escuela con una pedagogía flexible y de variados contenidos; se daba un papel preponderante a la formación religiosa con matiz mariano; abierta al entorno que le rodeaba; en franca colaboración con la familia; con participación de las alumnas en el desarrollo de las actividades. Es decir, quiso que funcionase como auténtica comunidad educativa. Sabadell reconoció lo que aquella escuela representaba para la educación de las niñas y jóvenes, y en numerosas ocasiones calificó al Instituto de Hijas de María Escolapias como “gloria de Sabadell”, porque fueron las primeras que se preocuparon de la enseñanza de las niñas de las clases populares.
Además de la escuela, la fundación de Sabadell tenía otro objetivo preciso: conocer y tratar a los padres escolapios, sobre todo Jacinto Felíu, comisario apostólico de España, y Agustín Casanovas, para que le ayudasen en su deseo de injerto en la Escuela Pía y emitir sus votos religiosos como escolapias. Y sus deseos lograron un rápido cumplimiento en los primeros meses de estancia en la villa. Con tan interesados y expertos guías, pronto recorrió el camino. Paula Montal fue el motor y artífice de aquella integración, aconsejada y orientada por los padres Jacinto Felíu y Agustín Casanovas, que en ella declinaban siempre la última responsabilidad como fundadora y poseedora del carisma. Éste fue el itinerario seguido: 9 de diciembre de 1846, mediante el Manual de preces empiezan a vivir la espiritualidad de san José de Calasanz; 2 de febrero de 1847, Paula Montal y sus tres primeras compañeras profesaron en Sabadell como Hijas de María Escolapias. A lo largo del año 1847 lo hicieron seis compañeras más; 14 de marzo de 1847, se tuvo en Sabadell el primer Capítulo General.
Paula no fue elegida superiora general, sino superiora y maestra de novicias en Sabadell; 3 de abril de 1847, el padre Jacinto Felíu le envío desde Madrid un Extracto de las Constituciones de San José de Calasanz, que debidamente acomodado a sus circunstancias concretas fue aplicado como norma de vida en las tres casas del Instituto el 1 de agosto de 1848. Un segundo eslabón legislativo lo constituyó el Compendio, constituciones calasancias traducidas al español, también enviado desde Madrid por el padre Jacinto Felíu. Fue el precedente de las primeras Constituciones de las Hijas de María Escolapias (1853), teniendo como base las de San José de Calasanz. Con ello se cumplió el objetivo de Paula Montal de “ser verdaderas escolapias”.
El Instituto de Hijas de María Escolapias vivió una etapa de expansión brillante en el decenio (1849- 1859). La historia de estos años gira en torno a la figura de la fundadora, Paula Montal, que siguió realizando e impulsando la fundación de ocho escuelas: Igualada (Barcelona) en 1849, Vendrell (Tarragona) en 1850, Masnou (Barcelona) en 1852, Gerona en 1853, Blanes (Gerona) en 1854, Barcelona en 1857, Sóller (Mallorca) en 1857 y Olesa de Montserrat (Barcelona) en 1859.
La fundación de Igualada (Barcelona-España) la realizó personalmente Paula Montal el 20 de junio de 1849, fecha de su llegada a la villa, acompañada por cuatro hermanas más. Se establecieron en una casa de la calle Clos, n.º 45. Las escolapias fueron llamadas por el alcalde para que abrieran una escuela para niñas.
A las cinco religiosas les asignaron una dotación de 4.000 reales de vellón anuales para que se encargaran de la educación de las niñas pobres; que ellos mismos determinaban, pero podían admitir, también, niñas de pago. La ciudad en pleno desarrollo industrial y sin escuelas para niñas, las acogió con entusiasmo, y el 1 de julio empezaron las clases con cuarenta alumnas gratuitas, propuestas por el Ayuntamiento, y cuarenta y una niñas mediante la mensualidad de 1 real vellón; las alumnas fueron aumentando en los meses sucesivos y al finalizar el año asistían a la escuela ciento setenta alumnas. El número de discípulas fue pronto elevado. No había posibilidad de atender todas las peticiones, por lo que el año 1854 se construyó un colegio de planta en la calle Vidrio, n.º 1. Paula Montal, superiora y directora, organizó pedagógicamente la escuela con los Reglamentos educativos, ya mencionados, utilizados en las escuelas de Figueras, Arenys de Mar y Sabadell; por su metodología y variedad de materias causaron admiración. “Enseñan hasta Geografía...”, fue la expresión admirada del alcalde al gobernador de Barcelona. Paula Montal salió de Igualada el mes de diciembre de 1850, dejando una prestigiosa escuela en marcha. Hoy, Igualada sigue recordando a santa Paula, por la trascendencia que han tenido en la ciudad las escuelas por ella fundadas.
Vendrell (Tarragona) fue la quinta fundación llevada a cabo por Paula Montal el 31 de diciembre de 1850, junto con cuatro escolapias. Se establecieron en una casa preparada por el Ayuntamiento en la calle Carreró.
La apertura del colegio se hizo el 6 de enero de 1851 y al día siguiente comenzaron las clases con cincuenta alumnas, cifra que se elevó a ciento cincuenta a finales del mismo mes, muchas de ellas gratuitas. El ambiente religioso y cultural de Vendrell era muy pobre: poco sentido religioso y más deficiente el sistema educativo, sin ninguna escuela pública para niñas.
Estaba sin resolver el problema de la educación de las niñas pobres. Paula Montal captó la situación, colaboró activamente y redobló sus esfuerzos en doble frente. La calidad pedagógica de los Reglamentos educativos, unida a su experiencia personal de veinte años de magisterio, intensificaron la formación integral humana y cristiana de las alumnas, y se insertó con ellas en la actividad apostólica de la parroquia, sobre todo en las celebraciones marianas. Su estancia en Vendrell, relativamente breve (31 de diciembre de 1850-29 de marzo de 1852), fue eficaz y significativa para la promoción integral humana y cristiana de la mujer en la villa.
En la primavera de 1852, el 6 de abril, Paula Montal, acompañada de la joven escolapia Joaquina Benessat, llegaba a la villa de Masnou (Barcelona), con un nuevo empeño de expansión escolapia. No iba para fundar una escuela de niñas, puesto que existía desde agosto de 1848, sino para establecer una comunidad escolapia en la que querían integrarse la maestra que la regentaba y dos compañeras suyas, que habían pedido su ingreso en el Instituto de las Hijas de María Escolapias. Paula Montal, como fundadora, era la persona adecuada para lograr la finalidad de la nueva casa, porque en aquellas circunstancias se requería de la superiora una mentalidad amplia, sentido de adaptación, acertado conocimiento de las personas y conocimiento profundo del carisma escolapio. El objetivo de la fundación se cumplió pronto. Había encontrado una escuela en marcha que transformó en Escuela Pía, en su doble sentido: a las maestras que la dirigían, a las alumnas y a la organización pedagógica de la misma. En octubre de 1852, Paula Montal dejó la casa de Masnou para ponerse al frente del noviciado de Sabadell.
El noviciado escolapio se estableció en Sabadell (1847), y Paula Montal fue la superiora y maestra de novicias hasta la fundación de Igualada (1849). La sustituyó Francisca de Domingo, hasta octubre de 1852, en que fue nombrada nuevamente Paula Montal (1852-1959). Tuvo como responsabilidad principal la dirección y cuidado del noviciado de Sabadell, dado el número de vocaciones. Todavía se conserva en el colegio de Sabadell la sala de aquel noviciado. En su plan de formación a las novicias insistía en los aspectos esenciales de la vida religiosa y escolapia, que pueden sintetizarse en dos breves puntos: “sed almas de oración”; “vivid la práctica de la obediencia y humildad”.
En ese período profesaron noventa religiosas escolapias.
Desde la primera profesión religiosa del Instituto, efectuada el 2 de febrero de 1847, hasta finales de 1859, profesaron ciento veintisiete escolapias. En términos generales puede decirse que fue la formadora, salvo muy pocos casos, de las primeras ciento treinta religiosas del Instituto.
El 15 de diciembre de 1859 llegaba Paula Montal a Olesa de Montserrat (Barcelona), para la nueva fundación del colegio y escuela pública de niñas, de la que había sido nombrada maestra sor Carmen Pujol, escolapia. Formaron la primera comunidad la madre Paula Montal, Margarita Molinet, Carmen Pujol (1838-1861) y Josefa Ramón (1821-1842). Permaneció allí hasta su muerte (1889). Su actuación con respecto a la marcha del Instituto fue disminuyendo paulatinamente a partir de 1857, con la destitución del padre Agustín Casanovas como director general, por el obispo de Barcelona. Cuando en 1859 la mandaron a la fundación de Olesa de Montserrat, prácticamente el alejamiento fue total. Las circunstancias se imponían y supo aceptar y vivir con alegría aquella situación. La actividad desarrollada al frente del colegio como superiora (1859-1883) y directora, abarcó todos los aspectos organizativos de la puesta en marcha del trabajo de la casa en el doble aspecto: comunitario y escolar; y en los dos fue muy positivo Creó un ambiente de familia, alegre, lo que favoreció la tarea educativa del colegio. De ello queda constancia en los exámenes públicos al final de cada curso escolar.
Destacó el trabajo de catequesis y la buena formación cristiana de las alumnas. En el período 1874-1877 simultaneó el cargo de superiora local con el de asistenta general y provincial de Cataluña.
En su retiro en Olesa de Montserrat vivió la consolidación del Instituto de Hijas de María Escolapias, por ella fundado, en el seno de la Iglesia y en la sociedad civil, al lograr la ratificación oficial en ambos aspectos. El Instituto tenía la aprobación diocesana y la de sus Constituciones desde 1851, cuando, después del Concordato del Gobierno español con la Santa Sede (1851), se permitió a los obispos la aprobación de Institutos religiosos. La aprobación pontificia llegó mediante el Decreto de Aprobación del papa Pío IX, el 9 de mayo de 1860. Fue el primer Instituto español del siglo XIX que obtuvo la aprobación pontificia. La reina Isabel II ratificó el Instituto como institución docente, por Real Orden del 9 de junio de 1865. La aprobación pontificia temporal de las Constituciones fue firmada por el papa Pío IX, el 18 de julio de 1870, y la aprobación definitiva, por el papa León XIII, el 7 de enero de 1887.
Olesa de Montserrat fue la fundación predilecta de Paula Montal, en razón de ser un pueblo pequeño y pobre, al pie del Monasterio de la Virgen de Montserrat, a la que tenía una gran devoción, y a cuya advocación estaba dedicado el colegio. Desde la terraza del colegio se divisa la santa montaña. Todos los días subía al atardecer para saludar a su Madre y Señora de Montserrat. Su existencia se prolongó hasta casi noventa años y se fue apagando lentamente. A mediados de febrero de 1889, se sintió enferma y con una fiebre muy alta. Ya no pudo levantarse. Falleció a las seis de la tarde del 26 de febrero, con la mirada brillante y fija en un punto, que ella sólo percibía, exclamando con voz clara: “Mare, Mare meva”. Los años de su permanencia en Olesa fueron treinta años de gracia para las niñas y jóvenes olesanas, que se beneficiaron de su testimonio cristiano y de su fecundo magisterio, y para la villa de Olesa de Montserrat, enriquecida por el ejemplo de su vida santa. “Todos la querían y veneraban”.
Cuando falleció, el Instituto de Hijas de María Escolapias se hallaba extendido por casi toda la geografía española: Cataluña, Valencia, Baleares, Madrid, Andalucía y Aragón, con un total de diecinueve colegios, en ciudades grandes: Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, Córdoba, pero, sobre todo, en pequeñas ciudades y villas de provincia en Cataluña.
En ellos trescientas cuarenta y seis religiosas impartían una educación integral humano cristiana a cuatro mil alumnas, para salvar a las familias como medio de la transformación cristiana de la sociedad, de acuerdo con el lema de Paula Montal: “Quiero salvar las familias enseñando a las niñas el santo temor de Dios”.
La fundación del Instituto de Hijas de María, Religiosas de las Escuelas Pías por Paula Montal (1829), y su trabajo apostólico-educativo, vistos en el marco general del siglo xix, son una aportación original, un esfuerzo radical por elevar el nivel cultural de la mujer, sujeto primordial de la reforma cristiana de la sociedad a través de la adecuada educación de la niñez y juventud. Hoy este carisma está presente en veinte naciones de los cuatro continentes, en los que ochocientas diez escolapias, distribuidas en ciento doce comunidades educan a cuarenta y dos mil alumnos bajo el lema calasancio “Piedad y Letras”.
Paula Montal fue beatificada por el papa Juan Pablo II, el 18 de abril de 1993, en la plaza de San Pedro del Vaticano. Y fue canonizada por el mismo papa Juan Pablo II, el 25 de noviembre de 2001 en la basílica vaticana.
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María Luisa Labarta Araguás