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Luis Calandre Ibáñez

Biografía

Calandre Ibáñez, Luis. Cartagena (Murcia), 26.III.1890 – Madrid, 29.IX.1961. Cardiólogo.

Nace en Cartagena, en el seno de una familia de tradición médica y liberal, donde su padre ejercía de médico. Una Cartagena en la que el Sexenio Democrático revolucionario había tenido especial incidencia e influencia política. Realiza los estudios de bachillerato bajo la influencia de su Instituto que gozaba de gran prestigio en el campo de las Ciencias Naturales, con laboratorios excelentes. Terminados estos estudios de bachillerato se traslada en 1906 a Madrid para cursar los de Medicina, licenciándose en 1911.

En esos momentos Madrid es una ciudad cultural y científicamente espoleada por la Generación del 98, y por la recuperación de los hábitos científicos en todos los campos. El liderazgo de Ramón y Cajal en este esfuerzo fue grande. La Junta para la Ampliación de Estudios (JAE) se crea en 1907, con el Gobierno liberal de Vega Armijo, siendo ministro de Instrucción Pública otro ilustre médico cartagenero, el doctor Amalio Gimeno, y poco después, en 1910, se crea la Residencia de Estudiantes, siendo su director Alberto Jiménez Fraud, más tarde amigo y protector de Calandre. Entre los maestros que tiene Calandre en la Facultad de San Carlos destacan por su influencia directa, puesto que, como señala el mismo Calandre “trabajo tenaz con Cajal, Achúcarro y Madinaveitia”.

La gran influencia recibida por la escuela de Cajal, sobre todo por la obra de Achúcarro, condujo a Calandre a la investigación en el campo histológico, y dentro de él en el de la estructura del corazón. Solicita una beca de dos años a la JAE para completar sus estudios histológicos que, al concedérsela gracias a la favorable apreciación por parte de sus líderes (Giner, Cossío, Castillejo, Alberto Jiménez Fraud), se desplaza al año siguiente, en 1912, a Berlín.

El Berlín al que llega Calandre es un hervidero intelectual, cultural, científico y político. El continuo auge de la socialdemocracia alemana, con sus debates entre posturas revisionistas (Bernstein) y radicales (Rosa Luxemburgo), da lugar a un ambiente social profundamente comprometido con las causas progresistas, sobre todo en evitar la inminente guerra. Hay que recordar que uno de sus profesores, el eminente cardiólogo Georg Friedrich Nicolai (1876-1964), se distingue por su activismo social y político, profundamente pacifista. De esta forma Nicolai escribió más tarde, con otro prestigioso médico y político, Felix Boenheim (1890-1960), La biología de la guerra (Die Biologie des Krieges, 1917), por lo que será separado de su cátedra en Berlín. En ese Berlín se nota la profunda huella de la obra científica, profesional y política del maestro Rudolf Virchow. Calandre con veintidós años va al hospital municipal Moabit con el profesor Carl Benda (1857-1932), por aquel entonces jefe del Instituto Anatomopatológico del mismo.

Este hospital, pese a su corta historia, pues fue fundado en 1872, adquirió renombre mundial por la calidad de sus profesores, entre los que figuraron, en un momento u otro, Rudolf Virchow, Kurt Goldstein, Robert Koch, Max Cohn o Paul Ehrlich. También se caracterizó este hospital por ser un centro de la inteligencia judía en Berlín, por lo que sufrió terribles represiones con el régimen nazi, desde 1933. Es en este ambiente de gran estímulo intelectual, político y científico en el que Luis Calandre realiza parte de su formación científica y cultural. Efectivamente, el profesor Nicolai le recomendó a Calandre continuar sus estudios de Electrocardiografía, en la Charité, otro centro hospitalario de gran renombre. Allí analizó las modificaciones que sufre el ECG con los cambios de frecuencia del pulso en el ejercicio muscular, con la fiebre, en los estados vagotónicos, etc., para lo que hizo múltiples observaciones. Asistió además a las clases de Max Rübner (1854-1932), de Fisiología, y a las de Friedrich Kraus (1858-1936) y de Nicolai sobre Fisiopatología del corazón. Las clases de Kraus de Medicina Clínica en la Charité constituían, en esa época, un foro para la elite científica y filosófica de Berlín y de toda Alemania, dada su personalidad.

Efectivamente, su talla intelectual y amplitud de miras le hizo favorecer una fecunda interdisciplinariedad, así como cooperar con la Sociedad para la Filosofía Empírica, con figuras como Ernst Mach.

Era partidario Kraus de un concepto unitario, holista, del organismo, y en concreto de la persona. En ese sentido influyó en discípulos como Theodor Brusch o Gustav von Bergmann. Pero además hay que destacar que Kraus fue el introductor de la Electrocardiografía Clínica, de la Hematología como especialidad de laboratorio, o del método de Wassermann como prueba consagrada para el diagnóstico de la sífilis.

Cuando Calandre termina el semestre de invierno en Berlín se traslada a Friburgo, donde trabaja en la clínica y laboratorio del profesor Oskar de la Camp (1871-1925), discípulo a su vez de Karl Ludwig Aschoff (1866-1942).

La labor hecha por Calandre a lo largo de estos dos intensos años en Berlín le permitió confeccionar varios informes a la JAE dedicados a los diversos aspectos estudiados: “Anatomía del sistema de conducción atrioventricular del corazón”, “Valor clínico del electrocardiograma”, “Contribución al diagnóstico funcional del corazón derecho”, “Relación entre la frecuencia del pulso y la duración del sístole ventricular en el hombre, determinada por medio del electrocardiograma”, “Estudios poligráficos del pulso, con especial atención al pulso venoso”, “Diagnóstico dinámico del pulso”. También de este año 1913 es un folleto hecho en colaboración con Achúcarro sobre “El método del tanino y la plata amoniacal aplicado al estudio del tejido muscular cardíaco del hombre y del carnero”.

A su regreso, en enero de 1914, se colegió Calandre en Madrid, y a finales de ese mes le fue renovada la pensión que tenía de la JAE. No se desplazó, sin embargo, a Alemania para disfrutar de tal oportunidad probablemente a causa del clima de guerra inminente que se respiraba. También pudo haber influido en esa decisión el haber sido nombrado, por Alberto Jiménez Fraud, director del Laboratorio de Anatomía Microscópica de la Residencia de Estudiantes, en su calidad de médico de la misma, a propuesta del propio Nicolás Achúcarro. Esta conexión con la Residencia de Estudiantes, una de las plasmaciones de los ideales de la Institución Libre de Enseñanza, supone en la práctica una cierta continuidad con el ambiente intelectual y político progresista que había vivido en Berlín. No es de extrañar, por tanto, que la mayor parte de los componentes y figuras de prestigio de la Residencia tuviesen que emigrar al acabar la Guerra Civil o fueran represaliados, como le ocurrió a Calandre.

Hay que hacer constar que en la “Colina de los Chopos”, tal como fue bautizada por Juan Ramón Jiménez, se habían construido varios laboratorios, en el cuarto Pabellón, también conocido además como el “Transatlántico”. También conviene traer a colación la influencia de otro laboratorio creado un poco antes, pero de la misma orientación científica, e incluso política, el de Luis Simarro, en su vivienda en el Arco de Santamaría, junto al Palacete de Lázaro Galdiano, en los bajos de su casa, y de la contigua del doctor Madinaveitia, en donde trabajaron Nicolás Achúcarro, Gonzalo Rodríguez Lafora y el mismo Luis Calandre.

Entre los laboratorios de Medicina creados en la Residencia de Estudiantes destacaron además del de Anatomía Microscópica de Luis Calandre, el de Fisiología (creado en 1916) dirigido por Juan Negrín, el de Fisiología y Anatomía de los Centros Nerviosos, creado asimismo en 1916 y cuyo jefe fue Gonzalo Rodríguez Lafora, el de Química Fisiológica dirigido por Antonio Madinaveitia y José Ángel Sacristán, y el de Histología Normal y Patológica que ocupó en 1920 Pío Río Hortega. Allí se formaron personalidades de la talla de Severo Ochoa, Francisco Grande Covián, Rafael Méndez, José Puche Álvarez, Isaac Costero, Ángel Garma, etc. A este respecto, el ilustre médico murciano, alumno de la Residencia de Estudiantes desde 1924, el farmacólogo Rafael Méndez, y exiliado en México, destaca en su obra de recuerdos Caminos Inversos “(la Residencia) contaba con una amplia biblioteca; y la planta baja y el sótano de uno de los pabellones albergaban los laboratorios de investigación y de enseñanza en química, bacteriología, histología y fisiopatología, con maestros de la talla de don Juan Negrín, don Pío del Río Hortega y don Antonio Madinaveitia”.

De la misma forma se tiene el testimonio de Severo Ochoa afirmando “¡qué gran oportunidad para un joven estudiante de Medicina que estimulado por la lectura de Cajal, el ejemplo de Río Hortega, y la presentación por Negrín y otros maestros [...] estaba ávido de conocimientos y de iniciarse a la investigación!”; y de Grande Covián señalando que el Laboratorio de Anatomía Microscópica (de Calandre) tenía como misión “enseñar Histología a los que cursábamos primer año de medicina. En aquel laboratorio aprendimos a teñir cortes y montar preparaciones muchas generaciones de residentes”. Pero además de la enseñanza de las prácticas también se llevaban a cabo trabajos de investigación como hizo Calandre con el becario Luis Mier, en una comunicación a la Sociedad Española de Biología sobre “la fina estructura del miocardio”. También hizo allí Calandre los trabajos de la parte histológica de su libro Anatomía y Fisiología clínicas del corazón, publicado en 1920, en la sección Medicina y Biología, de la editorial Saturnino Calleja, dirigida por Tapia, Gregorio Marañón, Teófilo Hernando y José Sanchis Banús. Calandre dirigió este laboratorio hasta el curso 1931-1932, con lo que se convirtió en una de las figuras más ligadas a la Residencia de Estudiantes. A partir de esa fecha le sustituyó un alumno suyo, Enrique Vázquez López.

Se casa en 1916 con Francisca Díaz de la Cebosa, con la que tuvo cuatro hijos, uno de ellos, Luis Calandre Díaz, también eminente cardiólogo. Coincidiendo con su vinculación a la Residencia de Estudiantes, Calandre trabajó en la clínica del profesor Madinaveitia del Hospital Provincial de Madrid, profundizando de ese modo su especialización en cardiología.

En 1919 es nombrado miembro correspondiente de la Real Academia de Medicina de Madrid a propuesta de Ramón y Cajal, Goyanes y Pittaluga.

En 1920 fundó con Pittaluga la prestigiosa revista Archivos de Cardiología y Hematología, que apareció regularmente hasta el comienzo de la Guerra Civil, en 1936. Se convirtió esta revista en la cuarta revista de circulación internacional de la materia, y la primera en que se usaba el término cardiología. Desde 1921 la actividad docente de Calandre se multiplicó con cursos y conferencias sobre Cardiología y Electrocardiografía.

Ese mismo año de 1921 leyó su tesis doctoral sobre Significación clínica de las arritmias, con la calificación de sobresaliente. También fue nombrado miembro del Tribunal para el ingreso en la Corporación Médica de la Familia de la Real Casa.

Una muestra más del prestigio que estaba alcanzando el doctor Calandre es el hecho de que cuando se le concede en 1922 a Cajal la medalla Echegaray en la relación que éste hace de sus discípulos, anotando la fecha en que cada uno entra a trabajar con él, está Calandre entre ellos y lo sitúa en 1913. En 1925 se le concedió a Luis Calandre el Premio Iglesias y Díaz de la Real Academia de Medicina por el trabajo Influencias que han ejercido en las interpretaciones de la patología cardíaca los modernos descubrimientos histológicos y fisiológicos del miocardio. También fue nombrado profesor agregado para lecciones teórico-prácticas de Semiología cardiovascular, en la cátedra de Patología General de la Facultad de Medicina de Madrid, regentada en esos momentos por Eduardo García del Real, catedrático entonces de Historia de la Medicina.

Organizó, junto con el doctor Azcárraga, cursos de Cardiología en donde dio conferencias sobre “arteriosclerosis” y “arritmia completa”. Fue nombrado médico consultor especialista de Enfermedades del Corazón del Hospital Central de la Cruz Roja Española, en Madrid. En 1927, como reconocimiento a su labor clínica, la Reina le dio la categoría de médico de número del Hospital de la Cruz Roja, en donde llegó a ser vicepresidente del Comité Central.

Cuando Roberto Novoa Santos (1885-1933) se hace cargo en 1926 de la cátedra de Patología General en Madrid confirmó en su puesto a Calandre. Esta colaboración con Novoa Santos, persona de gran ambición intelectual, que recordaba en algunos aspectos a las figuras médicas y polifacéticas que ha conocido en Berlín, se extiende al campo de la participación en los capítulos de cardiología de su Patología General, en donde le menciona como su amigo. También participó en otras obras de prestigio de ese momento como en el Manual de Medicina Interna de Teófilo Hernando y Gregorio Marañón. No sucedió así en la de Patología General de Carlos Jiménez Díaz, del año 1935, que ni siquiera le cita al hablar de la electrocardiografía o de las arritmias.

El prestigio que llegó a alcanzar Calandre como cardiólogo ha dado lugar a algunas anécdotas ilustrativas.

De esta forma en 1930 diagnosticó, a través de teléfono, a varios enfermos cardíacos de Buenos Aires, cuyos tonos cardíacos le fueron retransmitidos por el doctor Montellano, tal como comenta en su obra, en parte autobiográfica, publicada en 1962. Otra manifestación del enorme prestigio alcanzado fue el conjunto de cargos sanitarios de importancia que tuvo en esa época. Vocal del Consejo Nacional de Sanidad para Hospitales, Manicomios, Asilos y otras instituciones médicas oficiales, subdirector del Hospital de San José y Santa Adela, de Madrid, del que fue jefe de estudios, vocal del Patronato de las Hurdes.

También fue nombrado miembro del Comité del Patronato del Instituto Escuela de Madrid en 1929. No es de sorprender que el doctor Calandre impartiera conferencias y lecciones sobre Cardiología y Electrocardiografia a lo largo y ancho del país, desde Asturias o Barcelona, hasta Murcia o en los cursos de verano de Santander. También es una muestra del prestigio alcanzado salieran de forma más o menos regular sus artículos de opinión en periódicos de la categoría del El Sol o El Imparcial.

La venida de la Segunda República alteró la vida de Calandre a causa de su adscripción progresista, como ocurrió con la mayor parte de los profesionales de la Residencia de Estudiantes. En 1931 fue designado vocal, junto con Manuel García Morente y Juan de Selgas, del recién fundado Patronato para el Gobierno de los Asilos de San Juan y Santa María del Pardo, y poco tiempo después representante del Ministerio de Instrucción Pública en el Patronato Nacional de los Asilos del Pardo y vocal del Consejo de Administración de los bienes del Patrimonio de la República. En 1933, a la muerte de Novoa Santos, es invitado a formar parte del Consejo de Redacción de la revista Anales de Medicina Interna. La otra prueba de su mentalidad liberal, abierta, es su disponibilidad para suscribir manifiestos públicos por causas de progreso, como el de 1933 en apoyo de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética, junto con personalidades de la talla de Ramón del Valle Inclán, Manuel Machado, Concha Espina, Regino Sainz de la Maza, Luis Bagaria, Pío Baroja, Jacinto Benavente, Federico García Lorca, Ramón Sender, Clara Campoamor, Wensceslao Roces, Luis Jiménez de Asúa o Victorio Macho, y de médicos como Juan Planelles, Ángel Garma, R. Díaz Sarasola, Gregorio Marañón, A. Novoa Santos, Juan Madinaveitia, Fernando de Castro, Pío del Río Hortega, J. Vázquez López, Marcelino Pascua o Teófilo Hernando. También figura la firma de Luis Calandre en un escrito de apoyo a Manuel Azaña en 1934 que, al no poderse publicar en Madrid por la censura del bienio negro, hubo de hacerse en Barcelona, bajo el título A la opinión pública denunciando la persecución de que era objeto Azaña por parte de la derecha (Mi rebelión en Barcelona, Madrid, 1935). Entre los firmantes destacan Enrique Moles, Augusto Pi y Suñer, Pío del Río Hortega, Fernando de los Ríos, Manuel Tapia, Ramón del Valle Inclán y Alejandro Casona. Otra prueba de su compromiso social es la publicación de un libro de divulgación sobre las enfermedades cardíacas Enfermos del corazón reales e imaginarios, en 1934, en la editorial Cenit, creada por el filósofo comunista Wenceslao Roces, y cuya serie Biblioteca de Vulgarización Médica dirigía el profesor, asimismo comunista, Juan Planelles, más tarde director de salud con Marcelino Pascua.

La llegada de la Guerra Civil por la rebelión de tropas antigubernamentales cambió dramáticamente la vida de Luis Calandre. En febrero de 1937 se hizo cargo, como médico civil, del hospital de enfermos y heridos de guerra, de la calle Joaquín Costa, número 38. Más tarde transformó los pabellones de la Residencia de Estudiantes en Hospital de Guerra del Cuerpo de Carabineros, iniciando la publicación de una revista de dicho hospital.

El final de la guerra, con la victoria de Franco, supuso el final de la trayectoria científica de Calandre.

Si entre su primera publicación en 1912 y la última en plena Guerra Civil, 1938, publicó ochenta trabajos, a una media de tres por año, a lo largo de veintisiete años, algunas de ellas en prestigiosas revistas internacionales, entre el final de la Guerra Civil, 1939 y su fallecimiento en 1961, en veintidós años sólo publica tres. Es un dramático ejemplo de lo que supuso la Guerra Civil y el franquismo para la ciencia española, y en concreto para las figuras prominentes de la Residencia de Estudiantes. Fue sometido a dos consejos de guerra consecutivos, que se saldaron con prisión, la desposesión de todos sus cargos oficiales, la prohibición de ejercer la Medicina en Madrid y provincia durante cinco años. Es de destacar que mientras el primer juicio, en 1940, lo absolvió, el recurso en contra del Colegio de Médicos obligó a su repetición y a la condena definitiva al año siguiente, a doce años y un día, que se conmutó por seis años y un día. No es de extrañar que en ese ambiente, y habiendo sido su hijo oficial republicano defensor de la legalidad democrática, tuviese que enviar al mismo a Barcelona para realizar sus estudios de Medicina. En ese ambiente hostil y adverso, sin conexión con su docencia ni con su práctica clínica universitaria, se limitó a la reedición de sus libros, uno de ellos con su hijo, y a la consulta privada en cuanto pudo. No sorprende que, cuando se celebra en México el II Congreso Interamericano de Cardiología y es nombrado miembro de honor del mismo, no pueda acudir. Entre 1942 y 1961, año en que murió, publicó tres nuevas obras: Electrocardiografía (1942), Tratamiento de las enfermedades del corazón (1942), y en colaboración con su hijo, Luis Calandre Díaz, Electrocardiografía práctica (1955). Entre sus discípulos y colaboradores se puede citar a Azcárraga, Pescador, De la Puerta, Bernabé Rico, Somolinos, Martín Rodríguez, Duclós, Carrión, Fabra, y su propio hijo Luis. Un año antes de morir, en 1960, decía que se enfrentaba a la muerte, con las palabras del poeta, “sin quejas enojosas, a mi destino fiel, / yo voy a donde van todas las cosas, / a donde van las hojas de las rosas, / a donde van las hojas del laurel”.

 

Obras de ~: “Contribución al estudio gráfico de las arritmias sinusales, Onda h. Equivocaciones a que se presta la interpretación de esta onda”, en Revista Clínica de Madrid (RCM), 4/12 (1912), págs. 441-445; “Observaciones histológicas en el tejido conectivo del corazón y del hígado”, en Boletín de la Sociedad Española de Biología (BSEB), 13-14 (1912), págs. 250- 253; “Anatomía del sistema de conducción atrio-ventricular del corazón”, en RCM, 15 de noviembre (1912), págs. 381- 387; con Nicolás Achúcarro, El método del tanino y la plata amoniacal aplicado al estudio del tejido muscular cardíaco del hombre y del carnero, Madrid, Hijos de Nicolás Moya, 1913; también publicado éste trabajo en Trabajos del Laboratorio de Investigaciones biológicas de la Universidad de Madrid, 11/2 (1913), así como en RCM (1913); “Valor clínico del electrocardiograma”, en RCM (1913); “Cimarina, medicamento cardíaco”, en RCM, 11/6 (1914), págs. 212-214; “Sobre algunos detalles de las estructura del miocardio”, en BSEB (1914); Un caso de secreción láctea masculina, Madrid, Imprenta Alrededor del mundo, 1915, tirada aparte de la RCM, septiembre 1915, págs. 15-17; “Fundamentos teóricos y prácticos del empleo del sol en Medicina”, en Murcia Médica, 2 (1916); con A. Navarro, “Sobre la estructura sincitial del corazón”, en BSEB (1916); “Un caso de automatismo ventricular con fibrilación ventricular”, en El Siglo Médico, n.º 3263 (1916), págs. 402-404; con P. Carasco, “Contribución al estudio microscópico del fascículo de His”, en BSEB (1916); Detalles del tratamiento de la tuberculosis pulmonar por métodos higiénicos, Madrid, Enrique Teodoro, 1917, también publicado en El Siglo Médico (1917); con F. Haro, “La estructura del páncreas estudiada con el método de Achúcarro”, en BSEB (1917); “Contribution à l’étude de la capacité fonctionnelle du coeur droite”, en Archives des maladies du coeur (1917); “El pulso venoso”, en Murcia Médica, 3(26), pags. 265-272 (1917); “Electrocardiografía”, en Los Progresos de la Clínica (1918); “Fibrilación auricular. Arritmia completa”, en Los Progresos de la Clínica (1918); “La pausa compensadora post-extrasistólica en el automatismo ventricular”, en BSEB (1918); “Relación entre la frecuencia del pulso y la duración de la sístole ventricular”, en Congreso Nacional de Medicina, Madrid, 1919; con Luis Mier, “Sobre la fina estructura del miocardio estudiada con el método de Río-Hortega”, en BSEB (1919), págs. 268-273; “Extrasístoles ventriculares no anticipados”, en BSEB (1919) págs. 57-69, y también en Archivos de Cardiología y Hematología (ACH), 1/ 2 (1920); “Tres casos de disociación auriculoventricular”, en ACH, 1/3 (1920), págs. 25-35; “Arritmias por extrasístoles”, en ACH, 1/3 (1920), págs. 183-196; “Fibrilación auricular transitoria debida a la morfina”, en ACH, 1/6 (1920), págs. 464-468; “Alternación del corazón”, en Estudios Médicos, n.º 3 (1920), págs. 1-10; Anatomía y fisiología clínicas del corazón, Madrid, Saturnino Calleja, 1920; “El pulso venoso positivo y la insuficiencia tricuspíde”, en El Siglo Médico, 68/3501 (1921), págs. 45-48; “Un caso de bloqueo senoauricular con bradicardia regular”, en ACH, 2/3 (1921), págs. 103-106; “Significación, pronóstico e indicaciones terapéuticas de las arritmias”, en ACH, 2/2 (1921), págs. 125-142; “Bradicardia congénita con bloqueo cardíaco intermitente”, en ACH, 2/6 (1921), págs. 225-232; “Esófago-cardiografía”, en Revista Española de Laringología, Otología y Rinología, 12/3 (1921), págs. 119-123; “Estado actual de la electrocardiografía”, en ACH, 2/9 (1921), págs. 321-339; Significación clínica de las arritmias (tesis doctoral), Madrid, Imprenta J. Molina, 1921; “Semiología de la onda T del electrocardiograma”, en ACH, 3/3 (1922), págs. 81-91; “La Ouabaina en la taquicardia paroxística”, en ACH, 3/8 (1922), págs. 293-299; “Sobre las lesiones de las ramas del fascículo de His”, en ACH, 4/4 (1923), págs. 124-134; “La Medicina y la escuela”, en Revista de Pedagogía, 2/13 (1923), págs. 18-22; “Estudio dinámico del pulso”, en BSEB, 10/7 (1923); “Técnica para la fabricación de cuerdas para el electrocardiógrafo, en BSEB, 10/8 (1923); con R. Azcárraga San Martín, “Bloqueo cardíaco con trastornos en la conductibilidad intraventricular”, en ACH, 5/10 (1924), págs. 358-362; “Valor del electrocardiograma para el diagnóstico de las lesiones mitrales”, en Revista Iberoamericana de Medicina Terapéutica Física (1924); “La arritmia completa, su mecanismo y tratamiento”, en ACH, 5/7 (1924), págs. 229- 246; con C. Sáinz de los Terreros, “Un caso de estenosis aórtica pura, no reumática, en un niño”, en Archivos Españoles de Pediatría, 9/3 (1925), págs. 156-162, y también en Archives des maladies du coeur (1925); con J. García Orcoyen, “La hipertensión de la pedia en la insuficiencia aórtica”, en Archivos de Medicina, Cirugía y Especialidades (1925), págs. 481- 488; “Contribución al estudio de la sístole ventricular”, en ACH, 6/4 (1925), págs. 113-117; con P. Carrión, “Enfermedades del Aparato Circulatorio y del Mediastino”, en la obra de Teófilo Hernando y Gregorio Marañón, Manual de Medicina Interna, Madrid, Librería Gutenberg de José Ruiz, 1925; con L. Hontañón, “Sobre la duración de la sístole ventricular”, en ACH, 6/8 (1925), págs. 273-278; Trastornos del ritmo cardíaco. Diagnóstico y Tratamiento, Madrid, José Molina, 1925; “Persistencia del conducto arterioso”, en ACH, 3/2 (1926), págs. 49-55; con A. Martínez, “Sobre el infarto de miocardio”, en ACH, 7/4 (1926), págs. 157-163; con J. García- Sánchez Lucas, “Ritmo nodal evolucionado hacia arritmia completa”, en ACH, 7/7 (1926), págs. 283-294; “Persistencia del conducto arterioso y ataques epileptiformes”, en ACH, 7/9 (1926), págs. 353-355; con Luque, “Cardiopatías y embarazo”, en Los Progresos de la Clínica, agosto de 1927; con José A. Sánchez Pérez, Socorros médicos de urgencia, Madrid, Gráfica Universal, 1928; “Valoración clínica de la onda final del electrocardiograma”, en Revista Médica de Barcelona (1928); “Una forma poco frecuente de pulso bradicárdico”, en ACH, 9/10 (1928), págs. 373-376; “Hipertensión arterial”, en Archivos de Medicina, Cirugía y Especialidades (1928); “Trastornos de la conducción transitorios en el curso del reumatismo agudo”, en ACH, 9/6 (1928), págs. 219-223; “Obstrucción de la tibial posterior, con arterio-radiografía”, en ACH, 10/7 (1929), págs. 241-243, y también en Anales del Hospital de San José y Santa Adela, 1 (1929), págs. 7-10; “Nuevo método para el registro de la frecuencia del pulso por medio del cardiofrecuenciógrafo”, en Libro-Homenaje Goyanes, Madrid, Gaceta Médica Española, 1929-1930; con Luis Pescador, “Sobre la patogenia de los electrocardiogramas ventriculares aberrantes”, en Anales del Hospital de San José y Santa Adela, 1 (1929), págs. 71-80, y en ACH, 11/2 (1930), págs. 57-67; “Gran circulación colateral por obstrucción de la vena ilíaca externa”, en Anales del Hospital de San José y Santa Adela, 2 (1930), págs. 131-134; “Obstrucción trombósica de la vena ilíaca”, en Anales del Hospital de San José y Santa Adela, 2 (1930), págs. 235-237; “Recientes adquisiciones en Cardiología” (Conferencia del 1 de mayo en la Academia Médico-Quirúrgica de Madrid), Medicina Latina (1930); con Ramón de la Puerta, “Dextrocardia con heterotaxia visceral”, en Anales del Hospital de San José y Santa Adela, 2 (1930), págs. 45-53, y en ACH, 12/1 (1931), págs. 1-7; “Un nuevo coagulimetro registrador”, en ACH, 12/9 (1931), págs. 323-326; con Ramón de la Puerta, “El electrocardiograma en el diagnóstico del infarto de miocardio”, en ACH, 12/9 (1931), págs. 434-445; “Trastornos de la conducción interauriculares”, en ACH, 13/4 (1932), págs. 147-152, y en Anales del Hospital de San José y Santa Adela, 2 (1932), págs. 74-78; “Signos de auscultación perceptible a distancia”, en Anales del Hospital de San José y Santa Adela, 3 (1932), págs. 242-243; “Aneurisma de la arteria pulmonar”, en Anales del Hospital de San José y Santa Adela, 4 (1933), págs. 173-175, y en ACH, 14/12 (1933), págs. 441- 444; Enfermos del corazón reales e imaginarios, Madrid, Cenit, 1934; con Bernabé Rico, “Significación clínica de la sístole ventricular de larga duración”, en Anales del Hospital de San José y Santa Adela, 5 (1934), págs. 295-304, y en ACH, 15/11 (1934), págs. 407-416; con Francisco Martín Rodríguez, “Muerte súbita por fibrilación ventricular”, en Anales de Medicina Interna, 3/6 (1934), págs. 483-492, y en Anales del Hospital de San José y Santa Adela, 5 (1934), págs. 247-256; con Francisco Martín Rodríguez, “Terapéutica química intravenosa”, en Anales del Hospital de San José y Santa Adela, 6 (1935), págs. 167-170; con M. Durán, “Datos para la historia del Palacio del Pardo”, en Revista de la Biblioteca, Archivo y Museos (1935); “La onda P del electocardiograma”, en ACH, noviembre-diciembre (1936), págs. 289-303; con G. Somolinos, “Aneurisma del tronco braquiocefálico”, en ACH, 17/1 (1936), págs. 7-15; “Extrasístoles ventriculares sin pausa compensadora”, en Revista de la Universidad de La Habana, 14 (1937); “Proyectil intracardíaco bien tolerado”, en Hospital de Carabineros (1937), y como “Projectile intracardiaque bien toleré”, en Archives des maladies du coeur, 7 (1937), págs. 497-503; “Efectos de la quinina, atebrina y plasmoquina sobre la frecuencia de las recidivas palúdicas”, en Hospital de Carabineros (1938), págs. 15-29, y en Revista de la Universidad de La Habana, 23 (1939); Electrocardiografía, Barcelona, Salvat, 1942; Tratamiento de las enfermedades del corazón, Madrid, Pegaso, 1942; El palacio del Pardo (Enrique III-Carlos III), Madrid, col. Almenara, Aldus, Imprenta, 1953; con L. Calandre Díaz, Electrocardiografía práctica, Madrid, colección Almenara, 1955; Árboles, Madrid, colección Almenara, Tall. Aldus, 1962; Luis Calandre Ibáñez-MDCCCXC-MCMLXI (biografía y publicaciones), Madrid, Imprenta Bermejo, 1962.

 

Bibl.: R. Novoa Santos, Manual de Patología General, t. II, Madrid, El Eco de Santiago, 1922, págs. 12-13; t. II, 1930, págs. 202-203; C. Conde, Réquiem por el Doctor Luis Calandre, Madrid, Ágora, 1961; F. Grande Covián, “Un estudiante de medicina”, en Residencia, número conmemorativo publicado en México, diciembre de 1963, págs. 72-73; R. Méndez, Caminos inversos, vivencias de ciencia y guerra, México, Fondo de Cultura Económica, 1987; R. Jiménez Madrid (coord.), El Instituto Alfonso X El Sabio: 150 años de historia, Murcia, Editora Regional Murciana, 1987; J. M. Sánchez Ron, La Junta para la Ampliación de Estudios e investigaciones científicas. 80 años después (1907-1989), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1988; F. Vega Díaz, Luis Calandre Ibáñez (1890-1990). Olvidos imperdonables desde la tierra sin profetas, conferencia pronunciada en el homenaje tributado a Luis Calandre, el 15 de noviembre de 1990, con motivo del centenario de su nacimiento, en la Residencia de Estudiantes. Archivo Luis Calandre, Residencia de Estudiantes; L. Fabra Jiménez, “Don Luis Calandre Ibáñez (26-III-1890/26- III-1990)”, Revista española de Cardiología, 43/7 (1990), págs. 508-510; VV. AA., Actas de las Jornadas sobre el Sexenio Revolucionario y el Cantón murciano, Murcia, Cátedra de Historia Contemporánea, 1993-1994; J. M. Sánchez Ron, F. González de Posada, S. Casado, M. J. Santesmases y P. García Barreno, Un siglo de ciencia en España, Madrid, Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, 1999; E. Ontañón, “Luis Calandre”, en Boletín del Instituto Libre de Enseñanza, n.º 39 (2000), págs. 126-127; J. M.ª López Piñero, A. Rodríguez Quiroga y A. Martínez-Almagro, Clásicos morfológicos murcianos, Murcia, Morphos, 2000.

 

Pedro Marset Campos

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