Zaragüeta y Bengoechea, Juan. Orio (Guipúzcoa), 26.I.1883 – San Sebastián (Guipúzcoa), 22.12.1974. Sacerdote, catedrático, teólogo, filósofo, académico, escritor.
Nació en Orio, un pueblo al lado del Cantábrico, muy cerca de San Sebastián. Una placa, dedicada allí por sus paisanos cuando ya era un personaje nacional, recuerda el origen de quien ahora declararon hijo predilecto. Su padre Manuel Zaragüeta era médico de prestigio en San Sebastián. La confianza del clásico médico de familia, tan cercano personalmente como cualificado profesionalmente, le ganó la amistad y admiración de muchos.
Sus años de formación abarcan un largo periplo, que comienza en el Colegio de los Marianistas, que por entonces comenzaban en España su presencia en el campo de la enseñanza con el padre Lázaro a la cabeza, cuya personalidad fue decisiva en el madrileño Colegio del Pilar y en la trayectoria espiritual e intelectual de X. Zubiri. Los exámenes oficiales los hizo en el Instituto de San Sebastián. Los próximos cinco años, tras la decisión de ser sacerdote, le llevan al Seminario Conciliar de Vitoria, al que iban todos los seminaristas de las tres provincias vascas hasta la configuración en 1953 de cada una de ellas como diócesis, con obispo y seminario propio. Allí estudia un año de filosofía y cuatro de teología (1898-1903); estudios que prosigue en el Seminario Pontificio de Zaragoza, donde obtiene los grados de licenciado y doctor en Teología. A la vez entre 1903 y 1905 cursa estudios de Derecho y Ciencias sociales, concluyendo con las licenciaturas correspondientes en Valladolid y Zaragoza.
Con 23 años todavía según la legislación canónica vigente no podía ordenarse sacerdote, y se dirige a la Universidad de Lovaina, donde el joven profesor Désiré Mercier, alentado por León XIII que había sido nuncio en Bélgica, ha comenzado la actualización y perfeccionamiento de la filosofía de santo Tomás, a la que el papa había incitado imperiosamente con la encíclica Aeterni Patris (1879). Su profunda espiritualidad, su audacia intelectual, su laboriosidad y empeño hicieron posible surgir e imprimieron su sello al Instituto Superior de Filosofía. El hará posible el nacimiento de una comprensión del tomismo que no vea en el maestro de la teología católica ni un mero depósito, ni menos un dique sino un faro, un ejemplo y una fuente de inspiración permanente, tanto por los contenidos como por el método.
Lovaina era en aquel momento la única universidad católica completa en el mundo. Mercier se había preparado no sólo en filosofía y teología, sino había oído a los mejores maestros en Lovaina (anatomía y zoología: van Beneden; biología: J. B. Carnoy; química: Henry; neurología; van Gutachten; psiquiatría durante unos meses en las clínicas del famoso Charcot), en París y en Berlín, que era uno de los centros principales de la ciencia en Europa.
La psicología y las ciencias experimentales, la actitud positiva y sobre todo genética, como primer acceso a la realidad tanto humana como social, son algo que Zaragüeta aprende de Mercier y que perduran como características de su pensamiento para siempre. Mercier estaba en el punto cumbre de su prestigio intelectual y moral cuando Zaragüeta llega a Lovaina. Era el símbolo de un catolicismo renovado, abierto a la ciencia moderna, convivente y dialogante, dentro de una fidelidad plena y sincera a la doctrina católica, tal como se pondrá de manifiesto en los años críticos del modernismo. Acababa de publicar la Psicología (1892); la Lógica (1894); la Metafísica (1894), la Criteriología (1899). Entretanto había fundado la Revue néo-scholastique de philosophie (1894), que le había otorgado eco y prestigio internacional. Pero Mercier abrió una institución que se convertirá en la palanca más decisiva de su influencia: el Seminario León XIII, donde los seminaristas estudiaban durante dos o tres años Filosofía antes de comenzar la Teología. A él llegaron jóvenes seminaristas o sacerdotes de todo el mundo, donde a la vez que filosofía, recibieron una espiritualidad profunda. Este es el contexto vital (intelectual, personal y religioso) en el que cuaja la personalidad de Zaragüeta. Mercier, nombrado arzobispo de Malinas primero y luego cardenal, le ordena sacerdote. Zaragüeta le dedicará años más tarde un libro entero: El concepto católico de la vida según el Cardenal Mercier I-II (1930-1941), además de no pocos artículos. Al final de su formación Zaragüeta ha transitado por varios mundos intelectuales que serán el ámbito en el que se moverá durante toda su vida: Filosofía, Psicología, Teología, Derecho, Ciencias Sociales. En todos se sentirá en casa y ninguno cultivará como especialista en exclusividad.
De vuelta en España comienza en Madrid una carrera docente, que mantendrá fielmente desde 1908 hasta 1974 que muere, con una perseverancia y atenimiento que maravillan. Por eso hacer la biografía de un hombre como éste equivale a diseñar su forma de vida, su estilo de pensamiento, sus clases y sus libros. Casi nada ocurre externamente; sólo cambian los lugares e instituciones donde va ejerciendo su magisterio. El fue sobre todo profesor. Tendríamos que enumerar ahora las instituciones donde va actuando como formador o profesor. Profesor de Filosofía en el Seminario de Madrid (1908), vicerrector (1910), prefecto de estudios y rector (1916). A partir de 1908 colabora en la fundación de la Academia Católica Universitaria de Madrid, animado por el cardenal Mercier, sin duda con la esperanza de que en Madrid surgiera algo similar a Lovaina. A la vez completa su formación en la Universidad Española. En 1913 hace la licenciatura en la Universidad de Madrid y al año siguiente el doctorado, con su tesis Teoría psicológica de la voluntad, defendida ante un tribunal compuesto por A. Bonilla y San Martín, Manuel B. Cossío, José Ortega y Gasset y Manuel García Morente, que le otorgaron la máxima calificación.
En 1917 comienza a ser profesor de Religión y Moral en la Escuela de Estudios Superiores de Magisterio y en 1923 de Derecho y Economía Social. (Años más tarde cuando se cree la Facultad de Económicas en Madrid dará allí largos años clases de Filosofía). En 1918 comienza a dar clases de Religión en una institución de largo alcance y significación pedagógica: El Instituto Escuela. En 1932 forma parte del claustro de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid, en la que en ese momento brillan, gloriosa y amistosamente al mismo tiempo, Ortega y Gasset, Zubiri, Morente y Gaos. Primero ocupa la Cátedra de Metodología de las Ciencias Sociales y Económicas y luego la de Psicología racional desde 1946 hasta la jubilación en 1953. Durante esos años explicó en las secciones de Filosofía y Pedagogía, dando cursos de todas esas materias en el doctorado hasta el final de su vida. En 1973 cuando pasaba los noventa años aún impartió los cursos monográficos siguientes: “Los límites del acuerdo entre los hombres” y “La justificación”.
Junto a las instituciones académicas docentes están aquellas otras de carácter más científico e investigador en las que jugará un papel de dirección, arbitraje y moderación en los años inmediatamente siguientes a la guerra civil. En 1940 es nombrado vicedirector del Instituto Luis Vives y será director de 1947 a 1963. Bajo su patrocinio se crea en 1948 el departamento de psicología experimental del Instituto Luis Vives, en el que bajo la dirección del Dr. H. Germain Martin se forma un grupo de jóvenes psicólogos, decisivos para el futuro de la psicología en España, ya que fundarán primero las escuelas y luego las Facultades de psicología: M. Ubeda Purkiss, J. L. Pinillos, M. Yela, M. Siguan. En 1953, siendo ya rector de la Universidad de Madrid Pedro Laín Entralgo se organiza en ella la Escuela de Psicología y psicotecnia bajo su dirección, en la que permaneció hasta la muerte y en la que dio cursos de Antropología. Desde los orígenes del CSIC es nombrado consejero (1948) y luego consejero de honor (1963). Colaboró en las varias Sociedades Científicas que fueron surgiendo: la de Filosofía (fundada por él 1949), la de Psicología (también fundada por él 1952). Y así otras muchas. Formó parte del Comité directivo de la Confederación Internacional de Sociedades de Filosofía y de la Société Philosophique de Louvain. Fue elegido miembro correspondiente de la Académie des Sciences Morales et Politiques de Paris (1959).
Quizá el lugar más emblemático de la actividad intelectual de Zaragüeta sea la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Fue elegido académico de número el 11 de marzo de 1919, secretario interino el 1 de junio de 1939 y en propiedad hasta 1942, siendo declarado secretario perpetuo el 1 de diciembre de 1942, cargo en el que permaneció hasta el día de su muerte el 22 de diciembre de 1974. Es sin duda el académico de mayor longevidad en la Academia —cincuenta y cinco años— y el que ha alcanzado mayor número de asistencias: 1821. Requeriría una monografía específica exponer su labor en la Academia como persona, como secretario, como hombre de autoridad y concordia. Sus intervenciones propias, sus discursos de recepción y sus necrológicas forman todo un cuerpo doctrinal. Para la última de ellas ya no pudo venir desde San Sebastián: su contestación al discurso de ingreso de Mariano Yela (La estructura de la conducta), su alumno quizá más querido y más fiel hasta sus últimos días. Le trasladaba en su “600” desde la Academia a su casa, el hotelito Etxe-Argi, de la calle Olivos donde vivía, al lado de la Ciudad Universitaria. Allí le cuidaba Sagrario con tanto cariño como energía y solicitud, haciendo a la vez de chofer y de sostén.
¿Qué y quién había detrás de estos cargos o instituciones? Un sacerdote filósofo y profesor, cuya vida estaba centrada en su misión docente y concentrada en estas tres actividades: pensar, hablar, escribir. Con una tenaz laboriosidad e inmensa capacidad de trabajo, sostenidas durante días, meses y años, fiel a su misión pudo realizar una obra, cuya intensidad y extensión sobrecogen. Era amigo de otro sacerdote de excepcional prestigio intelectual, don Miguel Asín Palacios, hombre que trabajaba todas las mañanas fidelísimamente, con un método y en un marco tal, que permitía a los alumnos y discípulos sabían dónde estaba en cada instante del día. Don Juan hizo su necrológica en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
Una biografía objetiva de Zaragüeta tendría que centrarse en la presentación y análisis de cada uno de sus libros. Es verdad que a diferencia de otros autores en él la persona era más valiosa, compleja, significativa. Pero aquellos son decenas. Algunas de sus obras son innovadoras, otras contienen admirables síntesis de la cuestión, y todas ofrecen una exposición sistemática con información rigurosa y objetiva sin citar nunca a nadie. La orientación determinante de su postura intelectual le viene de sus orígenes: la vida como hecho, problema y tarea. En el comienzo de siglo hay tres figuras que vuelven del ser (objeto) y del conocer (sujeto) al hecho de la vida: Nietzsche, Bergson, Dilthey. Pero más allá de sucumbir a un biologicismo o irracionalismo, la nueva orientación se centra en la vida biográfica más allá de la vida biológica. Zaragüeta repetirá como título el término ‘vida’ en varios de sus libros. La cercanía a Ortega le ayudará a pensar no sólo desde la razón pura y desde la razón histórica sino desde la razón vital ante todo. Zaragüeta se preocupará sobre todo de la génesis, del desarrollo, de la conjunción entre espontaneidad, inteligencia y voluntad. En este sentido su línea viene marcada en su tesis doctoral: Teoría psicogenética de la voluntad (1914).
Preocupación central suya fue el lenguaje. A él dedicó su discurso de ingreso en la Academia, Contribución del lenguaje a la filosofía de los valores (1920), logra su mejor sistematización en El lenguaje y la filosofía (1945) y al tema dedicó su último trabajo publicado tras su muerte en la Academia, Vocabulario cognoscitivo del ser y estimativo de los valores (1975). Para quien quiera conocer su pensamiento y sistema debe acercarse a sus obras fundamentales: Filosofía y Vida IIII (1950, 1952, 1954), Vocabulario filosófico (1955), Los veinte temas que he cultivado en los cincuenta años de mi labor filosófica (1958), Estudios filosóficos (1963) y Curso de filosofía I. Lógica; II. Cosmología y Antropología; III Ontología y Ética (1968). Para una valoración analítica, la más compleja, rigurosa a la vez que hecha desde el conocimiento cercano y la amistad, remitimos al trabajo de M. Yela, quien siguió sus pasos en Lovaina y fue un fiel colaborador tanto en la Universidad y Escuela de Psicología como la Real Academia. A las obras anteriores hay que añadir otra que revela su interés por la actualidad y la sociedad: su colección de artículos de periodismo, reunidos en Cuarenta años de periodismo (1971).
La figura histórica de Zaragüeta no quedaría situada en su real contexto si no subrayáramos ahora su significación civil, su ejemplaridad moral, su ejercicio de concordia en unas fases de la historia de España, en las que la tensión, resentimiento y odio determinaron muchas actitudes y causaron muchas víctimas. Le tocó ejercer una función pública durante regímenes políticos distintos: desde la Monarquía (en 1911 fue nombrado capellán de honor de su majestad), hasta la República, con la cual fue profesor en la Universidad Central, y finalmente la Dictadura con la que ocupó puestos importantes. Todos los que lo conocieron le recuerdan como un hombre libre, generoso, bueno, acogedor, capaz de escuchar y tener una palabra, que ni esgrimía la propia verdad contra nadie, ni la escondía, sino que limpiamente la proponía siempre con el debido respeto al prójimo.
Por su pertenencia intelectual lovaniense arraigaba en la Escolástica y se abría a los mundos nuevos (en Los veinte temas., 143-155, expone el valor perenne de la filosofía clásica y las áreas en las que tiene que dejarse perfeccionar y ensanchar por las ciencias modernas), tal como Ortega, García Morente y el propio Zubiri los estaban explorando, llevando a cabo la relectura de la filosofía y de su historia. Pero había una diferencia fundamental entre ellos: todos ellos venían del mundo alemán, al que otorgaban primacía sobre el resto del pensamiento humano, Zaragüeta conoce Alemania de lejos y no piensa los problemas desde la actitud perforadora que el genio germánica ejercita. Mientras que ellos (Ortega, Zubiri,...) eran percibidos como maestros, que pensaban en propio, Zaragüeta fue visto siempre como un buen profesor, un expositor casi enciclopédico de la totalidad, abarcando demasiado y tratándolo todo, con el inevitable aburrimiento de quien quiere agotar los temas. Por eso sus libros suscitan por un lado la admiración y por otro la distancia.
En los años duros y oscuros, siguientes a la guerra, cuando los odios, resarcimientos y venganzas ejercieron sin freno, Zaragüeta fue un hombre bueno, libre, capaz de establecer puentes entre unos y otros bandos; un “español de conciliación” (J. M. García Escudero). Y ejerció desde su verdad y magnanimidad, no desde el oportunismo. J. Marías relata en sus Memorias cómo sólo gracias a la generosidad de J. Camón Aznar y a la mediación de Zaragüeta pudo ser por fin doctor en filosofía. A Don Juan le tocó presidir el tribunal de oposición a la cátedra de Ética de la Universidad de Madrid a la que se presentaban el padre J. Todolí (OP) y J. L. Aranguren, con una decisión que abrió llagas, revividas cuando Aranguren fue expulsado de la Universidad en 1966 y se cubrió la cátedra con el otro opositor. Cuando cumplió noventa años se le tributó un homenaje en la Sociedad de Estudios y Publicaciones. X. Zubiri, R. Ceñal y M. Yela hablaron de él como filósofo, sacerdote y psicólogo. P. Laín subrayó su condición de ciudadano ejemplar afirmando que “Don Juan Zaragüeta ha sido ciudadano español a través de tantas y tan diversas situaciones históricas de la españolía, con lealtad para el poder civil y sin servilismo respecto de él”.
Uno de sus últimos libros Espiritualidad cristiana (1967) se cierra con una oración admirable, donde se reflejan no sólo la preocupación analítica y sistemática de siempre, sino su voluntad de verdad y perfección, su profunda piedad sacerdotal, su coraje para enfrentarse con el propio destino y devolverlo a Dios en un gesto que incluye examen de conciencia, entrega confiada y alabanza final. La objetividad de lo esencial, sin pretensión alguna de novedad, la sumisión del sujeto a la verdad de la existencia y a la luz de Dios, brillan en esas páginas, que son la mejor guía para conocerlo porque son su autorretrato ideal, su yo deseado, hecho en el umbral de la eternidad.
Obras de ~: Introducción general a la filosofía, 1909; La sociología de Gabriel Tarde, 1909; Modernas orientaciones de la Psicología Experimental, 1910; El problema del alma ante la Psicología Experimental, 1910; Teoría psicogenética de la voluntad, Madrid, A. Ungría, 1914; Contribución del lenguaje a la filosofía de los valores. Discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, 1920; Religión y Moral, 1925; El Cardenal Mercier: su vida y su orientación doctrinal, Madrid, Vda. E hijos de Jaime Rates, 1927; El concepto católico de la vida según el Cardenal Mercier, Madrid, Talleres Espasa Calpe, 1930 (2.ª ed. 1941); El cristianismo como doctrina de vida y como vida, Madrid, Espasa Calpe, 1939; La intuición en la filosofía de Henri Bergson, Madrid, Espasa Calpe, 1941; Pedagogía fundamental, Barcelona, Labor, 1943, 2.ª ed. rev. y aum., Barcelona, Labor, 1953; El lenguaje y la filosofía, 1945; Filosofía y vida. Tomo I: La vida mental, 1950; Filosofía y vida. Tomo II: Problemas y métodos, 1952; Filosofía y vida. Tomo III, 1954; (Madrid, Imp. C. Bermejo, 19572); Vocabulario filosófico, Madrid, Espasa Calpe, 1955; Los veinte temas que he cultivado en mis cincuenta años de labor filosófica, Madrid, Imp. C. Bermejo, 1958; Estudios filosóficos, Madrid, Instituto Luis Vives de Filosofía, 1963 (bibl. págs. 13-18); Curso de Filosofía: I Lógica. II Cosmología y Antropología. III. Ontología y Ética, 1968; Cuarenta años de periodismo, Madrid, Prensa Española, 1971; con M. García Morente, Fundamentos de Filosofía e Historia de los sistemas filosóficos, Madrid, Espasa Calpe, 1973.
Bibl.: J. Perdomo García, “El pensamiento filosófíco de Juan Zaragüeta”, en Giornale di Metafisica (1950), págs. 663- 671; L. Escobar, “Filósofos de España. El Dr. Zaragüeta”, en Logos, (México, 1, 3, 1951), págs. 104-121; A. Álvarez de Linera, “En la jubilación de Don Juan Zaragüeta. Su vida, sus obras, su concepción filosófica”, en Revista de Filosofía, 12 (1953), págs. 177-189; R. López de Muniain, “Una nueva exposición de la filosofía como ciencia de la totalidad”, en Verdad y Vida (1956), págs. 203-250; J. Tusquets, Apports hispaniques de la philosophie chrétienne en Occident, Louvain-Paris, 1962; J. M. Cordero Torres, “En la muerte del secretario perpetuo”, en Anales de la Real Academía de Ciencias Morales y Políticas, 52 (1975), págs. 9-14; I. A lcorta Echevarría, “Prolegómeno para una fundamentación transcendental de la ética”, Discurso de ingreso leído el día 22 de junio de 1976, sucediendo en la silla a Don Juan Zaragüeta, Madrid, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, 1976; M. Yela, “Apuntes sobre su vida y obra”, en Anales de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, 53 (1976), págs. 271-297 con bibliografía completa de las obras de Zaragüeta; P. Laín Entralgo, “Juan Zaragüeta” en Más de cien españoles, Barcelona, Planeta, 1981, págs. 112-114; J. Marías, Una vida presente. Memorias 1, Madrid, Alianza, 1988, págs. 383-384; B. Madariaga de la Campa, La Universidad Internacional de verano de Santander 1932-1936, Santander, Universidad Internacional Menéndez Pelayo, 1999, págs. 36 y 169; A. Lago Carballo, La Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Crónica de treinta años 1938-1968, Santander, Universidad Internacional Menéndez Pelayo, 1999, pág. 108.
Olegario González de Cardedal