Blanco y Crespo, José María. José Blanco White. Sevilla, 11.VII.1775 – Liverpool (Reino Unido), 20.V.1841. Periodista, político liberal, teólogo de controversia y educador.
Hijo de Guillermo Blanco Morrogh, alias White, y de María Gertrudis Crespo y Neve, ambos sevillanos. El padre era hijo de William White, irlandés de Waterford, que emigró a Sevilla a principios del siglo xviii para hacerse cargo de la casa comercial de su tío Philip Nangle. Para facilitar sus negocios con las colonias americanas españolizó su apellido en Blanco, aunque conservando también como un alias el original White. La madre de Blanco era de familia hidalga española, aunque escasa en medios de fortuna.
Como la vida de Blanco fue bastante intensa y los datos biográficos que se suelen encontrar en los libros no especializados están llenos de errores o imprecisiones, se detallan aquí las circunstancias más importantes de las dos etapas de su vida, la española y la inglesa.
I. Etapa española (1775-1810): José María Blanco y Crespo.
A los ocho años de edad fue enviado al escritorio comercial de la familia para que copiara la abundante correspondencia y se familiarizara con el negocio y la lengua inglesa. Ya no era el comercio original del abuelo William, que había quebrado ocho años después de su muerte. Su único hijo varón, Guillermo, educado como un gentleman, no estaba preparado para hacerse cargo del negocio. Para que no sucediera lo mismo con José María la familia tomó la decisión indicada. Tenían también la esperanza de que en el momento adecuado se casara con su prima hermana María, hija única de Thomas Cahill, que era entonces el dueño del comercio recuperado, ahora Cahill and White.
Fue muy dura la infancia de Blanco: odiaba el comercio al que lo habían condenado, no le permitían relacionarse ni jugar con otros niños de su edad para que no aprendiera cosas prohibidas, y su única distracción, además de la lectura, eran las lecciones de violín que le daba el tío Cahill. A los diez años se había convertido en un voraz lector, que ya no se conformaba con el Año Cristiano que había en su casa, sino que entre otros libros leyó las obras de Feijoo, que según él dice le enseñaron a pensar y a dudar, esto último confirmado por el Telémaco de Fenelón. El Quijote y las Mil y una noches fueron su primer contacto con la literatura de la imaginación.
Para librarse de la esclavitud del comercio y porque además tenía una viva religiosidad natural, alentada por la educación recibida a los doce años le dijo a sus padres que quería ser sacerdote. Al persistir en su idea dos años más tarde fue enviado al Colegio de Santo Tomás de Aquino para que empezara los estudios universitarios.
Después de una discusión con su profesor motivada por su lectura de Feijoo, al año siguiente (1790), dejó el colegio para seguir sus estudios en la Universidad de Sevilla. Allí estuvo hasta 1797, recibiendo sucesivamente los grados académicos en Artes y Teología. En 1797, al serle ofrecida una beca teóloga en el Colegio de Santa María de Jesús —que hasta 1775 había estado unido a la universidad—, incorporó sus estudios teológicos a la Universidad de Osuna, donde recibió el grado de licenciado.
Poco aprendió Blanco en las aulas universitarias porque las disciplinas que se enseñaban le parecían anticuadas, como de hecho lo eran, por lo que se limitó a aprobar los exámenes. Pero allí encontró a los que serán sus verdaderos maestros y amigos, Manuel María del Mármol y Manuel María de Arjona, y a sus compañeros Alberto Lista y Félix José Reinoso. Para ellos era Pepe Blanco. Para remediar las deficiencias de la universidad los estudiantes organizaban “academias”.
Reinoso fue el iniciador de la Academia Particular de Letras Humanas, es decir, de Literatura, llamada así para distinguirla de las Letras Divinas, la Teología escolástica. La Academia duró desde 1793 hasta 1801, año en que sus componentes habían dejado de ser jóvenes y tenían ya su actividad profesional. Allí fue donde Blanco escribió sus primeros versos y aprendió sus primeras nociones de Retórica.
El mismo año de su ingreso en la universidad Blanco recibió la “corona secular” o “tonsura” que confirmaba su opción por la profesión clerical. A finales de 1794 recibió las cuatro órdenes menores a pesar de que en el verano anterior, a sus dieciocho años, habían surgido sus primeras dudas al enamorarse por primera vez de una chica en Sanlúcar de Barrameda. La crisis se agudizó en el verano siguiente de manera que se atrevió a decirle a su madre que no quería ser sacerdote. La respuesta que recibió fue el llanto de Gertrudis y la amenaza de devolverlo al escritorio.
Por otro lado, sus amigos de la universidad y la academia iban por el mismo camino que él, de manera que Blanco se veía arrastrado hacia el sacerdocio por la fuerza del grupo. Sublimó sus deseos de fundar una familia con el cultivo de la literatura, y los ejercicios espirituales que hizo en el oratorio de San Felipe Neri renovaron sus naturales sentimientos religiosos. En este estado de ánimo recibió el subdiaconado en 1796, lo que significaba la pública aceptación del celibato eclesiástico.
La última crisis antes de su ordenación tuvo lugar en 1798, cuando era colegial de Santa María de Jesús. La vida social que empezó a tener fuera del círculo de sus amigos lo llevó a conocer y a enamorarse de una viuda joven. Los padres lo mandaron a Cádiz para apartarlo del peligro y allí se dedicó a divertirse para olvidar. Pero Blanco no era una persona que pudiera ser feliz con una vida desordenada y reanimado de nuevo con los ejercicios espirituales recibió el sacerdocio el 21 de diciembre de 1799.
Durante los dos primeros años del ministerio mantuvo su contacto con el oratorio de San Felipe Neri y se preparó para opositar a una prebenda eclesiástica, la de magistral de la Capilla Real de Sevilla, de la que tomó posesión el 11 de septiembre de 1801. Pero cuando empezaba a sonreírle la carrera eclesiástica le sobrevino la crisis espiritual que le llevó a irse de España y dejar la Iglesia católica. A los veintiséis años se encontró de repente afectivamente solo y sin ningún gusto por la vida. La religión no era capaz de levantarle el ánimo, aunque intentó encontrar apoyo en los escritos de Bossuet, el mejor apologista de la época. Alguien puso en sus manos algunos libros de Rousseau y de Voltaire que lo fueron apartando intelectualmente de la Iglesia. Blanco señaló como comienzo de su crisis el 13 de julio de 1802, cuando predicó un sermón sobre san Fernando en la Capilla Real ante la Brigada de Carabineros. Se trata de una fecha simbólica porque aquel sermón fue sobre todo la ocasión de conocer a algunos militares que tenían sus mismas dudas religiosas. Hasta entonces su crisis no se había manifestado en palabras, pero con sus nuevos amigos salió al exterior y quedó confirmada. La muerte de su hermana mayor en un convento con sólo veinticuatro años de edad, ocurrida en 1802, y la entrada de la hermana menor en otro dos años más tarde fueron dos golpes serios que agravaron su crisis. La religión se le presentaba como la mayor enemiga de la felicidad de los hombres.
Blanco empezó a buscar una manera para salir de Sevilla e irse a un lugar donde no tuviera que ejercer el sacerdocio.
Utilizando varias excusas, entre ellas su salud, consiguió permisos para ir a Madrid y allí se estableció en 1806. Hasta que no consiguió un puesto en el Instituto Pestalozziano, fundado por Godoy, vivió muy estrechamente del escaso dinero que le podía mandar el padre. Pero se sentía feliz por haberse librado en la gran ciudad de la opresión eclesiástica que sufría en Sevilla y, según propia confesión, no pisó ninguna iglesia durante sus años en Madrid. Fue asiduo a la tertulia literaria y patriótica de Quintana, donde Bartolomé José Gallardo se escandalizaba de la vida libre e irreligiosa de aquel cura sevillano, que además buscaba vergonzosamente la protección del choricero. Poco después del Dos de Mayo se escapó Blanco de Madrid y regresó a Sevilla, tras dos años de ausencia.
En Sevilla Blanco tuvo que volver a su puesto de capellán real, pero era ya una persona experimentada y pragmática. Poco después de instalarse allí la Junta Central en 1809, Quintana le encomendó junto con Antillón la redacción de la segunda etapa del Semanario Patriótico, que el mismo Quintana había fundado el año anterior como órgano oficioso de la junta.
Blanco descubrió entonces una nueva vocación, la de periodista político, divulgador de las ideas de la Revolución Francesa. Cinco meses duró la etapa sevillana del periódico, desde mayo a septiembre, porque la junta no podía tolerar ni los artículos políticos de Blanco que propugnaban un radical cambio de régimen, ni los de Antillón que daban a conocer la desastrosa campaña militar del ejército nacional contra los franceses. Durante ese año de 1809 Blanco conoció y trabó amistad con varios ingleses que habían venido a Sevilla, entre ellos lord y lady Holland.
La salida de la Junta Central de Sevilla con dirección a la isla de San Fernando el 23 de enero de 1810 fue más bien una vergonzosa huida ante la inminente llegada de las tropas de José Bonaparte, de la que dicha corporación no se atrevió a anunciar al pueblo. Blanco, que no quería verse obligado a colaborar con los franceses, también se fue seis días más tarde para nunca más volver. Tras una breve estancia en Cádiz, el 23 de febrero salió camino de Inglaterra, donde esperaba vivir una vida más feliz en la que se le presentaba como cuna de la libertad.
II. Etapa inglesa (1810-1841): Joseph Blanco White.
Es sorprendente que en el mes de abril, a los dos meses escasos de su llegada a Inglaterra, Blanco empezara, él solo, la publicación de su obra política más importante, el periódico mensual El Español, dirigido a los españoles patriotas de ambas orillas del Atlántico, tarea que se extendió hasta junio de 1814. El periódico se sostenía económicamente tanto por el desinterés de Blanco como por las ayudas en forma de suscripciones del Foreign Office y del coronel hispano- inglés Murphy, que distribuían los ejemplares en España e Hispanoamérica. Y también, evidentemente, por la venta de sus números. En este periódico Blanco siguió con detenimiento el desarrollo de las Cortes y la campaña militar contra los franceses, así como los movimientos independentistas de las colonias americanas. En su momento hará un análisis crítico de la Constitución de Cádiz. Obra tan bien documentada como desconocida en España, como si la temprana decisión de la Regencia de prohibir su circulación por el país estuviera todavía en vigor. En su periódico Blanco va pasando del jacobinismo inicial del Semanario a la defensa de un régimen liberal al estilo inglés. Varios de sus artículos fueron publicados como separatas en las colonias de América. El Español se escribió en un lugar privilegiado, Londres, en aquellos momentos la capital política del mundo, donde Blanco contaba con excepcionales fuentes informativas que contrastaban con las de los liberales españoles encerrados en Cádiz. Desde aquel escenario se podía observar que la independencia americana era imparable y la única salida posible para España era conceder a aquellos países hermanos una autonomía pacífica y amistosa. Todo fue un sueño y Blanco terminó el periódico cuando Fernando VII se instaló en España como Monarca absoluto.
A medida que se perdían las esperanzas del triunfo del liberalismo español, Blanco se iba alejando interiormente de España. Nada más llegar a Inglaterra adoptó su nuevo nombre inglés, en 1812 se hizo miembro de la Iglesia anglicana y al cerrar El Español revalidó su ordenación sacerdotal en dicha Iglesia.
Desde entonces escribió casi exclusivamente en inglés.
Como le había sucedido siempre, hizo con facilidad nuevos amigos ingleses, que le fueron siempre fieles.
Entre ellos hay que mencionar a James Christie, de la conocida casa de subastas que se acababa de fundar en Londres. El fracaso de las ideas liberales de El Español lo dejó desconcertado y de nuevo intentó encontrar la solución en la religión, esta vez la anglicana, sin acordarse de su experiencia religiosa anterior. Pensó incluso en ir de misionero protestante a la isla de la Trinidad, entonces en poder de Inglaterra, pero el gobierno no contemplaba su naciente imperialismo como una cruzada, sino como el ejercicio del poder político y económico.
De su indecisión lo sacó la invitación de los Holland para que fuera preceptor de su hijo, una buena indicación de la estima en que era tenido. Pero el ambiente liberal y religiosamente escéptico de la casa chocaba con su religiosidad recuperada y sólo permaneció en Holland House un par de años (1815-1817). Sintió el deseo de fundar una familia propia, pero tenía ya cuarenta y dos años y sobre todo carecía de recursos económicos para mantenerla dignamente.
Empezó a tener problemas de salud que no lo abandonaron hasta su muerte. En 1816 le llegó además la noticia inesperada de que tenía un hijo, nacido en Madrid después de su salida de la capital, e hizo que se lo trajeran a Londres.
A principios de 1821 Blanco recibió la invitación de Thomas Campbell, editor de la revista New Monthly Magazine para que escribiera unos artículos sobre España, inmersa entonces en el Trienio Liberal. Blanco empleó el género epistolar y el éxito obtenido por las Letters from Spain en la revista hizo que se publicara la colección notablemente ampliada, en forma de libro en 1822. No son unas cartas costumbristas, aunque se hable de las costumbres españolas, sino que dibuja por medio de ellas el carácter del pueblo español, muy tradicional y muy dominado por los frailes y en general por una religión fanática y supersticiosa que impide su progreso político y económico.
Las Letters fue su libro más apreciado, el que le hizo ganar más dinero y del que nunca se arrepintió aunque en 1833 empezara a escribir una incompleta segunda parte, The Priest’s Return to Spain, en la que regresaba literariamente a España desengañado de su sueño de que Inglaterra era la patria de la libertad.
Dos años más tarde, ya en Liverpool, hizo otro nuevo intento, también abandonado, de contar más cosas de España. Aunque los verdaderos destinatarios de las Cartas no eran los lectores ingleses, sino los españoles, éstos no pudieron leerlas hasta 1972, siglo y medio más tarde.
El éxito de su libro animó al decaído Blanco, que fue invitado a seguir contribuyendo tanto al New Monthly Magazine como a la Quarterly Review. Incluso la Enciclopedia Británica le pidió que escribiera una larga entrada sobre España. Empezó también a escribir poesías en inglés, algunas de ellas incluidas en una divertida novela anticlerical sobre España, Vargas, a Tale of Spain, publicada en 1822 sin mención de autor. La novela es una reinterpretación viva y humorística de la Cornelia Bohorquia. Pero se arrepintió de haberla escrito y trató de borrar toda posible huella de su autoría. De 1823 a 1825 escribe de nuevo, él solo, una excelente revista literaria destinada a los hispanoamericanos, Variedades o El Mensajero de Londres, a la que pone fin porque lo llaman para que escriba contra la Iglesia católica. Con sorprendente rapidez y dureza publicó en 1825 Evidence against Catholicism, en forma epistolar como las Letters, así como una edición popularizada del mismo, en forma dialogada, The Poor Man’s Preservative against Popery.
Evidence se publicó de nuevo en 1825 y se tradujo al alemán, y el Preservative se tradujo a varios idiomas y se ha usado hasta casi los tiempos presentes como material de propaganda protestante. En los dos libros Blanco da rienda suelta e incontrolada a sus sentimientos anticatólicos. Los conservadores anglicanos, enemigos de la aprobación por el Parlamento de la ley de la Catholic Emancipation —es decir, la devolución a los católicos de sus derechos cívicos— entonces vivamente discutida, usan los dos libros como armas políticas para defender sus ideas, y recompensan a Blanco con un título universitario honorario en Oxford. Era lo máximo que podía esperar porque con esta medida recuperaba la dignidad académica que había perdido al salir de España además porque esta era la universidad más prestigiosa del mundo. Pero en sus últimos años se arrepentirá de haber escrito estos libros, como muestran los ejemplares procedentes de su biblioteca personal, llenos de fuertes tachaduras.
En Oxford fue recibido en el colegio Oriel por obra y gracia del provost Edward Coplestone, que había sido su más firme defensor para su aceptación en Oxford. En el colegio dominaba el espíritu liberal y reformador de Richard Whately y su círculo formado por Baden-Powell, Edward Hawkins y R. D. Hampden, por los que se sintió inmediatamente atraído. También estaba en Oriel el joven John Henry Newman que no comulgaba con las ideas de Whately, pero a quien Blanco vio como la reencarnación de su juventud. En Oriel, y en contacto con sus nuevos amigos, fue recuperando Blanco su carácter liberal que había estado como en suspenso por su decisión de mantener la ortodoxia anglicana.
Los años felices de Oxford terminaron abruptamente en 1829 cuando Robert Peel, representante de la universidad en el Parlamento, renunció a su escaño por defender la ley de la emancipación católica y se presentó a la reelección. Los oxonienses se dividieron porque reelegir a Peel significaba aprobar la emancipación, algo que no podían aceptar. Blanco, que inicialmente se había opuesto a la ley, cambió de opinión y, como sus amigos de Oriel, votó a favor de Peel, no porque tuviera mejor opinión de la Iglesia católica, sino por el peligro de guerra civil que provocaría en Irlanda el rechazo de la ley. Los conservadores anglicanos, los mismos que habían llevado a Blanco a Oxford, se alzaron contra él, lo insultaron y lo acusaron de traidor y oportunista. El sensible Blanco se dio cuenta de que también en Inglaterra había una inquisición, aparentemente más blanda, y empezó entonces a recorrer el camino que lo apartaría del anglicanismo seis años más tarde. Ya había empezado a tener serias dudas sobre el misterio de la Trinidad a finales de 1818, cuando empezó a escribir una primera autobiografía, no destinada a la publicación, The Examination of Blanco by White.
Pero optó por silenciar sus dudas porque no quería perder a sus amigos ingleses, la mayor parte de ellos anglicanos convencidos, ni tampoco tenía ya un lugar nuevo a donde escaparse. Los sucesos de Oxford habían acabado con su sueño de terminar pacíficamente allí sus días dedicado al estudio y acompañado por sus amigos. La situación se le hizo más dura cuando en 1831 Richard Whately, el más cercano de todos ellos, fue nombrado arzobispo de Dublín. Muy pronto éste lo invitó a su casa como preceptor de sus hijos, Blanco no hubiera ido como un simple invitado. En Dublín residió desde el verano de 1832 hasta principios de 1835. Era la primera vez que estaba en la patria de sus antepasados y allí fue testigo de la intolerancia que sufrían los católicos irlandeses por parte de los anglicanos. Escribió dos obras más sobre religión, muy diferentes de las dos anteriores. La primera es Second Travels of an Irish Gentleman in search of a religión (1833), en forma de novela y como respuesta a unos First Travels del poeta irlandés Thomas Moore. Mientras éste defendía a la Iglesia católica por ser la primitiva confesión cristiana, Blanco se elevaba sobre la historia diciendo que todas las iglesias se distinguen no por lo que creen sino por lo que odian. Anticipa el argumento de su inacabada novela, en español, Luisa de Bustamante, en la que muestra que no hay ninguna religión ni ningún país en que no se mezclen el bien y el mal. Consideradas todas las circunstancias del caso llegaba a decir que España —y su religión— era más feliz que Inglaterra. El segundo libro religioso es Observations on Heresy and Orthodoxy (1835), que salió a la luz cuando ya estaba en Liverpool, en el que define su última idea de la religión: la historia de las iglesias muestra que todo dogmatismo produce intolerancia e inquisición. Cristo no vino a enseñar un conjunto de verdades dogmáticas y abstractas sino un camino de vida.
En consecuencia, con estas ideas Blanco dejó la casa de Whately —y con ello la Iglesia anglicana— para empezar a sus sesenta años una nueva vida en Liverpool, ciudad industrial donde los unitarios —que no creían en la necesidad de una Iglesia— dominaban el espacio religioso. Era el polo opuesto a lo que sucedía en la perdida Oxford. Blanco fue recibido por ellos con todo afecto. Eran sus nuevos amigos, aunque también siguió contando con el afecto de todo el grupo de Oriel y de sus primeros amigos ingleses. Los tres primeros años de su residencia en Liverpool fueron muy activos, a pesar de sus achaques. Escribía de nuevo en las revistas, particularmente en la unitaria The Christian Teacher, donde salieron de nuevo dos de sus temas preferidos: Shakespeare y la educación. Y sobre todo volvió a escribir poesía en español además de la ya mencionada Luisa de Bustamante. Los dos últimos años de su vida fueron los de un inválido. En febrero de 1841 William Rathbone se lo llevó a su casa de campo en Greenbank, en las afueras de Liverpool, donde fue cuidado con todo esmero hasta su muerte. Fue enterrado en el cementerio de la capilla unitaria de Renshaw Street en Liverpool, hoy un pequeño jardín público en el centro de la ciudad, donde reposan sus restos. En 1845 el ministro anglicano John Hamilton Thom publicó The Life and Letters of the Rev. Joseph Blanco White, que causó una fuerte conmoción en los ambientes religiosos de Inglaterra, porque inesperadamente Blanco había vuelto a la vida para denunciar a la libre Inglaterra su carencia de libertad.
Obras de ~: Poesías de una Academia de Letras Humanas de Sevilla, Sevilla, Viuda de Vázquez y Cía., 1797; El Semanario Patriótico, Sevilla, 1809 (ed. de A. Garnica y R. Rico, Obra completa de José Blanco White, I. Semanario Patriótico: Sevilla, 1809, Granada, Almed, 2006); El Español, Londres, Imprenta de R. Juigné, 1810-1814 (ed. de A. Garnica, J. M.ª Portillo y J. Vallejo, Obra completa de José Blanco White, II. El Español: números 1, 2, 3: abril, mayo, junio de 1810 y III. El Español: números 4, 5 y 6: julio, agosto, septiembre 1810, Granada, Almed, 2008-2009); Letters from Spain, Londres, 1822-1825 (Cartas de España, trad. y notas de A. Garnica, Madrid, Alianza Editorial, 1972; trad., introd. y notas de A. Garnica, Sevilla, Fundación José Manuel Lara, 2004); Vargas, a Tale of Spain, Londres, 1822 (Vargas, una novela histórica española, trad. y ed. de A. Garnica, Sevilla, Ayuntamiento, 1997); Variedades o El Mensagero de Londres, Londres, R. Ackermann, 1823-1825; Practical and Internal Evidence against Catholicism, Londres, 1825 (2.ª ed. rev., corr. y ampl., London, John Murray, 1826); The Poor Man’s Preservative against Popery, Londres, 1825; The London Review, Londres, 1829; Second Travels of an Irisih Gentleman in Search of a Religión, Dublín, John S. Tolds, 1833; Observations on Heresy and Orthodoxy, Londres, J. Mardon, 1835; Antología de obras en español, ed., selecc., pról. y notas de V. Llorens, Barcelona, Labor, 1971; Obra inglesa, de D. José María Blanco White: selecta de sus obras en esta lengua, que contiene, dos capítulos de su Autobiografía, cuatro de sus Cartas desde España nuevamente traducidas [...], pról. de J. Goytisolo, Buenos Aires, Formentor, 1972; Obra poética completa de Blanco White, ed. de A. Garnica y J. Díaz, Madrid, Visor, 1994; Escritos autobiográficos menores, ed. y trad. de A. Garnica, Huelva, Universidad, 1998; Sobre educación, ed., est. introd. y notas de A. Viñao, Madrid, Biblioteca Nueva, 2003.
Bibl.: J. H. Thom (ed.), The Life and Letters of J. Blanco White, Londres, 1845 (ed. parcial: Autobiografía de Blanco White, ed., trad., pról. y notas de A. Garnica, Sevilla, Universidad, 1975; Escritos autobiográficos menores, ed. y trad. de A. Garnica, Huelva, Universidad, 1999); M. Méndez Bejarano, Vida y obras de José María Blanco y Crespo, Madrid, Tipografía de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1922; M. Menéndez y Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles, Madrid, La Editorial Católica, 1965-1967; V. Llorens, Liberales y románticos: una emigración española en Inglaterra (1823-1834)[...], Madrid, Castalia, 1968; M. Murphy, Blanco-White, Self-Banished Spaniard, New Haven, Yale University Press, 1989; A. Pons, Blanco White y España, Oviedo, Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII, 2002; A. Pons, Blanco White y América, Oviedo, Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII, 2006.
Antonio Garnica Silva