Badajoz, Juan de. El Mozo. León, c. 1498 – León, 1552. Maestro cantero.
Hijo del entonces maestro de la fábrica de la catedral de León, Juan de Badajoz, el Viejo, y de Agustina Gutiérrez Valenciano, y sobrino de Rodrigo de Badajoz, maestro de la catedral de Orense. Juan de Badajoz debió de nacer en la ciudad de León, donde su padre residió desde 1498 hasta su fallecimiento en 1522. Se ignora la fecha exacta del nacimiento, pero en un documento judicial de 1548 Juan de Badajoz, el Mozo, afirma tener una edad aproximada de cincuenta años, lo que indica que posiblemente nació en el año 1498. Su formación transcurrió al lado de su progenitor, acompañándole en las diversas tareas y lugares en los que el viejo maestro de obras tardogótico trabajó. Gracias a esa estrecha colaboración, desde 1523 Badajoz, el Mozo, sustituyó a su padre en la maestría de la fábrica catedralicia leonesa, donde finalmente también fue nombrado y contratado como maestro de obras en 1525, cargo que desempeñó hasta su muerte, ocurrida entre los meses de septiembre y octubre de 1552.
Su vinculación con la ciudad de León fue constante, interrumpida únicamente en sus años juveniles, cuando se ausentaba de ella por razones profesionales al lado de su padre, o bien por motivos políticos, como el corto destierro al que fue condenado en 1522 por haber participado activamente en el conflicto de las comunidades, declarándose comunero.
Fruto de su unión matrimonial con María Ribera nacieron, al parecer, cinco hijos: Gaspar, administrador y heredero de los bienes paternos; Claudio, nacido hacia 1533, desempeñó cargos administrativos en la ciudad; Francisco, nacido hacia 1536, aspirante al hábito de infante de la Real Colegiata de San Isidoro en 1549, pero más tarde casado con Zoila Lorenzana y padre de Ana, bautizada en 1583. El cuarto, llamado también Juan, estableció carta de familiaridad con el obispo Trujillo. Por su parte, Melchor Montoya, licenciado y prioste de la catedral, también figura como hermano de los anteriores en la documentación relacionada con la construcción del “paredón” de la plaza de Regla de León, en 1584.
Durante algunos años se hizo cargo de su hermano menor Vanyno, que ingresó como eclesiástico en la colegiata de San Isidoro de León en 1529. Como otros maestros de la arquitectura española del siglo XVI, Juan de Badajoz disfrutó de una holgada posición económica y dispuso de un cierto patrimonio, fueros, rentas y censos en León, algunos heredados de sus padres, otros adquiridos a lo largo de su vida profesional. Residió en la calle Canóniga en una casa de gracia proporcionada por el cabildo catedralicio leonés, en atención a su cargo de maestro de la fábrica.
La primera referencia documental sobre la actividad artística de Juan de Badajoz se remonta a 1515 y está relacionada con la ermita de la Virgen del Camino en León, en la que actúa como tasador y perito, en sustitución de su padre, junto a otro reconocido maestro, Juan de Horozco, por entonces encargado de la obra del convento leonés de San Marcos de la Orden Militar de Santiago.
Aunque hasta 1525 no fue nombrado oficialmente maestro de la fábrica catedralicia de Santa María de Regla de León, desde 1522 venía ejerciendo como tal ante la desaparición de su padre. La llegada a la diócesis del obispo Pedro Manuel en 1524 y el deseo de este prelado de patrocinar e impulsar la actividad artística aceleraron la vinculación contractual del maestro con la fábrica de Regla. A partir de entonces inicia una intensa actividad arquitectónica, encargándose de la dirección de obras, la realización de trazas y proyectos y la ejecución de una copiosa labor escultórica y ornamental, tanto en el templo catedralicio como en otros conjuntos monumentales leoneses y castellanos.
En el dilatado período de su creación artística pueden diferenciarse dos etapas. La primera corresponde a los años 1524-1534, coincidiendo con el obispado de Pedro Manuel. La segunda se desarrolla desde 1535 hasta su muerte, en 1552. La primera fase se caracteriza por acusadas influencias salmantinas y burgalesas, aplicando a sus obras una profusa decoración plateresca, con abundantes grutescos, y recurriendo a sistemas de abovedamientos de tradición tardogótica, que revelan la utilización de un lenguaje artístico más inclinado a lo “moderno” que a lo “romano”, en el que todavía no se han asimilado plenamente las formas renacentistas italianas. Fruto de este período son sus intervenciones en el templo catedralicio leonés, entre las que destacan el arco que comunica la capilla de San Andrés con la librería o capilla de Santiago, trazado en 1525. En 1527, por deseo del prelado Pedro Manuel, levantó en la girola de la catedral el altar-sepulcro en honor de san Alvito. Gracias al patrocinio de este mismo obispo, Juan de Badajoz construyó la magnífica escalera de la sala capitular de la catedral. La obra realizada en torno a los años 1525 y 1526 se configura como uno de los mejores exponentes de escalera claustral de la arquitectura del primer renacimiento español, tanto por su estructura como por la rica decoración de sillares agrutescados que cubren la superficie mural. En la misma línea, y siguiendo una tendencia de marcado carácter ornamental, llevó a cabo las labores escultóricas y arquitectónicas del altar de los Milagros en el claustro catedralicio leonés, donde la heráldica de Pedro Manuel remite una vez más a su patrocinio. Durante la prelatura de este mismo prelado, Juan de Badajoz trazó y ejecutó el cuerpo inferior del trascoro, con pequeños motivos mitológicos cercanos al humanismo renacentista; el cuerpo superior del antecoro se completaría años después bajo la influencia de las ideas contrarreformistas por Baltasar Gutiérrez y Esteban Jordán.
Hacia 1535 se opera un cambio importante en la trayectoria artística de Juan de Badajoz, el Mozo. En esta segunda etapa, su producción acusa mayor influencia franco borgoñona, debido a la presencia de numerosos artistas foráneos que procedentes de esas regiones están trabajando en el templo catedralicio o en el convento de San Marcos de León. En este período, Badajoz ya no se limita a la ejecución de pequeños conjuntos o portadas, sino que se transforma en un maestro con capacidad para proyectar conjuntos de cierta envergadura en los que deja su sello más personal. Así sucede con el claustro de la catedral trazado por él en 1537, aunque finalizado varios años después por Baltasar Gutiérrez. Aunque se respetaron los muros medievales del antiguo recinto claustral gótico, Badajoz efectuó nuevas bóvedas de crucería y sus correspondientes soportes, elementos en los que desarrolló su peculiar sistema de cubiertas, profusamente decoradas y de gran interés escultórico y plástico. En la obra colaboraron con Badajoz algunos artistas como Ficate, Juan de Rodas, Juan Francés, Francisco de Villaverde y Juan de Angés. Es probable que también fuera este artista el autor del oratorio sacristía, iniciado en 1544 y finalizado en la década de 1550, fechas en las que el escultor Guillén Doncel elabora las puertas de madera que hoy cierran el recinto.
Juan de Badajoz trabajó para el convento leonés de San Marcos de la Orden Militar de Santiago entre 1535 y 1549, coincidiendo en esos años con otros maestros que por entonces realizaban diferentes partes de la nueva fábrica conventual, tales como Juan de Orozco, Juan de Álava y Martín de Villarrreal. En este conjunto monumental, Badajoz realizó una de las bóvedas del claustro conventual, ubicada en el ángulo noreste, delante de la puerta de acceso al crucero de la iglesia, decorada con los medallones de los Reyes Magos. En las labores escultóricas del recinto claustral intervinieron también Miguel de Espinosa, Juan de Angés y Juan de Juni. Según se desprende de la documentación reflejada en los libros de Visita del convento, en 1538 Juan de Badajoz ya había trazado la sacristía conventual, consagrada en 1549, tal y como reza la inscripción colocada sobre el óculo abierto en el muro sur del recinto, donde consta la fecha, el nombre del artífice, Giovanne Badajoz, y el prior, Bernardino de Aller, bajo el cual se alzó el conjunto. Se trata de un amplio espacio rectangular dividido en tres tramos cubiertos con bóveda de crucería estrellada, con terceletes y combados y claves pinjantes, cuyos nervios descansan en ménsulas en las que Juan de Angés esculpió, en 1544, personajes del Antiguo Testamento relacionados con la genealogía de David. En los muros laterales también se tallaron medallones relacionados con el mismo tema, completado con los relieves del altar del testero, donde se exalta a la Orden Militar de Santiago. La configuración de este conjunto responde a planteamientos estéticos renacentistas fusionados con elementos tardogóticos.
Como maestro de reconocido prestigio, en la década de 1540-1550 recibió el encargo de llevar a cabo las reformas y la adaptación de las dependencias monásticas de algunos cenobios benedictinos de la provincia de León y zonas limítrofes, vinculados a la Congregación de San Benito de Valladolid. El primero de ellos fue San Pedro de Eslonza, hoy en un estado totalmente ruinoso, para el que Juan de Badajoz trazó un nuevo recinto claustral e iglesia, modificada y finalizada por Juan del Ribero Rada en la segunda mitad del siglo XVI. Una trayectoria similar siguió el monasterio de San Vicente de Oviedo, en el que durante los años 1540-1550 Badajoz llevó a cabo las primeras modificaciones del claustro, terminado también años después por Ribero Rada y otros artífices. El esquema se repite en los desaparecidos cenobios de San Vicente de Salamanca y San Claudio de León, iniciados por Badajoz pero continuados y reformados por Juan del Ribero y sus aparejadores en los últimos años del siglo XVI. De los recintos ejecutados por Juan de Badajoz para la orden benedictina, el que mejor se conserva y el que puede establecerse como modelo para los anteriores es el claustro del monasterio de San Zoilo de Carrión de los Condes (Palencia), trazado por el maestro en 1537, aunque continuado por Pedro del Castillo y Juan de Celaya, y otros artífices que lo finalizaron en 1604. Bajo la dirección de Badajoz colaboraron escultores como Miguel de Espinosa, Juan de Miao y Juan Bello, entre otros, encargados de los medallones efigiados y de las figuras de las ménsulas, con representaciones escultóricas relacionadas con la orden benedictina, el Antiguo y Nuevo Testamento.
En estos conjuntos desarrolló el sistema de cubiertas con bóvedas de crucería compleja, cuyos plementos van ricamente ornamentados con motivos escultóricos figurativos, y las claves son pinjantes y en esviaje, decoradas con medallones efigiados. Todo ello confiere a sus bóvedas una gran plasticidad y un valor escultórico de influencia borgoñona y francesa.
Además de las obras reseñadas, las características de este maestro se repiten en conjuntos como la capilla funeraria de los Manuel, realizada en torno a 1536 en la iglesia de San Pedro de la localidad vallisoletana de Peñafiel, debida en gran parte a Juan Picardo.
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Dolores Campos Sánchez-Bordona