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Marcelino González García

Biografía

González García, Marcelino. Riberas de Pravia (Asturias), 15.IX.1846 – Gijón (Asturias), 29.IX.1927. Industrial, indiano.

Nació a orillas del río Nalón, en el que su padre se ahogó cuando él contaba tan sólo con ocho años de edad, lo que le obligó a valerse por sí mismo, poniendo a prueba, desde el primer momento, su ingenio y su reciedumbre.

Con trece años, embarcó como polizón en un barco velero que le trasladó a La Habana (Cuba), desde donde un tío suyo le había enviado un libro de Gramática, que leía y releía hasta aprendérselo de memoria y recitarlo de carrerilla en su pueblo. Después de tres meses de travesía, en la que trabajó duro para pagarse el pasaje, arribó a La Habana, donde pudo averiguar que su tío acababa de fallecer. Pudo colocarse en un almacén de coloniales (1859) para mover sacos y barrer los suelos, durmiendo bajo unos mostradores al tiempo que leía libros y aprendía por las noches a la luz de una vela. Los primeros años de su estancia en La Habana fueron prósperos para la economía de la isla, y el almacén en el que trabajaba, situado en el estratégico muelle de Caballería, incrementaba día a día sus ventas, mientras el joven empleado iba haciéndose indispensable en el negocio, simultaneando trabajo por el día y estudio por la noche, con lo que consiguió, al cabo, hacerse “tenedor de libros”.

Al estallar la que se llamaría Guerra Larga (1868), se alistó en el cuerpo de Voluntarios con el que en una primera campaña se ganó una Cruz de Plata del Mérito Militar. Más tarde, le destinaron a una comisión de servicios para la intendencia de las tropas, una misión logística que conocía muy bien por su trabajo, y en la que acreditó gran eficacia y mereció ascensos y felicitaciones de sus superiores.

Con el paso de los años, el dueño del almacén, García Abelló, le hizo su socio y descargó en él todas las funciones ejecutivas, destacando los suministros de víveres a las tropas españolas en campaña. Al finalizar la guerra (1878), logró incrementar notablemente las ventas, convirtiendo el negocio en uno de los más florecientes de La Habana. En 1884, a la muerte de Abelló, pasó a ser cabecera de cartel (M. González y Carreño, S.L.) y tres años después, gozando ya de una gran reputación en La Habana, llegó a ser presidente de la Lonja de Víveres y uno de los comerciantes más acreditados, cofundador del Centro Asturiano.

En 1887 contrajo matrimonio con la hija primogénita de un noble hidalgo langreano —Jacinto de la Buelga—, que había sido alcalde mayor de Bejucal, Trinidad y Santiago de Cuba. Entonces, para acrecentar la imagen del negocio, la suya personal y la de la nueva familia que había fundado, adquirió el palacio de los condes de Santovenia, situado en la Plaza de Armas —el lugar más representativo y noble de toda la isla de Cuba—, e instaló en sus bajos el almacén y en la planta primera su propia residencia, desde donde, en un ambiente de comodidades bien diferente al que había conocido de pequeño, tuvo ocasión de fomentar sus relaciones con lo más distinguido de la sociedad habanera, a la que pertenecía su familia política. Allí nacieron sus cuatro primeros hijos entre 1888 y 1892, en tanto que continuaba la vida del almacén, beneficiándose de unos años de paz y prosperidad económica en la isla. Pero en 1895, se produjo el comienzo de la segunda guerra, que al cabo de tres años acabaría en la independencia de Cuba, y que cambiaría el signo de la vida de Marcelino González.

Pese a su nombramiento como presidente de la Lonja de Víveres y su movilización como capitán del batallón de Cazadores, la proximidad a la capital de los rebeldes le aconsejó el traslado familiar a la calle del Prado, donde nacieron sus tres hijos siguientes, y en cuyo último parto falleció su esposa, Rosalía de la Buelga.

Próximo el final de la guerra, Marcelino decidió que su numerosa familia se trasladase a la Península, mientras él permanecía en la isla cumpliendo sus deberes militares. Llegó a La Habana una joven maestra que le habían enviado desde su pueblo natal de Riberas (1896), a la que había contratado para educar a sus hijos y acompañarles en la larga travesía, que se produjo a continuación de la explosión en la bahía de La Habana del acorazado norteamericano Maine, incidente provocado que precipitó los acontecimientos.

En Gijón, donde fijó Marcelino la residencia de su familia, se celebró su boda con Eulalia Álvarez Prieto —la maestra de sus hijas—, con la que tuvo otros dos hijos. Con posterioridad regresó él solo a la isla, donde la bandera de España fue sustituida en el Morro por la de Estados Unidos el 31 de diciembre de 1898. Ya definitivamente instalado en la Península, inició Marcelino González el último período de su vida —cerca de treinta años— dedicado a cuidar su negocio de Cuba haciendo viajes anuales a La Habana con permanencia allí los tres meses de invierno, dejando al frente del mismo a un sobrino suyo —Florentino Suárez—, llegado desde Riberas, que actuaba siguiendo sus instrucciones, una de las funciones de las que nunca hizo dejación, de acuerdo con su ejecutoria y fuerte personalidad, conocida en toda Cuba.

Con la ayuda de su esposa, educó a sus hijos, enviándoles a estudiar en los mejores colegios de Francia e Inglaterra. Ayudó cuanto pudo a su pueblo natal (Riberas de Pravia) en base a la obsesión de toda su vida: la necesidad de difundir la enseñanza y la cultura, que él no había recibido en su niñez (Escuelas Públicas, 1921). Amigo del político Melquíades Álvarez, fundó con él un periódico, El Noroeste, en los últimos años de su vida, para difundir sus ideas liberales. En 1929, pasó por el dolor de enterrar a su hijo Marcelino, muerto en circunstancias trágicas en la Guerra de África, y al año siguiente a su hija Ana María, en Madrid. Ambas desgracias contribuyeron a minar su ya delicada salud, y rodeado del respeto y el afecto de los asturianos, falleció finalmente en su casa de Somió el 29 de septiembre de 1927.

 

Fuentes y bibl.: Archivo familiar de Juan Gómez y González de la Buelga.

V. Morales y Morales, Nociones de historia de Cuba, La Habana, Librería e Imprenta La moderna poesía, 1904; J. Le Riverend Brusone, Historia económica de Cuba, La Habana, Editorial Ciencias Sociales, 1985; J. R. García López, Remesas de los emigrantes españoles en América, siglos xix y xx, Gijón, Júcar, 1992; M. Moreno Fraginals, Cuba-España, España- Cuba, Barcelona, Crítica, 1996; J. Gómez González de la Buelga, Marcelino González García (Vida de lucha y triunfo de un asturiano en La Habana), Gijón, Fundación Alvargonzález, 1998.

 

Juan Gómez y González de la Buelga