Rodríguez Labandera y Fernández Llameira, Herminio Ramón. San Pelayo de Arbón (Asturias), 26.IV.1872 baut. – Madrid, 1932. Industrial, coleccionista, benefactor.
Nacido en San Pelayo y bautizado el 26 de abril de 1872 en la iglesia parroquial de Santiago de Arbón, pertenecía a una familia de honda raigambre asturiana, cuyos antepasados figuran en diversos Padrones como “hijosdalgo notorio de sangre, casa y solar conocido”, así como “empadronadores por el estado noble” en la feligresía de Arbón, desde comienzos del siglo XVII.
Fue hijo de Francisco Sebastián Rodríguez Labandera, bautizado el 22 de enero de 1835 y casado el 1 de agosto de 1865 con Teresa Fernández Llameira, bautizada el 17 de septiembre de 1834 y fallecida el 26 de febrero de 1898.
Como un elevado porcentaje de asturianos de la época, Ramón tuvo que emigrar a América. Al cumplir los catorce años, fue enviado por su madre (que quedó al cuidado de la casa familiar, junto a las hermanas de Ramón), siguiendo el camino marcado por su padre y por sus hermanos mayores. En América, entró a trabajar en una industria de “sacos”, de la que acabó siendo propietario y que transformó dedicándola a la elaboración de macutos durante la I Guerra Mundial; lo que, junto con la exportación de grano durante los años de la Gran Guerra, sería el principio de la gran fortuna que logró reunir en Uruguay y Argentina.
Contrajo matrimonio en Uruguay con su pariente María Bauzá Rodríguez Labandera (Gran Cruz de Alfonso X el Sabio), hija de Juan Bauzá Marroig y de María Rodríguez Labandera.
El matrimonio Rodríguez Labandera Bauzá, tuvo ocho hijos: Héctor, Óscar, César, María Teresa, Elena, Mercedes, María Esther y María Dolores.
Ramón y su mujer dedicaron su fortuna a crear una importante colección de Arte que trajeron consigo en su regreso a España en la década de 1920. Una vez en Madrid, retirado ya Ramón de sus actividades industriales, orientó su vida plenamente al estudio de las Bellas Artes y aprendió, entre otras cosas, griego y latín y decidido a completar su ya importante colección.
Junto a su mujer, visitaba todas las exposiciones, colecciones y anticuarios y fue así organizando una de las más importantes colecciones de arte de la época, creada por él mismos mediante el estudio y la dedicación.
Con el fin de instalar la colección, el matrimonió compró en 1932 el Palacio Bermejillo, obra del arquitecto Eladio Laredo, edificado en 1916 en estilo neoplateresco y situado en el paseo del Cisne (actual calle Eduardo Dato) de Madrid. Ese mismo año de 1932, cuando aún no se habían terminado las obras destinadas a instalar la colección, murió Ramón Rodríguez Labandera. Tras su muerte, María Bauzá se encargó de proseguir las obras para instalar sus colecciones en la casa, siguiendo los planes de su marido, en los salones de la casa. Del mismo modo, siguiendo la idea de Ramón, mantuvo la casa abierta, organizando tertulias periódicas (en concreto, los domingos), en las que se daban cita las más importantes personalidades del mundo de las artes, las letras, las ciencias y la sociedad madrileña; y permitiendo el estudio de sus colecciones a quienes así lo requerían.
Durante la Guerra Civil, María Bauzá logró que la casa se convirtiera en sede de la Embajada de Checoslovaquia, lo que permitió que, tanto el edifico como la colección de arte, se salvaran de ser destruidas o saqueadas.
Para José Ferrandis, académico de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, la colección “merecería el apelativo de Museo”, por el número de objetos que reunía y por “su exquisita calidad”.
La colección tenía varias secciones, entre las que destacaban las de pintura, porcelana, loza, orfebrería, tejidos, encajes, tapices, alfombras, muebles, arqueología y numismática, vidrios, azabaches, esmaltes, marfiles y metalistería.
La colección de pintura abarcaba desde los primitivos valencianos, catalanes, aragoneses y flamencos del siglo XV, hasta los artistas españoles contemporáneos.
Ferrandis destacó, como piezas maestras, la Crucifixión, atribuida a Antonio del Rincón; el San Francisco de El Greco; el Descendimiento de Rivera; el San Antón de Tiepolo y la Inmaculada de Murillo. También tenía cuadros de autores contemporáneos como Paret y Alcázar; el Abuelo, de Giménez Aranda; un retrato de tamaño mayor que el natural de Isabel II, de Madrazo; otro del ministro Calomarde, por Vicente López, y otros de Lucas, Sala, Pradilla, Domingo Marqués, Villegas, Rusiñol, Echevarría, Anselmo Miguel Nieto, Moises, Mongrell, López Mezquita, Martínez Cubells, Néstor, Llorens, Álvarez de Sotomayor, Bilbao, Chicharro, Hermoso, Mir, Anglada, Vázquez Díaz, Zubiaurre, Sunyer, Urgell, Raurich, Menéndez Pidal, Moreno Carbonero, Benlliure, Valle, Pichot, Benedito o Piñole.
La colección albergaba una sala dedicada a Ignacio Zuloaga, en la que destacaba el retrato de la gitana Agustina y la vista general de Albarracín, y otra dedicada a Joaquín Sorolla en la que colgaban seis cuadros de gran formato representativos de las distintas épocas de su pintura. Los cuadros de los pintores que formaban la colección Rodríguez-Bauzá eran las mejores obras de cada uno de los artistas. Entre la extensa serie de cuadros de pintura extranjera, cabe destacar una tabla atribuida a Lucas Cranach y dos bodegones de Fit.
En la serie de esculturas, además de una colección de capiteles hispano-árabes procedentes de Córdoba, había una atribuida a Cascall, así como varios alabastros de la escuela de Nothingam, relieves de madera policromada del siglo XVI y obras principales de Clará, Juan Cristóbal, Inurria, Asorey y Miranda.
En la serie de cerámica, había una importante colección de porcelanas del Retiro y de Alcora. También formaba parte de esta serie una colección de figuras, grupos, placas, cajitas y esencieros, de fabricación europea.
La serie de loza contaba con una colección de piezas de reflejo metálico, con albarelos, platos de Manises del siglo XV y grandes platos del siglo XVI.
También estaba bien representada la cerámica italiana, con un gran jarrón fechado en 1585, firmado en Urbino y con numerosos jarrones y platos con divisas amatorias de Deruta, Castell Durante y otras fábricas del siglo XVI. Una parte de la casa estaba adornada con manufacturas de Talavera, Alcora, Teruel, Sevilla y Valencia, de los siglos XVI al XVIII.
La orfebrería, toda ella de uso civil, constaba de una serie de alhajas, en su mayor parte joyeles de los siglos XVI y XVII; una serie de plata compuesta de platos bautismales y bandejas del siglo XVI; diversas piezas de comedor de los siglos XVIII y XIX. Tenía también una colección de monedas de metales diversos con importantes series de áureos romanos; monedas antiguas y medievales, así como un conjunto que procedía de cecas hispano-americanas.
Entre los tejidos, cabe mencionar una tela copta, otra granadina y varios terciopelos de tiempos de los Reyes Católicos, diversos ornamentos eclesiásticos del siglo XVI, frontales de altar, como uno del XV procedente de Guadalupe y una importante colección de encajes.
De la serie de tapices destacaban dos ejemplares góticos de los primitivos talleres flamencos, varios de Bruselas, y alguno de la fábrica de gobelinos. También formaba parte de la colección una serie de alfombras de nudo español fino, entre la que destacaba una de Cuenca del siglo XVI.
En la colección arqueológica, destacaba la llamada “espada de Guadalajara”, pieza única en la Edad del Bronce peninsular, arma de prestigio y elemento representativo de rango social de la Edad de Bronce (actualmente en el Museo Arqueológico). La serie también contaba con varios mosaicos romanos procedentes de Córdoba, con restos de una estatua romana de tamaño mayor que el natural, con bronces ibéricos procedentes de Despeñaperros, con estatuillas romanas de bronce y de barro cocido; fíbulas y broches ibéricos y visigodos, con un idolillo eneolítico, con anillos antiguos y medievales y con entalles clásicos y pinjantes medievales de bronce con restos de esmalte.
Las series de otras artes decorativas contenían dos importantes colecciones en metal: una de platos limosneros de latón, de procedencia flamenca, y otra de llamadores de hierro, españoles, de los siglos XIV al XVI. Además de las colecciones de marfil, azabaches, esmaltes pintados de Limoges, vidrios españoles de la época romana y del Renacimiento y lámparas de la Granja. También cabe señalar que en estas series figuraba la silla de montar de Isabel la Católica.
Por último, la biblioteca constaba de tres series: la de libros miniados, con ejemplares de gran valor que se hallaban en muy buen estado de conservación y que procedían de escritorios franceses y flamencos y del arte oriental; la de libros raros y ediciones príncipe, que contenía “Las cien mejores obras de la biblioteca del Marqués de Laurencín” y, por último, la de autores modernos y contemporáneos, con dedicatorias autógrafas como asiduos que eran muchos de ellos de las tertulias literarias que se celebraban en la casa.
Las expropiaciones públicas de tierras llevadas a cabo por el Gobierno de Perón en la Argentina (1946-1952), afectaron gravemente a la economía de la familia (la fortuna seguía manteniendo su fuente de ingresos en los negocios ultramarinos que estaban a cargo de los hijos varones, Héctor, Óscar y César, que seguían viviendo en Argentina), teniendo que llevar a cabo importantes ajustes, entre los que se incluyó la venta de alguna pieza de la colección de arte. Al morir María Bauzá en 1960, la colección se deshizo, al repartirse las obras de arte, por testamentaría, entre sus ocho hijos. Finalmente, la casa se vendió en 1963.
Fuentes y bibl.: Parroquia de Arbón, Padrón de 1759, fols. 90 v. y 91; Padrón de 1801; Padrón de 14 de julio de 1717, fol. 102 v.; Padrón del 19 de septiembre de 1710, fol. 28 v.; Padrón de 1704, fol. 23.
J. Ferrandis, “Visita a la Colección Rodríguez-Bauzá”, en Boletín de la Sociedad Española de Excursiones. Arte-Arqueología- Historia (Madrid), Año L, Tercer Trimestre (1943), págs. 156-162; E. Lafuente Ferrari, La vida y el arte de Ignacio Zuloaga, catálogo, Madrid, 1950, n.º 685; Breve historia de la Pintura Española, vol. II, Madrid, Ediciones Akal, 1987; I. Ordieres, Eladio Laredo, el historicismo nacionalista en la arquitectura, Castro Urdiales, Ayuntamiento, 1992; D. Brandherm, “Algunas consideraciones acerca de la Espada de Guadalajara. ¿Un excepcional depósito desarticulado del bronce Medio de la meseta?”, en Trabajos de Prehistoria, 55, n.º 2 (1998), págs. 177-184; Revista de Estudis d’art medieval, n.º 3 (maig 2012); Sotheby’s, Catálogo, European paintings, London, 11 de junio de 2012, http://www.sothebys.com/es/catalogues/ecatalogue.html/2012/european-aintings#/r=/es/ ecat.fhtml.L12101.html+r.m=/es/ecat.lot.L12101.html/81/.
Gonzalo Manglano y de Garay