Becerra, Gaspar. Baeza (Jaén), c. 1520 – Madrid, 1570. Escultor y pintor.
Gaspar Becerra es una de las personalidades más importantes del panorama artístico español del último tercio del siglo xvi. Sin embargo, son escasos los datos biográficos que de él se conocen. Algo similar sucede con su producción artística; pese al temprano éxito que alcanzó y del que dan merecida cuenta los tratadistas contemporáneos, son muy pocas las obras que han llegado hasta nuestros días, pues muchas de ellas desaparecieron en trágicos incendios.
Hijo de Antón Becerra y de Leonor de Padilla, nace en Baeza hacia 1520 en el seno de una familia de artistas de segunda fila. Nada se sabe de su primera formación, aunque debió de realizarse en el taller paterno.
En la década de 1540 se traslada a Roma para complementar su formación en la Academia de San Lucas, donde aparece inscrito en 1544. Allí conoció la obra de Miguel Ángel y su círculo, que marcó su estilo hasta el punto de convertirle en un gran introductor de las formas miguelangelescas en el arte renacentista español, hasta entonces influido por los modelos de Rafael, tal es el caso de la producción de artistas como Vicente Macip, Luis de Vargas o Juan de Juanes, entre otros muchos.
Su rápido aprendizaje pronto da sus frutos; entre 1545 y 1546 trabaja junto a Giorgio Vasari en los frescos de la Sala dei Cento Giorni del palacio de la Cancillería de Roma, junto a Pedro Rubiales, probablemente por mediación de Paulo Giovio, autor del ciclo iconográfico. En 1548 trabaja bajo la dirección de Daniele da Volterra en la Capella della Rovere en Santa Trinità dei Monti junto a Marco de Siena y Pellegrino Tibaldi, donde se le atribuye la escena de la Natividad de la Virgen. Su pertenencia al círculo de Volterra y los llamados “miguelangelescos” le permitió conocer y manejar los modelos ornamentales de las grandes decoraciones romanas del momento; éstos fueron una constante en su producción artística a partir de entonces. Junto a ello, entre 1550 y 1554 realizó diversos trabajos pictóricos y escultóricos para San Giacomo degli Spagnoli.
Las últimas investigaciones han permitido documentar un viaje de Becerra a la corte de Cosme I de Médici en Florencia, en septiembre de 1551. Se trata de una carta en la que se dice que acude a la Corte bajo la protección de Juan Álvarez de Toledo (1488-1557), hijo del duque de Alba y cardenal de Santiago de Compostela. Esto ha hecho plantear a los investigadores que el viaje del artista a Italia se realizó muy probablemente bajo la protección de dicho prelado.
En 1553 contrató con Constantino del Castillo, deán de Cuenca y gobernador de Santiago ese año, la decoración de la capilla de la Asunción, dotada por Castillo dos años antes. De ella sólo se conserva un fragmento de la decoración al fresco, el Descenso de Cristo al Limbo, conservado hoy en la Biblioteca de Castel Sant’Angelo de Roma —existe una vieja fotografía en la que se aprecia una vista del conjunto—.
Para la figura de Cristo, muy maltratada con todo el conjunto, existe un dibujo preparatorio (Venecia, Galleria dell’Accademia).
Una de sus obras más comentadas, plenamente aceptada hoy por la crítica, son las ilustraciones y el frontispicio de la Historia de la Composición del Cuerpo Humano, del médico español Juan Valverde de Hamusco (Roma, 1556), promovido precisamente por Juan Álvarez de Toledo, y donde demuestra un vivo interés por el estudio de la anatomía. Con relación a esta obra se le han adjudicado varios dibujos de anatomía conservados entre la Biblioteca de El Escorial, el Instituto Jovellanos de Gijón (destruidos en 1936), la Biblioteca Nacional y la Casa de la Moneda de Madrid, algunos de dudosa atribución. Ninguno de ellos se corresponde exactamente con alguna de las ilustraciones de la Composición del Cuerpo Humano de Valverde.
Algunos autores adscriben a su etapa romana el San Juan Bautista del palacio Caetani (Roma). Aún en Roma, el 15 de julio de 1556, casa con Paula Velázquez, hija de Hernando del Torneo, natural de Tordesillas.
Poco después regresa a España y se instala en Valladolid en 1577, tras una breve estancia en Zaragoza, donde parece que visitó a un afamado escultor local llamado Gil Morlanes, el Viejo, al que regaló algunos dibujos y un bajorrelieve en alabastro que Ceán Bermúdez (1800) sitúa en la capilla de San Bernardo de la seo de Zaragoza.
El 26 de noviembre de 1562 entra al servicio de Felipe II por mediación del arquitecto Juan Bautista de Toledo, al que pudo conocer en Roma, y en agosto de 1563 obtiene el título de pintor del Rey.
Su importancia como introductor en España de los modelos miguelangelescos es fundamental. En sus obras se reflejan los modelos que el pintor italiano había proyectado en la Capilla Sixtina y en la Capilla Paulina del Vaticano. Su aportación en el campo de la retablística recae principalmente en la primacía de las líneas arquitectónicas en detrimento de la decoración, oponiéndose a la tradición plateresca imperante hasta el momento en el renacimiento español. También es considerado el primer artista patrio que llevó a cabo pinturas murales al fresco según la concepción y las técnicas italianas.
Los tratadistas del momento advirtieron muy pronto el éxito de sus composiciones comparándolas con las de Pedro Berruguete, que años antes había mostrado el influjo de Miguel Ángel, aunque referido a una etapa más clásica de su producción.
Es significativo el testimonio de Juan de Arfe, que en 1585 señalaba cómo “[él] trajo de Italia la manera que ahora está introducida entre los más artífices, que es figuras compuestas de más carne que las de Berruguete”.
Más elocuentes son las palabras de Francisco Pacheco, quien pintaba ya por esos años: “Gaspar Becerra quitó a Berruguete gran parte de la gloria que había adquirido, siendo celebrado no sólo en España, pero en Italia, por haber seguido a Miguel Angel y ser sus figuras más enteras y de mayor grandeza. Y así imitaron a Becerra y siguieron su camino los mejores escultores y pintores españoles”.
Gracias al testimonio de su mujer (1568) se sabe que Becerra trajo de Italia numerosos dibujos, entre los que se encontraba un fragmento del Juicio final que poco después pasó a manos del escultor vallisoletano Esteban Jordán (c. 1530-1598). En la actualidad se conocen dos dibujos sobre el mismo asunto conservados en la Biblioteca Nacional de Madrid y el Museo del Prado —el dibujo del Prado se considera el ejemplar que poseía Pedro González de Sepúlveda, según el testimonio de Ceán Bermúdez—. Ambos recogen el estado de las pinturas de la Capilla Sixtina antes de la intervención de Volterra en 1563; hay variedad de opiniones respecto a su ejecución, desde el estudio directo de los frescos de la Capilla Sixtina hasta la copia de estampas (los grabados de Giorgio Ghisi reproducen también las giornate de la Sixtina) o de los propios dibujos originales de Miguel Ángel.
Su primera obra conocida en España es el Retablo mayor de la catedral de Astorga, contratado el 8 de agosto de 1558 con el obispo Diego Sarmiento de Sotomayor, y de cuyo ensamblaje se encarga Bartolomé Hernández. Con esta obra se inaugura la tendencia romanista en la escultura española, que alcanzará su auge durante el último tercio del siglo xvi. Becerra aplica a la arquitectura retablística todo lo que había aprendido en Italia. Destaca su sencillez monumental y el uso de columnas prácticamente limpias de decoración, coronadas por frontones curvos y triangulares.
Esta solución aparece en el ábside de San Pedro del Vaticano, que se hallaba en construcción durante su estancia en Roma; también aparece en las decoraciones de la Cancillería de Roma, en la que Becerra había participado.
En los relieves del retablo muestra el eco miguelangelesco en esculturas musculosas inspiradas en las figuras de la Capilla Médici (Florencia) y en la propia Capilla Sixtina (Roma). También se le atribuyen en la catedral de Astorga, las esculturas del púlpito, una imagen de San Toribio y un pequeño Crucifijo.
Sobre el mismo esquema del templo de Astorga dio las trazas del Retablo mayor de la iglesia de Santa María en Medina de Rioseco (Valladolid), ejecutado en 1573 por Juan de Juni tras el fallecimiento de Becerra.
El éxito del retablo astorgano tuvo una rápida difusión. Siguiendo el modelo se construyeron en los años siguientes los retablos de Briviesca, de López de Gámiz (1568-1570), el retablo mayor de la catedral de Burgos, obra de Juan de Anchieta (1580), o el de Durango (Vizcaya), de Martín Ruiz de Zubiate.
Según el testimonio de Vicente Carducho en sus Diálogos de la pintura (Madrid, 1633), se sabe que trabajó en la decoración del Alcázar de Madrid. Pintó al fresco el paso de la Sala de las Audiencias a la Galería de Poniente, donde representó Los Cuatro Elementos; la sala contigua, en la que representó Las Artes Liberales, y la decoración de muros y bóvedas de la Torre Dorada, de la que se desconoce su asunto y en la que colaboró Giovanni Battista Castello, llamado el Bergamasco (1509-1569). Desgraciadamente todo el conjunto se perdió en el incendio del Alcázar en la Navidad de 1734.
En la biblioteca del monasterio de El Escorial se conserva una serie de dibujos de temática mitológica que los especialistas han señalado hipotéticamente como los cartones para los frescos del alcázar madrileño; de hecho, uno de ellos representa a la diosa Ceres, personificación de la Tierra, uno de los cuatro elementos que decoraban una de las cámaras contiguas a la Sala de Audiencias.
Como señala Angulo (1954), la única obra de Becerra al fresco que ha llegado hasta hoy, aunque sólo parcialmente, es la decoración de las bóvedas de la torre de la Reina del palacio de El Pardo. Durante los reinados de Felipe II y Felipe III, el palacio de El Pardo fue objeto de una profunda remodelación; de las pinturas al fresco que decoraron sus muros y bóvedas, sólo queda hoy este techo, la decoración de la galería de la Reina, ejecutada por Patricio Cajés ya en tiempos de Felipe III (1607), la antecámara de la Reina, por Jerónimo Cabrera (1613), y la cámara de la Reina, obra de Luis y Francisco de Carvajal (1607).
Las obras se ejecutaron entre los años 1562 y 1566 y en ellas colaboraron los pintores italianos Rómulo Cincinato (c. 1540-1597) y el Bergamasco. El único fragmento que se conserva representa la Historia de Perseo, distribuida en un luneto central en el que aparece el héroe con la cabeza de Medusa, y ocho casetones a su alrededor en los que se representan pasajes de la vida del héroe: Dánae recibiendo la lluvia de oro, el nacimiento de Perseo, Dánae y Perseo entregados al mar, Dánae y el rey Polidecto en la isla de Sefira, Perseo recibiendo de Mercurio y Minerva la hoz y el escudo, Perseo invisible a las hijas de Forquis, Perseo degollando a Medusa y Perseo vencedor con el caballo Pegaso.
Para la decoración de la bóveda Becerra se inspiró en el cuadro de Mercurio ordena a Eneas dejar a Dido (desaparecido) de Daniele da Volterra, realizado entre 1555 y 1556. La figura de Perseo en que se representa al héroe robando el ojo de las Greas está directamente tomada del desaparecido lienzo de Volterra.
Palomino señala también cómo decoró Becerra los muros con la historia de Perseo y Andrómeda. Aunque los frescos se han perdido, se conserva un cartón preparatorio en la biblioteca de El Escorial. El dibujo se inspira claramente en el lienzo de Perseo y Andrómeda (c. 1554-1556) pintado por Tiziano para Felipe II y hoy en la colección Wallace (Londres).
Angulo destaca que los frescos de El Pardo son un buen testimonio de la profunda preocupación por el dibujo y por la composición que distingue a los miguelangelescos; de hecho, se conservan varios dibujos preparativos en la biblioteca del monasterio de El Escorial.
Una de sus obras más renombradas fue el Retablo mayor de las Descalzas Reales de Madrid, ejecutado entre 1563 y 1565 por encargo de Juana de Portugal.
Considerado una de las obras maestras del pleno renacimiento miguelangelesco español, fue destruido en un incendio el 15 de octubre de 1862. Además, en otro fuego ocurrido en 1936 resultaron prácticamente destruidos los retablos laterales, que contenían pinturas de su mano. Realizado en mármol de Génova, albergaba diez pinturas sobre láminas de mármol negro. En 1646 fue restaurado y redorado por Manuel Pereira y Luis Fernández.
Se conoce su apariencia a través del dibujo preparatorio del mismo, conservado en la Biblioteca Nacional de Madrid, firmado y fechado en 1563. También hay un grabado de Jesús Avrial publicado en el Semanario pintoresco español (26 de mayo de 1839).
Del mismo modo se consideran suyas las pinturas en lámina de mármol que representan a San Juan y San Sebastián, conservadas igualmente en el monasterio de las Descalzas de Madrid.
Suyo es también el Cristo yacente del mismo monasterio.
En uno de los costados se abre un espacio en el que se coloca la Sagrada Forma durante la procesión de Semana Santa, en la que la imagen recorre el claustro.
Destacan la monumentalidad anatómica y el dramatismo que imprime al cuerpo difunto de Cristo.
Se le considera autor de la escultura de Nuestra Señora de la Soledad del convento de los Mínimos de Madrid, modelo devocional que se repitió a partir de entonces. Palomino señala que fue la propia reina Isabel de Valois quien encargó la talla a Becerra.
Como en otras ocasiones, la imagen fue destruida en 1936 durante la Guerra Civil.
A través de las investigaciones de Zarco del Valle se conoce que Becerra trabajó para la catedral de Toledo.
En junio de 1563 se le encargó una Piedad para el claustro, destruida en el siglo XIX. Sin embargo, se conserva un completo dibujo preparatorio (Barcelona, colección particular) que permite conocer con detalles la composición. También ha desaparecido el retablo que realizó para la iglesia de Beceruelo (Valladolid).
Entre las últimas referencias sobre su vida destaca su presencia junto a Juan Fernández Navarrete (c. 1526- 1579) y el Bergamasco en la convocatoria realizada en 1568 por Felipe II para decorar uno de los claustros del monasterio de El Escorial. Su temprana muerte, de la que se ignora con seguridad la fecha, le impidió trabajar en el conjunto. Hizo testamento en Madrid el 22 de enero de 1568 ante Diego Méndez y fue enterrado en el convento de la Victoria, en la capilla capilla de la Encarnación, según su disposición testamentaria.
Ceán Bermúdez proporciona los nombres de sus discípulos, entre los que se encontraban los pintores Miguel Barroso, Bartolomé del Río, Francisco López y Jerónimo Vázquez, el escultor Juan Ruiz de Castañeda y el arquitecto y entallador toledano Toribio González.
Entre las obras que se le atribuyen destaca un lienzo que representa la Resurrección de Cristo (Valladolid, Museo Nacional de Escultura). También se le han adjudicado dos tablas, hoy desaparecidas, que pertenecieron al monasterio de Santa María de la Valbuena (Valladolid) y que representaban un Ecce Homo y una Flagelación de Cristo.
Hay constancia documental de un pequeño tríptico con Cristo crucificado, San Juan y Nuestra Señora que perteneció a Agustín Profiti, alcaide de la Casa de Campo en tiempos de Felipe II (1588). No se aceptan, sin embargo, la Flagelación de Cristo y la Magdalena del Museo del Prado, aunque se consideran obras romanistas del último tercio del siglo XVI.
Ceán Bermúdez da cuenta de un completo catálogo de obras del artista, la mayoría de ellas desgraciadamente desaparecidas. Entre las más significativas destacan las esculturas para los conventos de San Jerónimo (un Crucificado) y San Francisco (un Esqueleto) de Zamora. El retablo mayor de la iglesia parroquial de San Miguel de Valladolid o las pinturas de los evangelistas para los Mercedarios Descalzos en la misma ciudad. También señala un buen número de obras en la catedral y el monasterio de San Jerónimo en Granada, donde parece que residió una pequeña temporada, así como en las catedrales de Salamanca (un San Jerónimo) y Burgos (San Jerónimo y San Sebastián), entre otras.
Junto a las pinturas se conserva una treintena de dibujos, algunos de dudosa atribución. Muy estimados por los tratadistas, en ellos también se aprecia el eco de las composiciones de Miguel Ángel, especialmente en los frescos para la Capilla Sixtina. Junto a los ya citados cabe señalar el San Andrés (Florencia, Uffizi) o la Raquel (Madrid, colección R. Moñido), figuras tomadas literalmente del Juicio Final.
Obras de ~: Nacimiento de la Virgen, Trinità dei Monti, Roma, 1548; Juicio Final, Biblioteca Nacional, Madrid, c. 1554-1558; Retablo mayor, Astorga, catedral, c. 1558-1569; San Toribio, Teruel, catedral, 1562; Historia de Perseo, Palacio Real de El Pardo (Madrid), c. 1562-1566; Proyecto para el retablo de las Descalzas Reales de Madrid, Madrid, Biblioteca Nacional, 1563; Cristo yacente, convento de las Descalzas Reales, Madrid, c. 1563-1564; Resurrección de Cristo, Museo Nacional de Escultura, Valladolid, c. 1565-1570.
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Ángel Rodríguez Rebollo