Espina y Tagle, Concepción. Concha Espina. Santander (Cantabria), 15.IV.1869 – Madrid, 19.V.1955. Escritora.
Hija de Víctor Espina, descendiente de familia asturiana, y de Ascensión Tagle, de familia noble de Santillana del Mar (Cantabria) aunque nacida en Madrid, Concepción Espina fue educada en el seno de una familia conservadora, acomodada y católica. A los trece años, la ruina del negocio de su padre ocasionó su traslado al domicilio de su abuela materna en Mazcuerras (Cantabria). De su temprana afición a la poesía da muestra la publicación, en 1888, de un poema titulado “Azul” en El Atlántico, bajo seudónimo (Ana Coe Schnip). Testimonio de esa vocación inicial son también sus tres poemarios: Mis flores (1904), Entre la noche y el mar (1933) y La segunda mies (1943).
En 1891 fallece su madre, que había contribuido al despertar de su sensibilidad y vocación literarias. En 1893 se casa con Ramón de la Serna y Cueto, de acaudalada familia con negocios en Chile, pero residente en Cabezón de la Sal, próximo a Mazcuerras. El matrimonio se traslada a Chile con el fin de solventar los problemas financieros de la empresa familiar, que a su llegada encuentran en quiebra. Su situación económica se agrava y, tras el nacimiento de sus dos primeros hijos, Ramón y Víctor, Concha Espina pide una oportunidad como escritora a un sacerdote de su parroquia de Valparaíso, que le anima a publicar sus primeros escritos en El Porteño. Comienzan sus colaboraciones habituales en El Correo de Buenos Aires.
De regreso a España se instalan en Mazcuerras, donde nacen sus hijos, José, que murió a la edad de cinco años, y Josefina. Desde 1907 residen en Cabezón de la Sal, donde nace Luis, el menor de sus hijos.
En 1907, Concha Espina gana un concurso literario organizado por la revista santanderina La Semana, con un cuento titulado El Rabión. El jurado que emite el fallo está presidido por Marcelino Menéndez Pelayo.
Comienza a escribir su primera novela, La niña de Luzmela, y se agrava la ya delicada situación de su matrimonio, debido a los celos profesionales del esposo hacia el incipiente éxito de la escritora. Se separan definitivamente y ella le procura un empleo en México con el apoyo de sus amistades y de varios miembros de su familia política, conscientes de la situación.
Se traslada a Madrid con el difícil propósito de publicar su primera novela, con el apoyo de los hermanos Menéndez Pelayo y del poeta José del Río Sainz, y con graves dificultades económicas, subsanadas sólo en parte con la venta de una sortija de esmeralda de herencia familiar. La acompañan sus cuatro hijos, a quienes en el futuro proporcionará estudios universitarios y largas estancias en el extranjero, y su asistente, Julia de los Ríos, que fue su confidente, secretaria y ama de llaves. Comienzan sus colaboraciones en el diario ABC, en la revista Lecturas, en diarios santanderinos y en publicaciones especializadas.
En 1909, con la publicación de su primera novela, La niña de Luzmela, se abre el camino del éxito, con una prosa de gran corrección idiomática y plena de riqueza léxica y de matices poéticos.
Según la crítica estadounidense Mary Lee Bretz, Concha Espina es la primera mujer española que vivió con independencia económica gracias a su trabajo como escritora. En la actualidad no resulta sencillo orientar su filiación literaria, si bien admiraba a José María de Pereda, Amós de Escalante, Manuel Llano, Benito Pérez Galdós, Emilia Pardo Bazán y Marcelino y Enrique Menéndez Pelayo.
A caballo entre el romanticismo, el costumbrismo, el realismo y el regionalismo, o incluida por alguna de sus obras en el modernismo, su estilo es ecléctico y no siempre inalterable, dado lo dilatado de su carrera, lo prolífico de su obra y su situación personal, que le impulsaba a escribir no sólo por afición creativa, sino por necesidad de subsistencia.
Desde el punto de vista cronológico, se sitúa en la Edad de Plata de la literatura española, junto a los escritores de la Generación del 98. Su estilo es, a grandes rasgos, el de una escritora que quiso ser poeta y que se dedicó a la prosa aconsejada por Marcelino Menéndez Pelayo. El “realismo ilusorio”, de una de sus protagonistas, en realidad su alter ego, puede definir su propia obra, pues sintetiza narración y poesía, realidad y deseo. Enrique Menéndez Pelayo la define como una “escultora de almas”, y son características sus descripciones de paisajes de mar y montaña, identificadas en ocasiones con los estados de ánimo de sus personajes.
En 1910 publica Despertar para morir y en 1912, Agua de nieve. En 1914, La esfinge maragata será objeto de la concesión del Premio Fastenrath de la Real Academia Española, en su quinta edición y en la primera ocasión en que se le otorga a una escritora. La autora se documentó in situ para la composición de este primer gran éxito novelístico, en el que describe el modo de vida de las mujeres maragatas.
En esa época es ya conocida en Madrid su tertulia semanal, “los miércoles de Concha Espina”, en la que participan, entre otros intelectuales, Antonio Maura, Ortega y Gasset, Ricardo León, Antonio Machado, Gerardo Diego, Federico García Lorca, Pilar Valderrama y Félix García, un sacerdote escritor y crítico de su obra.
En 1916 escribe la novela La rosa de los vientos y el ensayo Mujeres del Quijote, que en su primera edición llevará por título Al amor de las estrellas y será ilustrado por un joven pintor santanderino del que Concha Espina era mecenas, César Genaro Abín. En 1928, el Middlebury College realiza una edición especial para hispanistas, reeditada en 2005, en el cuarto centenario de El Quijote y como homenaje a la autora en el quicuagésimo aniversario de su fallecimiento.
Entre 1916 y 1920 publica narraciones cortas, caracterizadas por la agilidad con la que presenta a sus personajes, la candidez de las situaciones, el lenguaje pleno de lirismo, la fina observación del detalle y el alarde imaginativo de las descripciones. Destacan las incluidas en Ruecas de marfil (1917), entre las que puede señalarse El Jayón, por ser merecedora del Premio Espinosa y Cortina, adaptada por la autora como obra de teatro a petición del autor dramático Martínez Sierra, y reconvertida por Francisco Mingoni en libreto para una ópera estrenada en Brasil.
En 1920, con la publicación de El metal de los muertos, novela inspirada en la huelga minera de Riotinto, de marcado corte social, se produce el segundo gran éxito novelístico de Concha Espina, y su obra se reconoce internacionalmente. Proliferan las reediciones y las traducciones al inglés, francés, polaco, holandés, sueco, checo, ruso, portugués, alemán e italiano. Ese mismo año se publican conjuntamente las Pastorelas, breves relatos que Concha Espina había enviado a diferentes diarios locales santanderinos para su publicación individual.
En 1921 sorprende a los lectores con Dulce Nombre, novela con protagonista femenina, siguiendo su línea más generalizada, aunque ambientada de nuevo en su pueblo materno. En 1922 se publican Simientes y Cuentos, series de relatos breves similares a las Pastorelas.
En el período comprendido entre 1923 y 1927 continúa sin interrupciones su labor literaria: publica la novela El cáliz rojo (1923) y Tierras del Aquilón (1924), nueva serie de relatos breves con la que obtiene el Premio Castillo Chirel; ambos son fruto de su estancia en Alemania en visita a su hijo mayor.
Ese mismo año es nombrada hija predilecta de la ciudad de Santander, cuyo ayuntamiento cede unos terrenos ubicados en los jardines de Pereda para erigir su monumento, realizado por Victorio Macho y sufragado por suscripción popular. Se coloca la primera piedra del jardín de Concha Espina con la presencia de los reyes de España, Alfonso XIII y Victoria Eugenia.
En 1926 escribe Altar Mayor, ambientada en el santuario y hospedería de Covadonga; esta novela es objeto de la concesión del Premio Nacional de Literatura, junto a Wenceslao Fernández Flórez. La polémica derivada del fallo de este premio ocasiona que Concha Espina renuncie a su importe y lo entregue para la suscripción del monumento a Cervantes.
En 1927, Alfonso XIII le concede la Banda de Damas Nobles de la Reina María Luisa, entregada por primera vez por méritos literarios, y el cambio de nombre para su localidad materna, Mazcuerras, que en adelante se llamará Luzmela, en homenaje a la novela con la que se dio a conocer fuera de los límites de su provincia. Le ofrece además un título nobiliario, el de marquesa de Luzmela, que ella no acepta.
En 1928 se propone su candidatura a la Real Academia Española. Viaja a Estados Unidos, invitada por el Middelbury College, y también a Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico, en una representación cultural a petición de Alfonso XIII. Allí elogia la cultura, las tradiciones, la religiosidad y la idiosincrasia española, mientras comenta sus novelas en varias conferencias. En Nueva York le es concedida la Medalla de Arte y Literatura de la Hispanic Society, institución de la que será vicepresidenta en 1943.
A su regreso a España, el profesor Wuulf, académico sueco, presenta su candidatura al Premio Nobel de Literatura, que no prosperó a falta de un solo voto —la Real Academia Española no la apoyó—, a pesar de que, según el presidente del comité del Nobel, lo merecería por una sola de sus Pastorelas, la titulada En propia mano. También al regreso de este periplo, Alfonso XIII le concede el Gran Cordón de Isabel la Católica.
En 1929 escribe La virgen prudente, que versa sobre las dificultades de una mujer para brillar intelectualmente en un mundo eminentemente masculino, y publica Siete rayos de sol, recopilación de cuentos del folclore castellano y mexicano.
La flor de ayer (1934), cierra un largo y fructífero período en la vida y en la producción literaria de Concha Espina, que comienza a perder paulatinamente la visión, dramática circunstancia que ralentiza su ritmo de trabajo pero apenas altera su capacidad creativa.
El 13 de julio de 1934 obtiene el divorcio, por iniciativa de su amiga Clara Campoamor, diputada por el Partido Radical, que se ocupa de los trámites.
En 1931, Concha Espina había afirmado que el divorcio era “una necesidad social” y “un gran acierto de la República”.
En 1935 regresa a América por última vez, para representar a España en el cuarto centenario de la fundación de Lima.
La Guerra Civil la sorprende veraneando en Mazcuerras, en donde permanecerá hasta la llegada de dos de sus hijos, que entran en Santander con las tropas franquistas en agosto de 1937. Durante la contienda se muestra partidaria del bando sublevado y firme defensora de la Falange Española, a la que pertenece.
En compañía de varios familiares femeninos, entre los que se incluyen dos de sus nietas, relata su temor, y su preocupación por el presente y el futuro en una serie de relatos titulada Luna roja, una novela ambientada en Santander; Retaguardia, y el diario Esclavitud y libertad.
Diario de una prisionera.
Tras la guerra, continúa escribiendo con la ayuda de una plantilla guía y es operada en la clínica Barraquer, en Barcelona, pero no recupera totalmente la visión.
Escasean los ejemplos de literatura comprometida con las injusticias sociales y el empeño en mejorar la situación individual y social de la mujer, hasta entonces siempre presente en la mayoría de sus obras.
En 1944, la Editorial FAX publica, por primera vez, sus Obras completas, con prólogo de su hijo, el periodista Víctor de la Serna, previa supervisión de su autora.
En 1945 es propuesta, de nuevo sin éxito, como candidata al Premio Nobel de Literatura. Varias crónicas, biografías, series de cuentos y una obra de teatro se suceden hasta la composición, en 1947, de El más fuerte, un retrato de la vida burguesa en Madrid.
Ese verano, su pueblo, Mazcuerras, le dedica un monumento en la plaza cercana a su domicilio en dicha localidad. El día 5 de diciembre de 1947, su amigo el escritor José María de Cossío, recién ingresado en la Real Academia Española, propone que la escritora ocupe otro sillón vacante en dicha institución, intento de nuevo infructuoso, a pesar de tener en su haber los tres grandes premios que otorga dicha institución: el Espinosa y Cortina, el Fastenrath y el Nacional de Literatura.
En 1948, durante un homenaje en Mazcuerras, en donde transcurrió la mayor parte de sus veraneos, le otorgan la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio, y en 1949 obtiene la Medalla de la Academia de Letras y Artes de la ciudad de Córdoba.
El 10 de septiembre de 1950, José María Girón le impone la Medalla de Oro del Mérito al Trabajo, de la que la escritora afirmó sentirse orgullosa, porque creía que “de verdad la merecía”. Su trabajo incansable, unido a su vocación literaria y al éxito de sus creaciones, es un componente básico en su dilatadísima carrera literaria. El homenaje coincide con la aparición en las librerías santanderinas de la novela Un valle en el mar, que dedica a su ciudad natal, “la tierra y el mar de mi juventud”.
En 1952, la autora hace una pequeña incursión en la crítica literaria, publicando y comentando, en De Antonio Machado a su grande y secreto amor, las cartas que Antonio Machado escribía a Guiomar, a petición de su destinataria, Pilar Valderrama.
La última novela de Concha Espina apareció en 1953; se titula Una novela de amor y narra la estrecha relación amorosa juvenil entre Marcelino Menéndez Pelayo y su prima andaluza, Conchita Pintado.
En 1954, en un solemne acto en Santander, se le concede la Medalla de Oro del Mérito Provincial.
Participó en casi todos los géneros literarios y colaboró en prensa, radio y diversos acontecimientos sociales, como pregones de Semana Santa y sindicatos de obreros. Muchas de sus obras fueron adaptadas al cine: en 1935, Eusebio Fernández Ardavín dirige Vidas rotas, película basada en El jayón —que previamente se había estrenado en Madrid como obra de teatro—; en 1943, Gonzalo Delgrás dirige Altar Mayor; en 1948, La esfinge maragata es adaptada como versión cinematográfica por Antonio de Obregón; La niña de Luzmela es llevada al cine por Enrique Gómez, en 1949, y Dulce Nombre, en 1951, es dirigida por Ignacio F. Iquino. En 1954, una película argentina titulada Guacho recrea el drama de El jayón.
Concha Espina falleció en su domicilio madrileño de la calle de Alfonso XII el 19 de mayo de 1955, cuando se encontraba escribiendo una novela de carácter autobiográfico, acababa de enviar un artículo al ABC que se publicaría como homenaje al día siguiente de su fallecimiento, y revisaba la segunda edición de sus Obras completas, que apareció ese mismo año. Pionera en el modo de afrontar la problemática femenina desde la literatura —reivindicando el progreso que consideraba imprescindible desde historias individuales—, en su lucha por la problemática social de los mineros en España, en sus innumerables viajes y experiencias derivadas de éstos —siempre reflejadas en sus obras—, su ex libris y mote de su escudo: “Velar se debe a la vida de tal suerte que viva quede en la muerte”, cierra el prólogo a sus Obras completas, cuya tercera edición tuvo lugar en 1970.
Obras de ~: Mis flores, Valladolid, Tipografía La Libertad, 1904; Trozos de vida, Madrid, Biblioteca Patria de Obras Premiadas, 1908 (t. LV); La niña de Luzmela, Madrid, Renacimiento, 1909; Despertar para morir, Madrid, Renacimiento, 1910; Agua de nieve, Madrid, Renacimiento, 1911; La esfinge maragata, Madrid, Renacimiento, 1914 (intr. de C. Fernández Gallo, Santander, Editorial Tantín, 2017); Al amor de las estrellas, Madrid, Renacimiento, 1916; La rosa de los vientos, Madrid, Renacimiento, 1916; Ruecas de marfil, Madrid, Renacimiento, 1917; El metal de los muertos, Madrid, Renacimiento, 1920; Pastorelas, Madrid, Renacimiento, 1920; Dulce Nombre, Madrid, Renacimiento, 1921; Simientes, Madrid, Renacimiento, 1922; Cuentos, Madrid, Renacimiento, 1922; El cáliz rojo, Madrid, Renacimiento, 1923; Tierras del Aquilón, Madrid, Renacimiento, 1924; Altar Mayor, Madrid, Renacimiento, 1926; La virgen prudente, Madrid, 1929; Siete rayos de sol, Madrid, 1929; Copa de horizontes, Madrid, Compañía Iberoamericana de Publicaciones S.A.,1930; Singladuras. Viaje americano, Madrid, Renacimiento, 1932; Entre la noche y el mar, Madrid 1933; La flor de ayer, Madrid, 1934; Retaguardia, San Sebastián, Editorial BIMSA, 1937; Esclavitud y libertad. Diario de una prisionera, Valladolid, Reconquista, 1938; Cuatro novelas, Madrid, 1938; Las alas invencibles, San Sebastián, BIMSA, 1938; La ronda de los galanes, La Novela del Sábado, año I, n.º 6, 4 de marzo de 1939; Casilda de Toledo. Vida de Santa Casilda, Madrid, Biblioteca Nueva, 1940; La tiniebla encendida, Madrid, 1940; Medalla, Madrid-Barcelona, Huerto Cerrado, 1941; José Antonio de España, Madrid-Barcelona, Huerto Cerrado, 1941; La segunda mies, Madrid Afrodisio Aguado, S.A., 1943; Obras completas de Concha Espina, Madrid, FAX, 1944 (2.ª ed., 1955; 3.ª ed., 1970); Victoria en América, Madrid, 1947; El más fuerte, Madrid, Aguilar, 1947; Un valle en el mar, Santander, Aldus, S.A., 1950; Una novela de amor, Madrid, LIFESA, 1953; Aurora de España, Madrid, Biblioteca Nueva, 1955; El Rabión y otros cuentos, selec., introd. y notas de C. Fernández Gallo, Santander, Ediciones Tantín, 2005.
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Cristina Fernández Gallo