Aleixandre y Merlo, Vicente. Sevilla, 26.IV.1898 – Madrid, 13.XII.1984. Poeta y académico.
Es difícil separar la vida de Vicente Aleixandre de su constante entrega a la poesía. Nació en Sevilla, en el crucial año de 1898 (el mismo en el que nacen Dámaso Alonso y Federico García Lorca), hijo de Elvira Merlo y García de Pruneda, natural de La Coruña, y del entonces capitán de Ingenieros Cirilo Aleixandre y Ballester, natural de Valencia. Fue inscrito días después en el Registro Civil de la capital hispalense con el nombre del abuelo paterno, Vicente, seguido de varios nombres más como era costumbre: Pablo (y no Pío, como el poeta creía recordar), Marcelino y Cirilo.
Tenía dos años cuando su familia se trasladó a Málaga, donde pasó su infancia. Allí, a muy corta edad, comenzó sus estudios en un parvulario de monjas, donde aprendió a leer, que es “otra forma de nacer”, solía decir el poeta, y a los siete años pasó al colegio de Ventura Barranco Bosch, en el que tuvo como compañero de aula a Emilio Prados, la amistad histórica más antigua sin duda del grupo del 27. A Málaga le dedicaría uno de sus más hermosos y nostálgicos libros, Sombra del Paraíso (1944), en agradecimiento a la niñez dichosa que vivió en ella y en sus playas de El Pedregalejo, donde la familia Aleixandre tenía una casa para los veranos.
En 1909 su padre, que había dejado el ejército y trabajaba como ingeniero de Ferrocarriles en la Red del Oeste, fue trasladado a Madrid. Nuevo rumbo familiar.
Aún no había cumplido los once años cuando Vicente llegó a Madrid con sus padres y su única hermana, un año menor que él, Conchita, y que con el tiempo sería su única e inseparable compañía familiar.
El Colegio Teresiano donde siguió el bachillerato era de enseñanza libre y llevado por seglares, lo que contribuyó a la formación independiente y laica del futuro escritor. Su tenaz voluntad y su extraordinaria memoria le permitieron ir superando cada curso y adelantar asignaturas del siguiente, de tal manera que a los quince años terminó el bachillerato.
La vida de Aleixandre no alcanza especial significación hasta que, ya a punto de concluir sus estudios universitarios de Derecho e Intendencia Mercantil, en 1917, no descubre en toda su magnitud lo que la poesía era: no una sarta de insustanciales rimas como la Preceptiva literaria de sus años escolares le había hecho creer y hasta casi aborrecer, sino, como dirá él más tarde con ceñida exactitud, “una profunda verdad comunicada”.
Quien le inició en el goce y misterio de la poesía fue otro joven de su misma edad, Dámaso Alonso, uno de sus más constantes amigos y, al mismo tiempo, miembro destacado de la Generación del 27. El libro que al serle prestado por Dámaso le reveló un nuevo mundo para la emoción y la expresión estética era de Rubén Darío, casi con toda probabilidad la antología que del gran maestro nicaragüense preparó el también poeta modernista Andrés González Blanco en 1910. El decisivo descubrimiento tuvo lugar durante el verano de 1917, en Las Navas del Marqués (Ávila).
En el mes de octubre de ese mismo año, ya vuelto a Madrid, y tras la lectura del volumen Poesías escogidas, de Antonio Machado, Aleixandre comenzó a escribir sus primeras composiciones. La mayoría de ellas fueron trasladadas por él a un cuaderno que compartía con Dámaso y otros amigos de Las Navas aficionados también a la poesía, como los hermanos Ramón y Enrique Álvarez Serrano, y en el que todos ellos fueron copiando sus poemas. Conservado por Dámaso Alonso durante toda su vida, este Álbum de versos de juventud, como hoy se le conoce, es el documento más temprano y uno de los de mayor valor histórico de la que acabaría siendo la mítica Generación poética del 27.
De los veintiuno a los veintisiete años se embarca en todos los mares: da clases en 1919 como profesor mercantil, e imparte un curso para extranjeros, invitado por Américo Castro, en la Residencia de Estudiantes de Madrid, en el verano de 1920 (asistirá a este curso la norteamericana Margarita Alpers, con la que el poeta mantuvo unas felices relaciones durante ese verano y el siguiente); trabajará luego como corresponsal administrativo en la Secretaría de la empresa de los Ferrocarriles Andaluces. Complementariamente a este trabajo, colabora con artículos especializados en la revista de economía La semana financiera y en la de tema ferroviario Revista de Comunicaciones.
En el otoño de 1923, conoce a Eva Seifert, presentada por Dámaso Alonso para que le dé clases de alemán, la cual se convertirá en uno de los testigos más fieles de su vida. En 1925 ingresa en la Compañía de los Ferrocarriles del Norte; vive su primera gran pasión juvenil con la actriz María Valls, de nombre artístico “Carmen de Granada”; viaja a Portugal, Inglaterra, Suiza, Francia... Ya para entonces ha publicado en la revista Grecia (febrero de 1920) su primer poema, “Noche”, bajo el seudónimo de Alejandro G. de Pruneda, y ha comenzado la silenciosa escritura del que será su primer libro, Ámbito, en el que conviven poesía pura, ecos ultraístas y una cierta sinuosidad barroca. Pero si se quiere encontrar la primera publicación poética con su nombre, habrá que situarse en agosto de 1926, cuando la Revista de Occidente dé a conocer una colección de poemas suyos bajo el título de “Número”. Se trataba de un adelanto de Ámbito.
Toda esta actividad se vio truncada cuando a los veintisiete años se le diagnosticó una grave dolencia (tuberculosis renal), que daría al traste con todas las expectativas que se abrían en su carrera. Tras penosos meses de convalecencia en la Colonia Domínguez de Aravaca (Madrid), en los que se dedicó a concluir Ámbito, tuvo que dejar el trabajo y observar el más absoluto reposo. Comienza entonces su amistad con José Manuel García-Briz, a quien le dedicará el poema “Riña”, de Ámbito, al adelantarlo en la revista Verso y Prosa, de Murcia, en 1927, y con cuyo nombre —nuevo seudónimo utilizado por él— firmará dos poemas publicados en la revista Mediodía, de Sevilla, en febrero de 1929.
La lectura fue su gran compañía durante este tiempo de soledad obligada. Una de sus admiraciones de 1928 fue James Joyce, que hacía sólo seis años había ocasionado el escándalo con la publicación del Ulysses.
La otra fue Freud, el maestro del psicoanálisis, cuya lectura en la admirable traducción de López-Ballesteros le llevó hasta las profundas simas de la vida psíquica.
Bajo el signo de estos nuevos estímulos, entre los que también se cuentan las obras de Lautréamont y Rimbaud, su poesía se adentró por los espacios de la irracionalidad y el eros primordial, con libre y personalísimo estilo, no muy alejado de la estética rebelde de los poetas surrealistas franceses. Casualmente fue en Francia, en un balneario de la Obernia, donde terminó en 1930 la primera versión de su libro más hermético, Pasión de la Tierra (1928-1930; demorada su edición hasta 1935). En las prosas poemáticas de Pasión de la Tierra y en el verso de Espadas como labios (1932), libros que conforman un tejido común, los falsos valores de la sociedad se rechazan con rebeldía y al mismo tiempo humor. El humor es aquí, además de una manifestación del azar objetivo, como entre los surrealistas se decía, un testimonio esencialmente crítico contra una sociedad que vive desoyendo los instintos primordiales del hombre.
En junio de 1932, el recrudecimiento de su enfermedad obligó a extirparle un riñón. El éxito de la arriesgada intervención, llevada a cabo por el doctor Pedro Cifuentes, le salvó la vida. La recuperación, lenta, la pasó en el pueblo madrileño de Miraflores de la Sierra, al que bien podría llamársele el pueblo de su poesía, pues casi la práctica totalidad de su obra fue escrita en aquel agreste rincón que él eligió a partir de entonces para su descanso e inspiración. Allí compuso, sintiéndose renacer a la vida, casi de un tirón, y bajo la impresión de la poesía romántica que acababa de descubrir en el tratado ya clásico de Ricarda Huch Los románticos alemanes, uno de sus libros más fulgurantes e inspirados: La destrucción o el amor, para muchos la obra capital del superrealismo hispano. El paisaje de este libro, transformado en su justa medida por la necesidad de la expresión poética, tiene mucho de aquella sierra de roquedales y cielo resplandeciente.
Su lenguaje poderoso, cruzado por rafagueantes imágenes y por conceptos sometidos a una tensión que nunca acaba de resolverse, conduce a un mundo de sobrecogedora grandeza, de dilatados límites, en el que el hombre encuentra su lugar al lado de las demás criaturas y seres elementales, unido a una naturaleza de la que consustancialmente no se diferencia: hijo, al fin, de una misma patria universal. Con La destrucción o el amor obtuvo el Premio Nacional de Literatura de 1933, aunque no fue publicado el libro hasta entrado 1935. Al estallar la Guerra Civil, los jóvenes poetas movilizados lo llevaban en sus mochilas como un hermoso talismán.
Durante la contienda, Aleixandre participó con Rafael Alberti en un meeting para los obreros ferroviarios en la Estación del Norte y colaboró en las revistas republicanas El mono azul, Hora de España, Les Poètes du Monde [...], con romances (“El fusilado” y “El miliciano desconocido”) y con la dramática “Oda a los niños de Madrid muertos por la metralla”, inspirada en los bombardeos de la aviación insurgente el día 7 de noviembre de 1936 contra la población civil dela capital. La evocación en prosa de Federico García Lorca, al enterarse de la terrible muerte del amigo, fue otra de sus contribuciones a la causa republicana.
En octubre de 1936 la casa de Velintonia donde residía con su padre y su hermana (la madre había muerto en 1934) se vio amenazada por el progresivo avance del frente de guerra. Tuvieron que abandonarla y refugiarse en la casa de sus tíos, en el número 16 de la madrileña calle de Españoleto, donde permanecieron hasta meses después de acabada la guerra.
Por razones que aún están poco claras, Vicente fue denunciado en los primeros meses de 1937 por un oficial del ejército republicano y hecho prisionero.
Gracias a la rápida intervención de Pablo Neruda a través de la embajada de Chile antes de las veinticuatro horas fue puesto en libertad y el desagradable incidente no tuvo mayores consecuencias. La sensación de inseguridad, sin embargo, a partir de este suceso se hace mayor, y Aleixandre y su familia tomaron la resolución de abandonar España y marcharse al exilio, en concreto a la localidad de Pau, al sur de Francia.
Pero al estar Vicente todavía en edad militar el permiso de salida le fue denegado.
El final de la guerra dio paso a unos años muy difíciles para el poeta, a los que sólo podrá sobreponerse con el acopio de sus reservas interiores. Muchos compañeros suyos de Generación marchan al exilio, igual que su amigo íntimo Andrés Acero, que le había sido presentado años atrás por Lorca. En 1940, tras un expediente de depuración, muere Cirilo Aleixandre, su padre, y dos años después, en la penitenciaría de Alicante, su fraternal amigo Miguel Hernández. En 1948 le dedica la conmovedora elegía “En la muerte de Miguel Hernández”, editada por José Manuel Blecua en su colección “Cuadernos de las horas situadas”.
Velintonia, la casa familiar, quedó destruida por los obuses y fueron innumerables los documentos y volúmenes arrasados por el pillaje. Reconstruida en 1940, Vicente y su hermana Conchita reemprendieron en ella una nueva vida hasta el fin de sus días.
Durante los primeros años de posguerra los estamentos oficiales intentaron crear un vacío en torno a la obra del poeta. La censura silenció su nombre. Pero ningún obstáculo impidió que la voz de Aleixandre siguiera difundiéndose con todas las significaciones —implícitas— de libertad, de verdad, de reconciliación.
El número de homenaje que la revista valenciana Corcel le dedicó en 1944, coincidiendo con la aparición de Sombra del Paraíso, así lo vino a demostrar.
Sombra del Paraíso, que tanto debe, como se ha dicho, a su infancia transcurrida en Málaga, se convirtió en hito incontestable de esos años lastrados por la crudeza de una España rota. Su extraordinario éxito originó, en 1952, la publicación de Poemas paradisiacos, una selección de algunos poemas del libro bellamente cuidada por su amigo el impresor malagueño Bernabé Fernández-Canivell.
Antes, en mayo de 1942, había conocido a Carlos Bousoño, quien por entonces cursaba estudios de Filosofía y Letras en Oviedo y que habría de ser el primer gran exegeta de su poesía. A propuesta de Dámaso Alonso, el día 30 de junio de 1949 fue elegido miembro de número de la Real Academia Española e ingresó el 22 de enero del año siguiente con el discurso Vida del poeta: el Amor y la Poesía. Casi al mismo tiempo apareció publicado por Clan su libro Mundo a solas en edición para bibliófilos. Escrito entre 1934 y 1936, y anunciado en diversas ocasiones con el título de Destino del hombre, precede en realidad a Sombra del Paraíso en el decurso de su obra. Podría afirmarse que Mundo a solas es el primer intento de Aleixandre por articular un libro de poesía que responda del todo a una “construcción” filosófica. Ante todo, estos textos ofrecen poesía de la más hermosa y personal, pero también plantean encubiertamente una tesis: el hombre natural, hecho para la libertad y el goce de los sentidos, ha cedido su lugar al hombre de los valores sociales y de la civilización, con sus tabúes y su poder represivo. Visto así, “el hombre no existe”, como Aleixandre afirma tajantemente en el libro.
Los años cincuenta fueron muy favorables a su poesía, que conoció un verdadero auge en su valoración y en la estima de sus cada vez más numerosos lectores, entre ellos los poetas más jóvenes, quienes no dudaron en reconocerlo como el maestro de la nueva poesía española. En el término de pocos años se sucedieron los números de revistas parcial o totalmente a él dedicados: Ínsula, de Madrid (1950 y 1959); La isla de los ratones, de Santander (1950); Gánigo, de Tenerife (1957); Papeles de Son Armadans, de Mallorca (1958); Cuadernos de Ágora, de Madrid (1959) [...] Por su casa de la calle Velintonia (llamada a partir de 1978, para contrariedad del poeta, “calle de Vicente Aleixandre”), desfiló toda la plana mayor de la poesía española de posguerra y hasta de la transición a la democracia. Su sedentarismo tan sólo se vio roto por algunos viajes esporádicos en la década de los cincuenta, durante la cual visitó, como conferenciante, Oxford y Londres, y dio lecturas comentadas de su propia obra en diversas ciudades españolas.
En 1953 apareció Nacimiento último y en 1954 Historia del corazón. Si bien próximos en su salida, el primero cerraba un ciclo —el que tiene a la Naturaleza como eje central de la indagación poética—, mientras que el segundo iniciaba un camino nuevo y una etapa diferente, centrada ahora en la ética de la solidaridad y en la convicción de que vivir es sobre todo convivir.
Historia del corazón había sido concebido por Aleixandre, en una fase inicial, como libro exclusivamente amoroso, pero pronto comprendió que debía ir más allá de la experiencia personal del amor para explorar la historia del vivir colectivo, del “unánime corazón” que entre todos formamos, como intuyó Jules Romains. Así, junto a poemas de exaltación erótica individual, íntima, se encuentran otros, como “En la plaza” o “A la salida del pueblo”, en los que la existencia sólo cobra sentido al contacto con los demás.
En 1958 publicó su libro de evocaciones en prosa Los encuentros, en el que dejó constancia de su sugestivo e inimitable arte para el retrato. “Semblanzas en simpatía” pensó subtitular el volumen, pues cada semblanza la trazó desde la cordialidad y el entendimiento amistoso del personaje, que suele ser un escritor muy apreciado por él. Esa ausencia de juicio crítico hacia el retratado fue uno de los imperativos que Aleixandre se impuso desde el primer momento.
Axioma moral y literario que observó escrupulosamente.
La favorable acogida del libro decidió al poeta a seguir escribiendo “nuevos encuentros”, como los de Bécquer, Rubén Darío o Góngora, y así, de los treinta y ocho retratos que componían inicialmente Los encuentros se pasó a los cincuenta y dos que lo conforman hoy.
Fue en 1960 cuando se editaron por primera vez sus Poesías Completas, al cuidado de Arturo del Hoyo y del propio autor. Llevaban al frente un prólogo de Carlos Bousoño que allanaba muchas de las dificultades técnicas y conceptuales de esta poesía. En ese mismo año apareció en Losada una de las antologías que más contribuyeron a la difusión de su obra por Hispanoamérica: Poemas amorosos, en selección llevada a cabo, con sumo rigor, por el propio poeta. En 1962 apareció En un vasto dominio, que obtuvo el Premio de la Crítica al año siguiente. Es el libro más extenso de Aleixandre y el que más debe al pueblo de Miraflores de la Sierra, y no ya por los muchos poemas que escribió en él, sino porque se inspiró directamente en su paisaje físico y humano para buena parte de su contenido, en especial en la sección “El pueblo está en la ladera”. Ahí desfilan la figura del pastor subiendo con el ganado hacia el puerto, la madre joven yendo por agua a la fuente o el niño durmiendo al raso, en la era, después de pasar toda la jornada en la trilla. (Las penosas condiciones de trabajo quedan señaladas, como una denuncia, por la sensibilidad del poeta.) Y hay otras presencias caracterizadoras de Miraflores, como el álamo grande, “en el centro del pueblo”, y el cementerio, a las afueras, donde reposa la memoria mortal de sus humanos pobladores.
Como una prolongación de ciertos motivos de este libro cabe entender el siguiente: Retratos con nombre, de 1965, en sutil conexión también con sus retratos en prosa. Una premisa se establece en esta fase de moderado realismo: la Historia es obra y consecuencia del esfuerzo de cada hombre, anónimo o reconocido, pues “sólo todos los hombres viven lo humano”, como Goethe sentenció y repite ahora Aleixandre. En 1968 reunió sus Obras Completas (por primera vez en un tomo, verso y prosa), y recibió en noviembre el homenaje desde Bogotá del Instituto Caro y Cuervo.
En gradual repliegue, su obra se fue adentrando por los espacios de la metafísica en sus dos últimos libros, que para algunos constituyen un verdadero nuevo ciclo: Poemas de la consumación (1968, Premio de la Crítica de 1969) y Diálogos del conocimiento (1974), a los que puede agregarse el póstumo En gran noche, de 1991. El eje central es aquí la propia conciencia del vivir, que sólo el balbuceo logra enunciar con cierta exactitud, pues es un oscuro magma confuso y contradictorio.
Vivencias de signo muy diverso encuentran su formulación mediante flagrantes paradojas y sinsentidos.
En Poemas de la consumación es el hombre solo, aislado, con sus muchos años, el que se enfrenta a la existencia e indaga en la engañosa apariencia de las cosas. Pero en Diálogos del conocimiento es todo un coro de voces, contrapuestas unas veces, complementarias otras, el que se alza para rendirle cuentas a la vida. Son dos obras de enorme amargura.
Poco antes, en 1973, cuando cumplió los setenta y cinco años, se le ofrecieron diversos homenajes, como el del Instituto Internacional en España, con presencia de poetas españoles de todas las generaciones en activo; asimismo, la Asociación de Mujeres Universitarias, de Madrid, celebró su aniversario con un acto al que asistió el poeta; igualmente, en la ciudad de Nueva York, los profesores de Syracuse University organizaron unas jornadas literarias en su honor. En 1974, el poeta Octavio Paz, de viaje por Madrid, lovisitó en Velintonia acompañado de Pere Gimferrer, quien al año siguiente publicaría la Antología total de la obra del poeta.
La fama de Aleixandre llegó a su apogeo cuando la generación de los años setenta, la última que lo trató personalmente, entró en escena. Al poeta le resultaba fácil compartir estética con aquellos nuevos autores, muy jóvenes entonces pero con clara conciencia de sus propósitos, que volvían sobre los valores sensoriales e imaginativos de la palabra poética para dotarla de una más intensa expresividad. Es el llamado grupo de los poetas “novísimos” o de la Generación de la Palabra. En esa renovación, Aleixandre fue precursor, guía y admirable modelo.
Cuando el día 6 de octubre de 1977 la Academia sueca le otorgó el Premio Nobel, lo que hacía no era sino dar proyección internacional a su nombre, más allá de la que ya tenía, y facilitar la difusión de sus libros a otras lenguas, pero su obra ya había merecido antes el más difícil premio: la adhesión entusiasta de los mejores poetas en lengua española, a uno y otro lado del Atlántico. A partir de este acontecimiento, entró en una etapa de mudez que se vio agravada por las reiteradas dificultades de la vista. Su escritura se redujo a textos ocasionales, aunque aún tocados por la chispa de la inspiración poética que nunca le abandonó.
Quedó casi ciego en 1978 a causa de un herpes zóster que le afectó al trigémino. Algo de visión recuperó en 1980 gracias a la operación practicada por el doctor Castroviejo.
Mientras los homenajes en torno a su persona y su obra se multiplicaban, su vida se fue debilitando y la discreta presencia que había tenido en la escena pública se eclipsó. Alcanzó a conocer la cantata “Sonido de la guerra” que, sobre su poema homónimo, estrenó el compositor Luis de Pablo en 1981, y a ver publicado, en 1983, su último encuentro, con la figura de su amigo Pablo Neruda como protagonista. Hospitalizado y operado de urgencia a causa de una hemorragia intestinal, falleció en la noche del 13 de diciembre de 1984. Antes de ser intervenido, sus últimas palabras fueron: “La vida es un dolor”. Fue enterrado en el panteón familiar del cementerio de la Almudena, de Madrid, el sábado 15 de diciembre.
Obras de ~: Ámbito, Málaga, Litoral, 1928; Espadas como labios, Madrid, Espasa Calpe, 1932; Pasión de la Tierra, México, Fábula, 1935; La destrucción o el amor, Madrid, Signo, 1935; Sombra del Paraíso, Madrid, Adán, 1944; En la muerte de Miguel Hernández (folleto), Zaragoza, Cuadernos de las Horas Situadas, 1948; Vida del poeta: El Amor y la Poesía (prosa), Madrid, Aguirre Impresor, 1950; Mundo a solas, Madrid, Clan, 1950; Poemas paradisíacos (antología), Málaga, El Arroyo de los Ángeles, 1952; Nacimiento último, Madrid, Ínsula, 1953; Historia del corazón, Madrid, Espasa Calpe, 1954; El niño ciego de Vázquez Díaz (prosa), Madrid, Ateneo, 1954; Algunos caracteres de la nueva poesía española (prosa), Madrid, Imprenta Góngora, 1955; La llanura duerme (folleto), Barcelona, La Rosa Vera, 1955; Consumación (folleto), Málaga, Dardo, 1956; Mis poemas mejores (antología), Madrid, Gredos, 1956; Los encuentros (semblanzas en prosa), Madrid, Guadarrama, 1958; Poemas amorosos (antología), Buenos Aires, Losada, 1960; Ciudad del Paraíso (folleto), Málaga, Dardo, 1960; Poesías completas, pról. de C. Bousoño, Madrid, Aguilar, 1960; Picasso (folleto), Málaga, Cuadernos de María Cristina, 1961; Desnudos (folleto), Valladolid, F. Sabadell López, 1961; Antigua casa madrileña (folleto), Santander, Clásicos de todos los años, 1961; En un vasto dominio, Madrid, Revista de Occidente, 1962; María la Gorda (folleto), Málaga, Dardo, 1963; Retratos con nombre, Barcelona, El Bardo, 1965; Presencias (antología), Barcelona, Seix Barral, 1965; Dos vidas (folleto), Málaga, Cuadernos de María José, 1967; Poemas de la consumación, Barcelona, Plaza y Janés, 1968; Obras completas, pról. de C. Bousoño Madrid, Aguilar, 1968; Antología del mar y la noche, pról., selecc. y ordenación de J. Lostalé Madrid, Al-Borak, 1971; Sonido de la guerra (folleto), Valencia, Hontanar, 1971; Poesía superrealista (antología), Barcelona, Barral, 1971; Espadas como labios y La destrucción o el amor, ed. de J. L. Cano Madrid, Castalia, 1972; Diálogos del conocimiento, Barcelona, Plaza y Janés, 1974; Antología total, selecc. y pról. de P. Gimferrer, Barcelona, Seix Barral, 1975; Pasión de la Tierra, ed. de L. A. de Villena, Madrid, Narcea, 1976; Sombra del Paraíso, ed. de L. de Luis, Madrid, Castalia 1976; Discurso de recepción del Premio Nobel, Stockholm, The Nobel Foundation, 1978; Impresor del Paraíso (Bernabé Fernández-Canivell, en Málaga) (folleto), Málaga, Torre de las Palomas, 1979; Vicente Aleixandre (Una aventura hacia el conocimiento), est. y antología de J. Olivio Jiménez, Madrid, Júcar, 1981; Antología esencial, pról., selecc. y notas de A. [Duque] Amusco, Barcelona, Orbis, 1983; Tres poemas seudónimos (folleto), Málaga, Colección Juan de Yepes, 1984; Epistolario, ed. de J. L. Cano, Madrid, Alianza, 1986; Nuevos poemas varios, recopilación de A. Duque Amusco, ed. del mismo e I. Emiliozzi, Barcelona, Plaza y Janés, 1987; Prosas recobradas, recopilación y ed. de A. Duque Amusco, Barcelona, Plaza y Janés, 1987; 5 cartas de Vicente Aleixandre (folleto), ed. de J. L. Cano, Málaga, Centro Cultural del 27, 1989; Ámbito, ed. de A. Duque Amusco, Madrid, Castalia, 1990; En gran noche, ed. de C. Bousoño y A. Duque Amusco, Barcelona, Seix Barral, 1991; Miré los muros (folleto), Madrid, Universidad Autónoma de Madrid, 1991; El mar muerto (folleto), comentario de presentación de A. Duque Amusco, Málaga, 1991 (Colección Emilio Prados, VIII); con D. Alonso et al., Álbum (Versos de juventud), ed. de A. Duque Amusco y M.ª J. Velo, Barcelona, Tusquets, 1993; Mundo a solas, con ils. de L. Gordillo, ed. de A. Duque Amusco, Madrid, Imprenta Artesanal del Ayuntamiento de Madrid, 1998; Nacimiento último. Historia del corazón, ed. de I. Emiliozzi, Madrid, Biblioteca Nueva, 2001; Correspondencia a la generación del 27, ed. de I. Emiliozzi, Madrid, Castalia, 2001; Poesías Completas, ed. A. Duque Amusco, Madrid, Visor, 2001; Prosas Completas, ed. de A. Duque Amusco, Madrid, Visor, 2002; Cartas de Vicente Aleixandre a José Antonio Muñoz Rojas, ed. I. Emiliozzi, Valencia, Pre-Textos, 2005; “La otra memoria. Cartas de Vicente Aleixandre a José Manuel Caballero Bonald (A. Duque Amusco ed.)”, en Campo de Agramante, 6 (2006); Diez poemas de Vicente Aleixandre con grabados de Antonio Quintana, pról. de F. Nieva, s. l., s. f. (ed. privada); Nombre escondido (Antología esencial 1928-1984), Sevilla, Renacimiento, 2009, selecc. y pról. de A. Duque Amusco; De Nobel a novel. Epistolario inédito de Vicente Aleixandre a Miguel Hernández y Josefina Manresa, ed. de J. Riquelme, Jaén, Espasa, 2015; Cartas italianas, ed. y pról. de G. Depretis, Sevilla, Renacimiento, 2018.
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Alejandro Duque Amusco