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Francisco del Castillo

Biografía

Castillo, Francisco del. El Mozo. Jaén, 1528 – Granada, XII.1586. Arquitecto y escultor del Renacimiento andaluz.

Francisco del Castillo el Mozo nació en Jaén el año de 1528. Su padre, Francisco del Castillo el Viejo, maestro en cantería —junto a sus hermanos Alonso y Juan— había sido principal protagonista de cuantas iniciativas arquitectónicas se habían desarrollado en esta diócesis durante la primera mitad del siglo xvi. Y es que Castillo el Viejo había desempeñado cargos tan relevantes e influyentes como el de maestro mayor de las obras del cabildo municipal de Jaén y maestro del obispado. Francisco del Castillo el Viejo era un maestro cantero de formación tardogótica que, lentamente, habría de incorporar en su lenguaje arquitectónico las nuevas propuestas de un Renacimiento ornamentado.

Apenas acabados de cumplir los diecisiete años, Francisco del Castillo el Mozo es enviado por su padre a Italia, donde —según sus propias palabras— permaneció casi una década completando su aprendizaje.

Se desconoce su actividad durante este largo período, hasta que en 1552 se encuentra trabajando, como estuquista y escultor, en Roma y, de un modo más concreto, en Villa Giulia, a las órdenes de Vignola, Vasari y Ammanati. Lo cierto es que a lo largo de su estancia italiana Castillo adquiere una sólida formación teórica, un conocimiento especulativo de la práctica arquitectónica que, difícilmente, hubiera podido asimilar de haber permanecido en nuestro país, conviviendo en primera persona con los más notables artífices de la generación manierista centroitaliana.

En 1555, Castillo regresa a su ciudad natal, incorporándose como maestro a las empresas familiares, entre ellas la fábrica de la iglesia mayor parroquial de Huelma, cuya cabecera gótica ya había sido rematada por su padre, y las obras de reforma de la parroquia giennense de San Ildelfonso, donde labra su hermosa y manierista portada, así como sus dos primeros cuerpos del campanario.

En 1558, y en esta misma ciudad, Francisco traza y labra, de “mancomún” con su primo Cristóbal, la fuente de los Caños de San Pedro, la primera de una fecunda serie desarrollada a lo largo de su carrera.

En este mismo año redacta trazas y condiciones para la nueva, hoy desaparecida, parroquia de San Pedro en Jaén, ampliando de campo de acción a otras fábricas diocesanas como la parroquia de la villa de Bedmar, San Bartolomé de Andújar, San Bartolomé de Torredelcampo, San Pedro y Santa María de Alcaudete, obras que —en muchos casos— son recibidas de su progenitor.

Dos años antes el joven maestro ya había mantenido su primer contacto profesional con la ciudad de Martos, donde bajo la sombra paterna interviene en los trabajos de restauración de la Fortaleza Baja de esta población, cabecera del maestrazgo de Calatrava en la Alta Andalucía.

Será en esta ciudad donde Castillo fije su residencia en 1559, contrayendo matrimonio con María de Anguita.

Allí emprende obras ambiciosas, como las reformas integrales de sus dos principales parroquias: Santa María de la Villa y Santa Marta, al tiempo que continúa con los proyectos ya principiados, a los que se unirán otros como la pequeña iglesia parroquial de Jamilena, o la suntuosa remodelación del templo de Santa María la Mayor de Andújar, donde despliega su inmensa capacidad de decorador.

Es ésta, la década de los sesenta, una etapa de gran productividad para el arquitecto.

Mediada ésta, Castillo ha dado por concluida la desaparecida Fuente de Neptuno en Martos; también el campanario de la iglesia parroquial de La Guardia.

Pero antes ha comenzado una de sus mejores obras religiosas, la iglesia columnaria de concepción basilical, trazada de nueva planta, de San Pedro de la villa calatraveña de Torredonjimeno, cuyos trabajos concluirán en 1592 fallecido ya el maestro.

En esta década, junto a Andrés de Vandelvira, Castillo traza y dirige las obras de Puente de Mazuecos sobre el Guadalquivir, en el término municipal de Baeza, uno de los trabajos de ingeniería civil más sorprendentes del momento, cuya ejecución material quedará en manos del cantero ubetense Pedro de Mazuecos o Pedro de la Mazueca.

No menos productivos serán los años setenta del siglo.

Su fama, en 1571, le conduce a Sevilla, junto a Andrés de Vandelvira, para dar su dictamen sobre el edificio del nuevo cabildo catedralicio que, por aquellos años, estaba siendo levantado.

Un año más tarde ya debía de estar dirigiendo “las obras y reparos” de la iglesia de San Benito de Jaén, residencia eclesiástica del priorato de los calatravos en la sede episcopal.

Priego de Córdoba ha de ser un nuevo destino para el talento creativo del arquitecto. En esta localidad Castillo labra el edificio de su nuevo Pósito, las Carnicerías —en colaboración con su aparejador Juan de la Monja—, su desaparecida Cárcel y Audiencia Pública, y la maravillosa e innovadora Fuente de la Salud.

En 1575 ha muerto Vandelvira y Francisco del Castillo, aun existiendo otros maestros de indiscutible interés como Alonso de Barba, Ginés Martínez de Aranda, Martín de Alcaraz, Juan Bautista Villalpando o Cristóbal de Rojas, es el arquitecto más reputado y mejor valorado del antiguo reino de Jaén.

Su incuestionable prestigio profesional le lleva a opositar, junto a Lázaro de Velasco y Juan de Orea, a la maestría de la iglesia mayor de Granada, en 1577.

Sus propuestas de vanguardia, su visión italianizante de la arquitectura, le harán fracasar en el intento. El orden de la oposición, un extraordinario documento para conocer el proceso y los criterios establecidos en este tipo de concurso arquitectónico, es establecido por Asensio de Maeda y en él el maestro giennense nos dejó por extenso su más completo perfil biográfico y su innovadora y madura concepción del fenómeno arquitectónico. Finalmente, tras un inevitable litigio, es elegido el proyecto de Juan de Orea, pues sus propuestas estaban más en consonancia con el credo constructivo conservador del cabildo metropolitano.

De regreso a Martos, Francisco del Castillo lleva a cabo la fachada de su Cárcel y Cabildo en este mismo año, una obra de inspiración serliana y vignolesca, plena de cultos morfemas y exégesis historicistas. Y aún nos dejaría en esta población una nueva obra civil, su Fuente Nueva, labrada en 1583.

Todas estas realizaciones forman parte de un vasto plan de renovación urbana establecido para la ciudad de la Peña por su gobernador Pedro Aboz Enríquez, un programa edilicio cuya formulación humanista fue expresada, en aquellos años, por otro ilustre marteño, Diego de Villalta, quien en su Historia de la antigüedad y fundación de la Peña de Martos, escrita en 1579, nos ofrece un cumplido y detallado análisis del mismo.

A principios de los años ochenta, Castillo continúa dirigiendo empresas constructivas tan importantes como Huelma, San Bartolomé de Andújar, San Pedro de Torredonjimeno, San Bartolomé de Torredelcampo, Santa María de Martos, San Pedro de Alcaudete, Nuestra Señora de la Natividad de Jamilena. Por si todo esto fuera poco, nuestro arquitecto desempeña las tareas de maestro visitador del obispado de Jaén, realizando dictámenes y posibles trazas para fábricas tan emblemáticas como la catedral de Baeza, donde, por sólo dos visitas, percibe la nada despreciable suma de doscientos ducados en 1581.

En el cénit de su prestigio profesional el maestro es continuamente requerido para tasar otros trabajos, Montefrío o Villanueva de Messía, o escuchar su experto parecer sobre las obras en curso de empresas constructivas tales como las catedrales de Jaén y Granada.

Su fama ha desbordado, en múltiples ocasiones, su demarcación habitual de encargos e influencia. De nuevo, antes de su traslado a Granada, se le encuentra trabajando en Mérida, en la reconstrucción de su antiguo puente romano, obra que será ejecutada a tasación.

En 1584 el nuevo presidente de la Real Chancillería de Granada, Fernando Niño de Guevara, decide construir “el cuarto nuevo de la delantera de la puerta” de este suntuoso edificio; es decir, decide erigir su fachada y concluir el zaguán del mismo.

El nuevo presidente, con el beneplácito del Acuerdo, convoca a los arquitectos Lázaro de Velasco y Francisco del Castillo al objeto de estudiar sus propuestas.

El primero presenta un proyecto continuista formulado en piedra tosca de Alfacar, conforme a una propuesta iniciada tiempo atrás. Castillo, por su parte, propone derribar el viejo y arruinado muro, presentando un fastuoso modelo de fachada, fachada que —una vez acabada— habría de ser, en palabras de su comitente Niño de Guevara, “una de las más lindas y bien acabadas que hay en España y aún fuera de ella”.

La propuesta de Castillo habría de costar a la Real Chancillería más de cuarenta mil ducados, cifra que nos ofrece una idea cabal de la magnificencia de la obra.

Esta fachada, concluida en 1587, sin duda alguna la obra cumbre del maestro, es una síntesis y compendio de todas y cada una de las propuestas lingüísticas aprendidas por Castillo en su formación italiana, la obra más italianizante y manierista de toda la arquitectura andaluza del Renacimiento.

Obviamente, Francisco del Castillo, una vez nombrado “Maestro Mayor de la obra de la Audiencia Real de Granada”, fija su residencia en esta ciudad, dedicando en exclusiva —salvo breves visitas a antiguos tajos— su tiempo a esta creación.

Pero este tiempo no habría de ser mucho. El 15 de noviembre de 1586, “[...] estando como estoy enfermo de cuerpo y en mi sano juicio”, el maestro dictasu testamento. Un día más tarde tendrá aún tiempo de añadir a éste un codicilo con nuevas cláusulas y observaciones.

En esta su última voluntad ordena ser enterrado en Santa María de la Villa de Martos, en una capilla que le había sido concedida por el Real Consejo de las Órdenes militares, a la que había dotado de una capellanía.

Al carecer el matrimonio de hijos concede el usufructo de su cuantiosa hacienda a su viuda, expresando un particular cariño por “sus sobrinicos”.

El documento testamentario es rico en detalles humanos y cotidianos y nos desvela el perfil del personaje y algunos aspectos de los sistemas de producción de su oficio. Así, ordena la manumisión de una esclava, Isabel, o conserva especial recuerdo para dos de sus oficiales fallecidos en su propia casa.

Se desconoce la fecha exacta de su muerte, pues faltan los libros de defunciones de la parroquia granadina de Santa Ana, iglesia donde le fueron dichas las primeras misas. Sin embargo, el primer aprecio de sus bienes data de los primeros días de 1587, lo que nos conduce a creer que su fallecimiento debió producirse en las últimas semanas del año anterior.

Muerto el arquitecto, y según descargo de gastos rebajados al aprecio de bienes por su hermano Lope, su cuerpo fue trasladado a Martos “por la sierra y de noche”, formando la comitiva un guía, su viuda y cinco compañeros.

Desaparecido el maestro muchas de sus obras serán continuadas por algunos de sus colaboradores. De todos ellos, continuadores y epígonos, el más significativo habría de ser su hermano Benito.

Benito del Castillo había nacido en Jaén en 1546.

Era, por tanto, el menor de la familia y, tal vez por ello, el principal protegido de Francisco.

Casado en la villa de Marmolejo, su ámbito de actuación arquitectónica siguió siendo los territorios de la Encomienda de Martos y la Campiña Sur de Jaén, Andújar, Porcuna, Marmolejo, comarcas que verían sus más relevantes obras. A Benito le corresponde concluir algunas obras inacabadas de su hermano, como son Santa María de la Villa, en Martos, o Jamilena.

Pero Benito no tuvo el talento de su hermano mayor, ni tampoco había gozado de su privilegiada formación.

Llegado el siglo xvii, la saga arquitectónica de los Castillo aún permanecerá activa con otros miembros de la familia como Cristóbal y Alonso, la tercera generación de maestros canteros en tierras de Jaén.

Castillo, verdaderamente, tal como hacía saber en un memorial de apelación remitido al cabildo catedralicio de Granada, había dejado hechos “muchos edificios de templos y fortalezas y casas de consistorios, puentes, fuentes y otra mucha diversidad de edificios públicos y privados”. Este hecho indiscutible ya hacía de él uno de los artistas más polifacéticos y completos de la arquitectura española del siglo xvi.

Francisco del Castillo, tuvo diversos comitentes: el obispado de Jaén, la Orden de Calatrava, municipios, la propia Corona. A todos ellos, haciendo uso de una extraordinaria versatilidad, les supo ofrecer aquello que satisfacía sus pretensiones y propuestas. Desde los modelos desornamentados y austeros de los templos columnarios erigidos para los territorios de la Orden de Calatrava, hasta las más cultas formulaciones de un lenguaje clasicista y sutil de empresas constructivas como la fachada de la Real Chancillería de Granada, el cabildo marteño, o la artificiosa fuente de Priego —con sus nereidas y tritones—, pasando por una arquitectura diocesana que prácticamente había canonizado los modelos de “hallenkirchen”, Castillo supo desplegar sus dotes y experiencias constructivas, dejando a la posteridad destellos de la más vanguardista y culta arquitectura de la Europa de su momento en un “italianizado sur”.

 

Obras de ~: Fábrica de la iglesia mayor parroquial, Huelma (Jaén), 1555 post.; Reforma de la parroquia San Ildelfonso, Jaén, 1555, post.; Fuente de los Caños de San Pedro, Jaén, 1558; Trazas, parroquia de San Pedro, Jaén, 1558; Restauración de la Fortaleza Baja, Martos (Jaén); Reformas, parroquia de Santa María de la Villa, Martos (Jaén), 1599 post.; Reformas, parroquia de Santa Marta, Martos (Jaén), 1599 post.; Fuente de Neptuno, Martos (Jaén), c. 1560; Campanario, iglesia parroquial de La Guardia (Jaén); Iglesia de San Pedro, Torredonjimeno (Jaén); con A. de Vandelvira, Puente de Mazuecos, Baeza (Jaén); Obras y reparos, iglesia de San Benito, Jaén; Pósito, las Carnicerías, Cárcel, Audiencia Pública y la Fuente de la Salud, Priego de Córdoba (Córdoba); Reconstrucción del puente romano, Mérida; Fachada de la Real Chancillería, Granada, 1587.

 

Bibl.: R. Ortega y Sagrista, “La iglesia de San Ildefonso”, en Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, n.º 22 (1959), págs. 41-85; R. Ortega y Sagrista y J. Sola Llavero, El templo parroquial [de Huelma], s. l., ¿1965?; R. Taylor, “The façade of the Chancilleria of Granada”, en VV. AA., Actas del XXIII Congreso Internacional de Historia del Arte, vol. II, Granada, 1977, págs. 419-436; P. Galera Andreu, Arquitectura y arquitectos en Jaén a fines del siglo xvi, Jaén, Instituto de Estudios Giennenses, 1982; A. Moreno Mendoza, Francisco del Castillo y la arquitectura andaluza manierista, Úbeda, Fundación Pablo de Olavide, 1984; J. Dominguéz Cubero, Monumentalidad religiosa de Andújar en la Modernidad, Andújar, Casa Municipal de Cultura de Andújar, 1985; R. López Guzmán, “Francisco del Castillo y la arquitectura civil: reflexiones sobre el Manierismo en Andalucía Oriental”, en Periferia (1987), págs. 104-111; A. Moreno Mendoza, Los Castillo, un siglo de arquitectura en el Renacimiento andaluz, Granada, Universidad, 1989; J. M. Gómez-Moreno Calera, A. A. Ruiz Rodríguez e I. M. Álamo Fuentes, “Francisco del Castillo, autor de la fachada de la Chancillería de Granada”, en Archivo Español de Arte, t. 62, n.º 247 (1989), págs. 364-371.

 

Arsenio Moreno Mendoza