Infanzón Canel, Agar María Joaquina. Eva Canel. Caleya da Fonte, Coaña (Asturias), 30.I.1856 – La Habana (Cuba), 2.V.1932. Escritora, conferenciante, novelista y periodista.
Cuando era muy niña perdió a su padre, el médico Pedro Infanzón Pérez, en un accidente marítimo a manos de piratas cantábricos. A los tres años de edad, y para completar sus estudios, se trasladó con su madre —Epifanía Canel y Pérez del Pato, nieta del polígrafo y académico Pedro Canel Acevedo— a Madrid.
Según Díaz Valdepares, “ya desde niña revelaba sus condiciones de carácter, brillante imaginación y clarísima inteligencia”. En Madrid —trabajando en una compañía teatral como prometedora actriz, bajo la estricta supervisión materna— conoció al comediógrafo Eloy Perillán Buxó, con quien contrajo matrimonio el 25 de febrero de 1873, con apenas dieciséis años de edad.
Al año siguiente, salió su marido desterrado a Uruguay y quedó ella encargada temporalmente de la revista La Broma. Poco después, se reunió con él en Buenos Aires. Se inició en el periodismo activo en Montevideo a los dieciocho años de edad, al presenciar un cruento enfrentamiento entre colorados y blancos el 10 de enero de 1875. En lo sucesivo colaboró con las publicaciones del marido mientras juntos recorrían varios países de América.
Firmaba sus artículos con seudónimos muy distintos: Ibomaza, Beata de Januco, Fray Jacobo o AV. El definitivo, Eva Canel, fue una definición feminista discutida con su marido.
Cuando vivían en Lima nació —el 30 de diciembre de 1878— su único hijo, Eloy Emilio Buxó-Canel, que luego adoptó los dos apellidos literarios de ambos padres. A partir de entonces, se dedicó a labores del hogar. Regresó con su marido a Barcelona en 1881, pero al separarse el matrimonio por razones personales, Perillán Buxó viajó solo a La Habana a mediados de 1888; y allí falleció el 1 de marzo de 1889.
Viuda, y para sostener a su hijo y a su madre —en Barcelona al amparo de su tío, el escritor y periodista Saturnino Lacal y Ramón—, asumió la corresponsalía de varios diarios hispanoamericanos: El Ferrocarril de Montevideo, La Estrella de Panamá; El Pueblo de Ponce, Puerto Rico; El Correo Ilustrado de Buenos Aires. Allí en Barcelona colaboró en dos tomos de la obra De América, y en La Ilustración Artística y El Día. En mayo de 1889 publicó en Madrid su obra Cosas del otro mundo, que son una serie de cuentos históricos y narraciones de sus viajes por América, e inició entonces una incesante producción literaria.
En febrero de 1891 viajó de Barcelona a Nueva York en el vapor Alfonso XII, con pasajes suministrados por la marquesa de Comillas, para ella, su hijo y la doncella Felisa García Varela, dama de compañía que estuvo con ella hasta la muerte. Dejó a su hijo educándose y hospedado en una pensión de amigos en Long Island, y pasó a Cuba, donde continuó su obra. En este tiempo fue acusada injustamente de plagiar obras inéditas de su marido; casi como respuesta fundó en La Habana la revista semanal La Cotorra. Órgana política- satírica y libérrima. Semanario político que no sabe tirar al sable y no se bate más que a picotazos. Esta publicación se mantuvo hasta 1893.
A mediados de 1893 fue enviada por la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de La Habana, designada corresponsal de El Diario de La Marina, de Las Villas y de El Diario de Cárdenas para la Exposición Universal Colombina de Chicago (1892-1893).
Llegó a Nueva York el 26 de junio de 1893, en el vapor Panamá, procedente de La Habana. Allí la recibió su hijo, que comenzaba a cursar ingeniería eléctrica.
Durante su breve paso por Nueva York entabló amistad con el patriota cubano José Martí, con quien mantuvo correspondencia relacionada a su labor periodística.
Existió entre ellos un gran respeto intelectual, a pesar de evidentes divergencias políticas. Colaboró además en los diarios Unión Constitucional, El Comercio y Las Novedades de Nueva York. En Chicago su semanario La Cotorra fue galardonado por ser el único dirigido por una mujer.
Cuando era joven fue republicana, como su esposo, pero, por su cuenta, optó por otro extremo de derecha nacionalista, convirtiéndose en una conservadora monárquica convencida, amiga y admiradora de Cánovas del Castillo y de Maura.
Al regresar a Cuba, recibió la visita del escritor peruano Ricardo Palma, gran amigo de su marido.
Continuó su producción literaria, y el 26 de junio de 1894 estrenó en el Gran Teatro Tacón, de La Habana, su comedia en tres actos, El Indiano, con gran aclamación del público y de la crítica.
Su vida fue signada por la independencia, el coraje y el atrevimiento; su estilo fue mordaz y poseía destacadas cualidades histriónicas. Su trayectoria en la práctica fue vivo ejemplo de feminismo, aunque nunca lo llamó de esa manera. Desde adolescente defendía con ardor el derecho de la mujer a tener las oportunidades que “le permita su talento”. Entrevistada en Cuba por Enrique Gay Galbó, comentó ampliamente sobre temas como el divorcio, la fe y el libre pensamiento.
Al mismo tiempo declaraba: “Ni soy emancipada ni emancipadora, ni feminista siquiera... hace años que vengo haciendo propaganda contra la emancipación de la mujer, el divorcio, los modernos programas escolares, y contra el feminismo”.
En el propio año de 1894 fue nombrada secretaria de la Cruz Roja Española de Cuba, y luego presidenta de dicha institución. Al estallar la Guerra de la Independencia, se destacó como fundadora de hospitales y centros de auxilio. En esas labores desplegó tal actividad que el periodista Nicolás Rivero la denominó La Monja Alférez. En este tiempo fue, asimismo, representante en La Habana de El Heraldo de Asturias y de El Día, de Madrid.
Su fervor patriótico la hizo un ídolo de los cubanoespañoles y colaboró activamente con el capitán general Valeriano Weyler durante su mandato en Cuba, nombrándole luego padrino de su nieto Alfonso Valeriano.
Weyler solicitó para ella el título de Castilla de marquesa de Rodas y la Gran Cruz del Mérito Militar, con distintivo blanco, pero no parece que le hubieran sido otorgadas. Para ese año dirigía el periódico El Correo, acendradamente integrista.
Después de la salida de Weyler, fue acusada absurdamente de complicidad en la voladura del acorazado norteamericano Maine, que se produjo en la bahía de La Habana el 15 de febrero de 1898, y constituyó la causa inmediata de la Guerra Hispano-Cubano- Americana. El capitán general Blanco, temiendo por su seguridad, la envió deportada a México, de donde pasó a España, llevando consigo los restos de su marido, a enterrar en su pueblo natal, Coaña. Duró muy poco en Madrid, y al año siguiente, 1899, se trasladó a Buenos Aires, donde fijó su residencia por muchos años, aunque pasaba mucho tiempo en Montevideo y Santiago de Chile.
A partir de ese momento, emprendió su campaña reivindicadora de España en toda la América. Según su biógrafo Manuel Isidro Méndez, “se detractaba al país descubridor, sin voz potente y autorizada que obstase las calumnias y que tuviese la capacitación espiritual y física para la ingente tarea de deshacer el ominoso entuerto.
Y Eva Canel, de Norte a Sur, del Atlántico al Pacífico, en actitud quijotesca, por lo que en un principio parecía irrealizable, fue de pueblo en pueblo creando el ambiente de comprensión con que unos lustros más tarde habría de estimarse el amargo y glorioso esfuerzo español del Descubrimiento. Nadie puede arrebatar a Eva Canel las primicias de este apostolado. Todo el Continente Americano oyó su voz vindicadora, movidos los corazones como por sortilegio a una inclinación de afecto por la nación descubridora y colonizadora de aquellas tierras”. Inició su cruzada a favor de la Hispanidad el Día de la Raza, 12 de octubre de 1899, y pasó por Uruguay, Perú, Chile y Brasil.
En Buenos Aires amplió su ya considerable obra literaria: más de veinte conferencias, tres novelas, dos dramas y comedias, dos diálogos, dos monólogos, dos libros de memorias y dos revistas. Colaboró en El Diario Español y en Caras y Caretas, donde tuvo destacada actuación, así como en El Correo de Galicia, La Tribuna y El Siglo, de Montevideo.
Además fue dueña de una próspera imprenta que editó obras de los mayores autores rioplatenses. En mayo de 1904 lanzó su revista quincenal ilustrada Kosmos, que se publicó hasta enero de 1908, con la colaboración de escritoras femeninas como Emilia Pardo Bazán y Concha Espina, y en 1907 publicó por breve tiempo el periódico Vida Española, que poco más tarde cerró por problemas de salud. En 1906 publicó en Buenos Aires su novela El agua turbia, basada en la Guerra de Cuba.
Incansable promotora de las comunidades españolas en América, y muy en especial de los centros regionales —con particular afecto por los centros asturianos—, fue nombrada socia de honor de El Orfeón Gallego Primitivo (Buenos Aires, 1899), del Centro Español de Santos, Brasil (1900); del Centro Español de Córdoba, Argentina (1901), y de la Asociación de Socorros Mutuos de Santiago de Chile (1902).
En 1913 inició una nueva gira de conferencias que la llevó a Perú, Ecuador, Colombia y Panamá, donde sufrió un grave quebranto de salud. En julio de 1914 cayó enferma durante una larga excursión, regresando a Cuba; pasó, por primera vez desde 1898 a La Habana, a bordo del vapor Cartago, por invitación del filántropo asturiano Antonio Díaz Blanco, y luego visitó Colombia, Panamá y Puerto Rico.
En abril de 1915 se estableció definitivamente en La Habana, invitada por su viejo amigo, Nicolás Rivero, propietario del Diario de la Marina, del cual fue una de las principales colaboradoras hasta el final de sus días, como redactora y bibliotecaria. Colaboró asimismo con Asturias, el Heraldo Comercial, la revista San Antonio y La Correspondencia, de Cienfuegos. Recorrió toda la isla, visitando la tumba de Martí en Santiago de Cuba, y en 1916 publicó un nuevo libro, Lo que vi en Cuba, una crónica de su viaje.
En sus escritos se revela como dura crítica a la hegemonía norteamericana en la economía de Cuba, luchadora a favor del mejoramiento social de la isla, defensora de la raza negra, crítica a desajustes sociales, como el robo y el pillaje, y de criterios avanzados en torno al tema del divorcio.
El 26 de octubre de 1924 perdió a su único hijo, fallecido en Buenos Aires, y el 17 de junio de 1925 llegó a Nueva York para buscar a la nuera y sus siete nietos, residentes para la fecha en esa ciudad, y llevarlos consigo a Cuba. Ese año publicó su última obra, Cosas de mi tierra, un compendio de novelas cortas.
Durante sus últimos años cosechó numerosos reconocimientos y homenajes. Los Centros Asturiano y Gallego de La Habana la nombraron presidenta de honor. En 1921, Su Santidad, el papa Benedicto XV, le confirió la Cruz Pro Ecclesiae et Pontífice, siendo la primera mujer en recibir esta distinción; el Gobierno español le confirió el Lazo de la Real y Americana Orden de Isabel la Católica, y en abril de 1929 la Medalla de Oro de Ultramar.
Falleció en La Habana a las seis de la tarde del 2 de mayo de 1932; y en 1936 fueron trasladados sus restos a Coaña, donde hoy reposan. Su deceso se produjo en la mayor pobreza, y, según Rafael Anes y Álvarez de Castrillón, “[e]sa falta de recursos se debía, como ella misma ha escrito, a que no recibió subvenciones, porque no las pidió, ni tuvo empleo del Gobierno español, ni debía nada a ningún Gobierno americano, a los que no tuvo que adular por gratitudes pecuniarias, ni demandó nada a nadie, porque escribió libros, que regaló, para honrar a España y a los españoles, y si recibió ayuda de particulares, había sido para trabajar, no para holgar, ni para divertirse, ni para comprar tierras o casas, ya que su único afán fue estudiar, unificar, hacer justifica, defender a España contra insidias, injurias y calumnias”.
En años recientes, la Biblioteca Municipal Gonzalo Anes de Coaña ha creado el Premio Periodístico Eva Canel, y en Gijón se ha constituido la Asociación de Mujeres Eva Canel.
Obras de ~: Cosas del otro mundo. Viajes, historias y cuentos, Madrid, Imprenta Manuel Minuesa, 1889; Trapitos al sol, novela político-periodística (novela), Madrid, Imprenta de Pedro Núñez, 1891; Manolín (novela), La Habana, La Tipografía de Manuel Romero Rubio, 1891; La mulata, drama, Barcelona, Tipografía La Ilustración a cargo de Fidel Giró, 1891; La Pola (novela), Madrid, c. 1892; Oremus (novela), La Habana, La Tipografía de Manuel Romero Rubio, 1893; Magosto. Colección de tradiciones, novelas, y conferencias asturianas, La Habana, Imprenta La Universal, 1894; El indiano (comedia), La Habana, Imprenta La Universal, 1894; Réplica al Senador Norteamericano Sherman, discurso pronunciado en el Casino Español de México, en la noche del 25 de marzo de 1896; Álbum de la Trocha. Breve reseña de una excursión feliz desde Cienfuegos a San Fernando, recorriendo la línea militar, La Habana, La Universal de Ruiz y Hermano, Imprenta, 1897; De América. Viajes, tradiciones y novelitas cortas, Madrid, F. Nozal, Estudio Tipográfico, 1899; Fuera de la ley (drama en tres actos), Buenos Aires, Imprenta y encuadernación El Correo Español, 1902; Las ambiciones de los sajones de América, Buenos Aires, Impresora El Correo Español, 1903; La Necesidad de Unión entre los Latinos del Nuevo Mundo, Buenos Aires, Imprenta y encuadernación El Correo Español, 1903; El Divorcio ante la Familia y la Sociedad, Buenos Aires, Imprenta y encuadernación El Correo Español, 1903; Por los mares australes, relación de viajes, Buenos Aires, 1904; Las manos muertas (novela), Buenos Aires, 1904; Agua de limón (diálogo), Buenos Aires, Estudio Gráfico Robles y Cía., 1904; De Herodes a Pilatos (monólogo), Buenos Aires, Estudio Gráfico Robles y Cía., 1905; La abuelita (comedia en tres actos), Buenos Aires, Estudio Gráfico Robles y Cía., 1905; La volatinera (novela), Buenos Aires, 1905; El agua turbia (novela), Buenos Aires, Estudio Gráfico Robles y Cía., 1906; Uno de Baler (diálogo), Buenos Aires, Talleres Gráficos E. Canel e hijo, 1907; Por la Justicia y por España (memorias), Buenos Aires, Estudio Gráfico Robles y Cía., 1909; con A. Méndez Caldeira, Fruto Sano (comedia en tres actos), Buenos Aires, 1911; Por España antes que por mí. Una polémica “inconveniente y necia”, San Juan, Tipografía Catholic Trade School, 1915; Lo que vi en Cuba (a través de la Isla), La Habana, La Universal, Imprenta, 1916; Cosas de mi tierra (novelas cortas), La Habana 1925; El Loco de la Palmera; María de Pin; Soy Yo! (monólogo, representado en castellano por la actriz brasileña Lucila Simoes), s. f.
Fuentes y bibl.: Parroquia de Santa María de Coaña, Libro de Bautizados #5, fol. 161; Registro Civil del Consulado de España en La Habana, t. 55, fol. 57 #57 (defunción).
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Antonio A. Herrera-Vaillant