Vandelvira, Andrés de. Alcaraz (Albacete), c. 1505 – Jaén, 1575. Arquitecto.
El origen familiar y social de este arquitecto está lleno de conjeturas. De una parte, su mismo apellido se ha querido ver como una contracción del prefijo “Van der”, de clara ascendencia flamenca, mientras que hay quien se inclina por otra de origen español, “Juan el de Elvira”, en cualquier caso arraigado en tierras de Alcaraz desde el siglo XV y con pretensiones de hidalguía manifiestas por familiares suyos al ser incluidos como pecheros en el padrón de la moneda forera de 1599. En realidad en la mayoría de los documentos autógrafos, entre ellos su testamento, firma como “Vandaelvira”, en tanto que los escribanos, testigos u otros, suelen referirse a él como “Valdelvira”.
De cualquier modo, resulta evidente que no era un apellido usual, al menos fuera de su ciudad natal, y que él mantuvo el prefijo “Van”, aunque en el trascurso del tiempo se impuso la forma Vandelvira con la que es conocido desde el siglo XVII.
No menos interrogantes ofrece la existencia de antecedentes familiares relacionados con su profesión. En un mundo tan cerrado como era el ejercicio de la cantería aún en aquella época, resulta difícil no vincularlo con un padre cantero y por tanto un inicio profesional en el seno del taller familiar. Durante mucho tiempo, hasta bien entrado el siglo XX, se creía que era hijo de un tal Pedro de Vandelvira que había trabajado en la Catedral de Jaén, pero hoy se considera un personaje fantasma dado a conocer por Martín Jimena Jurado en su Catálogo de los Obispos de las Iglesias Catedrales de la Diócesis de Jaén... (1654), al confundir el nombre con el de Andrés, lo que sirvió de base para la leyenda ideada por los académicos de la Ilustración, A. Ponz y E. Llaguno, según la cual dicho Pedro visitó Italia y hasta llegó a conocer a Miguel Ángel para ser enseguida repescado por el Secretario del Emperador Carlos V, Francisco de los Cobos, y emplearlo en las obras planificadas por él en Úbeda. Deshecha la fábula, principalmente por Manuel Gómez-Moreno Martínez, no deja de tener gran interés dado el relieve de sus inventores por cuanto supone de andamiaje para justificar la valía de la arquitectura vandelviriana.
Sin descartar que tuviera parientes dentro de la profesión —hoy se sabe al menos de un Juan de Vandelvira, maestro de cantería, que en 1537 era recomendado por la Orden de Santiago para obras en la comarca de Segura de la Sierra, donde trabajaba por entonces Andrés— lo cierto es que desde 1523, con apenas dieciocho años, estaba haciendo tareas modestas del oficio en Alcaraz y en los cinco años siguientes su nombre aparece ya en obras de iglesias locales, Convento de San Francisco y en la iglesia de San Ignacio, figurando como cantero. Pero el hecho decisivo en este tiempo será su contacto con Francisco de Luna, maestro de cantería, asentado en Alcaraz desde 1512. Juntos intervienen en la obra de San Ignacio y de forma más estrecha poco tiempo después, en 1529, ambos se dirigen al Convento de Uclés (Cuenca) sede principal de la Orden de Santiago, para el que Luna había sido nombrado maestro principal. Las relaciones de Luna con la Orden eran muy buenas, sin duda por un prestigio ganado en el amplio dominio territorial que los santiaguistas tenían en la meseta sur, desde Cuenca hasta la sierra de Segura. De hecho, unos años más tarde, aparece como asesor para temas de construcción junto a los visitadores de la Orden viajando por la comarca de Segura. Si Vandelvira no se formó desde un principio con este maestro no se puede negar su influencia, sobre todo a partir del viaje a Uclés y del emparentamiento con él al casarse enseguida con su hija Luisa. De “amado hijo” lo tratará el suegro en su testamento, en tanto que Vandelvira mantuvo siempre un gran respeto hacia su familia política a través de su mujer.
Las obras de Uclés le proporcionarán a Vandelvira el conocimiento directo del elegante lenguaje del primer Renacimiento, el comúnmente denominado “plareresco”, de finas labores ornamentales, visible en la cabecera exterior de la iglesia y en el ventanaje del muro exterior del claustro. Dos años después, suegro y yerno son vecinos de Villanueva de los Infantes (Ciudad Real), punto neurálgico para los intereses de la Orden Militar en el sur de la meseta, donde Francisco de Luna tenía el encargo de la iglesia parroquial de San Andrés. Cercana a Alcaraz, ese mismo año, 1531, se le asigna a Vandelvira en su ciudad natal la construcción de un nuevo alhorí o pósito de grano en el que junto a la sobria y práctica solución del espacio para almacén destaca la lujosa portada que acusa su paso por Uclés.
Por estos mismos años de comienzos de la década de 1530 se inician sus incursiones en la actual provincia de Jaén, donde pronto arraigará y permanecerá hasta su muerte. Hacia 1533-1534 debe estar asentado con su mujer Luisa de Luna en Villacarrillo, una de las Cuatro Villas que formaban un enclave de la archidiócesis de Toledo en territorio jiennense, situada a medio camino entre la sierra de Segura y Úbeda, aunque más próxima a ésta. Aquí tuvo el primer hogar donde nacieron la mayor parte de sus siete hijos y adquirió buena cantidad de bienes raíces, manteniendo la casa hasta el final de sus días. No es segura la autoría suya en cuanto proyecto de la iglesia parroquial de la Asunción de Villacarrillo, pero sí es segura su intervención, excepto en la cabecera y sacristía, dentro aún del estilo “plateresco” visible en la portada, pero con posteriores innovaciones en las bóvedas de la nave central.
Una activa política de renovación urbana en los pequeños núcleos de la sierra de Segura: Orcera, Hornos y Segura, llevada a cabo en estos años por la Orden de Santiago, motiva que a través de su hombre de confianza, Luna, aparezca Vandelvira trabajando en proyectos de templos parroquiales, como el de Orcera de 1537. A su vez, en Úbeda el poderoso secretario del Emperador, Francisco de los Cobos, natural de ella, se disponía a dejar una profunda huella para la posteridad dotando a la ciudad con un ambicioso plan de equipamiento: Universidad, Hospital, Iglesia... y un palacio para él, que aunque no cumplido en su totalidad iba a dejar la impronta y la vía señalada para la transformación de la Úbeda medieval en la admirada ciudad renacentista que es hoy, declarada junto con Baeza Patrimonio de la Humanidad. Además, el influyente Cobos, caballero santiaguista asimismo, compraba las cercanas villas de Sabiote y Canena a la Orden de Calatrava. Igualmente conseguía del arzobispado de Toledo el título de adelantado de Cazorla con su correspondiente dominio sobre la villa y su entorno en la sierra del mismo nombre. Una amplia empresa constructora se vislumbraba bajo el poder de este riquísimo personaje, a cuyo reclamo acudirían tanto los buenos maestros establecidos en la comarca, como otros de fuera. Esta será la ocasión de Andrés de Vandelvira, que desde Villacarrillo se acercó a Sabiote, donde estaba en 1534, y a Úbeda, donde en 1536 conseguía la adjudicación de la obra de la capilla de El Salvador, el templo funerario de Cobos, diseñada por Diego de Siloé, aunque es posible que poco antes o al mismo tiempo tuviera otros encargos, tal vez en el claustro e iglesia del Convento de Santa Clara, donde una portada interior del claustro y la bóveda del coro de la iglesia concuerdan con este primer estilo vandelviriano.
Si hasta este momento se ve a un Vandelvira iniciado y practicando el lenguaje renacentista del “plateresco”, a partir de ahora empezará una nueva andadura basada en el conocimiento más apurado del clasicismo, fruto sin duda de su encuentro con Siloé.
Ese cambio comienza a vislumbrarse en la sacristía de la iglesia de El Salvador, nuevo proyecto de 1540, ya con autoría del maestro de Alcaraz. El sistema de arcos superpuestos con que resuelve el alzado y la cubrición de los tres tramos en que se divide el espacio con bóvedas baídas, señalan dos notas muy características que no abandonará a lo largo de toda su carrera y que proporcionará unos ritmos sencillos y armoniosos de la compartimentación del espacio. La decoración plástica con telamones y cariátides asumida por figuras de profetas y sibilas marcan un contrapunto tenso y dramático, sin embargo, con el predominio de los paramentos lisos y un efectista manejo de la luz. Labor escultórica, que es debida al francés Etienne Jamet o Esteban Jamete, en España, de excelente calidad, artista que también jugará un papel importante en la transmisión de un gusto francés a la arquitectura vandelviriana, que se hace patente en la misma portada de la sacristía y en las dos laterales al exterior del templo, dentro asimismo del proyecto de Vandelvira.
A partir de El Salvador se suceden vertiginosamente los encargos. Primero, en la órbita de la familia Cobos por medio de su hombre de confianza, el humanista y deán de la Catedral de Málaga, Fernando Ortega.
A través de éste ajusta la sacristía y terminación de El Salvador, posiblemente el proyecto de la iglesia de Santa María de Cazorla, hoy en ruinas, cabeza del tan anhelado y perseguido Adelantamiento por parte de Cobos, y para el mismo deán diseña con toda probabilidad su capilla funeraria en la iglesia de San Nicolás de Úbeda y construye un palacio (actual Parador de Turismo ), junto a El Salvador, que marca el inicio de una serie de este tipo de mansiones en Úbeda que hará para distintos miembros de la familia Cobos: el de Juan Vázquez de Molina, secretario imperial que fue también, ahora convertido en Ayuntamiento; el del regidor, Francisco Vela de los Cobos, o el actual palacio del marqués de la Rambla. Todo ello le llevó a abrir casa en Úbeda, donde residió las décadas centrales del siglo, entre 1536 y 1555, aproximadamente.
Entretanto su actividad se extendía fuera de la ciudad. En la vecina Baeza, Diego Valencia de Benavides, señor de Jabalquinto, y uno de los apellidos tradicionales de la pequeña nobleza local, decide construir una gran capilla funeraria en la iglesia conventual de San Francisco en 1538, tal vez por emular a Francisco de los Cobos, encargándosela a Vandelvira “...La mexor capilla particular y más bien ordenada que ai en España”, según escribiría Alonso de Vandelvira, hijo del arquitecto, aunque a nuestros días ha llegado en ruinas.
Del mismo modo, para Rodrigo Messia Carrillo y su esposa, Mayor de Fonseca, señores de La Guardia (Jaén), se haría cargo a mediados de la década de 1540, transformándola, de la iglesia del convento dominico de Sta. María Magdalena en La Guardia, donde ensayará el tipo de pilar siloesco, derivado de la Catedral de Granada, que luego empleará en la Catedral de Jaén. Su fama había traspasado además las fronteras del Reino de Jaén y así, en 1550, era consultado para continuar la Catedral de Málaga, haciendo para la ocasión un modelo o maqueta, muestra del dominio y conocimiento aventajado de modernos métodos de proyectar, propios del Renacimiento.
Unos años después, en 1554, lo encontramos en San Clemente (Cuenca), interviniendo en su iglesia parroquial y muy posiblemente en su Ayuntamiento.
En este momento de plena madurez, iniciada la década de 1550, se va a producir el contrato por parte de la Catedral de Jaén para darle la maestría de las obras que se iban a iniciar, y que fijarán su última residencia en esta ciudad hasta su muerte coincidiendo con el periodo de su máxima actividad. Para este gran proyecto ya habían sido llamados a consulta en 1548, además del propio Vandelvira, Jerónimo Quijano y Pedro Machuca, pero al final sería nuestro arquitecto el elegido para maestro mayor en 1553. Gracias al documento notarial del contrato sabemos que, aparte de ocuparse de las obras de la Catedral de Jaén, había de hacerlo igualmente de las de Baeza, iniciada también su transformación de templo gótico a otro renacentista, dando nuevas trazas, así como de todas las obras de la diócesis, que eran bastantes numerosas y de importancia, entre las que serían de destacar las iglesias parroquiales de Huelma, Linares o el Santuario de la Virgen de la Cabeza (Andújar), amén de un sinfín de intervenciones menores en otras muchas.
Pese a que en lo que le quedaba de vida no pudiera levantarse de la nueva catedral jiennense nada más que un cuerpo adicional, el formado por la sacristía, sala capitular y bóveda de enterramiento con las dependencias altas, sin embargo constituye una espléndida muestra de esta etapa de madurez con un estilo clasicista depurado de ornamentación, mucho más sobrio que lo hecho anteriormente, pero también más imaginativo. Lo construido condicionaba además la continuación de la catedral, que siguiendo el modelo granadino creado por Siloé, sin embargo resulta de mayor armonía en sus proporciones dentro de una perfecta adecuación al tipo basilical que ha servido de referencia, directa o indirecta, para las catedrales americanas.
Del prestigio alcanzado puede dar fe uno de los hechos más insólitos en la historia de la arquitectura española y es que durante unos años, entre 1560 y 1567, llevó también la maestría de la Catedral de Cuenca, sin obligación de residencia, naturalmente, comprometida en Jaén. Bien es cierto que aquí pesaba el recuerdo de trabajos suyos anteriores y sobre todo su vinculación con Francisco de Luna, prueba de lo cual sería, por ejemplo, la continuación del puente de San Pablo en la misma ciudad, con nuevas trazas de Andrés de Vandelvira, sin olvidar la filiación estilística que guardan varias portadas de iglesias desparramadas por toda la diócesis conquense: Alarcón, Huete, Cañaveras...
Su reconocimiento hará que sea consultado en obras de indiscutible relieve, como el Hospital de Afuera de Toledo, para el que dio diseños de unas tribunas, que luego no se realizarían. Igualmente fue llamado a consulta para las nuevas dependencias administrativas de la Catedral de Sevilla, a cuya maestría llegó incluso a optar en 1557. la catedral de Guadix lo llamó en 1566 para tasar obras que se hacían en la capilla de San Torcuato y ya al final de su vida era recomendado por el arquitecto Juan de Maeda, maestro mayor de la Catedral de Granada, para poder solucionar el dificultoso cierre de la galería circular del patio del Palacio de Carlos V, en la Alhambra.
Dos rasgos singulares caracterizan la arquitectura de Vandelvira, decantados con toda fuerza y brillantez en la última etapa de su carrera: el perfecto dominio de la estereotomía o arte del corte de la piedra, técnica constructiva con la que se realiza la casi totalidad de su obra, y una sorprendente asimilación del clasicismo, adaptándolo a las tradiciones, tanto técnicas como culturales, del entrono en que trabaja. Esta combinación, que puede dar una cierta imagen medieval en el aspecto exterior de edificios generalmente compactos, de gruesos muros y cubiertas de teja, revela en los interiores modulaciones espaciales, como se apuntaba, de gran armonía, que alcanzan arriesgados y sorprendentes juegos rítmicos en las realizaciones de la década final de su existencia, ejemplificadas en dos obras: la Sacristía de la Catedral de Jaén y el Hospital de Santiago de Úbeda. En la primera, la alternancia de arcos hornacinas de distinto tamaño a lo largo de todo el muro, apoyados en dobles columnas corintias, con idéntica arcuación en la parte superior del muro, combina ejemplos de la arquitectura antigua con imágenes evocadoras de monumentos señeros de la cultura islámica: Patio de los Leones o Mezquita de Córdoba. Mientras, en el Hospital de Santiago, levantado por el obispo de Jaén Diego de los Cobos para Memoria suya, pues en la capilla del mismo habría de ser enterrado, sigue a cierta distancia el modelo del Hospital de Afuera o de Tavera, en Toledo, enfatizando determinados espacios dentro del conjunto benéfico, como la descomunal escalera principesca y la original capilla con planta en forma de H, todo elaborado con un geometrismo y sobriedad ornamental muy lejos de su estilo inicial y donde revela su actitud renovadora y de libertad interpretativa, para muchos la obra más pura, arquitectónicamente hablando, que culmina su carrera.
Pese a que no poseyera una buena biblioteca especializada, tan sólo unos pocos libros de arquitectura mencionados en su inventario de testamentaría, éstos son obras clásicas y fundamentales: dos “Vitruvios”, uno en latín y otro comentado en “lengua toscana”; dos libros de Sebatiano Serlio; uno de Pedro Apiano y otro del matemático francés, Orencio Finé, que por supuesto destaca en un ambiente profesional en que las lecturas de este tipo eran más escasas.
El aprovechamiento de estos libros y el contacto con otros arquitectos y artistas, como se ha reseñado anteriormente, debieron resultar decisivos para actualización de conocimientos y en general de la práctica de su profesión, manifiesta en un singular detalle, cual era el de disponer en su casa de un espacio específico para trabajar al que denomina además “estudio” en su testamento, con muebles e instrumentos para “trazar”, ratificando así el dominio que tenía de los métodos proyectivos modernos. Más aún, su maestría en el corte de la piedra, ensalzada desde antiguo y unánimemente aceptada hoy, no puede verse como un mero saber experimental y tradicional, sino precisamente como una renovación del procedimiento de la estereotomía en virtud de la aplicación a la técnica de conocimientos matemáticos actualizados, que permitían proyectar superficies curvas individualizando cada una de las piezas o dovelas que las configuran, las cuales han de llevar un corte específico que exige una plantilla en la que se definan sus cuatro caras para encajar luego perfectamente en el conjunto. Esto llevaría a Vandelvira a concentrarse y especializarse en las llamadas bóvedas vaídas, por su forma de vela succionada, con que cubre la mayor parte de las naves de los templos. Piezas auténticamente virtuosas de su estereotomía, que han merecido la atención de la crítica, son, por ejemplo, la puerta de acceso a la sacristía de El Salvador; la bóveda del presbiterio de la iglesia conventual de La Guardia o la de la capilla funeraria de los Benavides en San Francisco de Baeza. Estas dos últimas ya fueron resaltadas y explicadas por su hijo Alonso de Vandelvira en un manuscrito, que nunca llegó a publicarse, pero que fue plagiado, imitado e inspiró a cuantas obras impresas sobre el particular se hicieron en España hasta el s. XVIII, del cual la copia más completa de las conocidas es la conservada en la Escuela de Arquitectura de Madrid, que lleva por título: Exposición y declaración sobre el trazado de cortes fábrica que escribió Alonso de Vandelvira por el excelente e insigne architecto y maestro de architectura don Bartolomé de Sombigo y Salcedo, Maestro Mayor de la Santa Iglesia de Toledo (existe una edición facsímil a cargo de G. Barbé). En otra anterior (1646), considerada más fiel al original, su autor, el también arquitecto toledano, Lázaro de Goiti, aseguraba en el prólogo que trataba de imitarla por ser los Vandelvira “Los mejores canteros y cortistas que se an conocido asta oy en España y que más suntuosas fábricas de cantería hiçieron, particularmente en el obispado de Jaén”.
De igual modo, en la más reciente historiografía se ha reconocido la “importancia excepcional” de este tratado (J. M. Pérouse de Montclos), el más completo en cuanto a repertorio de los conocidos en Europa y a través del cual mejor se puede “redefinir una estereotomía específicamente renacentista” (J. C. Palacios).
En un sentido más amplio, esa misma historiografía no puede separar la renovación estereotómica de la aportación enriquecedora para el clasicismo renacentista que supone la obra de Vandelvira, junto con otros grandes arquitectos de la época como Siloé, Hernán Ruiz II, Covarrubias, Rodrigo Gil de Hontañón..., en la medida que se desligan de un monótono e impersonal seguimiento de la arquitectura italiana renacentista, convencionalmente admitida como modelo incontestable, y se revelan como fértiles manifestaciones del lenguaje para entonces ya universal del Renacimiento, entregados como Vandelvira, al decir de M. Tafuri, “a desprejuiciadas investigaciones”, o como ha expresado F. Chueca, “una visión independiente de los problemas que no necesitaba de antiparras italiano”, autor éste para quien Vandelvira será “el más importante y el mejor intérprete de lo que debe ser la arquitectura renovada antes de la aparición de Juan de Herrera”.
No conviene olvidar la amplia y completa experiencia constructora, que desde sus inicios como cantero en proyectos ajenos o en los suyos propios, que como maestro o arquitecto recabó de muy diversos comitentes: poderes públicos, eclesiásticos y particulares, que le condujo a abordar prácticamente todos los tipos arquitectónicos: templos, palacios, ayuntamientos (además del aludido de San Clemente, hay noticias documentales de su autoría de otro desaparecido en Lucena (Córdoba) e incluso se le ha atribuido el antiguo de Úbeda), castillos (interviene con seguridad en el de Sabiote y con probabilidad en el de Canena, al pasa a manos de Francisco de los Cobos), pósitos (aparte del de Alcaraz y el atribuido de Baeza se ha documentado el de La Iruela (Jaén), actual ayuntamiento); fuentes (con bastante seguridad se le puede atribuir la de la villa de La Guardia (Jaén)...Tipologías muy diversas en consecuencia y que van desde las estrictamente arquitectónicas, como todas la primeras citadas a ésta última de las fuentes y sobre todo los puentes, de neto carácter ingenieril. En este último apartado, además del puente de San Pablo de Cuenca, reformado por él, se conserva íntegro el puente de Ariza, cercano a Úbeda, en el camino hacia Toledo sobre el río Guadalimar, encargo del Concejo de Úbeda en 1562, de algo más de cien metros de longitud y con un arco central que supera los treinta y seis de luz. E igualmente cerca de Baeza, sobre el Guadalquivir, en 1565 levantó otro puente de similares dimensiones y formas en colaboración con Francisco del Castillo “el mozo”, la llamada “Puente Nueva” que perdió el arco central, pero ha conservado los entibos laterales con una interesante doble hilada de grandes nichos, que servían de almacén y caballerizas. Bien es cierto que la mayor parte de esta intensa actividad se concentra en territorio jiennense, pero también es cierto que permaneció ligado siempre con La Mancha, sobre todo a través de sus buenas relaciones con la diócesis conquense, y con gran parte de Andalucía por medio de las consultas a que era requerido por los cabildos eclesiásticos.
Si sus orígenes familiares en la profesión no eran claros, tampoco parece que estuviera interesado en dejar un sólido taller familiar. En ese sentido de nuevo apuntan rasgos de modernidad en su comportamiento, procurando que un hijo estudiara leyes, otro se iniciara en la carrera eclesiástica y sólo cuatro siguieron sus pasos: Francisco, Cristóbal, Juan y Alonso. Los dos primeros terminaron en nombre de su padre la capilla de los Benavides, en Baeza, sin que sepamos mucho más. Solamente Alonso, que durante bastante tiempo trabajó en Sabiote (Jaén), mantuvo una trayectoria destacada en la Baja Andalucía, entre Sevilla y Cádiz, aparte de redactar el célebre manuscrito en el que tantas referencias se hacen a obras hechas por su padre. Sin embargo, siempre ha llamado la atención que a la hora de pensar en la continuación de su, tal vez, más ambicioso proyecto, la Catedral de Jaén, lo hiciera en la persona de un viejo colaborador, el maestro Alonso Barba, aparejador de la obra.
La estela familiar se deshace pronto, si apenas los años que vivió Alonso y el amplio eco de su Tratado; pero sus huellas se perciben vigorosas en el entorno en el trabajó, estimulando un foco en el que brillaron otros destacados arquitectos como Francisco del Castillo, “El Mozo”, Ginés Martínez de Aranda o el militar y arquitecto, Cristóbal de Rojas, natural de Baeza, que entre todos hicieron de este centro de Jaén un lugar de referencia ya en vida de ellos. E incluso en América existen pocos arquitectos españoles del siglo XVI que sean tan reconocidos hoy como Vandelvira en grandes templos catedralicios, algunos de clara filiación como el de Mérida, en Yucatán (México).
Obras de ~: con F. de Luna, Cabecera y otras obras, Uclés (Cuenca), 1529; Pósito, Alcaraz (Albacete), 1531; Iglesia parroquial de la Asunción, Villacarrillo (Jaén), 1533-1534 (atrib.); Capilla de El Salvador, Úbeda (Jaén), 1536; Iglesia, Orcera (Jaén), 1537; Capilla funeraria para Diego Valencia de Benavides, iglesia conventual de San Francisco, Baeza (Granada), 1538; Sacristía, iglesia de El Salvador, Úbeda (Jaén), 1540; Capilla funeraria, iglesia de San Nicolás, Úbeda (Jaén); Palacio (actual Parador de Turismo), Úbeda (Jaén); Palacio para Juan Vázquez de Molina (actual Ayuntamiento), Úbeda (Jaén); Palacio del Regidor, Francisco Vela de los Cobos, Úbeda (Jaén); Palacio (actual marqués de la Rambla), Úbeda (Jaén); Iglesia, La Guardia (Jaén), c. 1545; Proyectos, Catedral de Málaga, 1550; Catedral, Jaén, 1553; Iglesia parroquial, San Clemente (Cuenca), 1554; Ayuntamiento, San Clemente (Cuenca), 1554 (atrib.); Puente de San Pablo, Cuenca; Puente de Ariza, cercano a Úbeda sobre el río Guadalimar, 1562; Puente sobre el Guadalquivir, cerca de Baeza, 1565.
Bibl.: A. Ponz, Viage de España, t. XVI, Madrid, Viuda de Ibarra 1791 (Madrid, Aguilar, 1990); J. Martínez de Mazas, Retrato al natural de la ciudad de Jaén, Jaén, Pedro Doblas 1794 (Barcelona, El Albir 1978); E. Llaguno y Amirola, Noticias de los arquitectos y arquitectura de España desde su restauración, Madrid, 1829 (Madrid, Turner, 1977); J. R. Mélida, “El Hospital e Iglesia de Santiago de Úbeda”, en Boletín de la Real Academia de la Historia (1916); V. Lampérez y Romea, Arquitectura civil española de los siglos I al XVIII, Madrid, Calleja, 1922; A. de la Calzada, Historia de la arquitectura española, Barcelona, Labor 1933; J. M.ª Azcarate Ristori, “Vandelvira y Rodí en la catedral de Cuenca”, en Archivo Español de Arte, XVI (1945), págs. 181-182; M. Gómez Moreno Martínez, El libro de Arquitectura en España, Madrid, Magisterio Español, 1949; Las Águilas del Renacimiento español, Madrid, Plus Ultra, 1949 (Madrid, Xarait, 1983); M. Manzano Monis, “Andrés de Vandelvira (1509-1575)”, en Revista Nacional de Arquitectura, 86 (1949), págs. 91-94; R. Ortega Sagrista, “La familia de Andrés de Vandelvira”, en Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, 6 (1951), págs. 9-24; J. Camón Aznar, La Arquitectura Plateresca, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1954; F. Chueca Goitia, Andrés de Vandelvira, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1954; J. M.ª Azcárate Ristori, “El convento de Uclés y Francisco de Luna, maestro de cantería”, en Archivo Español de Arte, XXIX (1956), págs. 172-188; F. Chueca Goitia, Andrés de Vandelvira, arquitecto, Jaén, Instituto de Estudios Giennenses, 1971; A. Pretel Marín, Arquitectos de Alcaraz a principios del siglo XVI, Albacete, 1975; G. Barbé Coquelin de Lisle, Tratado de arquitectura de Alonso de Vandelvira, Albacete, Caja de Ahorros, 1977; M. Tafuri, La arquitectura del Humanismo, Madrid, Xarait, 1978; A. Moreno Mendoza, El arquitecto Andrés de Vandelvira en Úbeda, Sevilla, Grafitalica, Agrupación Gavellar de Madrid, Ayuntamiento de Úbeda, 1979; H. Kenniston, Francisco de los Cobos, Secretario de Carlos V, Madrid, Castalia, 1980; I. Linazasoro, “El eclecticismo crítico de Andrés de Vandelvira y la sacristía de la catedral de Jaén”, en Arquitectura, 71 (1984), págs. 43-51; M.ª L. Rokiski Lázaro, Arquitectura del siglo XVI en Cuenca, Cuenca, Diputación Provincial, 1985; C. Gutiérrez-Cortines, Renacimiento y arquitectura religiosa en la Antigua Diócesis de Cartagena, Murcia Consejería de Cultura, 1987; C. Tessari, “Autocelebración y Arquitectura. La familia Cobos y Molina y Andrés de Vandelvira”, en Periferia, 10 (1987), págs, 159-172; D. Wieberson (coord.), Los tratados de arquitectura (de Alberti a Ledoux), Madrid, Blume, 1988; M.ª S. Lázaro Damas, “El convento de Sta. María Magdalena de la Cruz de La Guardia. Programa constructivo”, en Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, 136 (1988), págs. 115-143; M. Ruiz Calvente, “El castillo-palacio de la villa de Sabiote (Jaén). Estudio histórico- artístico”, en Castillos de España, 98 (1989), págs. 17-30; F. Marías Franco, El largo siglo XVI, Madrid, Taurus, 1989; V. Pérez Escolano, “Sobre la arquitectura del renacimiento en Andalucía”, en VV. AA., Andalucía Americana, Sevilla, Consejería de Cultura, 1989; J. C. Palacios, Trazas y cortes de cantería en el Renacimiento español, Madrid, Ministerio de Cultura, 1990; A. Ortega Suca, La catedral de Jaén. Unidad en el tiempo, Jaén, Colegio Oficial de Arquitectos, 1991; C. Tessari, “La catadral de Jaén: Un´archittetura “al uso romano” nella Spagna del Cinquecento”, en Annali d´Archittetura, 4 y 5 (1992), págs. 88-100; VV. AA., La Arquitectura del Renacimiento y Andalucía. Andrés de Vandelvira y su época, catálogo de exposición, Sevilla, Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía- Colegio Oficial de Arquitectos de Andalucía Occidental, 1992; A. Moreno Mendoza, Úbeda renacentista, Madrid, Electa, 1993; M. Ruiz Calvente, “La vandelviriana capilla mayor de Santa María de Linares (Jaén). Estudio históricoartístico”, en VV. AA., Actas del X Congreso del Comité Español de Historia del Arte, Madrid, 1994; A. Turcat, Etienne Jamet. Alias Esteban Jamete. Sculpteur français de la Renaissance en Espagne condamné par l´Inquisition, Paris, Picard, 1994; P. Galera Andreu, “El contrato de Andrés de Vandelvira con la catedral de Jaén”, en VV. AA., Tiempo y Espacio en el Arte. Homenaje al profesor Antonio Bonet Correa, t. I, Madrid, Editorial Complutense, 1994, págs. 401-413; P. Cruz Cabrera, “Una obra desconocida de A. de Vandelvira”, en Archivo Español de Arte, 272 (1995), págs. 381-390; A. Ampliato Briones, Muro, orden y espacio en la arquitectura del Renacimiento andaluz, Sevilla, Universidad, 1996; A. Pretel Marín, Alcaraz en el siglo de Andrés de Vandelvira, el Bachiller Sabuco y el Preceptor Abril, Albacete, Instituto de Estudios Albaceteños, 1999; P. Galera Andreu, Andrés de Vandelvira, Madrid, Akal, 2000; G. Barbé Coquelin de Lisle, Siècles D´Or de l´architecture hispanique, Biarritz, Atlántica, 2001; VV. AA., Úbeda en el siglo xvi, Úbeda, Fundación Renacimiento, 2002.
Pedro Galera Andreu