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Juan José Domenchina Moreu

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Biografía

Domenchina Moreu, Juan José. Gerardo Rivera. Madrid, 18.V.1898 – Ciudad de México (México), 27.X.1959. Poeta y crítico literario.

Nació en el número 76 de la calle de Serrano, en el seno de una familia acomodada y sin antecedentes literarios.

Su padre, Francisco Domenchina Gónima, ingeniero de Caminos, hombre emprendedor, supo proporcionar a los suyos una bonanza económica que pronto les permitió mudarse a una de las mansiones más señoriales del barrio de Salamanca, en el 86 de la propia calle natal del escritor. Su madre fue Encarnación Moreu Batlle, nacida en 1873. Domenchina tuvo una única hermana, Mercedes, dos años mayor que él. El padre murió a los treinta y cinco de edad, cuando Juan José apenas contaba nueve. La familia se estableció entonces en la casa de la abuela materna, en el número 48 de Serrano, el que fue el domicilio del escritor hasta noviembre de 1936.

Pese a su orfandad, no tuvo una infancia desdichada.

Su madre compensó la falta del padre volcándose en la crianza de los hijos. Domenchina fue un niño sumamente precoz: según su testimonio, apenas sabía leer cuando ya borrajeaba versos; su primer poema lo habría escrito a los nueve años, en plena fiebre provocada por el sarampión. Descontado lo que pueda haber de hipérbole o de sorna en la confidencia, lo cierto es que su vocación literaria se manifestó muy pronto, y que pronto también chocó con las expectativas familiares. Estudió en el madrileño Colegio Clásico Español, donde, sin demasiada aplicación, en 1913 concluyó el bachillerato. Lector empedernido, descubrió por esas fechas a Montaigne y a los poetas simbolistas franceses; la literatura clásica española entretuvo sus vigilias. En 1914, con dieciséis años, escribió, y destruyó, su primer poemario.

Tras un presumible paso fugaz por la Universidad de Madrid, en la que habría iniciado la carrera de Filosofía y Letras, se matriculó en la Escuela Normal de Toledo, donde obtuvo el título de Maestro Nacional; nunca llegó a ejercer la docencia, hacia la que no se sintió inclinado. Bailar fue en esa época su ocupación favorita, desenfadado contrapunto a sus melancolías de lírico en ciernes. En 1916 conoció en Madrid a Amado Nervo, quien alentó paternalmente su afición a las musas; también, a una misteriosa Soledad, su primer amor. Ese mismo año escribió Del poema eterno, publicado al siguiente con un prólogo de Ramón Pérez de Ayala; a éste, como muestra de gratitud y admiración, fue dedicado su segundo libro de versos, Las interrogaciones del silencio, de 1918, con sucesivas reimpresiones en 1920 y 1922. Ambas obras se inscriben en la estela del tardosimbolismo, con la que Domenchina rompió a partir de ese momento. Resuelto a no ceder a imperativos utilitarios, se consagró a la búsqueda de su propia voz: la década posterior a la Gran Guerra fue la de su callada afirmación como poeta, de la que sólo unas tempranas Poesías escogidas (1922) concedieron algún atisbo público, en tanto que probó mano en otro género, la novela (El hábito, 1926; La túnica de Neso, 1929). A despecho de su talante robinsónico, su nombre sonó en los mentideros; su pertenencia a la burguesía madrileña le franqueó el acceso a la prensa literaria de la capital (La Pluma, España, La Gaceta Literaria, Revista de Occidente, El Sol) y a numerosas personalidades autóctonas y foráneas: en 1917 conoció a Manuel Machado; en 1919, a José Ortega y Gasset; en 1924, a Enrique González Martínez; el año anterior, se había iniciado su amistad con Manuel Azaña, de vitales consecuencias. Desde 1928, la tertulia que acaudillaba Ramón del Valle-Inclán en el Café Regina constituyó su principal círculo de relaciones.

A Juan Ramón Jiménez, con quien se ha exagerado su vinculación, no lo conoció personalmente hasta 1930, el mismo año que a la poetisa Ernestina de Champourcin, su futura esposa. De 1932 datan sendos encuentros con Federico García Lorca y Paul Valéry en Madrid. A Antonio Machado lo saludó por vez primera ese mismo año; su amistad se produjo pocos años más tarde, durante la Guerra Civil.

Cumplida la treintena, Domenchina, hombre hogareño, sigue viviendo en la casa materna, donde también residen su hermana, ya viuda, y sus dos sobrinos.

Son los años en que se consolida su fama de poeta y crítico incómodo. Los poemarios que ven la luz a partir de 1929 revelan el resultado de su laborioso silencio anterior: perfeccionista y heterodoxo en La corporeidad de lo abstracto (1929), El tacto fervoroso (1930) o Dédalo (1932), aparece ya dueño de su arte en Margen (1933). Al tiempo, sus artículos de crítica literaria —primero en El Sol; desde marzo de 1934 en el vespertino La Voz, donde hace valer su seudónimo “Gerardo Rivera”— le granjean antipatías duraderas; lo más granado de ellos se reúne en volumen en 1935.

En 1933 dirige la página de poesía de El Sol; es jurado de prestigiosos premios literarios, como el Nacional de Literatura de 1931 o el Lyceum de 1936. Su perfil público lo completa su incursión en la política, aunque subalterna, decisiva para su suerte: socio fundador de Acción Republicana en 1925, desde mediados de octubre de 1931 ejerce el cargo de secretario particular de Manuel Azaña, entonces presidente del Gobierno provisional, y desde el abril siguiente hasta febrero de 1935, asume también la secretaría política.

Más adelante, relató en unas memorias la experiencia.

El año de 1936 marcó la cumbre y el declive de su fortuna: auspiciadas por Juan Ramón Jiménez, en febrero aparecen en Signo sus Poesías completas (1915- 1934), premonitorio saldo de una etapa. En marzo, fue nombrado delegado del Gobierno en el Instituto del Libro Español, sección del Ministerio de Instrucción Pública. En tanto que varios escritores de su generación desatan en la prensa, a finales de ese mes, una campaña colectiva contra su actividad crítica, autores consagrados y miembros del gobierno le rinden homenaje. El 14 de julio, aparece su última colaboración en La Voz.

La guerra sorprendió a Domenchina convaleciente de una crisis reumática en su residencia familiar de Pozuelo de Alarcón (Madrid), donde solía pasar los veranos; en cuanto las circunstancias lo permitieron, regresó a la capital. Los acontecimientos se precipitaron: en septiembre, presentó la dimisión de su cargo en el Instituto del Libro; el 1 de noviembre, fue admitido en el Cuerpo Facultativo de Archiveros con carácter extraordinario; el día 8 del mismo mes, contrajo matrimonio con Ernestina de Champourcin; desde el 9, por temor a la entrada de las tropas fascistas en Madrid, permaneció escondido en un refugio con otros correligionarios, hasta el 14, en que volvió a su domicilio. Se iniciaron de inmediato las gestiones para su abandono de la ciudad, que se dilataron durante toda la segunda quincena de noviembre. El 2 de diciembre, Domenchina y su familia llegaron a Valencia, en la segunda expedición de intelectuales evacuados de Madrid por el Quinto Regimiento. Fueron acogidos provisionalmente por la Casa de la Cultura, hasta su alojamiento en un domicilio particular. Se le ofrecieron a Domenchina destinos en el extranjero, que rehusó; su deseo era servir a la causa republicana desde dentro del país. Aceptó, pues, en abril de 1937, la jefatura del Servicio Español de Información, órgano de la Subsecretaría de Propaganda del Ministerio de Estado. En su suplemento literario publicó versos ajenos y alguno propio, al tiempo que colaboró en la prensa valenciana. Su labor fue incansable. En noviembre de 1937 el Servicio Español de Información se trasladó a Barcelona, y con él, Domenchina. Desde marzo de 1938 dirigió en La Vanguardia una sección semanal de poesía; su propia creación poética aguardaba entretanto tiempos mejores. Se incorporó, como secretario, al Gabinete Diplomático de la Presidencia de la República. En diciembre, cuando la derrota republicana era ya inminente, se imprimieron en Barcelona las Nuevas crónicas de “Gerardo Rivera”, uno de sus títulos menos difundidos. A finales de enero de 1939, se trasladó en compañía de su familia a Perelada (Gerona), siguiendo los pasos de Azaña, a quien guardó lealtad hasta el fin; con riesgo de su vida, obtuvo en la cercana Figueras pasaportes diplomáticos para sí y los suyos. El 1 de febrero, los Domenchina cruzaron la frontera francoespañola, camino de un exilio que para el escritor fue vitalicio.

Después de una breve estancia en Le Boulou, la familia se estableció transitoriamente en Toulouse, a la espera de obtener un destino más seguro. Tras varias diligencias, Azaña consiguió a Domenchina una invitación de la recién fundada Casa de España en México, y así, el 16 de mayo de 1939, Juan José y los suyos emprendieron desde el puerto de Saint-Nazaire la travesía a América a bordo del Flandre. El 31 de ese mismo mes desembarcaron en Veracruz (México); pasados unos días de descanso en Orizaba, se desplazaron a la ciudad de México, su asentamiento definitivo.

Comenzó entonces el período más angustioso y fecundo en la vida del escritor, que se prolongó durante dos decenios, los de su plenitud creadora. Su destierro no asumido se convirtió en el único objeto de su existencia —desde ese momento, vicaria y prácticamente carente de sucesos, salvo los literarios— y de su obra.

Como secuela de la guerra y la expatriación, pasó inicialmente una fase de inactividad involuntaria, aquejado de un decaimiento físico y espiritual que incluso le impidió atender a los compromisos contraídos con La Casa de España. Pese a todo, en 1940 aparecieron sus Poesías escogidas (1915-1939) bajo el sello de esa institución y, en 1941, su controvertida Antología de la poesía española contemporánea (1900-1936), reeditada en 1946 y 1947. Entre octubre de 1940 y mayo de 1941 se hizo cargo, con Martín Luis Guzmán, de la revista Romance, suscitando polémicas enconadas.

Vivió de sus escritos, de su trabajo editorial, de la traducción, de algún empleo burocrático, pero su ánimo sólo se nutrió de reminiscencias matritenses. Los títulos se sucedieron monocordes: Destierro, 1942; Pasión de sombra, 1944; Tres elegías jubilares, 1946; Exul umbra, 1948; Perpetuo arraigo, 1949; La sombra desterrada, 1950. Regentó una colección de poesía en la editorial Centauro. Tras conocer a Carlos Bousoño a finales de 1946 en México, hacia 1948 estableció relación epistolar con numerosos poetas residentes en la lejana España, entre ellos, Vicente Aleixandre y el grueso de las jóvenes promociones; ese mismo año, lo visitó Dámaso Alonso. En 1949 intentó, sin éxito, que la madrileña colección Adonais editase su poesía.

En 1952, publicó sus Nueve sonetos y tres romances, precedidos de una carta a Alfonso Reyes, artífice de su afincamiento en México. En 1953, fue jurado de un concurso de poesía instituido por el Ateneo Español de México; en 1954, participó en el homenaje póstumo que el propio Ateneo dedicó a uno de sus mentores, Enrique Díez-Canedo.

El 29 de enero de 1955 murió su madre y Mercedes, su hermana, había fallecido pocos meses atrás. Para combatir el abatimiento en que lo sumen tales pérdidas, y acogiéndose a la ley de repatriación recién promulgada por el Gobierno franquista, planeó con su esposa un viaje a Madrid: el permiso de entrada en España le fue denegado, hundiéndolo en su aflicción, ya con carácter irrevocable. Perdidas para siempre la madre y la patria, sintió que ningún lazo lo ataba ya al mundo. Ese desasimiento provocó una inflexión religiosa en su poesía, especialmente manifiesta en El extrañado (1958), su testamento poético. En otoño de 1958 recibió a Gerardo Diego, hasta entonces amigo epistolar. Continuó escribiendo poesía y dirigió, hasta septiembre de 1959, la sección literaria del semanario mexicano Tiempo, donde en los últimos años había publicado numerosas reseñas. Enfermo desde varios meses atrás, falleció el 27 de octubre de 1959, y al día siguiente recibió sepultura en el Panteón español del Distrito Federal. La prensa mexicana acogió con parquedad el óbito y los actos celebrados en memoria del escritor.

 

Obras de ~: Del poema eterno, Madrid, 1917; Las interrogaciones del silencio, Madrid, Imprenta de Ramona Velasco, 1918 (reed. 1920, 1922); Poesías escogidas. Ciclo de mocedad, 1916- 1921, Madrid, Imprenta de Ramona Velasco, 1922; El hábito, Madrid, 1926 (reed.1993); La corporeidad de lo abstracto, Madrid, Artes Gráficas, 1929; La túnica de Neso, Madrid, Tipografía de El Adelantado de Segovia, 1929 (reed. 1994); El tacto fervoroso, 1929-1930, Madrid, Imprenta Viuda de P. Perez, 1930; Dédalo, con una caricatura lírica del poeta por Juan Ramón Jiménez, Madrid, [Espasa Calpe], 1932 (reed. 1982); Margen, Madrid, Espasa Calpe, 1933; Crónicas de “Gerardo Rivera”, Madrid, Bolaños y Aguilar-M. Aguilar, Edit., 1935 (reed. México, 1946); Poesías completas (1915-1934), con dos caricaturas líricas y un epigrama de Juan José Domenchina por Juan Ramón Jiménez, Madrid, Signo, 1936; J. de Espronceda, Obras poéticas completas, ed. de ~, Madrid, 1936; Nuevas crónicas de “Gerardo Rivera”, Barcelona, Juventud, 1938; Poesías escogidas (1915-1939), México, 1940; Pasión y muerte de la República española, México, 1940-1941; Antología de la poesía española contemporánea (1900-1936), selección, prólogo y notas críticas y bio-bibliográficas de ~; epílogo de E. Díez-Canedo, México, D.F., Atlante, 1941 (1946, 1947); Destierro: sonetos, décimas concéntricas y excéntricas, burlas y veras castellanas, México, Atlante, 1942; H. Pirenne, Historia de Europa, desde las invasiones al siglo xvi, trad. de ~, México, 1942; R. Callois, El hombre y lo sagrado, trad. de ~, México, 1942; Pasión de sombra (Itinerario), México, 1944; Tercera elegía jubilar, México, 1944; Kalidasa, La ronda de las estaciones, trad. y pról. de ~, México, 1944; La flauta de jade, pról. de ~, México, ¿1944? (pról.); P. Louÿs, Las canciones de Bilitis, trad. y pról. de ~, México, 1944; Las gacelas de Hafiz, pról. de ~, México, 1944; Valmiki, El destierro de Rama, México, pról. de ~, 1944; El diván de Abz-ul-Agrib, México, 1945; Fray Luis de León, Obra escogida, ed. de ~, México, ¿1945?; La guirnalda de Afrodita, pról. de ~, México, ¿1945?; M. de Unamuno, Obra escogida, ed. de ~, México, 1945; R. M.ª Rilke, Las elegías de Duino, pról. de ~, México, 1945; Tres elegías jubilares, México, Centauro, 1946; Cuentos de la vieja España, ed. de ~, México, 1946; E. Dickinson, Obra escogida, trad. e intr. de ~, México, 1946; Exul umbra, México, Stylo, 1948; Perpetuo arraigo (1939-1949), México, 1949 (1968); La actual poesía española en España, México, 1950; La sombra desterrada, México, 1950; R. Nieto Peña, Los poemas de Palencia, pról. de ~, México, 1951; Nueve sonetos y tres romances con una carta rota, incoherente e impertinente a Alfonso Reyes, México, 1952; Un entendimiento ejemplar: don Manuel Azaña, escritor y político, La Habana, 1952; El extrañado, 1948-1957, México, 1958; M. Raymond, De Baudelaire al Surrealismo, trad. de ~, México, 1960; Poemas y fragmentos inéditos, 1944-1959, México, 1964; El extrañado y otros poemas, pról. de G. Diego, Madrid, 1969; La sombra desterrada (1948-1950), ed. de Á. Caffarena, Málaga, 1969; Poesía (1942- 1958), intr. de E. de Champourcin, Madrid, 1975; Los jardines de Hafsa, Madrid, 1986; La sombra desterrada y otros poemas, intr. de E. de Champourcin, Madrid, 1994; Obra poética, ed. de A. de Paz, Madrid, 1995, 2 vols.; Artículos selectos, Madrid, Fundación Banco Santander, 2010.

 

Bibl.: R. Pérez de Ayala, “Palabras iniciales”, en Del poema eterno, Madrid, Mateu, 1917, págs. vii-xii; Á. del Río, “Juan José Domenchina: Margen”, en Índice Literario, II, 2 (1933), págs. 53-54; R. Blanco-Fombona, “Un buen crítico”, en La Voz, 26 de marzo de 1935, pág. 2; J. R. Jiménez, “Caricatura, rudos y entrefinos”, en El Sol, 15 de diciembre de 1935, pág. 5; Azorín, “La corporeidad de lo abstracto, Domenchina”, en Ahora, 9 de abril de 1936, pág. 5; J. R. Jiménez, “Con la inmensa minoría crítica”, en El Sol, 26 de abril de 1936, pág. 1; B. Jarnés, “Poesía en fuga”, en El Sol, 26 de mayo de 1936, pág. 2; J. M.ª Valverde, “Exules filii Hispaniae”, en Cuadernos Hispanoamericanos, 10 (1949), págs. 203-208; L. de Luis, “J. J. Domenchina: La sombra desterrada”, en Ínsula, 67 (1951), pág. 5; J. Chabás, “Juan José Domenchina”, en Literatura española contemporánea 1898-1950, La Habana, Cultural, 1952, págs. 556-559; E. Azcoaga, Panorama de la poesía moderna española, Buenos Aires, Periplo, 1953, págs. 49- 51; M. Aub, “Juan José Domenchina”, en La Gaceta del Fondo de Cultura Económica, 64 (1959), pág. 2; E. Díez-Canedo, “Juan José Domenchina”, en Estudios de poesía española contemporánea, México, Joaquín Mortiz, 1965, págs. 178-188; G. Diego, “Prólogo” a J. J. Domenchina, El extrañado y otros poemas, Madrid, Rialp, 1969, págs. 7-15; R. Morales, “Redescubrimiento y retorno de Domenchina”, en Arriba, 3 de mayo de 1970, pág. 16; R. P. Meux, The Poetry of Juan José Domenchina, Los Ángeles, University of California. Los Ángeles, 1972; C. G. Bellver, El mundo poético de Juan José Domenchina, Madrid, Editora Nacional, 1979; A. Carreira, “El gongorismo involuntario de Juan José Domenchina”, en Bulletin Hispanique, XC (1988), págs. 301-320; M. A. Jáuregui, Juan José Domenchina y el tema de la muerte, México, Punto por Punto, 1988; A. Sotelo, Juan José Domenchina: en busca de la identidad perdida, Cuadernos de la Fundación Españoles en el Mundo, 10 (1994); E. García Fuentes, “Prólogo” a la ed. facs. de La túnica de Neso, Madrid, Biblioteca Nueva, 1994, págs. ix-lxxiii; A. de Paz, “Introducción”, en J. J. Domenchina, Obra poética, vol. I, Madrid, Castalia-Comunidad de Madrid, 1995, págs. 15-67; A. Carreira, “La negra sombra de Juan José Domenchina”, en 60 ans d’exil républicain: des écrivains espagnols entre mémoire et oubli, Exils et migrations ibériques au XXe siècle, 6 (1999), págs. 115-132.

 

Amelia de Paz de Castro

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