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Antonio Herrera y Tordesillas

Biografía

Herrera y Tordesillas, Antonio de. Cuéllar (Segovia), 1549 – Madrid, 27.III.1625. Cronista mayor de Indias y cronista de Castilla.

Nació en el seno del matrimonio de Inés de Herrera y Rodrigo de Tordesillas, hijo de un regidor que fue víctima de las iras de los cardadores y el pueblo de Segovia (como procurador de esta ciudad castellana en las Cortes de La Coruña que había otorgado el subsidio que exigía el Emperador). Su biografía se desarrolló en España, con una estancia de un lustro en Italia. Tras una primera etapa (veinte años) en su ciudad natal, en un ambiente propicio tanto por sus relaciones familiares como por su verosímil asistencia a la escuela formada a la sombra del afamado “Estudio” fundado por Gómez González, Herrera mostró una inteligencia por encima de lo común, gracias a lo cual desarrolló sus aptitudes y actitudes para relacionarse y su capacidad de trabajo; su preparación alcanzó el punto culminante en Italia.

Sus conocimientos de lengua latina se incrementaron, a la vez que aprendía italiano, en Italia (1570- 1575), donde entró al servicio del príncipe Vespasiano Gonzaga Colonna. Y con éste, cuando fue nombrado virrey de Navarra, residió en Pamplona. Precisamente en esta capital fue donde Antonio de Herrera conoció a su primera esposa, Juana de Esparza y Artieda (se casó en 1581). Siguió en la confianza del virrey cuando pasó a Valencia con el mismo cargo (1579), aunque Antonio de Herrera fijó su residencia en la Corte como hombre de máxima confianza de Gonzaga, resolviendo sus cuestiones ante el Rey. Simultáneamente, Herrera fue ampliando el círculo de sus amistades, estableció contactos con personalidades influyentes y, paulatinamente, fue amasando una pequeña fortuna. Justamente Gonzaga presentó Antonio de Herrera, como docto historiador, a Felipe II; fue el punto de partida de una relación que Herrera supo cultivar, comenzando por una serie de cortesías interesadas: dedicaba sus obras históricas a personajes importantes. A partir de ese momento Antonio de Herrera tuvo como aspiración el servicio de Felipe II, directamente o a través de personajes influyentes. A uno y otros dedicó sus obras con una mezcla de habilidad y oportunidad bien dosificadas pero también, es cierto, cumpliendo con la costumbre de la época.

El otro objetivo de Antonio de Herrera fue su prosperidad económica; en 1583 fue administrador de una propiedad del marqués de Espejo, y en 1584, a la muerte de su esposa, cobró lo estipulado en sus capitulaciones matrimoniales; en 1587 falleció su hija Juana; las cantidades recibidas fueron invertidas en la adquisición de fincas urbanas en Madrid. Simultáneamente, fue afianzando su posición en la Corte como escritor, hasta lograr el cargo de cronista mayor de las Indias, con un “optimo stipendio dotatum”. Entonces (1596) contrajo segundas nupcias con María Torres Henestrosa y, poco más tarde (1598), fue nombrado cronista de Castilla. Más tarde (1601) trasladó su residencia a Valladolid, con la Corte, y allí prosiguió su incansable actividad historiográfica entremezclada con otras de índole palaciega (su amistad con el marqués de Siete Iglesias le condujo a prisión o arresto domiciliario (1609-1611), aunque sin verse privado de sus prebendas, cargos y sueldos, una pena que fue seguida de otra de destierro “por el tiempo que durase la voluntad de Su Majestad” (no llegó a un trimestre), y las inevitables de índole económica (en atención especial con su esposa le otorgó, en 1603, una renta vitalicia de 300 ducados). Su biografía concluye con la firma de sendos testamentos (1612 y 1622, respectivamente) con algunas variantes, pero, en todo caso, mostrando la preocupación del cronista por dejar bien atados los asuntos terrenos y propiciar la mejor posición en la vida eterna: indicó el lugar exacto del enterramiento en Madrid y del secundario en Cuéllar (se halla en el salón de actos del Ayuntamiento), la calidad e inscripciones de la lápida sepulcral (piedra caliza, blanda 220 por 97 cm), con una inscripción que fue transcrita por Fidel Fita, puesta en castellano por Ballesteros Beretta, que reza así: “Antonio Herrera y Tordesillas, cronista de los Reyes Felipe II y III de Castilla y de las Indias, familiar de la General Inquisición, Secretario de las [Inquisiciones] de Navarra y Valencia, criado de la Casa Real, vivió 38 años con su noble mujer doña María de Torres, feliz en sus trabajos [literarios] más no logrando los premios a que era acreedor. Murió en Madrid, a 28 de marzo de 1626, ella [doña María] a 30 del mismo mes, año 1641”. Estipuló las mandas en reparo de su alma, el reconocimiento de bienes (dejó heredera usufructuaria, con carácter vitalicio, a su esposa María de Torres, y, en su caso, la sucesión por su hermano, Juan de Herrera y Tordesillas, “veedor general de la gente de guerra del reino de Granada y gobernador de los partidos de Almería de aquel reino”); a falta de herederos previó la fundación “en la villa de Cuéllar, para casar huérfanas, doncellas honradas”; otras cláusulas determinaban la fundación de un memorial y mayorazgo, así como la legación de 10 ducados para cada una de sus tres hermanas: Beatriz, Isabel (monjas profesas del monasterio de San Bernardo de Palencia) y Ángela (monja profesa en Jesús María, de Valladolid). Particular interés tiene su declaración de haber reintegrado a su lugar “todos los papeles que se me han entregado en los Consejos y Tribunales de Su Majestad para escribir las crónicas e historias, así de Castilla como de las Indias, los he devuelto a quien me los dio sin que ninguno de ellos tenga en mi poder”.

La actividad fundamental de Herrera fue la de historiador y cronista. En ella fue diligente en la localización y recopilación de fuentes, exhaustiva en su momento y de preocupación por seleccionar las que mayor autoridad le ofrecían; el amplio uso de documentación de archivo que pudo realizar constituye una excelente referencia para atribuir una calidad científica por encima de defectos que le han sido achacados. El propio Herrera tuvo ocasión de intuir o percibir, según los casos, parte de la mala crítica y tuvo oportunidad de enunciar una defensa en la misma proporción: “Siendo costumbre de envidiosos tener por digno de reprobación cuanto se escribe, mordiendo en público lo que ocultamente leen, juzgando en otros lo que ellos no saben hacer, queriendo beber antes del arroyo turbio que de la fuente clara” y, del mismo de Herrera puede leerse que “muchos que pretender ser doctos sin estudio, no conocen que nada se puede saber sin maestro ni doctrina”. Es una actitud que muestra un elevado concepto del oficio de historiador y evidencia su posición científica. Sus juicios le condujeron a una desconsideración manifiesta hacia otros autores bien considerados por muchos historiadores posteriores y que actualmente también lo son (Sahagún, Mendieta y Olomos). Es una actitud que le llevó al enfrentamiento tácito o manifiesto con Juan de Torquemada, a quien cita en otro momento como el que ha escrito una “monarquía indiana”, apostillándole con algunas expresiones comprometidas, rayanas con la enemistad personal: “No sabría juzgar cual es más en este autor, el ambición o el descuido en guardar las reglas de la Historia”. Esa disposición combativa de Herrera fue particularmente espectacular con el conde de Puñonrostro, por el trato que Herrera dio a Pedrarias Dávila en las Décadas. En el proceso se aprecia la seriedad con que Herrera desempeñaba su oficio y mantuvo su criterio con tenacidad incluso ante poderosas gentes de la Corte por encima de eventuales actitudes serviles. El pleito se prolongó con el resultado conocido de la publicación de la Historia general de los hechos de los castellanos [...], sin modificación alguna. Criterio de historiador que tiene su expresión en algunos de sus Discursos: sobre los provechos de la historia, del oficio del historiador, sobre historiadores de la antigüedad y el mérito de las historias e historiadores “no puede haber cosa para el buen gobierno de la vida humana de más provecho que la noticia de las historias y ninguna más perjudicial que no ser puntualmente escritas”.

También valora Herrera el trabajo del historiador en la dedicatoria a Juan de Zúñiga de la Historia General del Mundo: “De donde verá cuán necesarias para que los hombres puedan tomar luz como si anduviesen en guerra, como vuestra excelencia prudentísimamente lo ha dicho a la imitación del gran Alejandro, honrando a los historiadores como en el Mundo necesarios”. Una excelente consideración de la historia que también ratificó Antonio de Herrera en otras obras.

Criterio de historiador y de cronista, fuentes documentales excelentes y testimonios vitales oportunos dan un tono especial a una obra amplia y diferente a las crónicas coetáneas. Por ejemplo, su Historia general del Mundo en tempos de Felipe II, es una obra voluminosa en forma de anales, como un diario de acontecimientos “y en ella [2.ª parte] como en la primera se verán tumultos, rebeliones, sediciones, traiciones, levantamientos, guerras de pueblos, presas de ciudades, expugnaciones de fortalezas y castillos, sacos de lugares, incendios, treguas, conciertos, roturas de paces, matanzas de gentes, muertes de príncipes y otras cosas acontecidas” (1575-1598).

Más importante aún, hasta sus máximos detractores no evitan emitir juicios muy favorables, son sus Décadas o Historia general de los hechos de los castellanos en las islas y tierra firme del mar océano, considerando que castellanos es españoles. Para su redacción (1596 y 1615) dispuso de todo lujo de facilidades para reunir una cantidad de documentación abrumadora y cumplir la normativa (Recopilación de las Leyes de los Reinos de las Indias, título 12, leyes I-III) sobre las obligaciones de su cargo: “Que el Cronista mayor escriba la Historia de las Indias [...] que vaya escribiendo la historia natural de ella”.

Antonio de Herrera redactó una historia de los hechos de los españoles más allá del medio, pero comenzando por una “Descripción”, por encima del mundo indígena, dando la prioridad al tiempo. Hechos y tiempo a caballo entre la historia y la crónica, pero el cronista es un historiador siguiendo a Tácito, Livio, Cassio, Tasso y maneja fuentes documentales extraídas de los archivos, como el “Requerimiento” o los “Pleitos colombinos”, y manejando obras de cronistas (Acosta, Aguado, Andagoya, Betanzos, Cabeza de Vaca, Calvete de la Estrella, Cervantes de Salazar, Cieza, Diario de Colón, Díaz del Castillo, Estete, Fernández de Enciso, Fernández de Oviedo, Góngora, Hernán Cortés, Hernando Colón, Inca, Islario de Santa Cruz, Jerez, Landa, Las Casas, López de Gómara, López de Velasco, mapa de Morales, Mártir de Anglería, Maximiliano Transilvano, Muñoz Camargo, Nuño de Guzmán, Ojeda, Pizarro, Polo de Ondegardo, Ruiz, Toribio de Benavente, Urdaneta, Zárate), que cita y, en ocasiones, salva del olvido.

 

Obras de ~: Historia de lo sucedido en Escocia, è Inglaterra, en quarenta y quatro años que biuio Maria Estuarda, Reyna de, Madrid, 1589, y Lisboa, 1590; Cinco libros de Historia de Portugal, y conquista de las Islas de los Açores, en los años de 1582 y 1583, Madrid, 1591; Historia de los sucesos de Francia, desde el año de 1585, que començó la Liga Católica, hasta el año 1594, Madrid, 1598; Información en hecho y relación de lo que pasó en Milán con las competencias entre las jurisdicciones eclesiástica y seglar, desde el año 1595 hasta el de 1598, Madrid, 1598; Historia general del Mundo, de XVII años del tiempo del señor don Felipe II el Prudente, desde el año de 1554 hasta el de 1570, Madrid, 1601; Historia general de los hechos de los castellanos en las Islas i Tierra Firme del Mar Océano, Madrid, 1601 (eds. en esp., Amberes, 1728, y Madrid, Real Academia de la Historia, 1601-1615, 1726, 1729-1730, 1991 y 1934-1957, eds. en lat., Ámsterdam, 1622, 1623, Frankfurt, 1624; eds. en fr., Ámsterdam, 1622, y París, 1660 y 1671; eds. en holandés, Leyden, 1706; eds. en al., Frankfurt, 1623; eds. en ing., Londres, 1724, 1725-1726 y 1743); Tratado, relación y discurso histórico de los movimientos de Aragón, sucedidos en los años de mil y quinientos y noventa y uno y de mil y quinientos y noventa y dos; y de su origen y principio, hasta que la Magestad de don Felipe II, el Prudente, compuso y quietó las cosas de aquel Reyno, Madrid, 1612; Comentarios de los hechos de los españoles, franceses y venecianos en Italia, y de las otras repúblicas, potentados, príncipes y capitanes famosos ytalianos, desde el año de 1281 hasta el de 1559, Madrid, 1624; Exequias de la Reina Doña Margarita de Austria, muerta el 3 de Octubre de 1611, Segovia, 1637; Discursos morales, políticos é históricos inéditos, Madrid, 1804; Censuras y Aprobaciones varias, de diferentes obras; De las varias epístolas, discursos y tractados a diversos claros varones, las quales contienen muchas materias útiles para el Govierno político y militar con un elogio de el Licenciado Cristóval Vaca de Castro, del Consejo Supremo y Governador de los Reynos del Pirú, Madrid, 1804; Elogio de Vaca de Castro, Madrid, 1917-1918; Elogio a Don Baltasar de Zúñiga Comendador mayor de León, del Consejo de Estado, y Presidente del supremo de Italia, s. l., s. f.

 

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Mariano Cuesta Domingo

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