Osejo, Rafael Francisco. Subtiava (Nicaragua), ú. t. s. xviii – Comayagua (Honduras), 1848. Educador y político.
Mestizo del barrio indígena de Subtiava, cercano a la ciudad de León, Nicaragua. Se habla de su figura en cuanto a la participación que tuvo en los acontecimientos políticos ocurridos en Costa Rica, después de la Independencia. En el plano de la historia de las ideas, es necesario considerarlo como el individuo que introdujo en Costa Rica las ideas de los enciclopedistas y de los pensadores de la Ilustración. Un retrato muy vivo ha dejado monseñor Sanabria, sobre la situación de Costa Rica a principios del siglo xix en el plano intelectual. En Costa Rica, como en los demás territorios que formaban parte de España, era práctica corriente colocar en las puertas de las iglesias parroquiales, los edictos del Santo Oficio en que aparecían las listas de los libros prohibidos. Refiriéndose a ellos dice monseñor Sanabria: “A decir verdad, casi sólo por ellos se dieron cuenta los costarricenses en los años que precedieron a la Independencia, de que había filosofismo, enciclopedismo y otros ismos en el mundo, que había existido un Juan Jacobo Rousseau y un Voltaire... Se dieron cuenta dije, pero solamente los que sabían leer, que no abundan, y ni estos se enterarían de todo porque buena parte de los títulos estaban en francés, idioma casi del todo desconocido para los hombres de la Independencia, con excepción naturalmente del gran Bachiller don Rafael Francisco Osejo quien de vez en cuando se daba el lujo de citar a Montesquieu y a otros autores ejusdem furfuris, dejando boquiabiertos no sólo a los regidores del cabildo de Ujarrás del que fue oráculo, sino también a los miembros de las juntas y asambleas que no sabían explicarse cómo diablos sabía tanto aquel turbulento bachiller de quien se dijo que tenía varios demonios en el cuerpo” (V. M. Sanabria, La Tribuna, San José, 2 de septiembre de 1928: 9 y 13).
Osejo, estudió en el Seminario Conciliar de León en donde se puso en contacto con la filosofía de la Ilustración y con las ideas constitucionalistas liberales que emanaban de las Cortes de Cádiz. En el curso de Filosofía impartido por otro mestizo de Subtiava, el doctor Tomás Ruiz, pudo conocer a fondo las doctrinas de Locke, Rousseau y Montesquieu, las cuales influyeron grandemente en su pensamiento y en su vida de hombre público. Las teorías del Contrato Social, Soberanía Popular y de la Igualdad, fueron acogidas con gran entusiasmo por Osejo y se encuentran presentes en muchos de sus escritos.
Es innegable la influencia rousseauniana en los siguientes párrafos: “Nada es más importante a la libertad que la firmeza conveniente para arrostrar y reprimir los primeros pasos de la arbitrariedad. Cada ciudadano, como una fracción de la soberanía y como interesado en la conservación y puntual observancia de la ley, tiene el derecho sagrado e incontestable de exigir el cumplimiento de ésta, y de encargar por su falta, al que descuide tamaño negocio” (R. F. Osejo, Apología de la Ley Aprília: 1). “Dos cosas deben consultarse necesariamente en nuestro modo político de existir. 1.º. Hacer que la igualdad no sea un nombre vano y vacío de significado, o lo que viene a ser lo mismo, procurar que todos los socios entren a la parte de los males y bienes posibles y resultantes. 2°. Consultar la voluntad de la mayoría y prevenir la preponderancia en alguno y las funestas consecuencias de los celos de los demás. Descuidar estos principios, no ponerse al corriente de ellos, querer, en fin resistirlos es practicar el mayor absurdo en política, es querer arruinarlo todo y exponerse miserablemente a oscilaciones temibles y a reacciones más o menos peligrosas y destructoras del pacto y vida social” (R. F. Osejo, La Igualdad en Acción: 1).
Osejo también se puso en contacto en el Seminario Conciliar de León, con las ideas constitucionalistas que se discutían en ese momento en las Cortes de Cádiz. En cierta oportunidad, al referirse al texto constitucional promulgado por esa magna asamblea, afirmó: “Me arrebató de tal modo el afecto y produjo en mi una adhesión tal hacia esta grande obra de nuestra nación, que nada era bueno para mí si no ella (la Constitución)” (Carta dirigida por el bachiller Osejo al Ayuntamiento de la Ciudad de Guatemala, 5 de septiembre de 1820, Archivo Nacional de Guatemala, B 1.10, exp. 2289, leg. 77).
El bachiller Osejo llegó a poseer una amplia cultura humanística que se refleja en la variedad y riqueza de su biblioteca, que contenía obras en latín, inglés y francés; materias que iban desde la filosofía a la química, del derecho canónico a la historia natural, de la botánica a la música; con autores entre los que se contaban la mayoría de los ilustrados y clásicos como Ovidio, Horacio y Séneca.
En 1814, después de obtener el título de bachiller en Artes y cursando sus estudios para obtener ese grado en ambos Derechos, fue contratado por el Ayuntamiento de San José para hacerse cargo de un curso de Filosofía en la Casa de Enseñanza que estaba por abrirse en esta ciudad. Poco después de su llegada fue propuesto para el cargo de rector de la institución. Osejo, a pesar de que se le conoce más por sus actividades políticas, fue siempre y sobre todo un educador. Llevado por la idea de progreso, propia de los ilustrados, consideraba que la instrucción pública era el principal medio para que un pueblo pudiera alcanzar su felicidad. Siendo diputado ante la Asamblea del Estado de Costa Rica, manifestó: Es incontestable que la instrucción pública es la base de la felicidad pública, y que nuestras instituciones corren gran riesgo por falta de aquella; los sabios todos están de acuerdo en que el Soberano debe agotar todo recurso para darle todo el fomento y ensanches posibles” (R. F. Osejo, “Dictamen adicional sobre Curatos”, fols. 13v.-14v.).
En 1820, habiendo sido restaurada la vigencia de la Constitución de Cádiz, gracias al movimiento liberal encabezado en España por Rafael de Riego, se propuso el bachiller Osejo instruir al pueblo de Cartago en cuanto a los derechos y deberes derivados de esa Carta Magna. En una solicitud presentada al efecto ante el Ayuntamiento de la capital de la provincia, decía: “La inmensa porción de hombres que componen el pueblo bajo, no tienen más idea que del nombre de Constitución, ni tendrán otra aún cuando pasen muchos años por no haber quien se dedique a instruirlos en ella, ni ellos lo procurarían por sí” (Carta dirigida por el bachiller Osejo al Ayuntamiento de la ciudad de Guatemala, B 1.10, exp. 2292, leg. 77).
Cuatro veces consecutivas presentó Osejo su solicitud y tras tantas le fue rechazada por los miembros del Ayuntamiento de Cartago, los cuales dando muestras de una gran estrechez de miras y de un amplio espíritu retrógrado, llegaron a afirmar: “Devuélvase a la parte con apercibimiento para que no moleste esta corporación con solicitudes a que jamás convendrán” (Archivos Nacionales de Costa Rica, Sec. Hist., Arch. Municipal, exp. 458, fol. 34). Tuvo que pedir Osejo la intervención del intendente de León y de la Diputación Provincial de esa ciudad, para cumplidas sus aspiraciones de explicar la Constitución. Este fue el primer conflicto que se suscitó entre Osejo y las influyentes familias que dominaban el Ayuntamiento de Cartago.
Una vez que se tuvo conocimiento en Costa Rica de la declaratoria de Independencia, fue convocada una Junta de Legados en la que estarían representados todos los ayuntamientos de la provincia. El bachiller Osejo fue electo por el pueblo de Ujarrás. Posteriormente le correspondió el honor de ser nombrado secretario de esa primera Junta de Legados. Pero el odio y la mala voluntad que le profesaban los miembros del Ayuntamiento de Cartago, actuaron hasta lograr, por medio de presiones y amenazas, que el Ayuntamiento de Ujarrás le revocara la credencial otorgada. Esto constituyó indudablemente, una gran desilusión para el bachiller, lo que explica que se mantuviera por algún tiempo, alejado de las lides políticas y dedicado exclusivamente a sus actividades particulares.
La noticia de la disolución por parte de Iturbide, del Congreso Constituyente Mexicano (enero de 1823), vino a producir una situación de incertidumbre, aún en aquellos que eran ardientes partidarios del Imperio. Esto fue aprovechado por Osejo y un grupo que comulgaba con sus ideas, para emprender una campaña en contra del sistema monárquico imperial. Así en febrero de 1823, desplegaron una intensa actividad en los principales pueblos del Valle Central, que concluyó en una serie de pronunciamientos a favor del sistema republicano. El bachiller pidió ayuda a todas partes, como lo manifiesta en su famosa “Defensa”: “Colombia testificará que imploré su favor; el imperio mosco manifestará mis encargos; el viceíta hablará sobre mis pedimentos y el inglés hubiera suministrado armas y pertrechos, si se me hubiese visto con menos desprecio” (R. F. Osejo, “Defensa”, en Documentos Históricos Posteriores a la Independencia: 196-205). En marzo de 1823 Osejo fue electo presidente de la Diputación Permanente o Triunvirato, que sería el organismo máximo de gobierno en la provincia. Esta designación fue mal vista por los imperialistas de Cartago, las cuales pocos días después de instalado el nuevo gobierno dieron el golpe de estado del 29 de marzo, tomando el cuartel de la ciudad.
Contra Osejo se emprendió una feroz persecución que hizo peligrar su vida. Al respecto afirma Pedro Pérez Zeledón: “Osejo, que personificaba más que otro alguno la forma republicana, fue perseguido de muerte por las turbas fanáticas en la capital y los campos; buscándosele con tal tesón, que aun los altares fueron objeto de sospecha y registro”(P. Pérez Zeledón, El Bachiller Osejo, 1900: 393).
Después de los acontecimientos de 1823, se apartó Osejo por completo de la política, hasta que en 1829 fue electo simultáneamente diputado por Cartago y Ujarrás. En la Asamblea del Estado Osejo tuvo una destacada participación, lo que le permitió ocupar los cargos de secretario y presidente de la misma en 1830 y 1831, respectivamente. Presentó una gran cantidad de proposiciones en las que se pone de manifiesto su espíritu ilustrado. Siempre tuvo en mira encontrar la forma de desarrollar el país y obtener los mayores beneficios de sus riquezas naturales. Fue coautor de numerosos dictámenes que son muestra de su gran conocimiento de los asuntos internos del país y del resto de Centroamérica. Entre ellos cabe destacarse los relativos a la famosa “Ley Aprília” y la “Apología” que escribió en defensa de esa ley. En ella justificaba la decisión de Costa Rica de dejar en suspenso el pacto federal (1829).
En 1831, realizó el bachiller Osejo su deseado viaje a Londres, donde permaneció por más de un año. Aprovechó su estadía en la capital británica para asistir a las sesiones del Parlamento y a la sala de lectura del Museo Británico. Asimismo, se relacionó con los representantes diplomáticos de las naciones hispanoamericanas, acreditados en Londres y con otras personalidades inglesas de gran prestigio. En su viaje de regreso, al pasar por Jamaica realizó gestiones, junto con otros costarricenses que lo acompañaban, para establecer relaciones comerciales con posesión. Así como también que el buque inglés que hacía el servicio de correo a Chagras (Panamá), tocara el puerto de Matina.
Como un justo reconocimiento a su extraordinaria labor a favor de Costa Rica, a fines de 1833, los electores del Departamento Occidental le dieron sus votos para que representara a Costa Rica en el Congreso Federal. A principios de 1834, Osejo emprendió viaje hacia Sonsonate, ciudad donde iba a reunirse el Congreso. Sin embargo, no pudo tomar posesión del cargo para el que había sido electo, porque empezaron a hacerse gestiones por parte de algunos enemigos suyos, con el propósito de que su credencial fuera anulada, como efectivamente ocurrió. Al año siguiente era nombrado para el mismo cargo, por el partido de Nueva Segovia (Nicaragua) y posteriormente senador federal por el de León.
La falta de los Archivos Federales ha impedido reconstruir la labor legislativa de Osejo en el Congreso Federal, la cual debió ser muy destacada y valiosa.
De El Salvador pasó a Honduras en 1840. Estando en este país y con motivo de la apertura en San José de la Universidad de Santo Thomás (1843), el ministro general del Gobierno, doctor José María Castro Madriz, realizó gestiones ante el de Honduras con el objeto de determinar el paradero del bachiller. La idea era ofrecerle, como efectivamente se hizo, una cátedra en la recién fundada universidad. Estas gestiones no dieron los frutos apetecidos y Osejo permaneció en Comayagua hasta principios de 1848, cuando posiblemente murió.
Durante los años que vivió el bachiller Osejo en Costa Rica, logró formar una verdadera generación de hombres ilustres, con ideas como las suyas en lo político, económico y social; hombres que llegaron a ocupar posteriormente, posiciones destacadas en el gobierno, entre los cuales se pueden citar a Joaquín Bernardo Calvo, Francisco María Oreamuno, Gregorio José Ramírez y otros tantos.
En su obra Desarrollo de las Ideas Filosóficas en Costa Rica, afirma el doctor Constantino Láscaris: “Si en 1825, un periódico extranjero, El Indicador de Guatemala, pudo hablar de ‘El espíritu verdaderamente filosófico que dirige sus reformas e instituciones’ (en Costa Rica) indudablemente se debió a la obra de Osejo” (C. Láscaris Comneno, 1965: 56).
El bachiller Osejo llegó a tener un gran amor y admiración por Costa Rica, como si hubiera nacido en su mismo suelo. En el siguiente trozo, que mantiene su actualidad después de más de un siglo de haber sido escrito, quedan expresados esos sentimientos: “Corre ya el tercer ilustro- constitucional y el pueblo costarricense tiene la dulce, gloriosa y envidiable satisfacción de haber ejercido anualmente su soberanía, eligiendo sus apoderados sin los resabios del terror, sin la influencia de la fuerza, sin el sinsabor de la tiranía y solo por su voluntad libre y consultando su bien entre el círculo de sus mejoras y de su deseada tranquilidad.
Sus habitantes pacíficos y laboriosos han procurado aprovechar las coyunturas favorables que les ha presentado la providencia, y así que cuando los demás Estados de la República y aún la mayor parte de las nacientes naciones de América se han estado devastando y decayendo del grado de esplendor que tenían. Costa Rica fija la vista en los acaecimientos, relaciones y consecuencias de estos y en sus propias fuerzas y recursos, con admiración de todos de un modo ejemplar no sólo se ha conservado ilesa en medio de las convulsiones políticas y de la hoguera de la anarquía, sino que levantándose del anonadamiento ha corrido en pocos años (puede decirse) una centuria y ha conseguido un nombre respetable y hacerse lugar en el Catálogo de los Pueblos sensatos” (R. F. Osejo, Lecciones de Geografía: 86).
Ya en 1900 escribía Pedro Pérez Zeledón: “Es evidente que Costa Rica no ha solventado su deuda de gratitud para con el introductor de las luces al país, el fogoso tribuno y el sesudo hombre de estado: hoy casi nadie recuerda a Osejo: pero esa deuda no ha prescrito, ni puede prescribir: y entendemos que es tiempo de traerla al recuento de nuestras obligaciones preferidas, si es que hemos de disfrutar de sano crédito de la nueva cuenta que se dispone abrirnos el siglo que se aproxima” (P. Pérez Zeledón, El Bachiller Osejo, 1900: 393).
Obras de ~: Brebes Lecciones de Arismetica para el uso de los alunnos de la Casa de Sto. Tomas, San José, Costa Rica, Imprenta La Paz, 1830; Lecciones de Geografía en forma de Catecismo (Adición sobre Costa Rica), San José, Imprenta La Merced, 1833, págs. 75-90; Apología de la Ley Aprília y su confirmatoria, Guatemala, Imprenta Nueva, y San José, Imprenta de La Paz; Comentario de la Confirmatoria de la Ley Aprília, San José, Imprenta de La Paz; La Igualdad en Acción, San José, Imprenta de La Paz, 1831.
Bibl.: G. Tristán, “El Bachiller D. Rafael Francisco Osejo”, en Colección de Granados, t. VII, Costa Rica, Biblioteca Nacional, s. f., pág. 29; P. Pérez Zeledón, El Bachiller Osejo, en Boletín de las Escuelas Primarias, San José, Imprenta Nacional, 1900, n.º 48, págs. 592-595; R. Fernández Guardia, “Osejo, Fundador y Jefe del Partido Republicano de Costa Rica, fue un Traidor”, en Diario de Costa Rica (San José, Costa Rica), 20 de diciembre de 1936, págs. 45 y 51; A. Aguilar, Rafael Francisco Osejo, León, Nicaragua, Tipografía La Patria, 1940; J. A. Zavaleta, “Osejo, El Bachiller Rebelde”, en La Prensa Libre, 10 y 12 de febrero de 1954, pág. 2 y pág. 3, respect.; J. Montalván, “El Bachiller Francisco Osejo”, en Cuadernos Universitarios (León, Nicaragua), n.º 7 (setiembre de 1957), págs. 36-39; T. Picado, “El Bachiller Rafael Francisco Osejo”, en Diario Novedades (Managua, Nicaragua) (agosto de 1957); “Nicaragüense Ilustre Olvidado”, en Diario Novedades (noviembre de 1957); O. Cuadra Downing, “Rafael Francisco Osejo”, en Revista Conservadora del Pensamiento Centroamericano (Managua), n.º 2 (septiembre de 1960); C. Láscaris Comneno, “Rafael Francisco Osejo”, en Desarrollo de las Ideas Filosóficas en Costa Rica, San José, Editorial Costa Rica, 1964, págs. 50-58; R. Sotela, “Bachiller don Rafael Francisco Osejo”, en Los Precursores de la Cultura Costarricense, Revista de Costa Rica (San José, Imprenta Trejos), año IV, n.º 11, págs. 188-189.
Chester J. Zelaya Goodman