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Yehudá ben Samuel ha- Levi

Biografía

Leví, Yěhudah ben Šěmuel ha-. Yěhuda o Judá ha- Levi. Tudela (Navarra), c. 1070 – Egipto o cerca de Jerusalén, 1141-1161. Médico, poeta, teólogo, filósofo.

En árabe Abū l-Ḥasan b. al-Levī. Se ha dicho que todo en la vida de este hombre extraordinario fue grande, luminoso, elevado y puro. Su vida se encuentra rodeada de brumas que impiden establecer con claridad su biografía, aunque se reconoce que fue una de las grandes personalidades judías de finales del siglo XI y la primera mitad del siglo XII.

Durante mucho tiempo se pensó que había nacido en Toledo, noticia tomada de un pasaje del Libro de la Poética de Mošeh ben ‘Ezra’, texto escrito en árabe, donde se afirma que Yěhudah ha-Levi y Abraham ben ‘Ezra’ eran toledanos. El error proviene de la semejanza de los nombres árabes de Toledo y Tudela. Sin embargo, investigaciones especializadas han mostrado que Ha-Levi había nacido en Tudela, como lo confirma, además, el propio Abraham ben ‘Ezra al decir de sí mismo que era de Tudela (Tutīla). Era una ciudad que pertenecía al reino de los Banū Hūd de Zaragoza, en la que existía una floreciente comunidad judía.

Es muy posible que su gran formación en las culturas hebraica y árabe las percibiera en su ciudad natal y en Zaragoza. No se conoce con certeza en qué consistió esta formación, pero sí parece que recibió una profunda educación religiosa a la que se añadió un gran conocimiento de la cultura profana, como pone de manifiesto en su obra. Se sabe que su aprendizaje se desarrolló en una atmósfera buena y agradable, residiendo en ciudades caracterizadas por prestigiosas aljamas, como Lucena, Sevilla y Córdoba, donde dio muestras de unas facultades de improvisación poética prodigiosas. A los catorce años ya había compuesto poesías dedicadas a personajes notables de su época.

Fue en Córdoba donde debió de trabar amistad con el granadino Mošeh ben ‘Ezra’, trasladándose entonces a la ciudad de Granada, que tenía una comunidad rica y cultivada y donde permaneció por largo tiempo.

Aquí frecuentó a los ben ‘Ezra’, Mošeh y sus tres hermanos Yišűaq, Yěhudah y Yosef, familia instruida que había recibido una gran formación en las tradiciones culturales del medio ambiente musulmán, en el que vivían, y judío, al que pertenecían.

Yěhudah ha-Levi era de un carácter afable y tranquilo, que le granjeó muchos amigos. De él afirmó Mošěh ben ‘Ezra’ que era un pescador de perlas, conocedor de rarezas y primicias. El gran sentido de la amistad que tuvo y la elevada ponderación que hacía de ella quedó reflejada en unos versos suyos: “Encierra mi corazón una arca de alianza para la amistad, y sobre el arca hay colocados querubines; con nadie quiero encontrarme si no es con ellos, pues su compañía me es grata como la de los dos ángeles de Mahanaim”.

En Granada también se labró un gran éxito rivalizando en agudeza poética con otros poetas tan expertos como él en el manejo de la lengua árabe, cantando los temas corrientes de la poesía profana: el amor, la amistad, el vino, las penas y la muerte.

Y mantuvo amistad también con otras personalidades judías de la ciudad, como el literato Yěhudah ben Gayyat, en cuyo honor Ha-Levi compuso algunos poemas, hablando de él como de un gran maestro: “Es el fundamento del misterio de la fe, cuyo nombre se conoce por la salvación y de él procede mi gloria”.

También mantuvo correspondencia poética con su hijo, Šělomoh ben Yěhudah ben Gayyat. Conoció a Yişűaq ben Crispin, a quien dedicó una composición lírica. Mantuvo relación de amistad con el poeta y filósofo cordobés Yosef ben Şaddiq, amigo también de Yěhudah ben Gayyat, y con su compatriota tudelano el filósofo Abraham ben ‘Ezra’, con quien recorrió diversas ciudades, incluso del norte de África, según señala algún biógrafo. Los poemas compuestos en esta época reflejan el ambiente alegre y exultante en el que vivió: “Ved la mesa que se asemeja al firmamento, y yo en medio de ella asemejándome a la luna; hacia mí alargaron la mano los nobles porque de todo estoy bien colmado”.

Desgraciadamente, este tipo de vida no pudo prolongarse.

La invasión de los almorávides en 1090 y la ocupación de Granada forzaron a los judíos de allí a elegir entre la adhesión a la religión de los nuevos maestros o el exilio. Yěhudah ha-Levi, como muchos otros, optó por esta segunda alternativa y se vio obligado a emigrar a tierras castellanas, donde existían comunidades toleradas por los cristianos. Poco después le seguirían los hermanos Ben ‘Ezra’. Formaron parte de los numerosos sabios judíos que para librarse del peligro de las persecuciones pusieron su talento al servicio de las autoridades de otros lugares. Respondiendo favorablemente al requerimiento de algunos Monarcas, que querían atraer a sus Cortes a hombres capaces de promover las artes y las ciencias, y aptos para la administración de las ciudades y Estados, se establecieron en Toledo, donde el menor de los Ben ‘Ezra’, Yěhudah ben Yosef ben ‘Ezra’, llegó a ser almojarife de Alfonso VII de Castilla e intendente de la plaza fuerte de Calatrava. Yěhudah ha-Levi se dedicó al ejercicio de la Medicina, para ayudarse en el sustento diario, aunque confesó en carta a un amigo suyo que no dominaba bien este oficio. Parece haber residido también en Guadalajara y en otros lugares.

La referencia a Guadalajara aparece en una poesía laudatoria, dedicada al magnate judío Yosef ben Ferrusel, médico de Alfonso VI, conocido por el sobrenombre de Cidellus (el pequeño Cid), en la que se conserva una jarųa en castellano, posiblemente los más antiguos versos en castellano que se conservan: “Desd’ cand’ meu Cidiello venyd / tan bona albixara / Com rayo de sol exid / en Wad al-haųara (Guadalajara)”.

En estas ciudades conoce a dignatarios judíos, pero echa en falta el ambiente refinado y culto que se daba en las comunidades judías establecidas en tierras musulmanas. Fueron ciudades, especialmente Toledo, ciudad grande y llena de moradores gigantes, que le produjeron angustia y tristeza: “Curo a Babel, pero ella sigue siendo miserable”. De sus poemas se deduce que estuvo casado y que tuvo una hija y un nieto de su mismo nombre.

Ha-Levi –que había tenido una existencia relativamente apacible y favorable a la expansión de sus talentos poéticos– tomó conciencia de la precariedad de su situación cuando uno de sus eminentes bienhechores, Yosef ben Pruziel, fue asesinado al retorno de una misión que el Rey le había confiado. Esta muerte violenta fue para el teólogo un cruel descubrimiento porque ya había compuesto una poesía destinada a honrar el retorno del emisario real. Yěhudah se vio obligado a escribir el elogio fúnebre del desaparecido.

Viendo que la quietud absoluta no era posible en ninguna parte, decidió retornar a las ciudades musulmanas.

Residió en Granada, Guadix, Lucena, Córdoba y Sevilla. Disfrutando allí de una tolerancia relativa, pudo de nuevo entregarse a la poesía y a la redacción de obras teológicas.

Pero la situación de inseguridad aumentó hasta el punto de que los judíos hispanos comenzaron a aumentar sus sentimientos mesiánicos, con profecías y cálculos sobre el fin del poder islámico y el advenimiento del Mesías. Participó en este ambiente mesiánico y se sintió como un desterrado que vivía alejado de su verdadera patria: “Mi corazón está en Oriente mientras que yo resido en el extremo Occidente. ¿Cómo podría saborear mis manjares y cómo me regalarían? ¿Cómo cumpliría mis votos y mis propósitos, mientras Sión está en la coyunda de Edom y yo bajo el arábigo vínculo? Ciertamente leve será abandonar todo el bien de Sefarad, como caro a mis ojos será contemplar las glebas del ruinoso santuario”.

Desesperando de permanecer en al-Andalus o de acogerse a los reinos cristianos del norte de España, Yěhudah ha-Levi decidió abandonar Sefarad y dirigirse a Jerusalén. El deseo de marchar es constante en sus textos: “Suspiro por el instante en que Dios me dé libertad para irme a los lugares en donde se halla la ciencia vivificante y las fuentes de la sabiduría”. Se ha interpretado este deseo y su posterior realización como un acto de realismo político y de reacción ante los sufrimientos padecidos por los judíos hispanos.

Su proyecto de ir a Palestina pasando por Egipto y la posibilidad de realizar su sueño se la dio la llegada de un rico mercader judío establecido en Egipto, Sayf Halfon ha-Levi. Teniendo la seguridad de poder contar con la ayuda material de este último, se hizo a la mar y desembarcó en Alejandría tras una difícil travesía.

A ella alude en el siguiente poema: “Va el barco entre el batir de los vientos: los de Poniente, empujándolo, los de Oriente, atrayéndolo. Sólo unas leves tablas los separan del hondo vacío, sólo un cerrar de ojos, entre la nave y la muerte”. Desde la vieja ciudad de Alejandría, donde permaneció por algún tiempo en compañía de amigos y conocidos, se trasladó a El Cairo en compañía de quienes el rico protector había enviado a su encuentro, entre ellos el nasí Šěmuel ben Űananía. De su estancia en Egipto nada se sabe, como también se ignora si pudo dar curso a su proyecto de llegar a Tierra Santa, aunque siempre vivió con la idea de cumplir su propósito, según se desprende de un poema dedicado a su amigo Ibn al-‘Umānī, a quien encontró en Alejandría: “¿Acaso podría contenerme el Egipto, si mi alma y mis ansias están vinculadas al monte Sión, si sus piedras están abrasadas del ardor de mi corazón?”. Sus poesías Siónidas hablan de sus planes y anhelos para visitar Tierra Santa, en las que la imagen de Jerusalén se presenta, no como algo remoto, sino como un sentimiento entrañable, como un ansia de redención que quiere actualizarse. Según unos, murió en 1141 en Egipto; según otras fuentes, murió asesinado por un jinete hacia 1161 cerca de Jerusalén, en aquel momento capital de un reino cruzado. Es probable que esta última versión sea una leyenda elaborada en su recuerdo.

Compuso numerosas poesías, de las que se han identificado ochocientas veintisiete. Son composiciones en las que se descubre un espíritu descriptivo y evocador, son de tipo secular y litúrgico, abordando todos los temas tradicionales de la poesía de origen árabe: panegíricos, amistad y amor, elegías, himnos y cánticos penitenciales. Gozaron de gran prestigio entre los judíos. Pero además de sobresaliente lírico y hábil apologista, Yěhudah ha-Levi fue autor de un importante libro, escrito en árabe entre 1130 y 1140, por el que ha pasado a la historia de las ideas. Se trata del Kitāb al-űuųųa wa-l-dalīl fī nuşr al-dīn al-dalīl (Libro de la prueba y del fundamento en defensa de la religión menospreciada), traducido al hebreo por Yěhudah ibn Tibbon en 1167 con el título Sefer ha-Kuzar, del que ha derivado el nombre por el que se le conoce, Cuzarí. En 1660 fue traducido al latín por Johannes Buxtorf y en 1663 al castellano por el judío de origen hispano Jacob Abendana.

El Cuzarí enfrenta el judaísmo al cristianismo, al islam y a la filosofía y tiene como punto de partida un hecho histórico: la conversión al judaísmo de los jázaros.

Defiende la superioridad de la religión revelada y profética sobre los argumentos racionales.

Yěhudah ha-Levi presenta al rey de los jázaros, hombre piadoso que no pertenecía a ninguna de las grandes religiones, interesado en mantener un diálogo con un filósofo, un cristiano, un musulmán y un judío, por causa de un sueño: “Me acordé de lo que havia oydo de las rasones del Haber que tuvo con el Rey Cuzar, el qual tomó la religión judaica havrá yo incirca de quatro cientos años, como se haze mencion y se sabe de sus coronicas, que le fue repetido un sueño muchas vezes, como que un Angel hablava con el y le dizia: tu intención es acepta delante el Criador, pero tus obras no le son agradables. Y el era muy devoto y deligente en los ritos de la ley de Cuzar, en tal extremo que el mismo servia en la administración del Templo y de los Sacrificios, con coraçon perfecto y grande devoción; pero quando mas deligente era en estas cosas, le venia el Angel de noche y le dizia: tu intención es acepta, y tus obras no son aceptas; y esto fue causa para especular y inquirir todas las opiniones y las religiones, y por fin se hizo judío”. Se ha dicho que las palabras del ángel deben tenerse por una revelación, por lo que ha-Levi parece sugerir que la actividad espontánea de la razón humana no impulsa al hombre hacia la búsqueda de la verdadera religión, puesto que para ello es necesaria la profecía y la revelación.

No satisfecho con las respuestas del filósofo, del cristiano (el sabio de Edom) y del musulmán (el sabio de Ismael), hubo de dirigirse al judaísmo: “Yo veo que me es necesario consultar a los judios, porque ellos son la reliquia de los hijos de Israel, porque yo veo que ellos son la demostración y la prueva para todo el que tiene religion, de que aya ley del Criador en la tierra”. A pesar de la crítica que dirigió a la filosofía, ha-Levi no la rechazaba, porque, en el fondo, el racionalismo estaba sumergido en el pensamiento del pensador judío y reconocía la validez que podía tener la filosofía. Ésta era indubitable en sus principios, aunque sus resultados fueran equívocos.

 

Obras de ~: Dīwān; Kitāb al-űuųųa wa-l-dalīl fī nuşr aldīn al-dalīl (Libro de la prueba y del fundamento en defensa de la religión menospreciada), entre 1130-1140 (eds. y trads.: Cuzary. Libro de grande ciencia y mucha doctrina, traduzcido del ebrayco en español y comentado por el Hacham R. Jacob Abendana, Ámsterdam, 1663; Das Buch Al-Chazari, ed. H. Hirschfel, Leipzig, I, 1886; II, 1887; Diálogo filosófico, a cargo de A. Bonilla y San Martín, con apéndice de M. Menéndez Pelayo, Madrid, 1910).

 

Bibl.: Liber Cosri, continens colloquium seu disputationem de religione [...], transtulit de lingua Arabica R. Jehudah Aben Tybbon. Nunc recensuit, Latina versione & notis illustravit Johannis Buxtorpius, Basileae, 1660; D. Kaufmann, Jehuda Halevi. Versuch einer Charakteristik, Breslau, 1877; H. Brody (ed.), Diwan. Yehudá Halevi, Berlín, 1894-1930, 4 vols.; F. J. Goldziher, “Le Amr Ilahi (ha-inyan ha-elohi) chez Judah Halévi”, en Revue des Études Juives, 50 (1905), págs. 32-41; D. Neumark, Jehuda Halevi’s Philosophy in Its Principles, 1908; A. Bonilla y San Martín, Historia de la filosofía española (siglos VIII-XII: Judíos), Madrid, Librería General de Victoriano Suárez, 1911, págs. 229-258; H. A. Wolfson, “Maimonides and Hallevi: A Study in Typical Jewish Attitudes toward Greek Philosophy in the Middle Ages”, en The Jewish Quarterly Review, 2 (1912), págs. 297-337; E. Berger, Das Problem der Erkenntnis in der Religionsphilosophie Jehuda Hallevis, 1916; D. H. Baneth, Jehuda Hallevi und Gazali, Berlin, 1924; M. König, Die Philosophie des Jehuda Halevi und des Abraham ibn Daud, 1929; M. Ventura, Le Kalam et le Péripatétisme d’après le Kuzari, Paris, J. Vrin, 1934; H. A. Wolfson, “Halevi and Maimonides on Design Chance and Necessity”, en Proceedings of the American Academy for Jewish Research, 11 (1941), págs. 105-163; “The Platonic, Aristotelian and Stoic Theories of Creation in Halevi and Maimonides”, en Essays in Honor of the very Rev. Dr. J. H. Hertz, London, 1942, págs. 427-442; L. Strauss, “The Law of Reason in the Kuzari”, en Proceedings of the American Academy for Jewish Research, 13 (1943), págs. 47-96; J. M. Millás Vallicrosa, Yěhudá ha-Leví como poeta y apologista, 1947; G. Vajda, Introduction à la pensée juive du Moyen Âge, Paris, J. Vrin, 1947; J. M. Millás Vallicrosa, La poesía hebraicoespañola, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1948; M. Wienner, “Judah Halevi’s Concept of Religion and a Modern Counterpart”, en Hebrew Union College Annual, 23 (1951), págs. 669-682; S. Pines, “Note sur la doctrine de la prophétie et la rehabilitation de la matière dans le Kuzari”, en Mélanges de philosophie et de littérature juïves, Paris, Presses Universitaires de France, 1957, págs. 253-260; H. A. Wolfson, “Judah Halevi on Causality and Miracles”, en Meyer Waxman Jubilee Volume, Chicago-Jerusalén, 1966, págs. 137-153; J. Millás Vallicrosa, Literatura hebraicoespañola, Barcelona, Labor, 1968; H. Davidson, “The Active Intellect in the Cuzari and Hallevi’s Theory of Causality”, en Revue des Études Juives, 131 (1972), págs. 351-395; Y. Silman, “Historical Reality in the Kusari”, en Daat, 2-3 (1978-1979), págs. 29-42; Yehudah Halevi, Cuzary, ed. de J. Imirizaldu, Madrid, Editora Nacional, 1979; A. L. Motzkin, “On Halevi’s Kuzari as a Platonic Dialogue”, en Interpretation, 9 (1980), págs. 111-124; Y. Silman, “Between Theory of God and Theory of Man in the Kuzari”, en Daat, 4 (1980), págs. 7-34; R. Jospe, “Jewish Particularity from Ha-Levi to Kaplan: Implications for Defining Jewish Philosophy”, en Forum, 46-47 (1982), págs. 77-90; A. Ivry, “The Philosophical and Religious Arguments in Rabbi Yehuda Halevy’s Thought”, en VV. AA., Thought and action. Essays in memory of Simon Rawidowicz, Haifa, 1983, págs. 23-33; R. Castillo, Yehuda ha-Levi. Antología poética, Madrid, Altalena, 1983; C. Sirat, La Philosophie juive au Moyen Âge, Paris, CNRS, 1983; Y. Silman, Thinker and Seer. The Development of the Thought of Yehuda Halevi in the Kuzary, Ramat Gan, 1985; J. Gil Albert y J. Kahn; Yehudah ha-Levi, Madrid, Júcar, 1986; H. Kreisel, “Judah Halevi’s Influence on Maimonides: A Preliminary Appraisal”, en Maimonidean Studies, 2 (1991), págs. 95-122; A. Sáenz-Badillos y J. Targarona Borrás, Diccionario de autores judíos (Sefarad. Siglos X-XV), Córdoba, El Almendro, 1992; Y. Silman, Philosopher and Prophet: Judah Halevi, the Kuzari, and the evolution of his thought, Albany, State University of New York Press, 1995; M. Orfali, Biblioteca de autores lógicos hispano judíos (siglos XI-XV), Granada, Universidad, 1997; S. Pines, “Shi‘ite Terms and Conceptions in Judah Halevi’s Kuzari”, en VV. AA., The Collected Works of Sholomo Pines, vol. V, Jerusalén, The Magnes Press, 1997, págs. 219-305; R. Ramón Guerrero, Filosofías árabe y judía, Madrid, Editorial Síntesis, 2001; J. Lomba Fuentes, El Ebro: Puente de Europa. Pensamiento musulmán y judío, Zaragoza, Mira Editores, 2002.

 

Rafael Ramón Guerrero