Bonilla y San Martín, Adolfo. Madrid, 23.IX.1875 – 17.I.1926. Escritor y profesor de Derecho y de Filosofía.
Hijo de Patrocinio San Martín Arrieta —sobrina del compositor Emilio Arrieta, quien ejerció como padrino en el bautismo del niño Adolfo— y de un militar republicano, Saturnino Bonilla Sevilla, comandante de caballería, que tuvo numerosos traslados por la geografía española. Por ese motivo, Adolfo Bonilla estudió en diversas ciudades españolas, como Madrid, Badajoz, Guadalajara, Valladolid, Alicante, y de nuevo en Madrid, entre otras. Igual que la variedad de sus cambios geográficos, Adolfo Bonilla San Martín tuvo también una amplitud de intereses intelectuales y otros más pragmáticos, pues fue asesor de la Bolsa de Madrid. Realizó sus estudios de Derecho y de Filosofía y Letras en la Universidad Central de Madrid, donde se doctoró y donde fue alumno de Menéndez Pelayo, llegando a ser su discípulo más cercano y el impulsor, con los años, de las obras completas del polígrafo montañés que publicó Victoriano Suárez. En 1896, Adolfo Bonilla obtuvo el grado de doctor en ambas titulaciones; la tesis de Derecho versó sobre Teoría y concepto del Derecho y la de Filosofía fue un estudio sobre el gran humanista valenciano Luis Vives y sus tres libros “De anima et vita”. Desde entonces, sus preferencias más humanistas se inclinaron desde el derecho a los estudios de crítica literaria, de arte, de historia y, de forma eminente, a la filosofía española.
En 1903 obtuvo la cátedra de Derecho Mercantil en la Universidad de Valencia y ocupó dicha cátedra hasta 1905. Queriendo regresar a Madrid, tras la vacante de José Campillo Rodríguez ganó la cátedra de Historia de la Filosofía en la Universidad Central y fue decano de la Facultad de Filosofía.
Además, desde 1898 era secretario primero de la sección de Ciencias Morales y Políticas del Ateneo de Madrid; también fue profesor de la Escuela de Estudios Superiores y secretario general de dicha institución y miembro de número de academias como la de Historia en 1910 (ingresó el 26 de marzo de 1911), la de Ciencias Morales y Políticas en 1911 y la de Jurisprudencia y Legislación en 1912, así como de la Hispanic Society de Nueva York. En 1921 fue elegido miembro de la Real Academia Española en sustitución de Mariano de Cavia. Ingresó en la docta casa el 12 de junio de 1921 con un discurso sobre Las bacantes, o el origen del teatro, contestado por Gabriel Maura. Por otra parte, desempeñó también tareas y representaciones culturales, así como cargos políticos, especialmente a partir de 1923, dada su colaboración con la dictadura de Primo de Rivera. Entre estos últimos destaca, entre otros, el haber sido nombrado en 1917 inspector general de Enseñanza y en 1925, embajador extraordinario de Cuba para asistir a la toma de posesión del nuevo presidente de la República cubana, Gerardo Machado.
El magisterio ejercido en la obra de Bonilla por Menéndez Pelayo fue claro y fecundo; de ahí, el interés por el Renacimiento, el erasmismo y, especialmente por Luis Vives, que fue en él tema constante de estudio, destacando, especialmente, Luis Vives y la filosofía del Renacimiento (1903). Este estudio fue premiado por la Academia de Ciencias Morales y Políticas en concurso público y por ese mérito fue recibido como individuo correspondiente de dicha academia desde el 30 de agosto de 1903. En este magno estudio, el discípulo se separa del maestro, puesto que Menéndez Pelayo señaló la importancia de este autor en la filosofía española y su huella que impregna un modo de ser o un modo de pensar en español, por lo que habló del “vivismo”. Sin embargo, Bonilla concluye su estudio distanciándose del maestro: “Carece de fundamento sólido cuanto se ha dicho de los representantes del vivismo, tomando el vocablo en el concepto en que aquí lo rechazamos —no en el que lo hemos apreciado en precedentes capítulos—. No hay ni ha habido vivistas por la razón sencilla de que no existe un cuerpo sistemático de doctrina, un organismo filosófico que merezca el nombre de vivismo”.
Asimismo, Bonilla estudió y publicó numerosas monografías sobre filósofos españoles que gracias a su dedicación salieron del olvido y puso ante la historia documentos, personajes y movimientos que eran desconocidos completa o parcialmente.
Desde 1904 comienza a interesarse por la filosofía española e imparte un curso sobre esta materia en la Escuela de Estudios Superiores del Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid y en 1905 organizó una publicación que se titulaba Archivo de Historia de la Filosofía, de la que sólo salieron dos entregas: una en 1905 y otra en 1907. Menéndez Pelayo le había encomendado a su discípulo que escribiera una Historia de la Filosofía Española, documentada y objetiva. Bonilla la escribió pero no completó el plan proyectado, que consistía en siete volúmenes, para así comprender toda la historia desde sus orígenes hasta el siglo xix. Finalmente, la obra de Bonilla se quedó en dos volúmenes: el primero abarca Desde los tiempos primitivos hasta el siglo xii (1908) y el segundo Siglos viii al xii: Judíos (1911). Es cierto que quedó inconclusa, pero merece reconocerse que constituyó el inicio de la historia sobre la filosofía española, la cual empieza a adquirir importancia a partir del Decreto General de Instrucción Pública (1846), ya que se le dio reconocimiento oficial a dicha materia, y así se comenzaron a editar los primeros estudios monográficos. Contribuyó al asentamiento académico de la disciplina la figura de Gumersindo Laverde en su proyecto de crear una facultad donde se enseñasen distintas asignaturas en relación con la filosofía y la ciencia española, y posteriormente fue Adolfo Bonilla quien dio carta de naturaleza a la filosofía con esta obra y también con otras publicaciones sobre la misma materia, abundando así en la relevancia de la filosofía española.
Como recuerda José Luis Abellán en la Historia crítica del Pensamiento español, Menéndez Pelayo le hizo un panegírico a su discípulo en el discurso de ingreso en la Real Academia de Historia en 1911, debido a sus dotes intelectuales y especialmente a la dedicación que le había prestado al estudio de la filosofía española, así como a sus estudios monográficos acerca de Luis Vives, el erasmismo..., y enfatizaba que tenía un título sobre todos: “el de primer historiador de la Filosofía nacional. A ese lauro aspiré en mi juventud, alentado por sabio y benévolo consejo de un varón de dulce memoria y modesta fama recto en el pensar, elegante en el decir, alma suave y cándida, llena de virtud y de patriotismo, purificada en el yunque del dolor hasta llegar a la perfección ascética. Llamábase este profesor don Gumersindo Laverde [...]”.
En 1910, Adolfo Bonilla puso en marcha la Colección de filósofos españoles y extranjeros. La primera entrega fue la edición del Cuzary, diálogo filosófico de Yehudá Ha-Levi; después le siguieron la publicación de autores españoles, como Espinosa, Raimundo Lulio, León Hebreo y Francisco Suárez. También publicó obras de Schopenhauer y otros autores no españoles. Ese mismo año formó parte del tribunal que falló a favor de Ortega y Gasset en la oposición a la cátedra de Metafísica en la Universidad de Madrid, tras la muerte de Salmerón.
Por otro lado, destacó en las cuestiones jurídicas, a las que también dedicó gran parte de su investigación, llegando a ser un gran especialista en derecho mercantil. También estuvo interesado por la historia y publicó sobre este tema, así como acerca de la literatura y el arte. Junto al estudioso norteamericano, Rudolph Schevill, Bonilla editó numerosas obras literarias, especialmente las novelas de Miguel de Cervantes. Los estudios dedicados a su obra no son numerosos.
Por una parte, su discípulo Lucio Gil Fagoaga escribió dos obras en las que destaca su investigación sobre la historia del arte y sus conocimientos sobre Kant y Schopenhauer. Este autor le llevó a una especial admiración por el pensamiento oriental que también se refleja en los viajes que realizó poco tiempo antes de morir. En 1924 emprendió viaje alrededor del mundo llegando a Japón, China, Filipinas, Shanghái, Hawai y Honolulu. Su discípulo destaca también su interés por las cuestiones metafísicas y su deseo de construir un nuevo sistema filosófico. Así, en 1926, dice: “En ocasiones nos habló de una concepción filosófica que maduraba y que hubiera podido llamarse creacionismo”.
El conocimiento, incluyendo la percepción, sería simplemente “voluntad de crear”. Por otra parte, Pujol y Monso le dedicó también, poco después de su muerte, una obra dedicada tanto a su vida como a su enorme labor de autor y editor. En Junta de la Real Academia de la Historia de 11 de diciembre de 1925 le fue concedido el premio al Mérito Académico. Enfermo tras el viaje de 1924, y empeorado tras su regreso de Cuba, su muerte se produjo en su domicilio de la calle Velázquez, 26, en la noche del domingo 17 de enero de 1926 y fue enterrado en el cementerio de La Almudena. Fernando Soldevilla dio cuenta con estas sentidas palabras: “Consagrado al estudio desde muy joven, y especializado en los trabajos de investigación bibliográfica, que realizaba, no de una manera fría, sino con arte de verdadero filósofo, cuidando siempre de avalorar el hallazgo con interpretaciones y juicios personales, pudo seguir con evidente aprovechamiento las huellas de su sabio maestro, enriqueciendo la historia de la literatura patria con aportaciones que le aseguran un puesto preeminente entre los más felices cultivadores de la crítica. Su muerte fue una pérdida nacional”.
Finalmente, en Bonilla y San Martín es conveniente destacar su amplia erudición que le llevó a conocer de forma profunda distintos campos del saber; así escribió obras magistrales en el área del derecho y especialmente en el derecho mercantil, así como en la teoría del derecho y derecho político. En la filosofía es preciso subrayar que, junto a obras de carácter general, su influencia ha sido relevante en algunos estudios y monografías sobre autores o movimientos filosóficos desconocidos y que gracias a la pluma y a la avidez intelectual de Bonilla y San Martín hoy se pueden conocer.
Destaca, además de su amplio conocimiento, la oportunidad de abrir líneas de investigación hoy tan importantes como la relación entre filosofía y literatura y la recepción de la filosofía española de autores y obras que, siendo literarias, permiten comprender que “la filosofía española se encuentra en la literatura”, según afirmaron autores como Miguel de Unamuno, Antonio Machado o la misma María Zambrano.
Quien ha sido considerado el primer historiador de la filosofía española había casado el 21 de febrero de 1925 con María Luisa Terson de Paleville y Espinosa.
Obras de ~: Concepto y teoría del derecho. Estudio de metafísica jurídica, Madrid, Victoriano Suárez, 1897; Los Gobiernos del partido, Madrid, Imprenta G, Juste, 1898; Estudios jurídicos: Gérmenes del feudalismo en España, Madrid, 1898; Sobre los efectos de la voluntad unilateral (propia y ajena) en materia de obligaciones mercantiles, Madrid, Revista de Legislación, 1901; Método para el estudio de la filosofía del Derecho, Montevideo, 1901; El arte simbólico: Esbozo de una teoría de las formas artísticas, Madrid, Viuda e Hijos de Tello, 1902; El cancionero de Mathias Duque de Estrada. Descripción y varias poesías inéditas del mismo, Madrid, Viuda e Hijos de Tello, 1902; Plan de derecho mercantil de España y de las principales naciones de Europa y América, Madrid, José Perales y Martínez, 1903; Luis Vives y la filosofía del renacimiento. Memoria premiada por la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Madrid, 1903 (eds. Madrid, 1929; Madrid, Real Academia de Ciencias Morales y Política, 1981); Anales de la Literatura española, Madrid, Viuda e Hijos de Tello, 1904; Derecho mercantil español (contestaciones al Programa para Oposiciones al Notariado), Madrid, Imprenta y Encuadernación de J. Rueda, 1904 (Biblioteca de Revista Jurídica, vol. IV); Un laboratorio de derecho, Madrid, 1904 (Biblioteca de Revista Jurídica, vol. VII); La idea del derecho en el lenguaje, Archivo de Historia de la Filosofía, 1905; Don Quijote y el pensamiento español, Madrid, Bernardo Rodríguez Serra, 1905; Programa de Historia de la Filosofía, Madrid, V. Suárez, 1906; Los estudios hispánicos en Francia R. Foulché-Delbosc, Madrid, Bernardo Rodríguez Serra, 1906; Historia de la filosofía española. Resumen de las conferencias explicadas en la Escuela de Estudios Superiores durante los cursos 1905-1906, Madrid, Revista del Ateneo, 1906; Semblanzas jurídicas, Madrid, Lacoste, 1906-1909; Erasmo en España. Episodio de la Historia del Renacimiento, París, Revue Hispanique, 1907; Historia de la filosofía española (desde los tiempos primitivos hasta el siglo xii), Madrid, Librería de Victoriano Suárez, 1908; El mito de Psiquis. Un cuento de niños, una tradición simbólica y un estudio sobre el problema fundamental de la filosofía, Barcelona, Henrich y Cía., 1908; Prometeo y Arlequín, Ester y otros poemas, Madrid, V. Suárez, 1908; Silva de varia lección: Función de desagravios en honor del insigne Lope de Rueda perpetúo Don Emilio Colarelo y Mori ya del todo colocada en la picota después de la Satisfacción a la Real Academia Española, que el mismo felibre tuvo la desgracia de concebir y dar a luz, Madrid, Bernardo Rodríguez, 1909; Los “Bancos de Flandes”, Madrid, Bernardo Rodríguez, 1910; Fernando de Córdoba y los orígenes del renacimiento filosófico en España (Episodio de la historia a la lógica) (discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia), Madrid, V. Suárez, 1911; Historia de la filosofía española. Desde los tiempos primitivos hasta el siglo xii. II: Desde el siglo vii-xii: Judíos, Madrid, Victoriano Suárez, 1911; Bibliografía de D. Marcelino Menéndez Pelayo, Madrid, V. Suárez, 1911; La ficción en el derecho. Estudios de filosofía jurídica, Madrid, Academia de Ciencias, 1912; La filosofía de Menéndez y Pelayo (con un apéndice bibliográfico), Madrid, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1912; La representación de Menéndez y Pelayo en la vida histórica nacional, Madrid, V. Suárez, 1912; La vida corporativa de los estudiantes españoles en sus relaciones con la historia de las Universidades: Discurso leído en la solemne inauguración del curso académico de 1914-1915, Madrid, Estrada Hnos., 1914; Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912), Madrid, Fortanet, 1914; Coloquios filosóficos: Proteo o del devenir, Madrid, Clásica española, 1914; Tratado de derecho mercantil español comparado con el extranjero (1915-1916); La crisis de la soberanía nacional y el fantasma de la representación parlamentaria, Madrid, 1916; El delito colectivo. Estoicismo y libertad. El derecho internacional positivo, Madrid, Asilo de Huérfanos, 1916; Las teorías estéticas de Cervantes, Madrid, Ruiz Hnos., 1916; De crítica cervantina. Cervantes y Avellaneda, Madrid, Fortanet, 1917; La hostería de Cantillana. Novela del tiempo de Felipe IV, Madrid, Bernardo Rodríguez Serra, 1917; Francisco Suárez (1548-1617). El escolasticismo tomista y el derecho internacional. Discurso, Madrid, Jaime Ratés, 1918; El derecho aragonés en el siglo xii. Apuntes y documentos, Huesca, J. Martínez, 1920; Atavismos en la estructura y en la enseñanza del derecho en España, Madrid, Reus, 1921; Las bacantes o del origen del Teatro. Discurso, Madrid, Rivadaneyra, 1921; Dante y su tratado “De Monarchia”, Madrid, Reus, 1921; Ángel Ganivet, Nueva York, 1922; La teoría de la verdad en Balmes, Vich, 1923; El Derecho bursatil, Madrid, Librería de Victoriano Suárez, 1924; Cervantes y su obra. Don Quijote y el pensamiento español. Los Bancos de Flandes. Las teorías estéticas de Cervantes, Madrid, Francisco Beltrán, 1926; Viaje a los Estados Unidos de América y al Oriente, Madrid, Viuda e Hijos de Jaime Ratés, 1926.
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Juana Sánchez-Gey Venegas