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Claudio de Arciniega

Biografía

Arciniega, Claudio de. Burgos, 1524/1525 – Ciudad de México (México), 1593. Arquitecto.

Probablemente el arquitecto más importante del siglo XVI en el virreinato de la Nueva España, ocupó todos los cargos de prestigio a que un alarife de la época podía aspirar y fue uno de los primero introductores del lenguaje renacentista en la arquitectura de los virreinatos americanos.

El Maestro Maior de la yglesia cathedral que por mandado de su magestad se haze en esta çiudad de mexico”, Claudio de Arciniega, fue muy parco a la hora de declarar su lugar de origen. Sólo se conserva un documento en el que declare ser natural de Burgos (concretamente en el proceso inquisitorial del año 1572 contra su cuñado Miguel Martínez, en el que se dice “claudio de arziniega, natural de burgos, vz.º de mexico”). El hecho de declararse vecino de Burgos en 1542, en las obras de la Universidad de Alcalá (“Claudio, entallador, v.º de Burgos”); así como el que su hermano Luis, en 1598, también cite ser natural de la capital burgalesa, parece reforzar esta conclusión. En ese mismo proceso inquisitorial de 1572 declaró ser “de edad de quarenta y ocho a.ºs”; por ello, cabe pensar en 1524/1525 como año de nacimiento.

Los padres de Claudio de Arciniega fueron Catalina Ortiz de Arciniega (de quien heredó el patronímico) y el artista de origen borgoñón Juan de Miaus (como consta en el Catálogo de pasajeros a Indias), parte del círculo de entalladores y escultores que en torno a Juan de Juni se forma hacia el primer cuarto del siglo XVI, fundamentalmente en el foco leonés.

Su esposa se llamaba María de Rojas. En un proceso inquisitorial de 1590 dijo ser mujer de Arciniega y tener cincuenta años. No tuvieron descendencia, y los familiares más cercanos, por tanto, eran la familia de su hermano Luis y su hermana Catalina.

El testamento de Arciniega fue otorgado el 7 de octubre de 1593 en las casas que poseía como parte de su posición de maestro mayor de la catedral, ante el escribano real Diego de Santa María.

En principio, esta fecha del testamento plantea el problema del día de la muerte del arquitecto, ya que hasta ahora todos habían tomado como bueno el dato de la real cédula en que se nombra a Diego de Aguilera maestro mayor de la catedral en sustitución de Claudio de Arciniega (fechada a 19 de agosto de 1593, es decir, bastantes días antes de la fecha del testamento —lo que tal vez se deba a problemas de transcripción en la fecha del documento—. Como albaceas dispuso a su esposa, María de Rojas, a Diego de Aguilera y a Bartolomé García. La figura de Diego de Aguilera es sobradamente conocida, ya que sustituyó a Arciniega en la maestría mayor de la catedral en donde ya, en 1580, aparecía como aparejador y maestro de cantería (“diego de aguilera aparejador e maestro de cantería en la santa iglesia catedral desta cibdad)”. Por su parte, Bartolomé García, carpintero, era un colaborador habitual en las obras de Arciniega.

Claudio de Arciniega nació y pasó sus primeros años en Burgos, pero es dudoso (como se ha visto, en el año de 1542, trabajando en la obra de la Universidad de Alcalá todavía se halla avecindado en Burgos —“Claudio entallador v.º de Burgos”—, a pesar de que ya antes había estado trabajando en el Alcázar de Madrid), que el aprendizaje de Arciniega se produjese en el contexto burgalés, sino más bien en una formación junto a su padre en los talleres de entalladores franceses en la ciudad de León.

Por lo que respecta a su carrera profesional, tal vez su primera experiencia fuera a principios de los años cuarenta, trabajando a las órdenes de Alonso de Covarrubias y Luis de Vega en el Alcázar Real de Madrid “en ciertas obras de imaginería y talla”. La siguiente participación de Claudio de Arciniega en una obra arquitectónica fue en la fachada de la Universidad de Alcalá de Henares, donde permanecerá trabajando, al menos según se desprende de los documentos, desde mayo de 1542 hasta 1548. Se trata sin duda de la obra más personal y completa que Claudio de Arciniega lleva a cabo en España. En ella se revela ya como un entallador en pleno dominio de sus recursos expresivos, así como de sus fuentes de inspiración, asimismo su obra es la más importante dentro del conjunto de la fachada, configurándose como la figura predominante en lo estilístico, sin detrimento, obviamente, del papel del maestro de la obra, Rodrigo Gil de Hontañón.

A través de distintos datos documentales se pueden atribuir a Claudio de Arciniega hasta cuatro retablos en la zona cercana a Alcalá y Guadalajara: el de la iglesia de Santiago en Guadalajara y los de las parroquias de los pueblos de Hontoba, Daganzo y Hontanar, todos antes de 1553. Parece más que suficiente que la causa del abandono de las obras en la Universidad de Alcalá se debió a sus ocupaciones como ensamblador y entallador en esa zona. Así, Heinrich Berlin cita la conocida declaración de Miguel Martínez, obrero mayor de las casas reales, a la sazón su cuñado, en el ya citado proceso que la Inquisición llevó a cabo en su contra por bigamia, en el matrimonio con su hermana Catalina de Arciniega: “lo conocerá de cuando hacía el retablo de Santiago de la ciudad de Guadalajara”. En 1973, Marco Dorta dio a conocer el protocolo notarial redactado en Sevilla el 27 de febrero de 1553, por el que Arciniega le concedió poder a su vecino en Alcalá, y también entallador, Felipe Ortiz, “para que cobre el retablo que había labrado en el pueblo de Hontova”. Por su parte, Tovar de Teresa añade a esa relación un retablo en la villa de Daganzo, antes de 1550. A ellos hay que sumar otro retablo más en el pueblo de Hontanar, que aparece declarado por Luis de Arciniega en una averiguación de limpieza de sangre del 10 de febrero de 1598 en la que dice “q los conoscio en la villa de yunquera y en el hontanar, porque este ts.º residio en el dho pueblo y villa tpo de un a.º [...] a los quales conoscçio en el hontanar en el tpo que alli vivio en la obra de un retablo que allí hacia un hermano de este que declara”.

Tras embarcarse en Sevilla en 1554, y llegar a la ciudad de Puebla y tomar allí carta de vecindad en 1555, se puso al servicio de la ciudad y de su corregidor Luis de León Romano, “teniendo a su cargo las obras públicas como maestro de cantería”, es decir, fue el alarife u obrero mayor de la ciudad. En 1558 llevó a cabo la obra de la fuente de la plaza mayor.

Tradicionalmente se toma la fecha de la construcción del Túmulo Imperial para Carlos V en 1559, y algún otro dato como la vecindad de su hermano Luis en México, en ese mismo año, como el momento en que Arciniega se desplaza a la Ciudad de México. En febrero de 1560 es enviado en comisión de servicio por parte del virrey Luis de Velasco para inspeccionar la construcción de la catedral de Pátzcuaro, y en fecha no determinada, aunque sí antes de 1563 (quizá desde 1559-1560), Claudio dirigía las reformas realizadas en las Casas Viejas de Cortés, con el fin de adaptarlas a su utilización, tanto por parte de la Real Audiencia como de la Corte, lo que demuestra ya un alto nivel de confianza del virrey para con el arquitecto.

En el año 1561 ya aparece realizando una visita a la obra del convento de San Agustín, e igualmente figura citado ya en dos ocasiones como obrero de la ciudad. En 1563 aparece asociado a la obra del convento de Santo Domingo. El 5 de febrero de 1564 se le solicitó dictamen sobre el estado de la catedral vieja de Puebla.

En 1565 Arciniega aparece, por primera vez, como la persona “a cuyo cargo esta la obra e materiales de la iglesia catedral de esta ciudad de Mexico”. Desde este momento, hasta el año 1570, la figura de Claudio de Arciniega desaparece por completo de las fuentes documentales. Sólo se puede pensar en una respuesta para este vacío documental: la catedral. En 1569 y 1570 se sientan las bases para lo que va a ser la actividad constructiva en los próximos años: las Reales Cédulas de los días 4 y 20 de mayo de 1569, firmadas en El Pardo y Aranjuez, respectivamente; el acuerdo entre virrey, audiencia, arzobispo y cabildo catedralicio de 15 de febrero de 1570, y el dictamen sobre los cimientos de 15 de marzo del mismo año.

Todos estos documentos coinciden en el tiempo con otro, en el que, finalmente, se alude a Arciniega como maestro mayor de la catedral.

Se convirtió así en el responsable del replanteamiento de todo el proyecto catedralicio. Suya fue la traza, y, en general, todo el proceso de diseño artístico- arquitectónico que permitió, al fin, disponer de un proyecto de edificio viable, acorde con las posibilidades económicas del virreinato, y estéticamente correcto, tanto para los gustos del cabildo y arzobispo como para la filiación estilística de Claudio de Arciniega.

En 1570, la dignidad de virrey era detentada ya por Martín Enríquez. Del hecho de que la posición de Arciniega no parezca haber cambiado sustancialmente, cabe deducir que esa posición se hallaba ya sólidamente asentada en el ámbito artístico novohispano.

En el año 1576, Arciniega presenta una relación de méritos y servicios, que será el eje sobre el que pivotará la vida del arquitecto hasta el punto de convertirse en la figura fundamental de la arquitectura novohispana de fines del siglo XVI. Efectivamente, el 13 de febrero de 1576, ante la Audiencia Real, a petición del propio interesado (“supplico claudio de arziniega se rescibiese ynformacion de su calidad y meritos y servicios”) y promovida por el virrey Martín Enríquez (“la ynformacion de oficio se le dio por el muy excelente señor visorrei”), se confeccionó este documento en el que una serie de testigos respondió a cinco preguntas que incidían fundamentalmente “en su arte y oficio de architectura, [...], si es persona avil y como tal se le an encargado obras y hedeficios en esta tierra y por quien y que hedeficios y obras a hecho y de que calidad, [...] si es nesçesario y conviniente para la republica deste reino, [...], si es persona de confiança”, pero que también indagaban sobre “si el dho claudio de arziniega esta pobre y con nescesidad o si tiene bienes”. ¿Cuál era el fin último de solicitar esta información? Si la propia lectura del documento no es lo suficientemente esclarecedora (“para que su magestad sea ynformado de lo que en el caso pasa [...] para embiar a su magestad para que se le aga mrd de ayuda”), Arciniega lo presentó al Consejo de Indias junto con un memorial en el que solicitaba 300 pesos anuales y la confirmación de su título de maestro mayor de catedral (“como se suele hacer en estos reynos con los maestros mayores de las dichas hobras de las catedrales dellos”). ¿Qué es lo que se consiguió? No puede estudiarse la relación de méritos y servicios separadamente del documento en que se produce su nombramiento como obrero mayor de la Nueva España, ya que éste es, evidentemente, producto del anterior. Arciniega consiguió más y menos de lo que pedía. Sus solicitados 300 pesos anuales se vieron reducidos a sólo cien, pero a cambio se le otorgó un nombramiento, a todas luces honorífico, como el de obrero mayor de la Nueva España. Se puede decir honorífico, porque en realidad todas las obras reales (virreinales, en definitiva) ya estaban siendo encargadas a Arciniega incluso antes de ese nombramiento, por lo cual éste sólo vino a ratificar una situación que de facto ya existía, acompañándolo exclusivamente de un estipendio anual y vitalicio. ¿Era eso lo que el arquitecto deseaba? Se entiende que sí. Tras sus ambiciones profesionales y socioeconómicas, subyacía también una comprensión de las actividades asociadas a su arte, que él pensaba trascendían su naturaleza manual. Se daba entonces un momento clave para el arte, como es la polémica artes mecánicas-artes liberales, que aparece en las grandes figuras del renacimiento italiano, pero que también se aprecia en las figuras del Greco, o Berruguete, o en Herrera, o en los pintores españoles del Seiscientos. Por tanto, era muy importante para Arciniega la sanción real, el reconocimiento oficial, a lo que era ya de hecho una posición preeminente en la sociedad novohispana. Esto era lo que significaba para él ese nombramiento.

En 1584 se emprende una campaña constructiva destacada en el hospital de Jesús en la que ya aparece el propio Claudio como maestro mayor de la obra, fundación original de Hernán Cortés. También iniciada en el año 1584, la otra obra importante a la que tuvo que atender Arciniega fue la casi completa reconstrucción y posterior adorno de la catedral vieja de la Ciudad de México, para la celebración del primer Concilio de la Iglesia mexicana en 1586.

Los últimos años de Arciniega, hasta su muerte en 1593 se desarrollaron en la posición que él siempre había deseado ocupar como referente de su arte y architetura en la Nueva España. Su actividad en ese lapso se concentraba fundamentalmente en tres obras: por una parte, la maestría del hospital de Jesús, al término del cual probablemente la única obra pendiente era la finalización de la iglesia como consta en la “memoria de las demasías q ay q hacer en la obra de la yglesia que se ba haciendo en el espital de nuestra señora de la concepcion” firmada en 1602, por Andrés de Concha, maestro mayor de la catedral en ese momento, Pedro de Rada, su aparejador, y Alonso Perez de Castañeda; por otra parte, los trabajos a sueldo del cabildo municipal, que aparecen mencionados en 1589, 1590, 1592 y 1593, y, finalmente, los trabajos en la catedral, que seguían adelante. Se omiten las fábricas conventuales de San Agustín y Santo Domingo, que se hallaban, al menos en lo fundamental, ya finalizadas.

 

Obras de ~: Esculturas de la fachada de la Universidad, Alcalá de Henares, 1542-1548; Alhóndiga de la ciudad de Puebla, Puebla, 1554-1558; Túmulo funerario para el emperador Carlos V, Ciudad de México, 1559; Convento de San Agustín, Ciudad de México, 1561 y ss.; Convento de Santo Domingo, Ciudad de México, 1563 y ss.; Convento de San Agustín, Acolman, 1558- 1560; Convento de San Nicolás Tolentino, Actopan; Convento de los Santos Reyes, Metztitlán, 1577; Convento de Santiago, Tecali, 1569; Iglesia de San Antonio Abad, Ciudad de México, 1562 y ss.; Catedral Metropolitana, Ciudad de México, 1564 y ss.; Hospital de Nuestra Señora de la Concepción, Ciudad de México, 1576 y ss.; Palacio de los Virreyes, Ciudad de México, 1562 y ss.

 

Bibl.: H. Berlin, “Artífices de la Catedral de México”, en Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, México, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), n.º 11 (1944); M. Toussaint, Arte colonial, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1948; D. Angulo Íñiguez, Historia del arte hispanoamericano, vol. I, Barcelona, Salvat Editores, 1950; L. García Serrano, La traza original con que fue construida la catedral de México, México, UNAM, 1964; E. Marco Dorta, “Claudio de Arciniega, arquitecto de la catedral de México”, en Actas del XXIII Congreso Internacional de Historia del Arte, Granada, Universidad, 1973; E. Castro, “Historia del edificio. Evolución arquitectónica”, en Palacio Nacional de México, México, Secretaría de Obras Públicas, 1976; “Los maestros mayores de la Catedral de México”, en Artes de México, n.os 182 y 183 (1976); M. Toussaint, Claudio de Arciniega, arquitecto de la Nueva España, México, Universidad Nacional, 1981; G. Tovar de Teresa, Renacimiento en México, México, Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas, 1982; M. Ramírez Montes, “Claudio de Arziniega, su obra en España y Mexico”, en Kultura. Cuadernos de cultura, n.º 8 (1985); I. Hidalgo de Diego, “Claudio de Arciniega: datos biográficos” en Cuadernos de Arte Colonial, n.º 7, mayo, 1991, Madrid, Museo de América, Madrid; G. Tovar de Teresa, Pintura y escultura en Nueva España. 1557-1640, México, 1992, Repertorio de artistas en México, México, Grupo Financiero Bancomer, 1995; J. Bérchez et. al., “La arquitectura y sus imágenes”, en Los siglos de oro en los virreinatos de América 1550-1700. Catálogo de exposición, Madrid, 2000; L. J. Cuesta Hernández, “La posible participación de Claudio de Arciniega en la construcción de los conventos agustinos de Acolman, Actopan y Metztitlán. Precisiones históricas y cuestiones formales”, en Estudios Históricos. Arquitectura y diseño, México, Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, n.º 5, 2000, págs. 45-57; “El estilo arquitectónico en Claudio de Arciniega”, en Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, México, UNAM, n.º 76, 2002, págs. 61-88; “Algunas precisiones sobre el arquitecto Claudio de Arciniega en el Virreinato de la Nueva España (1524-1593): cuestiones documentales y su poco conocida obra en España”, en Revista del Departamento de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Iberoamericana. Universidad Iberoamericana (México), n.º 4, año II (2003), págs. 7-33.

 

Luis Javier Cuesta Hernández